lunes, 6 de enero de 2020

Otra Navidad...?

Otra Navidad...? Obviamente por fechas es otra más en el zurrón en el que vamos acumulando y guardando años de vida. Pero no. No es otra Navidad. En esta nos acompaña con justo un mes acumulado en su mini-zurrón nuestra nieta Claudia, hija de Mónica y Manel. Así que para toda la familia es la primera e irrepetible Navidad con ella, algo que quedará en nuestra historia personal como algo inédito y maravilloso. Y si la salud nos acompaña esperemos que haya otras navidades tan fantásticas y bonitas como esta, con otros personajill@s también con mini-zurrones a la espalda.
La niebla en el pueblo
Hecha esta breve introducción, el programa navideño no se distanciaba mucho del de años anteriores, aunque siempre con matices que lo hacen irrepetible como el citado, así que preparamos la cena en casa tratando de respetar los gustos de casi todos. Cenamos caldo con "galets" y diversos aditivos: carne del mismo, jamón y huevo duro. Luego añadimos unos langostinos fríos y un montadito denominado "cojonudo", que no es otra cosa que unas virutas de ibérico coronadas con un huevo frito de codorniz sobre una rodaja pequeña de pan. Finalizamos con un solomillo ibérico a la cerveza. El vino, chardonnay de Jean León y el cava Glaç de Montserrat Casanova. Un poco de fruta, turrones y café cerraron la noche antes del reparto de los regalos que Papa Noel había dejado en nuestra casa. La única variante de la cena la proporciona Claudia que ceno leche materna y suplemento en biberón. Risas, agradecimientos y en poco rato cada mochuelo a su olivo, menos Izarbe y Carlos que se quedaron en casa pues al día siguiente viajábamos al pueblo a seguir castigando nuestro aparato digestivo sin piedad.
El día de Navidad salimos de Terrassa en dirección a Villanueva de Sijena con un sol espléndido, hasta llegar justo a Manresa en que nos envolvió una espesa niebla que no nos abandonó ya hasta la vuelta el día veintinueve. Moderando la velocidad y agudizando los sentidos, previa parada en Sant Pere Sallavinera a comprar algo de leña, llegamos al pueblo donde nos esperaba el resto de la familia para celebrar el día de Navidad.
La comida como casi siempre con los canelones de la "bisabuela" y el lechal a la brasa de Martín y Margarita. Los demás fuimos poniendo cosas de nuestra parte para aperitivos y complementos: un Cabrales con sidra, petición expresa de Miguel, y las típicas navajas y berberechos a la plancha, las "cañaillas" y un plato de jamón ibérico cortado muy fino, esta vez petición de Jorge. Luego fruta, turrones, café y este año Moët en lugar de cava, y como la cosa iba de internacional, el vino blanco fue de Hungría y el tinto de California.
El Belén
Como Mónica, Claudia y Manel no pudieron venir, aprovechó este para hacer una video-llamada y podernos felicitar al tiempo que la familia entera podía ver a la niña a través del móvil. Luego el festival de los regalos que Papa Noel había dejado la noche anterior para todos los comensales, así como los de un amigo invisible que le ayuda en el reparto de los mismos. También tuvo de ayudantes a Daniela y Jorge, que entre regalo y regalo suyo, repartían alguno al resto de la familia. Se hicieron "las tantas" con semejante actividad, y los cuerpos pedían o un poco de siesta o un paseo por el pueblo, aunque estuviese envuelto por una niebla que parecía no tener fin y que mojaba las calles y la ropa y hasta las ideas.
La cena fue ligera para los que cenaron y sin dejar demasiado tiempo cada uno a su casa a descansar, pues las celebraciones en nuestra familia se extienden un día y otro y otro, hasta que decidimos parar y volver a la rutina social y familiar. El día de San Esteban no es festivo en estos lares y nos dedicamos a saludar gente por el pueblo, a tratar de entretener a nuestros sobrinos y empezar a constatar ese terrible hecho de la España vaciada. El restaurante ya cerró, nuestro bar de cabecera sigue abierto pero no abre y en breve la tienda de Marga estará cerrada. Parece ser que la monjas del monasterio también abandonan el barco, y solo el club social del pueblo y el hogar de los mayores siguen abiertos.
Ante esta situación casi lo que más apetece es quedarse en casa con una peli o con un libro, cosa que todavía favorece más la niebla persistente y espesa que envuelve toda la comarca.
Uno de los entretenimientos favoritos de Daniela y Jorge es jugar con agua, así que como el belén de nuestra casa estaba huérfano de bosques, se dedicaron con Pili a fabricar árboles nevados, para lo cual es imprescindible el agua y la harina. Un poco de arcilla blanca moldeable para la base de los árboles y ya está el resultado perfecto para el conjunto.
Con una comida y cena ligera en la bodega de Martín, terminamos de pasar el día y nos fuimos a descansar con la intención del día siguiente ir a Zaragoza a visitar a nuestro amigo Antonio.
La mañana del viernes amaneció como las anteriores con una niebla que casi no dejaba verte la nariz y consecuencia de la misma una temperatura de número bastante bajo. Tomamos un café en casa y luego fuimos a almorzar algo más contundente al Alcanadre de Sariñena que conocemos bien y que siempre nos atienden mejor. La niebla seguía y el camino se hacía un poco monótono pues a parte de niebla nada más se veía, hasta que milagrosamente al llegar a lo más alto de la sierra de Alcubierre el sol empezó a ganar la partida y a medida que nos acercábamos a Zaragoza un sol radiante se apoderó del paisaje y ya no nos abandonó durante todo el día.
