miércoles, 25 de octubre de 2017

Berlín lucky. Parte Segunda

Hoy si que toca madrugar, el viaje hasta Postdam es relativamente largo, ya que hay que coger varios metros y un tren que nos conducirá hasta la ciudad en la que tomamos un autobus que nos deja justamente en el llamado "Puente de los Espías", recientemente popularizado por una producción de Hollywood del mismo nombre.
Desde allí iniciamos el recorrido a pie por un magnifico jardín al lado del río Havel, en el que la gran pericia de Vicente en ciertos menesteres le lleva a descubrir gran cantidad de setas, entre las que destacan los famosos níscalos o rovellons. Tal es la cosecha que dan para una cena a nuestra particular guía Anja, previa explicación de como sacarles el mayor partido gastronómico posible.
Con estas cábalas y conjeturas culinarias, sin dejar de admirar el paisaje y sin dejar de caminar llegamos al Palacio de Cecilienhof, lugar elegido para la celebración de la Conferencia de Postdam entre los líderes de las tres potencias ganadoras de la contienda de la II Guerra Mundial: Estados Unidos, representado por Truman, Inglaterra, por Churchill y la Unión Soviética por Stalin. 
Sala de la Conferencia de Postdam
Lo cierto es que el palacio es bonito, pero la historia se apodera de la arquitectura en este caso y creo que todos estamos más pendientes de ella que de la decoración o estructura del propio palacio. Uno se imagina a los líderes paseando por el jardín o sentados en la mesa de negociaciones, administrando la paz y la nueva era que se abría o quizá de una manera menos lírica, repartiéndose Alemania y el mundo, sin tener demasiado en cuenta a unos (alemanes) y a otros (mundo). Me ha salido el momento crítico, pero no obstante dejo constancia de la misma con la foto de la sala de reuniones, donde se produjo la conferencia.
Sin pérdida de tiempo, que el programa es ajustado, nos dirigimos por caminos de gravilla, rodeados de césped y arbolado y llegamos al siguiente palacio, el de Marmol. A orillas del lago Heiliger See, y construido por Guillermo II, creo, como una residencia de verano, es una muestra más de edificio neoclásico. Para la visita nos dejan unas "zapatillas de ir por casa", grandiosas hasta el punto que las podemos utilizar con los zapatos puestos, y que supongo que usan para hacer brillar los magníficos suelos sin gastar en servicio de limpieza. Mira esta vez es el momento gracioso.
Desde aquí y por una vereda  bordeada a mano derecha por unas casas adosadas que recuerdan las de cualquier barrio inglés, se sale del parque y se llega a la ciudad moderna de Postdam. Una ciudad relativamente pequeña en la que destaca una entrada vigilada por dos torres y un arco entre ellas y una zona denominada el barrio holandés que también recuerda una de las calles de ese país.
Palacio de Sans Souci
Como se acerca la hora en que el azucar en sangre ya está bajo por la caminata de la mañana nos lanzamos a buscar un lugar donde reponerlo. Tras diversos episodios de anarquía en el grupo (ya lo avisé en la entrada anterior), aunque con poco tiempo para lo que esperaba a la tarde, comimos y sin tiempo para la mínima sobremesa, nos lanzamos al programa vespertino: Otro parque/jardín maravilloso y lleno de palacios.
Entramos en el mismo y al frente del paseo observamos el majestuoso palacio de Sense Souci al final de unas espectaculares escalinatas. Teníamos hora programada para la visita y si bien es cierto que quedaba tiempo, no parecía ser el suficiente como para poder ver otro palacio antes de este.
Eso lo digo yo, pero Pancho desenfundó su particular guía y concluyó que era imprescindible la visita del Neues Palais y su Sala de Crustáceos, que se encontraba al final de un magnífico paseo rodeado de árboles y jardines a solo dos kilómetros del incio de la escalinata. Aquí mini-rebelión a bordo (otra vez). Las primas, Elvira y Pili deciden convertir lo imprescindible en accesorio y se quedan en el Sense Souci hasta que sea la hora de entrar.
