jueves, 7 de noviembre de 2019

Perú: Lima y epílogo

Como estaba previsto a primera hora tomamos el avión desde Cuzco a Lima, donde habíamos decidido ir a comer con María y Carlos. María es una sobrina de Pili que se casó con un peruano y desde Tudela de Navarra se trasladó a Lima, donde vive desde hace 3-4 años aproximadamente. Como que su marido es limeño, les pedimos que se encargasen de reservar un restaurante, aunque de hecho les pedimos que fuese la Rosa Náutica, del que teníamos excelentes referencias de algunos amigos que habían viajado a Perú en años anteriores.
Con María y Carlos en la Rosa Náutica
Así lo hicieron, cumpliendo nuestros deseos y además hicieron de taxistas, pues vinieron a recogernos a la puerta del hotel a los cuatro y nos llevaron hasta la misma puerta del restaurante. Una vez allí, ya nos dejamos aconsejar por ellos y por el encargado y la verdad es que el acierto fue total, pues elegimos unos entrantes a modo de pica-pica, en los que no podía faltar ni el ceviche de corvina, ni una causa de langostinos, aparte de otras cosas, y luego cada uno decidió un segundo plato. Yo comí un lomo saltado que estaba excelente y el resto, un cordero que también probé, muy bueno por cierto, un pato y una mariscada con muy buena pinta y que por la opinión de las chicas estaba muy buena y era excesiva en cuanto a la cantidad.
Luego paseamos por la zona, que es muy agradable para finalmente ir a pasear por Barranco, el barrio bohemio de la ciudad y que Pancho y Elvira ya habían recorrido el primer día de estancia en Lima. Lo cierto es que la zona, supongo que por ser domingo, estaba muy animada, con mucha gente visitándolo, no solo turistas sino también nativos del lugar. Los locales como se puede esperar son todos un tanto hippies, de acuerdo con los artistas que allí viven y que allí exponen sus obras. Lo más destacable son las obras de un famoso graffitero, Jade Rivera, creo que se llama, del que hay murales por toda la ciudad.
Las vistas del Pacífico desde una zona tan alta de la ciudad son espectaculares, y desde allí se puede apreciar el espigón donde está la Rosa Náutica, y la costa verde, creo que la llaman, donde hay gran número de aficionados al surf, un deporte de gran implantación en la ciudad.
En la plaza de Armas
Acabado el paseo nos fuimos a la zona comercial y en concreto al centro que María nos recomendaba para hacer nuestras compras, solo para aprender donde estaba y echar un primer vistazo a las futuras compras del día siguiente. Finalmente y tras una frugal merienda en una cafetería cerca de nuestro hotel, ellos se volvieron a su casa y nosotros al hotel. Gracias a los dos desde aquí por la guía, el transporte y las enseñanzas. Fue un día muy interesante y entrañable. 
A la hora prevista, la puntualidad sigue siendo exquisita, y tras recoger a otros turistas en sus respectivos hoteles, empezamos la visita guiada de Lima. Nos dirigimos directamente al cercado donde encontramos todavía algunas dificultades para acceder, supongo que los últimos coletazos de la crisis de gobierno que padece el país, aunque de la impresión de que está resuelta. Después de varios paseos, ahora a la izquierda, ahora a la derecha, pudimos acceder a la plaza de Armas, donde se encuentra la sede el gobierno, la del ayuntamiento, la catedral y algunos  otros edificios públicos. Las explicaciones fueron similares a las del free-tour del primer día. Visitamos además el museo del chocolate y el museo del pisco, donde pudimos tomar el enésimo pisco sour.
Sin perder mucho tiempo nos dirigimos a la Basílica y Convento de San Francisco de Lima, aunque eso sí, pasando cerca de las ruinas de Huaca Pucllana, donde se puede apreciar un tipo característico de construcciones hechas con adobes de pequeño tamaño que conforman todo el perímetro de la construcción. Se trata de restos más o menos bien conservados de las culturas preincaicas, asentadas en la ciudad.
Claustro Convento San Francisco
La Basílica y el convento son magníficos, destacando el claustro y la biblioteca, así como las catacumbas que ejercieron de cementerio hasta principios del siglo XIX. También destaca de manera singular los enterramientos de Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres, más conocido por Fray Escoba, al que se le atribuyen especiales dotes de mediación. Lo bien que nos iría a nosotros en estos momentos disponer de alguien que se acercase ni que fuera un mínimo al santo. Por si no lo sabías mis queridos muros, parece que fue capaz de dar de comer en el mismo plato y a la vez a un perro, un gato y un ratón. De todas maneras y sin ánimo de ofender a nadie, igual la inteligencia y la capacidad de crítica de los animalicos estaba por encima de la  de algunos de nosotros, con lo que el problema no sería del mediador.
Después de visitar "a toque de pito" la basílica, seguimos la ruta por el centro de la ciudad para dirigirnos a uno de los museos privados más importantes de la ciudad: El Museo Larco. Se encuentra ubicado en una casa hacienda virreinal del siglo  XVIII y recoge elementos precolombinos de más de 2.000 años de antigüedad.
Dispone de diversas salas y colecciones como la lítica, la de cerámicas, la de objetos metálicos, la de textil y una zona específica en la que se exponen todo tipo de objetos que tienen como denominador común, el erotismo en las épocas preincaica e incaica. Finalmente se accede a un jardín perfectamente cuidado con unos coloridos que recuerdan los tejidos de los incas.
Una vez finalizada la visita, de nuevo al autocar que nos devolvía a nuestro hotel, y como ya era hora de comer, nos fuimos hacia el parque Kennedy, y luego por la avenida Larco, llegamos al lugar que habíamos decidido. Se trataba de La Lucha, lugar que ya habíamos probado en Arequipa y que se trataba de una franquicia, supongo, de unos sandwiches hechos con un pan especial y que resultó estar tan bien como la anterior. Luego fuimos a tomar un café en la misma cafetería que habíamos desayunado el día de nuestra llegada y allí, Elvira convenció al camarero para que nos diese unas semillas de rocoto, pues un  amigo suyo de Galicia se lo había encargado para tratar de cultivarlos él.
Una galería en el cercado de Lima
Tras un breve descanso nos lanzamos a la zona de compras que María nos había recomendado y allí pasamos la tarde, más mirando que comprando, pues todos tenemos dudas de que llevarles a nuestros hijos. Al final algo compramos, pero dejamos para la mañana siguiente las últimas decisiones. O sea que fuimos tres veces al mismo mercado inca en dos días.
Como ya era hora de cenar nos fuimos a hacerlo a Don Belisario, otra franquicia, creo, pero en este caso de pollo, de todas las maneras posibles de cocinarlo, aunque también disponían de otros manjares. Pancho estaba por probarlo todo así que pidió un anticucho y me paso un trozo para que yo hiciese lo mismo y la verdad es que ni me lo acabé. Estaba demasiado fuerte y potente. Se trata de una especie de pincho moruno del que hay diversos tipos según la carne que utilicen, hecho a la brasa y muchas veces en paraditas de la calle. El nuestro era de trozos de corazón de vaca.
Nos fuimos a descansar pues al día siguiente tocaba volar a Madrid y luego desde allí a Barcelona con lo que se preveía algo de cansancio y convenía ir lo más descansados posible.
El vuelo no partía hasta las 19:00 horas, así que tuvimos tiempo de volver al mercado inca y de visitar un centro comercial, moderno como los de aquí: El Larcomar. Este señor Larco debió ser alguien importante, cuando me acuerde lo miraré en la wikipedia.
En Larcomar. Lima
Allí aproveche para comprarme un recuerdo del viaje para mí, pero la verdad es que el jersey que elegí lo podría haber comprado perfectamente en Barcelona o en cualquier otra ciudad: no era ni de alpaca, ni de llama, ni de vicuña. Era de lana merina, originaria de España. En fin, así son las cosas del comercio internacional y de la globalización.
Nos había gustado el restaurante del día anterior, así que repetimos, el anticucho no, pero si unos pastelitos típicos que no recuerdo como se llaman, pero que recordaban a los churros.
Poco tiempo después nos vino a recoger el transporte que nos había de conducir al aeropuerto y con el tiempo previsto facturamos las maletas en el que nos dijo el guía que era un "vuelo caliente", así que los perros de la policía estuvieron olfateando nuestras maletas una y otra vez. Luego pasados los controles gastamos en chocolatinas y colonias los pocos soles que nos quedaban y a volar. El viaje fue tranquilo sin los accidentes del de nuestra llegada al país, pudimos descansar algo, hacer la escala, un pelín justa en Madrid y coger el de Barcelona, que como suele pasar cuando vas justo, una vez embarcados nos tuvieron cuarenta minutos parados porque habíamos perdido no sé qué, por culpa de una señora que se había perdido.
En El Prat, nos estaba esperando Izarbe para llevarnos a Terrassa. Bien organizados están los hijos: Manel nos había dejado en la estación del AVE al inicio del viaje.
Así acabó la aventura peruana y nuestro viaje mítico.