En el puente de la Almozara
Con Izarbe y Carlos que nos acompañaron y luego con Antonio y Carmen, después de aparcar cerca de su casa nos dirigimos al centro por el puente de la Almozara, básicamente para cambiar y no ir siempre por el mismo recorrido. La verdad es que ofrece muy buenas vistas del Ebro y la ciudad hacia un lado y otro del río.
Después de charlar un rato y caminar por el centro, pasando por la plaza del Pilar, con gran ambiente navideño, Pili nos llevó al Palacio de Sástago, donde había dos exposiciones en las que tenía gran interés: La arquitectura en Aragón de Moneo y El aniversario de la Bauhaus.
A Antonio y mí nos interesaba lo justo, así que tras una breve ojeada decidimos ir en busca de un lugar donde reponer fuerzas. Tras el intento fallido de Casa Montal, recogimos al resto e intentamos en el Pan y Cebolla, del que Carmen tenía muy buenas referencias. Igual que en el primero sin reserva no hay comida. Finalmente nos lanzamos a la aventura de comer en el Tubo, y también hay que decir que tuvimos suerte, pues como estaban todos los locales ya casi parecía imposible, cuando a Antonio se le ocurrió Casa Pascualillo, y allí encontramos respuesta a nuestros anhelos. Comimos un menú muy correcto a un precio muy justo y gozamos de la presencia en la mesa de al lado nuestro de dos personaje bien conocidos: el escritor y columnista zaragozano Luis del Val, que había ido a comer en compañía de su amigo el ex-embajador español en USA, Chencho Arias, que llegó ataviado con una típica capa española.
Aún quedó tiempo para pasear un poco hasta la hora en que ya anochecía, acompañar a nuestros amigos y saludar a su familia y emprender el camino de vuelta, que justo a la inversa que por la mañana al llegar a lo alto de la sierra de Alcubierre empezó la niebla que ya no nos abandonó hasta llegar a Manresa el domingo por la mañana.
Las "chicas" de la Bodeguiya
El sábado había quedado para almorzar con los "compinches" del pueblo en la bodega. Había comprado para la ocasión unos torreznos traídos de Soria, que con unos huevos fritos, algo de longaniza que no a todos les gusta el menú, un buen vino de Rioja, con gaseosa para alguno, que de todo habemos en el grupo, hizo que tuviera que madrugar para calentar el local. Después unos cafés y un buen güisqui y unos puritos nicaragüenses cerraron el ágape, y no me quedo otra alternativa que hacer la siesta del carnero, que es como se conoce a la que se hace antes de comer.
A la tarde, Maria Luisa y José Ramón habían quedado con unos amigos para ver el Belén viviente de Sena y como quien no quiere tuvieron la feliz idea de organizar una cena para todos en su casa, que consistió básicamente en todo lo que se le pueda ocurrir a uno "a la brasa". Como si uno estuviese necesitado...
Al día siguiente, viaje a Terrassa y el lunes a preparar poco o mucho la fiesta de fin de año con el grupo de "la bodeguiya de abajo". Como siempre nosotros nos encargamos de los "cotillones", las uvas y las bebidas. La comida estaba encargada a un catering que lo hacen bastante bien, así que lo único que faltaba era el personal.
La verdad que este año somos pocos, por algunos compromisos de unos, por alguna gripe de otros. Ocho para ser exactos. Decidimos no quedar excesivamente pronto porque acabamos la cena rápido y luego no sabemos que hacer hasta las campanadas. La verdad es que el paso de los años no mengua la cohesión  del grupo, pero las fuerzas algo flojean y este año, creo que ha sido el que más pronto hemos retirado, al margen de que ha sido el que menos hemos comido y bebido.
Los "chicos" de la Bodeguiya
No se puede permitir que esto vuelva a suceder, así que para el próximo año uno de los deseos ha de ser el de reunirnos más gente, comer más y beber más y si apuramos diría que hasta cantar y saltar más, sin pensar en nuestras artrosis, dolores o apatías.
De todas maneras hay que añadir que a pesar de todos los "handicaps", seguimos riéndonos del mundo y de nosotros mismos y eso no tiene precio en estos tiempos como dicen ahora tan inciertos.
Cosas también de la edad, el día de Año Nuevo, es el primero que recuerdo desde hace muchos años en que Pili y yo comemos solos. Los compromisos de nuestros hijos con sus otras familias han hecho posible esta circunstancia.
Ya nos resarciremos, Dios mediante, teniendo a todos a comer en casa el día de Reyes. A estas horas cuando escribo esta entrada hace apenas dos horas que se han ido todos y con la alegría y el convencimiento de que todo ha salido muy bien. La comida estaba perfecta, los vinos y cavas también y el roscón de reyes nos lo hemos acabado todo. Claudia esta cada día más guapa y creciendo a buen ritmo así que cerramos la crónica de otra Navidad, pero como decía al principio de la entrada no es otra Navidad. Es la Navidad en que se incorporó a nuestras vidas, nuestra primera nieta, primera sobrina y primera hija, según nos toque a cada uno...



Bretaña y las Islas del Canal. Y parte Cinco

Nos despertamos, como casi siempre a buenas horas, o sea temprano y tras hacer el "check-out", por cierto que tenían todo el siste...