El resto, inicia una desesperada marcha hacia el Palacio Nuevo, al que llegamos con el aliento entrecortado, y nos adentramos en él no sin dificultades y pudimos admirar la sala que tanto gustaba a Pancho y la parte del palacio que no estaba en obras de restauración. También pudimos ver los magníficos edificios de la Universidad de Postdam y vuelta al palacio en que teníamos hora, a trote cochinero y sin casi poder percatarnos de la belleza del paseo por el que circulábamos.
Llegamos a tiempo, sudados como pollos, y resollando como caballos de carreras. Allí nos esperaban las dos disidentes y juntos pudimos visitar el Sans Souci.
Recobrado el ritmo respiratorio y cardíaco, iniciamos el regreso en transporte público, que por cierto se nos hizo más corto que el de la mañana.
Breve descanso en el hotel y decisión unánime de ir a cenar a Postdamerplatz, símbolo de la modernidad en Berlín. Cómo llegamos al lugar, lo resumo como suelen hacer en los transportes:
Hotel - Metro (seis paradas) - Autobús (siete paradas) - Hotel - Autobús (tres paradas) - Postdamerplatz. Lo que pasa por ponerse a discutir sobre un mapa de transportes urbanos y mirarlo al revés.
Sony Center. Postdamerplatz
Lo cierto es que valía la pena la visita. Un espacio ultramoderno y rompedor con cantidad de zonas de ocio y restauración, que nos permitieron reponer fuerzas y volver a descansar al hotel, no sin antes descubrir que el recorrido del bus de ida y de vuelta no eran iguales, o que a lo peor nos pasamos la parada del hotel sin darnos cuenta.
Hora de levantarse, hoy sin la presión de tener horario concertado hasta las 19:15 horas y por tanto algo más tarde que días anteriores, y si además le sumamos que el desayuno nos lo tomamos con la misma tranquilidad, era casi media mañana cuando salimos del hotel. Pili y yo no habíamos estado todavía en la zona del muro que se conserva como espacio de arte grafitero, los otros cuatro sí, pero con todo se apuntaron a repetir el recorrido.
La verdad es que el muro en esta zona y tan turístico como se ha convertido, no da la impresión de la dureza y de las terribles historias que pasaron en él, y se contempla como una zona más bien lúdica y de expersión artistica que de recuerdo, aunque las temáticas de las pinturas son la mayoría duras y reivindicativas. No pudimos obviar hacernos una foto en el que es posiblemente el grafitti más famoso del mismo. Adjunto una foto para dar constancia
Lo que sí tenía Pancho claro es que había que ir a un mercadillo dominical, famoso por ser frecuentado por todos los berlineses, bueno muchos, en el que había comida, mercado, música y actividades diversas.
Así que, finalizada la visita al muro, mapa de transportes en mano, nos lanzamos a buscar el citado mercadillo. Esta vez, a la primera: Breve viaje en autobús, breve viaje en metro y nos plantamos a 200 metros del mismísimo acontecimiento.
El muro de Berlín
Lo primero que encontramos al entrar al recinto del parque donde se celebra es un puesto de comida en el que a un precio módico te daban una salchicha blanca en un pan de viena y una cerveza. Desde el primer día de llegada íbamos persiguiendo poder tomarnos un bocata así. Pedimos seis y luego los varones del grupo repetimos, uno más para cada uno. Nos damos por comidos.
Lo del café ya cambia, nueva disolución de la sociedad, un servidor y las primas tras un breve paseo por las paradas decidimos ir a tomar café en una terraza un par de calles más arriba y los otros tres, una vez concretada la hora de reencuentro, se fueron a ver actuaciones musicales tumbados en el cesped del parque, como si de un encuentro hippie  de otros tiempos se tratase: no sé si tomaron café y se fumaron alguna cosa. Dicen que no. Y ademas me lo creo.