lunes, 4 de noviembre de 2019

Perú: Valle Sagrado y Machu-Pichu

La verdad es que Condor Travel han sido a lo largo del viaje escrupulosos con los horarios tanto de recogida como de las actividades y eso es un plus que hay que añadirles. Y como no podía ser de otra manera a la hora prevista iniciamos el viaje que habría de acabar en Urubamba, donde haríamos noche de camino a Machu-Pichu. 
Moray. Terrazas de cultivo
Antes de abandonar el hotel, las chicas de Villanueva se percataron del escudo que coronaba la puerta de entrada al mismo, en el que creyeron apreciar una cruz de Malta y las cuatro barras. Ilusionadas por el hallazgo con un gran fervor por su patria chica, enviaron a Maribel una foto y un whatsap para que valorase el hallazgo. No sabía yo de las habilidades heráldicas de la chica.
Bueno pues, una vez en ruta pusimos el navegador en dirección a Moray, la primera parada del día. A la postre sería una de las cosas más espectaculares del viaje, ya que esos bancales o como se quieran llamar tan perfectamente circulares o en su caso elípticos parecen como sacados de un dibujo, cuando son reales como la vida misma. La perfección en el diseño y la ejecución de la obra con las escaleras de acceso de un nivel a otro te dejan totalmente sorprendido, pensando en como lo hicieron o si en la reconstrucción se movieron elementos. La verdad es que merece la pena no saltarse este lugar en cualquier visita que se quiera hacer a Peru.
Sin mucha pérdida de tiempo, pues eran muchas las cosas que nos quedaban por ver en el día nos acercamos a las salinas de Maras. Una zona de producción de sal, totalmente escalonada, bordeando gran parte de la ladera del monte que  rodea la ciudad de Urubamba, lugar que la agencia de viajes había dispuesto para el bufet reparador. Posiblemente se trata de la mejor comida que hemos hecho, de todas las que teníamos programadas e incluidas en el precio del viaje. Lástima que no me acuerde del nombre, pues sería totalmente recomendable para cualquier viajero que pase por la zona.
Tras un breve reposo y alguna que otra foto con una alpaca o llama, soy incapaz de distinguirlas, seguimos nuestro camino con dirección a la fortaleza de Ollantaytambo. La fortaleza es espectacular, otro de los lugares que no decepciona a nadie. A pesar de haber muchas escaleras que cuando las ves desde abajo parece que no se vayan a acabar nunca, lo cierto es que poco a poco y paso a paso se va ascendiendo, mejorando el paisaje, cada nuevo tramo que vas superando. Allí nueva disertación de la perfección de los anclajes de las piedras de varias formas trapezoidales y de lo difícil que debió resultar a sus constructores, a pesar de que las piedras estaban en la montaña contigua al templo.
Ollantaytambo desde arriba
Ollantaytambo desde abajo
Lo cierto es que les debió ser complicado, aunque al parecer de un amigo que tengo de esos que son tremendamente analíticos y en consecuencia un poco "destroyer", tampoco es para tanto, porque a fin de cuentas esto lo hicieron en el siglo XIII o XIV, y los egipcios ya habían hecho cosas con piedras y con algún detalle más, 2.000 años antes. En fin, igual tiene razón, pero eso no quita ni belleza, ni complejidad a las construcciones de esta zona.
Después de disfrutar del paisaje un ratito y hacer las fotos de rigor, bajamos poco a poco también, pues las rodillas suelen sufrir en los descensos y sobre todo si las escaleras son muy altas. Tomamos de nuevo el bus, previo paso por zona comercial y nos llevó a Urubamba donde estaba previsto pasar la noche.
La llegada al hotel fue espectacular, parecía un corral de cabras y se accedía por unos tablones en el suelo que se movían como un columpio, con la dificultad añadida de arrastrar las maletas por semejante puente. Antes de llegar a recepción, ya estábamos todos subidos a la parra, pensando en llamar a la agencia y hacer una queja formal del establecimiento. A veces, tener un poco de paciencia va bien: el jardín del hotel una vez hecha la recepción era precioso, las habitaciones rústicas pero inmensas y con todos los elementos necesarios para un descanso reparador.
Como colofón un excelente desayuno, preparado y servido a la carta y para nosotros exclusivamente dado el madrugón que teníamos que darnos para coger el tren. Pasó de la queja a ser el mejor hotel de todo el viaje, pues todos nos levantamos despejados y habiendo descansado plácidamente. Igual porque la cena del día anterior en el centro de Urubamba fue frugal, aunque también de muy buena calidad. ¡Lo que son las cosas! Por cierto el hotel es el Hatum Valley y si a algún despistado lector de este blog se lo ofrecen, mi recomendación es que lo acepten.
La Ciudad Sagrada
Como he dicho, a primerísima hora nos dirigimos a la estación ferroviaria, donde tomamos el tren de Perú Rail, que nos había de conducir a Machu-Pichu, uno de los lugares que había condicionado nuestro viaje de manera preferente, así que un poco inquietos por la llegada a nuestra particular Itaca, pasamos la hora y pico de camino disfrutando ya de paisajes preciosos y empinados desde la misma orilla del río Urubamba, o Vilcanota, no sé, por cuya ribera circula nuestro tren.
La llegada al pueblecito de Machu-Pichu es un poco caótica pues hemos de dejar las maletas a nuestro guía, que será quien las lleve al hotel, y nosotros de la manera más rápida posible nos hemos de colocar en una fila, aparentemente interminable para subir a unos autocares pequeños, que nos llevarán a la entrada de la Ciudad Sagrada y allí empezar el tour guiado de la misma. La verdad es que la cola, que inicialmente asusta pasa muy rápida pues son muchos los vehículos que se utilizan. Luego la subida es un poco pesada con tantas y tan cerradas curvas. Llegados a la entrada aparece una nueva espera en fila de a uno. Aquí se entrega la entrada a la ciudad y además te piden el pasaporte, cosa que no entiendo mucho en este momento pues uno piensa que no se trata de ir a otro país, cuando llegas aquí, pero luego un pequeño descuido de uno de nosotros parece que dio una cierta coherencia al hecho de pedir el documento.
El grupito
Superado este trámite empieza la subida por unas escaleras aceptables aunque con una cierta pendiente. Vas un poco entre vegetación que apenas te permite ver las cimas más altas del valle, en este caso el Machu-Pichu y el Wana-Pichu. Pero pronto se acaba este tramo del camino y aparece en todo su esplendor y con buena luz, a pesar de que el día pintaba algo nublado, la increíble ciudad sagrada de los incas. Es difícil poder describir bien todo lo que puedes apreciar en un momento y sobre todo haciendo el ejercicio de girar sobre ti mismo y mirar. Todo lo que ves es impresionante: la propia ciudad, las montañas, las terrazas, las construcciones, el fondo del valle, el río... y hasta unas alpacas (o llamas), que circulan a su aire por la ciudad. El guía va explicando la historia de la construcción y de la vida en la ciudad, aunque para estas horas el grupo ya van un poco dispersado, pues quien más quien menos quiere inmortalizar su estancia en el lugar con fotografías, videos, etc. Nosotros también lo hicimos, y yo personalmente y como se puede ver no pude evitar llevarme una camiseta de Albalatillo, y como hago en casi todos los viajes a los que voy, dejar constancia de la presencia en el lugar de uno del pueblo.
Como decía antes, es muy difícil la descripción del paraje así que prefiero poner alguna foto más y obviar las que hicimos en el pueblecito posteriormente.
La montaña
Algo que me sorprendió fue que el monte que se ve en todas la fotografías del lugar como fondo de la ciudad y en el que nos hacemos las fotos de recuerdo no es el Machu-Pichu, que esta justo a nuestras espaldas cuando miramos hacia las construcciones, sino que se trata del Wana-Pichu, que por cierto y según nos contaron otros compañeros de viaje colombianos, previa inscripción y solicitud de hora con antelación se puede subir a su cima, cosa que ellos hicieron, y desde allí parece ser que las vistas son todavía más impresionantes.
En fin después de tanta belleza y tantas emociones, la parte más animal de nosotros mismos dio el aviso oportuno y nos dirigimos en la misma entrada de la ciudad sagrada a un bufet libre, a reponer fuerzas, y sobre todo a reponer líquidos, pues hacía un calor considerable.
Después de comer, nueva cola para subir a los autocares que nos habían traído de subida y aquí es donde el pasaporte jugo su papel. Pancho no encontraba el billete de bajada, así que se fue a la ventanilla de la taquilla y previa presentación de su pasaporte, comprobaron que sí había accedido al recinto y de manera inmediata le expidieron un nuevo tíquet que le permitió subirse al autocar sin más problemas, que tener que hacer unos minutos más de espera. Bajó en otro autocar distinto al nuestro, pero lo esperamos con paciencia en el pueblo y fin del incidente.
Nos dirigimos al hotel, donde una vez hecho el ingreso, y tras una pequeña o no tan pequeña siesta, nos dirigimos a recorrer el pueblo, que se hace prácticamente en una hora, si pierdes mucho tiempo, y después, como que Pili celebraba su santo, antes de la cena nos invitó a unos pisco sour. Después de una ligerísima cena, seguimos la marcha por la plaza mayor, donde tomamos algún otro pisco sour, y una especie de chupito de vaya usted a saber qué, que negocio Gonzalo con las camareras del local y que a parte de un considerable grado de alcohol, tenía un gusto realmente difícil de explicar.
Terrazas de cultivo
Nos fuimos al hotel a descansar, que lo teníamos merecido y la sorpresa del mismo la reservaba el comedor de los desayunos, con una cristalera espectacular que daba la impresión de que estabas en la misma montaña y con el río al lado. Magnífica la vista que se ofrecía desde allí, casi se nos olvidó un poco el tono resacoso que teníamos algunos por los excesos de la noche anterior. Luego nuevo paseo por el pueblo a la búsqueda de unas termas y tras la conocida como "siesta del carnero", que se hace antes de comer, yo apenas comí una barrida energética y un Kit-Kat, regados con una botella de agua. El resto comió lo que tocaba.
Una vez acabado el agape volvimos al tren, que nos llevó hacia Urubamba, donde nos esperaba un taxi para los cuatro que nos devolvió a la ciudad de Cuzco de nuevo y al mismo hotel de días anteriores. Estefanía y Gonzalo fueron en otro tren que los llevo hasta Cuzco directamente, y les costó más tiempo llegar que a nosotros. En cualquier caso, habíamos quedado para cenar juntos a modo de despedida del viaje y los esperamos, entretenidos en buscar casas de cambio de moneda con Pancho, mientras Elvira y Pili se dedicaban a gastarlo en las joyas que al parecer una guía les había recomendado de una amiga suya que tenía una pequeña parada en un hotel.
Al final todo fue bien y pudimos cenar todos juntos en un restaurante de la zona de la Plaza de Armas donde un servidor pudo tomarse un escalope de pollo con patatas fritas que lo tenía entre ceja y ceja desde hacía días.
Nos retiramos a los hoteles, no sin antes hacer una última parada en un supermercado donde vendían cajas grandes de infusiones de coca, para traerlas a los amigos de España, a los que en su día pensamos en traer las hojas de coca, que no se podían.
Tras el reparador descanso, a la mañana siguiente cogimos el vuelo que nos llevaría a Lima, para continuar allí nuestra última etapa de viaje.