A la hora indicada reagrupamos la comitiva y volvimos al hotel. Pequeño relax y nuevo autobús para llegar a la cúpula del Reichstag y hacer la visita que teníamos reservada ya desde casa hacía casi 20 días. Más que interesante la arquitectura tan moderna de la misma incrustada en un edificio tan neoclásico: La visita, previo control de seguridad importante (al fin y al cabo estamos en el parlamento), se acompaña de una estupenda audioguía de última generación. Se pone sola en marcha y te explica lo que estas viendo en función de donde estas en cada momento y todo sin tocar un solo botón. Lástima que todas las vistas que desde la cúpula, la guía iba explicando, al ser noche cerrada no se podían apreciar, pero por otra parte la visión nocturna de la ciudad era espectacular. 
La cúpula del Reichstag
Desde la zona más alta de la cúpula se puede apreciar a través de un techo de cristal los mismísimos escaños donde se sientan los parlamentarios del bundestag en las sesiones del mismo.
Hay personas que quieren ver en este detalle la transparencia que han de tener las instituciones que nos gobiernan, ya que esta visita esta disponible para el público en general cuando se celebran los plenos. Yo no me pronuncio al respecto pero me parece que  si solo con un techo de cristal se consigue que los gobiernos sean transparentes, no sé a que estamos esperando para ponerlos en todo el mundo. Es mi momento escéptico del viaje.
Terminada la visita, decidimos ir a cenar al barrio de Nickolai, al parecer el nucleo histórico más antiguo de Berlín. Pasamos por una pequeña iglesia iluminada como la mayoría estos días y finalmente llegamos a una placeta con edificios bajos en el que había una terraza en la que aparcamos nuestro cuerpos, ya algo cansados (los días van pasando y todos tenemos una edad) y nos dipusimos a cenar. Dos cosas interesantes: había una carta en castellano y el clima (Berlin y Octubre) nos premió con una temperatura como para sentarnos al aire libre. Cenamos comida típica berlinesa según rezaba la carta, y obviamente era potente, de manera que nos acercamos a pie a ver los últimos edificios iluminados del viaje, y para acabar de digerirlo todo regresamos paseando al hotel.
Al día siguiente solo nos quedó tiempo a Pili y a mi para hacer un breve paseo matinal por una calle de compras de Berlin, la Friedrichstraβe, coger un taxi y al aeropuerto, donde puntualmente embarcamos hacia Barcelona.
Fin de las operaciones, con la sensación de tener que volver. Hay cosas todavía por ver en Berlin.

domingo, 22 de octubre de 2017

Berlin, lucky. Parte Primera

Magnifica ciudad, increíble  historia, difícil pasado, excelente presente y más que esperanzador futuro. Son las ideas que me vienen  a la cabeza  después de la escapada "lucky"  a Berlin, el pasado puente del Pilar.
Me explico, se trata de una ciudad grande, con una historia en torno a los reyes Guillermos y Federicos, un pasado de división tras la segunda guerra mundial, un presente de trabajo y regeneración  y un futuro en manos de la cantidad de población joven que tiene. Lo de "lucky" viene a cuento de aquel chiste malo de ¿Tu que fumas? y que respondía "Lucky dan" pues bien la escapada es "lucky" salga, o sea anarquía y falta de programación en general, que es lo que agrada en ese país.
Aterrizamos en Berlin a la hora de comer más o menos y habíamos quedado con nuestros amigos (Pancho, Elvira, Modesta y Vicente) que vendrían a buscarnos al aeropuerto, así que por recomendación de nuestros hijos que conocían la ciudad, sugerimos comer todos en un vagón de tren a modo de bar, en el mismo aeropuerto una de las comidas típicas: Currywurts o algo así. Dicho y hecho, apenas llegaron los cuatro pedimos seis de lo mismo y cinco cervezas y un agua y ya casi a las cinco de la tarde nos lanzamos a la conquista de la ciudad, previa compra de un billete de transporte múltiple que nos serviría para todo el viaje.
Hotel Roma iluminado
Tras una compleja ruta de autobuses y metros con transbordos diversos llegamos Gendarmenmark, donde estaba nuestro hotel, además de la catedral alemana, la francesa de los hugonotes y el Konzerthaus. Check-in rápido sin barreras idiomáticas (cinco de las seis personas de recepción hablan castellano), ligero y breve descanso y a cenar.
Pancho había quedado con Anja, una joven, hija de unos amigos suyos, que vive en Berlin y había reservado en uno de los restaurantes recomendados por todas las guías. Total que los varones nos "zampamos" tres codillos de un kilo cada uno y las mujeres, no se bien qué cenaron. Reconozco a mi pesar que pese al litro de cerveza para intentar digerirlo, no pude acabarme el plato. Los otros dos "compis" sí (me hago mayor).
Luego vino el paseo nocturno por algunas de las zonas en que estaba en marcha el festival de edificios iluminados, que tanto había insistido Pancho que teníamos que ver. No se equivocaba, es algo impresionante y dificil de explicar: sobre los monumentos se dibujan todo tipo de escenas, utilizando como fondos el propio edificio también dibujado con luces. Dejo un ejemplo del Hotel Roma en una foto, para poder ver la magnitud de la iluminación, aunque no le hace justicia a lo que es verlo en directo.
Después de tanto espectáculo fuimos a descansar, pues el día siguiente nos esperaban dos tours a pie por la ciudad: "Los imprescindibles de Berlín" por la mañana y "El barrio judío" por la tarde.
El Duomo de Berlin
Madrugar relativo, desayuno en toda regla y nos encaminamos hacia la isla de los museos, en el parque que está justo delante del duomo de Berlin, a la búsqueda de una guía, con un paraguas verde, que le servía de identificación. Por si alguien lo desconoce estas/os guías son castellano-parlantes que se pueden contratar a través de la red y que cobran la voluntad de los "guiados", una vez terminado el recorrido.
Paseamos por la isla de los museos, donde se encuentran los más significativos de la ciudad, destacando sobre todo el de Pergamo, que en la actualidad se encuentra parcialmente cerrado por reformas. Nos explican las principales obras de arte que contiene cada museo y que no referiré, en parte por no hacerlo muy largo y en parte porque no me acuerdo de muchas de ellas. De Nefertiti, sí. La temperatura es agradable y eso hace que las distancias del paseo no se hagan pesadas. Pasamos por diversos memoriales y edificios, la mayoría de ellos de estilo neoclásico. También llegamos a la plaza de la universidad, donde se encuentra la Opera y diversos edificios de interés. Contrasta obviamente la vista de los mismos a plena luz del día con la que tuvimos la noche anterior de los mismos, iluminados en el contexto del festival de luz. Interesante en esta localización ver el monumento o memorial dedicado a la quema de libros en una las muchas noches tristes del nacionalsocialismo.
Memorial judíos
Cerca del Checkpoint Charly, uno de los puntos de interés por la historia de los carros de combate soviéticos y norteamericanos enfrentados en la calle, en uno de los muchos episodios de gran tensión de la guerra fría, paramos a tomar un cafetito y una pasta antes de seguir la segunda parte de la visita. Lo que son las cosas, allí conocí a un amigo de un amigo y primo mío de Albalatillo, justo encima de las baldosas que en el suelo recuerdan por donde discurría el muro: el mundo es un pañuelo, etc, etc...
Nos acercamos al memorial de los judíos fallecidos en el holocausto. Se trata de unos miles, no recuerdo cuantos, de bloques de hormigón de distintas alturas que dejan entre sí, estrechos pasillos por los que se puede pasear y que invitan a un cierto recogimiento, pese a estar en medio de la ciudad. La verdad es que produce una cierta impresión y la gente en general lo visita con respeto y silencio, aunque parece ser que no siempre fue así, pues hasta que la administración se hizo cargo de su vigilancia y cuidado se había utilizado como zona de fotos de moda, de diversión y algo de jolgorio. Conocido lo que representa, mejor como está ahora.