martes, 29 de octubre de 2019

Perú: Puno y Cuzco

La sorpresa a la que me refería en la entrada anterior, no era precisamente agradable. Me desperté sobre las 2 de la madrugada con una sensación terrible de ahogo. Me senté al borde de la cama y pude recuperar un poco el aliento, pero seguía con dificultades para respirar. No me negué a que Pili llamase al médico, pues no acababa de encontrarme bien. Lo cierto es que un profesional veterano que apareció a los pocos minutos de llamarlo, nos sacó del apuro: un chute de corticoides y oxígeno a tope durante un rato me dejó como nuevo. Debe ser común este tipo de incidentes pues el hotel tenía oxígeno y no te cobraba los primeros minutos que eran de cortesía.
Islas flotantes en el Titicaca
En estas condiciones Pili y yo decidimos no acudir a la excursión programada a las islas de los uros y a Taquile, habitada por nativos quechua. A medida que iba avanzando la mañana yo iba encontrándome mejor y tras un desayuno en una cafetería cerca del hotel, pensamos que era un poco desperdicio estar allí y no visitar al menos las islas flotantes  habitadas por los uros. Decidimos hacerlo, paseando despacio eso sí que la ciudad está a 3.800 metros, yendo hacia el puerto del lago y allí pudimos negociar lo que vendría a ser una barca-taxi, que previo acuerdo económico de acompañante y pseudo-guía, nos llevó a las islas.
Allí fuimos a una de ellas, donde nos recibió la presidenta de la isla, que nos estuvo explicando el proceso de fabricación y anclaje de las mismas al fondo del lago. Luego las diversas capas de tótora, que es una especie de junco muy grueso, que conforman el suelo sobre el que hemos desembarcado. Nos explico también como es la vida allí, la dedicación a la artesanía de sus habitantes como principal fuente de ingresos y en general todo lo relativo al turismo. 
Aprovecharon para mostrarnos esos bordados y otras obras de artesanía, que compramos en parte como agradecimiento a su explicación para solo dos personas y en parte porque era realmente bonito.
Una de las salas del museo
Luego por un módico precio nos dieron una vuelta por el lago, subidos en una de sus barcas, fabricadas del mismo material que las islas y con ello dimos por finalizada la visita a los uros, regresando en nuestro particular taxi a la ciudad, para comer algo y luego hacer un poco de siesta y esperar a que llegasen nuestros amigos que habían ido a la excursión completa.
Cuando llegaron Pancho y Elvira, aprovechamos para dar una vuelta por el centro histórico de Puno y entonces fue Pili la que empezó a notar el malestar de la altura, así que se fueron con Elvira al hotel y Pancho y yo nos quedamos buscando unos pantalones tejanos que yo quería comprarme y que no pudimos encontrar en las tiendas que visitamos, que fueron más de dos y más de tres.
Recogimos a Elvira en el hotel y fuimos a cenar a la misma cafetería de la mañana, que no recuerdo como se llama, y lo siento porque era totalmente recomendable. La única pista que puedo dar es que estaba en la planta primera y era pastelería en la planta baja y que estaba cerca del hotel La Hacienda. A Pili le llevamos unos pastelitos por si tenía apetito. Algo cenó.
A primera hora de la mañana vinieron a recogernos para emprender viaje hacia Cuzco, y también pasando por diversas localidades de interés cultural y turístico. La primera parada fue en Pucará, si no recuerdo mal, donde estaba el museo lítico, en el que destacaban monolitos dedicados a los dioses incas, algunos de ellos de gran valor histórico, tanto por su antigüedad como por lo que representaban dentro de la cultura preincaica según nos explico nuestro guía. En la plaza al lado del museo se alzaba una iglesia con dos torres, una de ellas, aparentemente inacabada.
Templo de Viracocha
Seguimos el periplo que nos había de conducir a Cuzco, con una parada en Raqchi, donde visitamos el espectacular templo de Viracocha. Pudimos apreciar la precisión en la construcción del mismo con las milimetradas entradas y ventanas, así como sus calles internas que permitían ver desde el inicio el final de las mismas, todo ello en base a una mejor defensa del templo en caso de necesidad.
Siguiendo en la misma ruta nos encontramos en el camino, una vez repuestas las fuerzas en el bufet de turno con la localidad de Andahuaylillas, capital del distrito del mismo nombre, y que tiene una población de poco más de 1.500 habitantes. El espacio más relevante es la iglesia de San Pedro, un relativamente pequeño templo que tiene el honor de ser denominado, la Capilla Sixtina de Sudamérica, debido a las decoraciones de sus techos y sus paredes, totalmente recargados y con la sensación de que gastaron todo lo que tenían y más en pan de oro, entremezclando estilos de todo tipo. En fin, como decían dos turistas italianos que nos acompañaban en el recorrido, "e bello, ma non come la Sistina".
Sin entrar en más debates al respecto, continuamos con nuestro viaje  hasta la capital del imperio inca, donde llegamos ya entrada la tarde, y apenas pudimos instalarnos en el hotel y eso sí, salir a dar una vuelta por la plaza de armas, que estaba realmente cerca del hotel y que de noche ofrecía un espectáculo muy bien iluminado y con multitud de puntos de luz de las zonas más altas de las ciudad que rodean a la parte del centro histórico.
La Capilla Sixtina de Sudamérica
A lo largo del viaje habíamos conocido a varios compañeros con los que compartíamos experiencias, restaurantes donde comer o cosas que visitar. Una pareja de Vigo, otra de Valencia, las cuatro Marías de La Rioja y sobre todo una pareja de recién casados de Palencia con lo que a pesar de las diferencias de edad fue con los que nos entendimos mejor. Son Estefanía y Gonzalo con los que luego compartimos paseos, compras y comidas.
Aquella primera noche cenamos en una pizzería, con el fin de poner algún paréntesis a la comida peruana, pero para no dejarla del lado del todo pedimos una Inca-Cola, bebida original de Perú, pero que la multinacional Coca-Cola compró para no tener competencia: En mi opinión no creo que la tuviese, era malísima. Lo peor de todo era que la masa de la pizza tampoco mataba, así que la primera cena en Cuzco fue gloriosa.
Al día siguiente teníamos previsto un tour turístico por la ciudad, pero teníamos la mañana libre para poder pasear a nuestro aire por la ciudad. Accedimos en primer lugar a la Plaza de Armas, comprobando a la luz del día que la belleza de la misma por la noche no era producto de la iluminación, sino que se trataba de un precioso lugar.
Plaza de Cuzco por la noche
Como suele pasar en cualquier ciudad, aunque no siempre, la vida cotidiana gira en torno al mercado de abastos y hacia allí nos dirigimos. No tenía el orden que tenía el de Arequipa, era algo más caótico, las paradas de venta y los puestos de comida se agolpaban unos con otros y lo sorprendente al menos para mi, era que la elaboración, cocción o asado de los "manjares" era en el mismo lugar, todo junto con las mesas en que se servían.
Allí pudimos ver por primera vez a la venta, perfectamente pelado y ordenado el cuy, uno de los platos imprescindibles en Perú. Lo cierto es que cocinado no sé el aspecto que tienen, pero en crudo desanima a probarlos.
Yo seguía sin conseguir comprar mis pantalones tejanos y los que llevaba ya pedían el cambio, así que siguiendo las instrucciones de una amable recepcionista del hotel donde nos alojábamos encontré por fin una tienda, que no vendía nada ni de alpaca ni de llama, y pude adquirir el repuesto. Un poco largos, pero nada que un buen doble hacia fuera no pudiese arreglar.
En el recorrido también pudimos pasar por unos establecimientos en que vendían ropa al corte, o sea de aquellos que había antiguamente en España, y con los que sabían o los sastres elaboraban magníficos trajes y vestidos. Paramos en un pues a Pancho le traían recuerdos de su infancia. Después de una comida frugal en una pequeña cafetería, tenía tres mesas, nos dirigimos al punto de encuentro para iniciar la visita guiada.
Plaza de Armas de Cuzco
desde el Cristo Blanco
El tour se inicia en la espectacular fortaleza de las afueras de Cuzco: La de Sacsayhuaman, una increíble construcción militar, se supone que para defensa de la ciudad, aunque también esta salpicada de templos o zonas de culto en la que esta muy presente el sol. El guía nos hace especial mención en el ensamblaje de las piedras, con diversos ángulos y diversas formas que hacen de esta construcción única, según él, y pionera en las técnicas arquitectónicas de entonces y precursora de todas las posteriores del mundo mundial. El colega era peruano, inca y mestizo según nos explico, y además bastante hostil con los de nuestra nacionalidad, y bastante militante de la causa peruana, y no me refiero a la comida. En la visita que hicimos a la catedral, cuando nos explicaba una pintura de la santa cena, en la que por cierto había un plato de cuy, en tono amistoso y de broma le pregunté si también Judas era español, pero se hizo un poco "el loco".
Luego hicimos una pequeña parada en lo que llaman el Cristo blanco, que no es otra cosa que un monumento coronado por una estatua de color blanco en lo alto del monte y desde el que se puede apreciar una magnífica vista de Cuzco.
Una vez de regreso al centro de la ciudad, nos dirigimos al Convento de Santo Domingo, un edificio maravilloso que tiene como gran interés el hecho de estar construido sobre el templo inca de Coricancha. Se puede apreciar perfectamente en lo que vendrían a ser los cimientos, la construcción inca con grandes piedras ensambladas al mismo estilo que en Sacsayhuaman. Continúa la pared luego con elementos constructivos coloniales, que proporcionan una visión realmente interesante.
Claustro del Convento de Santo Domingo
Lo que realmente es también de interés es el espléndido claustro del convento, de unas dimensiones espectaculares y con dos plantas con arcadas, y una fuente en medio del mismo.
Con esta visita y la ya referida de la catedral se dio por finalizado el recorrido turístico, nos devolvieron a nuestros hoteles y tras un breve descanso fuimos a recoger a nuestra pareja de amigos palentinos y después de quedar con Pili en donde podían comprar algunos regalos y recuerdos por precio razonable, empezamos a buscar un lugar donde reponer fuerzas. Por cierto que como después de ir a Machu-Pichu teníamos otra tarde en la ciudad, quedaron para entonces para realizar las compras, pero esa historia será para otro día.
Bueno, lo dicho, que buscando sitios en la misma Plaza de Armas, vimos un restaurante italiano que tenía muy buena pinta y quizá por el recuerdo no excesivamente bueno del día anterior, decidimos repetir tipo de comida. La verdad es que no había color y los platos estaban realmente buenos, y hasta cambiamos la inca-cola por una "cusqueña", una muy buena cerveza dorada de elaboración peruana. Yo incluso me atreví a pedir unos "tagliatelle a l'Alfredo", que no superaban obviamente a los de Roma, pero se acercaban bastante.
Con una buena cena en el cuerpo, nos dirigimos de nuevo al hotel a descansar. Mañana tocaba madrugar para emprender el camino hacia El Valle Sagrado y Machu-Pichu, uno de los objetivos principales de toda la aventura peruana.
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sábado, 26 de octubre de 2019

Perú: Arequipa y cañón de Colca

Como estaba previsto, madrugamos para coger el vuelo a Arequipa, la segunda ciudad de Perú con poco más de un millón de habitantes, cuyo nombre proviene de tres interpretaciones distintas que me limito a transcribir y que cada uno se quede con la que quiera. La primera de origen inca y en quechua, Ari qhipay y que vendría a significar algo como "sí, quédaos", otra defendida por el inca Garcilaso en aimara, Ari qquepan, que vendría a ser algo como "trompeta sonora" y finalmente una tercera también en aimara, defendida por algún que otro historiador, Ari qhipaya, y que significaría "detrás del pico", en relación al volcán Misti, omnipresente desde cualquier punto de la ciudad.
"Torrezno peruano"
Bueno, en cualquier caso Arequipa es una ciudad con un casco histórico precioso, en torno a una espléndida Plaza de Armas, aunque hay que decir que acercándose desde el aeropuerto, uno tarda en descubrir esa belleza y por momentos pone en duda la veracidad de las guías. Lo importante es que la ciudad no defrauda pese a esas periferias tan caóticas.
Nos instalamos en nuestra casa  de los próximos dos días, y nunca mejor dicho porque nuestro hotel se llamaba Casa Andina de Arequipa. Antes de salir a buscar un lugar donde reponer fuerzas, mis compañeros de viaje se tomaron ya una infusión de coca para mitigar los efectos de la altura, aunque en este lugar la media solo es de 2.400 metros. Algo de vicio hay en estas bebidas, pues no solo no abandonaron esta costumbre en todo el viaje, sino que también se trajeron de vuelta un par de cajas de las mismas.
Siguiendo un poco las instrucciones de la guía que acompañaba al transporte desde el aeropuerto, después de visitar la Plaza de Armas, en un claustro cercano a uno de los vértices de la misma, descubrimos un lugar donde comer al más puro estilo arequipeño, la Benita. Así que sin pensarlo mucho nos instalamos y pedimos un menú para compartir de platos peruanos y de platos vegetarianos. Mentiría si dijese que no me dio una gran alegría un plato similar a los torreznos, que llaman chicharros de cerdo. Y estaban buenísimos. También comimos un plato de Causa, otro de Palta y no recuerdo que más, a parte de probar la Chicha Morá Arequipeña, que añadía a la típica un tiempo de fermentación. También estaba buenísima.
Plaza de Armas de noche. Arequipa
Después visitamos el claustro que en realidad son dos, en que se encuentra el restaurante, y pudimos apreciar las diferencias entre uno más austero y otro más recargado o más rico por decirlo de alguna manera. Desde allí nos dirigimos a la catedral en la plaza de Armas pues a partir de las 5 de la tarde pasa de ser un museo a una iglesia de culto, con lo que la entrada es libre, a no ser que vayas con pantalón corto como le pasó a Elvira, que tuvo que fabricarse una falda larga con su polar y con el de Pili. Fueron tales las risas que nos dimos, que casi no apreciamos la belleza del templo: en fin lo uno por lo otro.
Animados y risueños por la aventura localizamos una terraza en las inmediaciones de la plaza, y me refiero a terraza de terrado, desde la que se apreciaban unas espectaculares vistas de la puesta de sol en la ciudad. Allí tomamos unos pisco sour y otras mojitos en un ambientillo algo hippye, pero muy agradable, hasta que empezó a notarse la bajada de temperatura tras la puesta del sol y decidimos regresar al hotel. Un pequeño descanso, una infusión y un breve refrigerio fueron suficientes para mandarnos a la cama, descansar y prepararnos para una visita guiada el día siguiente.
Tan pronto nos habíamos retirado, que amanecimos también temprano así que decidimos, tras un buen desayuno ir por nuestra cuenta a dar una vuelta por la ciudad hasta que fuese la hora del tour contratado. Volvimos a la Plaza de Armas, pues estaba apenas a 10 minutos del hotel, si ibas poco a poco o si eras indeciso a la hora de cruzar calles, al margen del tráfico. Por aquello de haz lo que vieres, pronto nos adaptamos a cruzar las calles con cierto riesgo, pero no más del que corrían los nativos del lugar y esto nos permitió acortar el tiempo entre un lugar y otro.
Mercado de Arequipa
Fuimos a visitar en primer lugar el Mercado de Abastos, en el que nos quedamos con la zona de frutas por su colorido y por el especial cuidado en cada día colocan las mismas en una especie de escalinata a la que acceden por un pasillo entre estantes que dispone de una escalera pequeña. Pili, pensando que se nos acababa el tiempo en Perú, y llevábamos tres días contados, aprovechó para comprar algún regalo para sus amigas, que no fue otra cosa que bolsas de hoja de coca, perfectamente etiquetadas y con registro de sanidad incluido.
Para su "desgracia" al día siguiente uno de los guías le comunicó la prohibición de sacar hojas de coca del país y que seguramente tendríamos que dar alguna explicación en la aduana.
Cierto todo lo que le dijo, pues en el vuelo de regreso a Madrid, al parecer uno de esos conocidos como "vuelos calientes", tuvimos a los perros de la policía oliéndonos una y otra vez nuestras maletas, las de mano y las de facturar.
Después del mercado nos fuimos a callejear y visitar una de las primeras casas coloniales de la ciudad, la casa del Moral, en la actualidad sala de exposiciones, no sin antes pasar por la Iglesia de la Compañía, en la que se celebraba una fiesta muy colorida, con cintas y banderas lilas y blancas y que tienen que ver con el mes de octubre y alguna cofradía o algo por el estilo, ya que algunas de las feligresas iban vestidas íntegramente de ese color.
Con la mente llena de cultura, los pies algo cansados del paseo y el estómago con el desayuno olvidado nos dedicamos a buscar un lugar donde dar solución a nuestras tres circunstancias, y bien cierto que lo encontramos pues nuestra mente se pudo dedicar a consolidar lo visto, nuestros pies descansaron al sentarnos y nuestro estómago una vez estimulado por el olor a brasa del local y posteriormente saciado con unos magníficos sandwichs volvió a su trabajo de proporcionar energía a todo lo demás. Por cierto el local se llama La Lucha, y tiene diversas sucursales en otras ciudades, incluida Lima, que es donde en días posteriores volvimos a comer.
Convento de Santa Catalina.
Acudimos a nuestra Casa Andina, lugar en que habíamos sido citados para iniciar la visita programada al Convento de Santa Catalina. A la hora prevista acudimos al convento, que se trata de una especie de ciudadela rodeada por un muro de unos 4 metros de altura y que se encuentra justamente en el centro. Ocupa una superficie de más de 20.000 metros cuadrados y queda totalmente aislada del resto de las edificaciones de la ciudad por los referidos muros.