Siguiendo con la visita y tras unos pocos metros de camino llegamos, posiblemente al mayor icono de la ciudad de Berlín: La puerta de Brandemburgo. Nos hicimos todas las fotos de rigor, solo la puerta, con nosotros, separados, por parejas, en grupos, etc...
La Puerta de Brandemburgo
Desde allí, lugar en el que terminaba la mañana de visitas nos subimos a un autobús, que nos llevó a Alexanderplatz, nudo de comunicaciones de la ciudad, presidida por el "pirulí" de la televisión y una plaza "dura" de innumerables comercios y lugares de comida. Decidimos hacer el tentempie del mediodía y gracias a nuestra versatilidad lingüística, pedimos lo que queríamos comer, nos sirvieron lo que entendieron, que no tenía casi nada que ver con lo que habíamos pedido, pero tras diversas negociaciones llegamos al entente de comernos lo que nos dieron: más o menos comimos todos parecido a lo que queríamos, acompañados eso sí con un ejército de pájaros que si te descuidabas se te llevaban la comida. Hasta nos regalaron un yogurt, que hizo la misma ruta que nosotros durante dos días.
Lo del cafe, ya es otro cantar, ante el escaso acierto idiomático de los varones en la comida, Elvira decidió coger el toro por los cuernos y encargarse ella misma del pedido del café. El corto era de un cuarto de litro aproximadamente y los cafés con leche ni os cuento: parecían palanganas. Nos costó tanto consumirlos que casi llegamos tarde al tour vespertino.
Cuando ya casi estaban a punto de salir hacia el barrio judío llegamos los seis apresuradamente, pues no sé si el autobús no tenía parada donde creíamos o en su caso no la solicitamos, lo cierto es que quedamos bastante alejados de donde pensábamos que los haríamos. Bueno, una premonición de lo que nos pasaría en días sucesivos.
El paseo por el barrio judío es un sin parar de historias y de monumentos, grandes y pequeños que recuerdan la azarosa vida de este grupo de población en el Berlín de preguerra, en el que se puede apreciar, entre otras muchas cosas, el poderío económico e intelectual que tenían así como la feroz persecución y acoso a que fueron sometidos antes de ser deportados a los campos "de trabajo". Las historias se amontonan, unas durísimas, otras algo menos y alguna también encomiable de gentes que intentaron evitar la tragedia.
Patio del barrio judío
También pudimos apreciar o mejor dicho no apreciar lo que fue el búnker donde pasó los últimos días de vida el dictador y su plana mayor, ya que en la actualidad se trata de un parking al aire libre sin ninguna referencia gráfica a la historia del mismo. Parece ser que es una estrategia de las autoridades alemanas a fin de evitar lugares de peregrinación de seguidores de sus ideas en la actualidad, que desafortunadamente, y ya que vamos con algunos gallegos en el grupo, "haberlos, haylos".
Este blog pretende ser más festivo y divertido que estos últimos párrafos, pero en Berlin, aun hoy es difícil desprenderse de la historia tan reciente todavía. Sirva este recuerdo para lo que dicen los que saben "no lo olvidemos, para no repetirlo"
Una de las zonas que más me gusto del barrio judío fueron los patios interiores de manzana, destinados en su momento a albergar en pequeños apartamentos a gente trabajadora para proporcionarles una vivienda digna. Hoy, una vez restaurados la mayor parte de ellos son pequeños  apartamentos de lujo, obviamente no al alcance la clase menos favorecida.
Punto y final al tour de la tarde. Vuelta al Hotel a un pequeño y merecido descanso antes de salir a la búsqueda de un lugar donde reponer fuerzas. A fin de no caer en los errores lingüísticos de la mañana nos dejamos recomendar por los empleados del hotel un restaurante/pizzeria italiano que además esta a dos calles. Cenamos variado, unos verduras, otros pasta, otros pizza.
A dormir que mañana tenemos que madrugar para salir temprano hacia Postdam.

Bretaña y las Islas del Canal. Y parte Cinco

Nos despertamos, como casi siempre a buenas horas, o sea temprano y tras hacer el "check-out", por cierto que tenían todo el siste...