A través de una portada se accede al interior, donde a parte de las celdas de las monjas, se pueden ver rincones de gran belleza, como el patio del silencio, el claustro mayor, el claustro de los naranjos, la torre del campanario y la iglesia. Como casi siempre en estos complejos religiosos, hay una gran diferencia entre las celdas de las hermanas de origen noble y de origen plebeyo, o menos noble. En el caso de las últimas son habitáculos correctos, pero modestos y en general pintados de blanco, mientras que en las primeras disponen de gran superficie, están mejor decorados y equipados, incluido horno para cocinar y espacio para la sirvienta que acompañaba a la monja de linaje. La pintura de estas es de color azul, al parecer más caro, ya que necesitaba pigmentos y solo estaba al alcance de las pudientes. En la foto que adjunto del convento puede apreciarse una de las estancias de las monjas con mayor capacidad económica.
El Chicha by Gastón Acurio
Con las vistas desde la terraza de uno de los edificios, en que se puede ver prácticamente toda la ciudad, abandonamos la visita guiada y seguimos nuestra exploración particular encontrando rincones que no están en ninguna guía, pero que son especialmente bonitos. Y además puedes encontrar algún sitio en que te sirven un café expreso digno de la mejor cafetería italiana. Y si te animas a comprar en alguna joyería un recuerdo para tus amigos o familiares, hasta te dan unos vales canjeables en un pequeño establecimiento por unos pisco sour, que están buenísimos. Siempre que el gasto realizado sea el suficiente como para no hundir el negocio. Lo digo por animar al posible viajero que lea esto, a callejear por los aledaños de la Plaza de Armas.
Poco a poco fue cayendo la tarde y llegó la hora de cenar. A mí, me hacía especial ilusión cenar en uno de los restaurantes del chef Gastón Acurio, así que Pancho había reservado mesa en el Chicha.
Yo tenía ganas de probar un ceviche, tan ensalzado en nuestro país cuando se habla de cocina peruana, así que aprovechamos un sitio de garantía como el que habíamos elegido para el evento. La verdad es que la experiencia fue magnífica, comí uno de corvina y aproveche para probar el de langostinos que había pedido Pili, con los mismos resultados: buenísimo. Eso no quitó que los otros platos no estuviesen buenos, sobre todo una "causa" con gambas y un lomo saltado, que también probé, porque lo cierto es que hicimos un menú de "degustación a nuestro aire", o sea que de lo que pedimos todos probamos de todo, incluido un buen vino del valle de Ita, creo, que es la zona vinícola del Perú.
Nos retiramos a nuestros aposentos, contentos por haber incluido la ciudad de Arequipa en la ruta del viaje, y nos preparamos para la siguiente etapa del mismo: El Cañón de Colca.
A la hora prevista, vinieron a recogernos al hotel para salir con destino a Chivay, en pleno cañón y lugar elegido por la agencia para pasar la noche. Los primeros kilómetros de camino se hacen largos, entre otras cosas, porque salir de Arequipa no es fácil, no tiene una vía rápida y tienes que tragarte todo el centro y toda la periferia por calles estrechas y bastante congestionadas por el tráfico diario de una ciudad de esas dimensiones. Alguno aprovechó para hacer "una cabezadita".
Camélidos en la zona de los volcanes
Pasado un buen tramo iniciamos el recorrido por el cañón con una primera parada en el mirador de los volcanes, donde ya nos avisa el guía de que dispondremos de una infusión de coca, que nos ayudará a sobrellevar las complicaciones de la altura en las próximas visitas. Lo cierto es que todos los compañeros de viaje aprovechan para hacerlo, pero un servidor por aquello de la hipertensión que tiene desde hace años y a recomendación del entendido, se abstiene y piensa que no será para tanto. Pues eso, que la parada primera todo va bien, pero en la segunda, cuando bajamos del autocar la sensación de cierto mareo, de que el suelo se mueve bajo tus pies y una cierta sensación de falta de oxigeno es más que patente, aunque creo que para todos, los consumidores y los abstinentes. Es lógico estamos a una altura aproximada de 4.900 metros sobre el nivel del mar, la más elevada de todas las previstas en el viaje. Pese a todo, el paisaje con el volcán de Sabancaya de 5.976 metros al fondo es espectacular y a pesar del mareo, el fresco de la altura que estamos te despeja y te deja disfrutar de las vistas.
Después de alguna parada más para seguir disfrutando de los volcanes, llegamos a Yanque, creo, donde disfrutamos de una comida estilo peruano en forma de buffet libre. Tras unos cafés y unos estiramientos que buena falta nos hacían, continuamos camino hacia Chivay y desde allí en un taxi a un hotel en forma de pueblecito andino maravilloso, pero escondido entre los valles hasta el punto que parecía imposible encontrar algo allí. La verdad es que finalmente estuvo muy bien y Pancho y Elvira incluso pudieron darse un baño en unas termas al costado del hotelito. Son valientes, porque calor, mucho no hacía...
Terrazas del Cañón del Colca
Tras el correspondiente madrugón, el día siguiente iniciamos el camino que nos llevaría a la próxima meta de nuestro particular maratón en Puno. El viaje se prometía largo, aunque eso sí estaba salpicado de paradas para poder seguir disfrutando de los paisajes que el cañón ofrece al visitante.
Una de las más concurridas, supongo que por la espectacularidad de la fauna fue la cruz del cóndor, donde pudimos apreciar la majestuosidad de estos animales, igual a la hora de volar que a la de aterrizar en las zonas rocosas de las montañas que envuelven el paraje.
No obstante, a pesar de lo dicho a mí personalmente lo que me pareció más espectacular son las terrazas de cultivo agrícola que acompañan al río Colca en gran parte de su recorrido, entre otras cosas por la precisión con que están hechas y por el pensamiento de la dificultad de sembrar y cosechar cualquier tipo de especie en ese terreno. A nuestros acompañantes, Pancho y Elvira seguro que les recordó la Ribeira Sacra, un espacio similar salvando las distancias donde cultivan un excelente vino, recolectado con sistemas tradicionales y elaborado con gran pulcritud. A mí, me lo recordó.
Una comida bufet, alguna parada más, como el pueblecito de Maca y quizá demasiados kilómetros después y superada una zona de gran belleza paisajística llamada Lagunilla, llegamos a Puno, donde nos recibió una fiesta de no sé bien qué, pero que eran comparsas de diversas zonas ataviadas con trajes típicos que cantaban alegremente por las calles, cada una a su bola. Colorido y entretenido sí lo era.
Una pizza de tamaño intermedio para los chicos y otra pequeña para las chicas y al hotel, que había que descansar para la excursión del próximo día y que nos depararía sorpresas que explicaré en la próxima entrada.

lunes, 21 de octubre de 2019

Perú: Capítulo Uno

Todo llega... y el viaje a Perú, destino fetiche de Pili, empezaba con una pequeña escala de dos días en Madrid, producto más de una excesiva  prudencia que de un análisis ajustado de la realidad, pero como siempre la capital del reino te descubre y te ofrece algo nuevo, así que valió la pena el adelanto de las operaciones, sobre todo por descubrir un lugar donde meterse entre pecho y espalda una ración de jamón Maldonado a un precio justo. No recuerdo como se llama pero está en la Puerta de Alcalá.
Parque Kennedy. Lima
Llegamos a Barajas con todo el tiempo del mundo, así que una vez facturada la maleta grande nos dirigimos a la puerta de embarque para allí esperar a nuestros compañeros de viaje, Elvira y Pancho que enlazaban desde Vigo. El azar y el buen hacer de una veterana empleada de Iberia nos colocó a los cuatro en dos filas contiguas, así que una vez pasados los abrazos y saludos y la cena de a bordo, nos ajustamos las almohadas y mantitas y dispuestos a dormir hasta la madrugada en que aterrizaríamos en Lima, capital del estado peruano.
Ese era el plan, pero a las tres horas de vuelo cuando ya solo los más impenitentes devoradores de series y películas quedaban despiertos o semidespiertos, sonó un aviso acústico y la voz seria de la sobrecargo: "Se ruega que si viaja algún médico a bordo, se identifique y contacte con el personal". Uno piensa que somos muchos los que tenemos o teníamos esa noble profesión y tarda en reaccionar a la espera de que alguien con más competencias salga y solucione el problema. Nada de nada, a los pocos segundos piden "algún enfermero/a" o "algún personal sanitario", así que no me queda más remedio que salir, en parte por cierta responsabilidad y en parte por la presión de los amigos que te miran como diciendo, "... pero  a que esperas, sal del asiento". 
Al final todo quedo en un susto, una señora que se había "sobredopado" de Tramadol, porque le dolía la espalda, y estaba en un estado lamentable de sedación. Tras comprobar o intuir como pude que todo el problema era ese, nos la llevamos a una zona intermedia y allí la estuve acompañando hasta que más o menos empezó a poder hablar de manera inteligible y con las constantes que pude medir aparentemente normales. Me fui a descansar con la cabeza llena de ideas de lo que podía ser lo que le pasaba, hasta que casi a la hora de llegar a Lima, apareció por el pasillo dando las gracias como una rosa, prometiendo no pasarse de medicación en un futuro, pasase lo que pasase. Entonces pensé, aún tengo casi dos horas para dormir antes de aterrizar. Y lo hice.
Iglesia de Miraflores
Lima nos recibió a las 04:00 hora local con una neblina que parece ser típica de la ciudad y tras unas dos horas entre trámites de entrada y viaje hasta el centro de una ciudad que no sabía yo que tenía casi 12 millones de habitantes, llegamos al hotel en el barrio de Miraflores. Por cierto que en el trámite de aduanas te hacen unas preguntas: que viene a hacer?, cuanto tiempo estará?,  etc. y Elvira con el ánimo de abreviar y puesto que ella ya había pasado vino a ayudarme: Cuantos días durará su estancia? Yo respondí 16 y ella desde el otro lado contesta: No, 15, y de repente la funcionaria de aduanas algo seca, le dice: circule señora que la entrevista es personal...
Bueno, pues a la seis de la mañana nos lanzamos a la conquista de la ciudad, con el primer objetivo de desayunar y luego disfrutar de un free-tour que Pancho había contratado desde Vigo. Tras un primer intento fallido en una cafetería que intentaron tomarnos el pelo, o eso nos pareció, encontramos otra más asequible y con un buen resultado, desayunamos muy bien. Tras un breve paseo por el parque Kennedy y visitar la iglesia y el ayuntamiento del distrito de Miraflores nos acercamos a cambiar dinero en una de las múltiples casas que se dedican y comenzamos el tour, una vez identificados los guías que nos llevaron al centro histórico en transporte colectivo: lo que ellos llaman metropolitano, un autobús que circula por un carril exclusivo y que es lo más parecido que yo he visto o imaginado a una lata de sardinas.
Una vez en el centro la visita es limitada, el día anterior disolvieron el parlamento y por momentos tuvieron dos presidentes, así que está literalmente tomado por la policía, con unas vallas de 2 metros de altura que impiden el paso de peatones y tráfico. El buen hacer de nuestro guía consigue que nos dejen pasar y poder acceder a la Plaza de Armas, que está totalmente vacía, con lo que pierde un cierto encanto. Paseamos por calles donde nos enseñan magníficos edificios coloniales, hoy museos o sedes de bancos, hasta que nos conducen a una cata de pisco, bebida nacional del país que se puede preparar de miles de maneras. Por cierto que en la visita habíamos pasado por la coctelería del hotel donde según nuestro informador se había inventado la forma más popular, el pisco sour.
Plaza de Armas. Lima
Luego por no salir del recinto que continúa bloqueado por la policía, que nos impediría luego volver con facilidad al centro nos quedamos a comer en un restaurante "raro", una comida "rara", con unos mejicanos que participaban en el tour con nosotros. La primera experiencia gastronómica no fue especialmente brillante, aunque luego las posteriores sí.
Por la tarde seguimos callejeando por el centro o cercado como lo llaman, siempre bajo la atenta mirada de los policías, disfrutando de una cierta tranquilidad y yo personalmente de un cierto cansancio, la noche a bordo no había sido fácil. En estas circunstancias decidimos volver a subirnos al metropolitano, esta vez por cambiar el símil, como "piojo entre costura", y mientras nosotros nos retiramos al hotel El Tambo a descansar, Pancho y Elvira siguieron hasta el barrio bohemio limeño de Barranco para hacer una visita por su cuenta.
Regresaron al hotel tan cansados que ni ganas de cenar tenían y nos esperaba un cierto madrugón para coger el avión el día siguiente hacia Arequipa, así que se retiraron a sus habitaciones. Nosotros más descansados y arregladitos nos fuimos a cenar algo ligero a la misma cafetería que nos había atendido tan bien en el desayuno, y tras un breve paseo nocturno por Miraflores a descansar para la aventura del día siguiente.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Belchite

Tenemos unos amigos, viajeros impenitentes, a los que apenas les faltan 20 o 25 países para completar su visita a todo el mundo mundial. Entre los muchos países que han visitado están los devastados por guerras pasadas, recientes y presentes, Irak, Afganistan, Somalia, etc... 
Una de las calles
Hace unas semanas quedamos para comer y hablando de los desastres de la guerra, salió en la conversación la historia de Belchite, a cuatro pasos de aquí si lo miramos con la perspectiva de los otros países en que han estado. Les explicamos por encima la historia del pueblo viejo y se interesaron tanto que programamos una salida para visitarlo en un periodo breve de tiempo. Dicho y hecho. Esta entrada es lo que dio de si la visita.
Llegamos a la hora prevista a la Puerta de la Villa, una de las tres que tenía el pueblo y en la que se iniciaba la visita guiada. Las puertas eran el único acceso posible al centro de la localidad, ya que estaba dispuesto con casas adosadas que rodeaban el perímetro y que ejercían la función de muralla y le daban una capacidad de defensa por encima de la que podría ser esperable en cualquier municipio de la zona.
La existencia de las ruinas de Belchite se fundamenta en una decisión del Dictador y/o de su Estado Mayor, a fin de que las generaciones venideras, supongo que nosotros, descubramos la barbarie de la guerra, o mejor para el régimen nacido de ella, veamos los destrozos hechos por unos y las bondades de los otros, que construyeron un pueblo nuevo a lado mismo del antiguo. Parece ser que el propio Franco estuvo una vez finalizada la contienda, prometiendo la creación del pueblo nuevo, aunque todo esto se fue dilatando y muchas familias siguieron viviendo en el destrozado hasta los años sesenta y largos, que se dio por finalizada la obra.
La Torre del Reloj
Hecha esta previa, lo que realmente nos interesaba de esto, sobre todo a mis amigos era la historia de aquellos 14 días de asedio y de guerra cuerpo a cuerpo de la que fueron testigos las ruinas que hoy podemos ver y algunos vecinos que todavía viven y que vieron aquel despropósito.
La historia comienza con la idea de las tropas republicanas de lanzar una ofensiva a gran escala con el fin de tomar Zaragoza, una de las plazas fuertes en manos de los sublevados. Según algunos autores la linea de avance sería de unos 100 Km, aproximadamente desde Zuera hasta Belchite y estaría dividida en varias puntas de lanza (entre 8 y 10). Según parece las puntas de lanza de la zona más al norte avanzaban sin problemas y reconquistan fácilmente páramos y tierras prácticamente despobladas, pero las de la zona sur, en concreto las de Belchite se atascan de manera importante, por un lado debido a la comentada estructura del casco urbano y principalmente porque a la localidad habían acudido entre 3000 y 7000 efectivos militares sublevados para su defensa, solo unos días antes del ataque definitivo.
La batalla empieza desde la zona denominada de los Olivares y desde las afueras del Seminario, por parte de las tropas republicanas, encontrándose con una defensa totalmente inesperada, casi numantina. Esto desconcierta a los mandos, que ven que no deberían estar mucho tiempo en la conquista de la plaza, porque rompe todos los esquemas previstos por el Alto Mando, que piensa solo en Zaragoza como objetivo final.
Así, se pone en marcha toda la maquinaria de guerra, desde aviación a carros de combate a fin de perforar las paredes que rodean la villa y poder entrar. Las ruinas actuales dan fe de la crudeza de aquella batalla y mucho más cuando se sabe a ciencia cierta que se peleó, casa por casa y cuerpo a cuerpo hasta la rendición pasados los 14 días de combates. El resumen más triste de todo, es que la población de Belchite era de unos 3000 habitantes, y los muertos aproximados fueron unos 6000 entre unos y otros.
Las columnas republicanas hacia Belchite
Paseamos por el pueblo, por la calle mayor, una avenida recta en la que están las principales casas del pueblo, por su tamaño y por su poderío económico. Todas estas prácticamente destrozadas. Vamos avanzando y vemos las dos plazas una con la casa de la Domi, también en el suelo pero que todavía deja ver algo de su esplendor. La otra frente a la Iglesia de San Martín, con sus cúpulas agujereadas y las que no, en el suelo. Solo quedan algunas columnas que delimitan las capillas, en las que ya no se puede entrar por el peligro de derrumbes, que se van produciendo a lo largo del tiempo.
Siguiendo el paseo llegamos a la conocida como Torre del Reloj, donde antiguamente se asentó una sinagoga judía, que luego albergó la iglesia de San Juan. También podemos apreciar las ruinas del convento de San Rafael, de las Hermanas Dominicas y las del convento de San Agustín de los Hermanos Agustinos. Por una de las calles perpendiculares a la calle mayor se accede a una plaza en la que esta la Iglesia de San Agustín, en la que en uno de sus laterales se puede apreciar todavía un obús incrustado en una de las columnas, que permanece allí desde la contienda. En una de las plazas se puede ver un pequeño paredón en el que al parecer se procedía a los muchos fusilamientos que tuvieron lugar durante la batalla y en días posteriores.
A lo largo de la visita la guía nos va ilustrando de todos estos aspectos de la guerra con gran profesionalidad y en mi opinión con una imparcialidad difícil de encontrar en estos días, y sobre todo porque todavía hay supervivientes de aquel drama que viven, algunos en el pueblo nuevo, otros emigraron como Natalio, autor de la jota que esta escrita a modo de grafiti en la puerta de una de las iglesias:
El paredón don fusilaban a unos y otros
"Pueblo viejo de Belchite/Ya no te rondan zagales/Ya no se oirán las jotas/Que cantaban nuestros padres"
También nos explica la diversidad de actividades en torno la historia del pueblo que se llevan a cabo a lo largo del año, la cantidad de grupos y asociaciones de mayor o menor entidad que trabajan para la restauración y mantenimiento del patrimonio del pueblo, y de paso nos explica la existencia de personajes relacionados con la localidad: Jose Antonio Labordeta, ilustre cantautor hizo uno de su primeros conciertos en una de las plazas, en homenaje a sus abuelos que eran nacidos allí. También nos cuenta que otro no menos ilustre cantautor, Joan Manel Serrat, dedico la canción "Mi niñez" a las visitas que cada verano realizaba a Belchite, lugar que vio nacer y crecer a su madre hasta que emigró a Barcelona.
Siguiendo con las curiosidades nos comentó la cantidad de películas y anuncios publicitarios que se habían rodado en el pueblo, escenario adecuado para rodajes de guerra, postguerra y misterio: Las aventuras del Baron de Munchausen, El laberinto del Fauno, Documental de IV Milenio, etc. Aprovechó para desvelarnos que en 2018 se rodaron escenas de Spiderman, para una entrega del héroe que llevará como subtítulo "Lejos de casa".
Una vez acabada la visita decidimos irnos a comer a Zaragoza, y de paso visitar la Basílica de Pilar, que no es que tengamos una devoción especial, pero nuestros orígenes aragoneses todavía nos hacen pensar que una visita a la capital sin ir al Pilar, es como poco visita...
Luego con nuestros amigos seguimos comentando la visita y a mí personalmente y después de tres visitas a las ruinas siempre me quedan dudas y preguntas que no logro responder con cierta coherencia a pesar de que visto algún documental y explicado desde el punto de vista militar las pueden tener.
La cúpula de una de las iglesias
De todas maneras en mi humilde opinión, y quizá equivocada, me sorprende la existencia de la cantidad de iglesias, conventos, incluido un seminario, edificaciones relevantes, establecimientos públicos, etc., sobre todo si tenemos en cuenta de que se trataba de una ciudad de apenas 3500 habitantes y Zaragoza estaba relativamente cerca.
Otra duda que tengo es porqué no se dejó de lado la ciudad por parte de las columnas republicanas y se siguió hacia Zaragoza, que parece era el objetivo. Hubiera sido lógico si como explican algunos solo se trataba de una maniobra de distracción para debilitar el frente norte de los sublevados, a la vista de que no les sirvió de nada pues ni se movilizaron tropas ni acudieron en ayuda de Belchite.
Y, probablemente lo más sorprendente, como es que habían acudido entre 3000 y 7000 soldados del llamado ejército nacional a la localidad unos días antes de que se produjese el ataque, y de donde salieron aquellos efectivos...
Como comprenderéis queridas paredes, algo tiene este episodio, algo tiene este pueblo y algo tiene esta historia de la batalla de Belchite que se me escapa.
Si alguna día lo descubro, pues todavía me queda algún viaje con otros amigos que están muy interesados en la visita, prometo contároslo.
Hay una visita nocturna que tiene un enfoque algo más esotérico y misterioso donde  igual esta la respuesta a todas mis dudas. Si soy capaz de convencer a mis amigos de hacer esta visita, me apuntaré pues con tres de día ya parece suficiente. No obstante me han comentado que este paseo nocturno con según que condiciones climatológicas, proporciona un cierto "susto" y no está recomendada para personas miedosas.
Lo recapacitaré.

jueves, 12 de septiembre de 2019

Verano 2019. Fiestas y más fiestas.

Es obvio, que este verano hay un acontecimiento que lo marca todo, y que es la boda de Izarbe y Carlos, como habréis podido ver, queridas paredes, en la entrada anterior. Así que empezaremos, justo después, no sin decir que la ceremonia civil fue una semana más tarde de la festiva en los juzgados de Terrassa.
La Fiesta de Albalatillo
Sin casi respiro para los cuerpos que lo necesitaban de verdad, nos metimos de lleno en las fiestas de Albalatillo, que como es sabido, un servidor trata de no perdonar por casi nada del mundo. Este año estaban todos muy orgullosos pues estrenábamos cubierta del frontón, que servía a la vez para carpa de actuaciones y baile de las fiestas.
Cada vez cuesta más que nos sorprendamos con cosas nuevas en las fiestas, pues el esqueleto del programa se mantiene intocable desde hace muchos años, pero con alguna variación en el orden y sobre todo dándonos de comer o cenar gratis o relativamente barato, se consigue gran participación y aspecto multitudinario en los acontecimientos. Así empezó la fiesta con una parrillada de productos cárnicos porcinos muy apreciados en la zona, dejando que la brasas cocinasen la longaniza, el chorizo y la panceta. El pregón había corrido a cargo de mis tíos (María Jesús y Pepito), que habían regentado el bar del pueblo en una larga época, hasta su jubilación.
El resto de la fiesta fue según lo previsto, el tiro al plato (con almuerzo, eso sí), la procesión y misa el día de Santa Margarita (con vermut posterior), las actuaciones para pequeños y el homenaje a los mayores, el concurso de guiñote y butifarra, los bingos de madrugada, los disfraces (magnífica interpretación de las Meninas a cargo de la peña El Trinquete) y la cena popular.
Tras un descanso después de estos días tan intensos, regresamos a Terrassa, a fin de poder celebrar el 60 cumpleaños de Ana PDL, una de las amigas del grupo de la bodeguilla. La cosa algo más moderada consistió en una cena de todo el grupo en La Antorcha, con regalos, risas y algunos tragos. Nos quedamos un día en casa para volver de nuevo a Villanueva, donde ya estaban en modo "pre-fiestas" con el fin de preparar La Peña, cada vez más mermada de miembros excepto sábado y domingo que somos más gente.
Las Meninas by El Trinquete
Este año, el nuevo equipo de gobierno municipal adjudicó a la Peña de La Alegría la coordinación del espectáculo que ofrecían los Titiriteros de Binéfar a los más pequeños, y pese a la escasa presencia de miembros del grupo, aceptaron valientemente el reto Mª Luisa y Mari Pili, que con la inestimable colaboración de Lourdes y Marta, pudieron sacar el evento adelante. J. Ramón y un servidor teníamos que ir al bar durante el mismo.
Como siempre que hay un acontecimiento familiar festivo (bodas, bautizos o comuniones), los implicados en ellos suelen invitar a una cena. Así que este año la cena del salmorrejo fue sufragada por nosotros para celebrar en compañía de nuestros amigos peñistas la boda de Izarbe y Carlos.
Como que también coincidía que estaba por inaugurar la bodega nueva de la casa del pueblo, las jerarquías de la peña decidieron que sería bueno y hasta lógico hacer allí la celebración. Pues eso, que se trasladó por un día la sede de la Peña a nuestra bodega, cosa que nos encantó y a disposición para cualquier otra que se proponga.
Las fiestas de Villanueva fueron avanzando poco a poco, con algunas cosas ya típicas de las mismas, como que José Ramón y yo seamos eliminados del concurso de guiñote a las primeras de cambio, intercaladas con algunas nuevas como el vermut popular, amenizado por un grupo rumbero, que hizo las delicias del personal que asistió (unas bailando y otros tomando una cerveza). Parece ser que fue el espectáculo mejor de toda la fiesta, sobre todo por la relación calidad/precio/disfrute, pues el caché de "Paco el de la Eva", creo que se llamaba, no era excesivo y lo bien que se lo paso el personal fue espectacular.
Finalmente llegó el popular entierro de la sardina, pasacalles con charanga y con una tina de sardinas en salmuera que se reparten al personal en general y que se riegan con distintos tipos de combinados, güisqui con cola, ginebra con limón, etc. Este año hubo algún cambio sustancial pues el característico olor de las sardinas se cambio por un olor a gasolina quemada, que ni en un circuito de formula uno. La cosa vino de la idea de los repartidores para llevar las sardinas en un motocultor, cuyo motor de combustión dejaba bastante que desear.
Cena del salmorrejo
Los días posteriores a la fiesta, coinciden con las de San Lorenzo en Huesca, y por razones de calendario este año no pudimos asistir, quedándome con las ganas de comer un buen estofado de toro, que tan a gusto me tomo cada año. Bueno, el año que viene más.
Jesús, amigo y albalatillero, tenía que ejercer de padrino en la boda de su hija Beatriz y nos invitó a La Ronda y pica-pica típicos del pueblo antes de la boda. Se trata de un evento en que se cantan jotas a la novia y creo que también al novio y luego se ofrece un refrigerio a todos los asistentes. Pudimos escuchar a Elena Casaña y Javier Badules, probablemente la mejor pareja de joteros que se puedan escuchar hoy día. Felicidades a los novios y familiares.
Una vez finalizados los eventos festivos de las diversas localidades a las que acudimos hubo que ir a Zaragoza a comprar los detalles que faltaban para tener ya al 100% la casa terminada. Hice una primera aproximación con Martín, pero la verdad es que no hicimos muy bien los deberes pues pocos de los encargos compramos. Fuimos a comer con sus nietos y consuegros a casa de Mireia y Miguel. El siguiente viaje con Pili, ya tuvo más sentido y compramos prácticamente todo lo que faltaba, incluidos los marcos para los carteles de cine, que tanto interés teníamos en colgar como decoración de la bodega. Lo cierto es quedaron muy bien. Además comimos en "Los Espumosos", que aunque en un lugar diferente y una decoración distinta a la que tenían en mi época de la Universidad, conservaban los calamares rebozados y el jarabe de limón para elaborar las cervezas, prácticamente igual que entonces.
En nuestra Peña, tenemos un elemento intermitente, que cada tres años tiene 15 días de vacaciones (no sé con que legislación se rige...) y este año tocaba. Se trata de Conchi, que hace muchos años abrazó los hábitos y ahora ejerce de monja de las Hermanitas de los Pobres en Vic. Siempre que viene aprovechamos para hacer una salida y compartir con ella unas horas que van por encima de las que serían una simple visita.
Este año, primero y para inaugurar las obras de adecuación de la planta baja de su casa, hicimos una cena de todo el grupo, que como suele ser habitual fue un efecto llamada importante y nos reunió a casi toda la peña.
Barbastro, en la tienda de los biarritzs
Después concretamos una salida, que sería a la ciudad de Barbastro, lugar de los esponsales de Doña Petronila con Berenguer IV (creo) y no menos importante, cuna del fundador del Opus Dei, Monseñor Escrivá de Balaguer, que creo que ahora ya es santo.
Visitamos el museo diocesano, la catedral y paseamos por la zona del centro, donde pudimos comprar y degustar los famosos "Biarritzs", unos pastelitos de almendra y huevo, que llevan elaborando hace unos 100 años, más o menos, con una receta que según nos informaron tienen patentada y que obviamente es secreta. La verdad es que están muy buenos.
Con el tiempo pisándonos los talones, fuimos a comer al restaurante el Trasiego, en la zona del museo del vino del Somontano en los aledaños de  la plaza de toros de la localidad. Teníamos muy buenas referencias de algún periódico en el que lo recomendaban y lo cierto es que las expectativas se cumplieron y comimos la mar de bien y con gran variedad en el menú.
Lo dicho, que el tiempo nos apremiaba, porque teníamos reservada una visita guiada y una cata de vinos en las Bodegas Sommos. Pudimos visitar una de las bodegas más modernas de la zona e incluso del país, con miles de automatismos y sistemas para hacer más fácil la elaboración de los caldos, aunque obviamente perdiendo el encanto de las bodegas más tradicionales y artesanales que también existen en el Somontano. Personalmente lo que más me sorprendió fue en sistema de refrigeración  de las salas a través de las barandillas de tubo de acero inoxidable que protegen los pasillos y por las que circula agua fría para conseguir la temperatura adecuada a cada proceso de elaboración del vino.
Tras la visita pasamos a una sala de catas profesional, donde pudimos probar un blanco (gewürztraminer y chardonnay) muy bueno, un tinto (Tempranillo, Cabernet-Sauvignon y Syrah) mejorable para mi gusto y otro tinto (Merlot), el que más me gustó de los tres. Luego pasamos a la tienda que hay en todos los lugares más o menos turísticos, donde algunos o algunas del grupo compraron vino y otros recuerdos de la visita.
Otra visita, en este caso a Albalatillo fue la de Itziar, una compañera de caminos de GRMANIA, que tenía antepasados en mi pueblo y vino a buscar datos al Registro Civil. Algo encontró y lo celebramos como es común aquí: con una comida.
Las noches en el Barbero
También tuvimos la agradable visita de nuestros amigos Carmen y Antonio, recuperados hace unos pocos años. Aprovechamos para ir a comer con mi familia. En la época en que teníamos apenas 14-15 años hubo mucha relación entre nosotros, y la comida nos permitió tirar de recuerdos de entonces. Igualmente aprovechamos para que visitasen la casa natal de Miguel Servet, el más ilustre de todos los villanovanos.
El mes iba avanzando y las tropas iban menguando, pues algunos acababan sus vacaciones o tenían otros destinos donde acabarlas, y como un goteo y casi sin darnos cuenta quedamos cuatro gatos en el pueblo. Ya solo nos quedaban algunas cenas en Alcolea, típicas de esta peña, así como la caracolada que cocina espléndidamente Marta en los últimos años.
Esto nos obligó a refugiarnos cada noche en el Barbero, donde están garantizados los cafés y los gintónics de calidad, así como las conversaciones tan interesantes como alejadas de la realidad política que nos rodea. Desde el desarrollo agrario, pasando por la época de siembra o plantado de diversas especies vegetales, hasta las características especiales que tiene el cuidado del ganado porcino, sea de cría o de engorde.
Dicen que el saber no ocupa lugar y tampoco al parecer tiempo, pues pocos días nos fuimos a dormir antes de la una de la madrugada, enganchados en debates tan entretenidos como los dichos. Así más o menos fuimos acabando el verano del 2019 en el pueblo, regresando cada uno a su particular cuartel de invierno y esperando volver a disfrutar el próximo con la misma intensidad o más que el actual.
Empieza el otoño!!! Caliente, dicen, pero no sé si por el cambio climático... Os seguiré contando, queridos muros...

Bretaña y las Islas del Canal. Y parte Cinco

Nos despertamos, como casi siempre a buenas horas, o sea temprano y tras hacer el "check-out", por cierto que tenían todo el siste...