jueves, 7 de noviembre de 2019

Perú: Lima y epílogo

Como estaba previsto a primera hora tomamos el avión desde Cuzco a Lima, donde habíamos decidido ir a comer con María y Carlos. María es una sobrina de Pili que se casó con un peruano y desde Tudela de Navarra se trasladó a Lima, donde vive desde hace 3-4 años aproximadamente. Como que su marido es limeño, les pedimos que se encargasen de reservar un restaurante, aunque de hecho les pedimos que fuese la Rosa Náutica, del que teníamos excelentes referencias de algunos amigos que habían viajado a Perú en años anteriores.
Con María y Carlos en la Rosa Náutica
Así lo hicieron, cumpliendo nuestros deseos y además hicieron de taxistas, pues vinieron a recogernos a la puerta del hotel a los cuatro y nos llevaron hasta la misma puerta del restaurante. Una vez allí, ya nos dejamos aconsejar por ellos y por el encargado y la verdad es que el acierto fue total, pues elegimos unos entrantes a modo de pica-pica, en los que no podía faltar ni el ceviche de corvina, ni una causa de langostinos, aparte de otras cosas, y luego cada uno decidió un segundo plato. Yo comí un lomo saltado que estaba excelente y el resto, un cordero que también probé, muy bueno por cierto, un pato y una mariscada con muy buena pinta y que por la opinión de las chicas estaba muy buena y era excesiva en cuanto a la cantidad.
Luego paseamos por la zona, que es muy agradable para finalmente ir a pasear por Barranco, el barrio bohemio de la ciudad y que Pancho y Elvira ya habían recorrido el primer día de estancia en Lima. Lo cierto es que la zona, supongo que por ser domingo, estaba muy animada, con mucha gente visitándolo, no solo turistas sino también nativos del lugar. Los locales como se puede esperar son todos un tanto hippies, de acuerdo con los artistas que allí viven y que allí exponen sus obras. Lo más destacable son las obras de un famoso graffitero, Jade Rivera, creo que se llama, del que hay murales por toda la ciudad.
Las vistas del Pacífico desde una zona tan alta de la ciudad son espectaculares, y desde allí se puede apreciar el espigón donde está la Rosa Náutica, y la costa verde, creo que la llaman, donde hay gran número de aficionados al surf, un deporte de gran implantación en la ciudad.
En la plaza de Armas
Acabado el paseo nos fuimos a la zona comercial y en concreto al centro que María nos recomendaba para hacer nuestras compras, solo para aprender donde estaba y echar un primer vistazo a las futuras compras del día siguiente. Finalmente y tras una frugal merienda en una cafetería cerca de nuestro hotel, ellos se volvieron a su casa y nosotros al hotel. Gracias a los dos desde aquí por la guía, el transporte y las enseñanzas. Fue un día muy interesante y entrañable. 
A la hora prevista, la puntualidad sigue siendo exquisita, y tras recoger a otros turistas en sus respectivos hoteles, empezamos la visita guiada de Lima. Nos dirigimos directamente al cercado donde encontramos todavía algunas dificultades para acceder, supongo que los últimos coletazos de la crisis de gobierno que padece el país, aunque de la impresión de que está resuelta. Después de varios paseos, ahora a la izquierda, ahora a la derecha, pudimos acceder a la plaza de Armas, donde se encuentra la sede el gobierno, la del ayuntamiento, la catedral y algunos  otros edificios públicos. Las explicaciones fueron similares a las del free-tour del primer día. Visitamos además el museo del chocolate y el museo del pisco, donde pudimos tomar el enésimo pisco sour.
Sin perder mucho tiempo nos dirigimos a la Basílica y Convento de San Francisco de Lima, aunque eso sí, pasando cerca de las ruinas de Huaca Pucllana, donde se puede apreciar un tipo característico de construcciones hechas con adobes de pequeño tamaño que conforman todo el perímetro de la construcción. Se trata de restos más o menos bien conservados de las culturas preincaicas, asentadas en la ciudad.
Claustro Convento San Francisco
La Basílica y el convento son magníficos, destacando el claustro y la biblioteca, así como las catacumbas que ejercieron de cementerio hasta principios del siglo XIX. También destaca de manera singular los enterramientos de Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres, más conocido por Fray Escoba, al que se le atribuyen especiales dotes de mediación. Lo bien que nos iría a nosotros en estos momentos disponer de alguien que se acercase ni que fuera un mínimo al santo. Por si no lo sabías mis queridos muros, parece que fue capaz de dar de comer en el mismo plato y a la vez a un perro, un gato y un ratón. De todas maneras y sin ánimo de ofender a nadie, igual la inteligencia y la capacidad de crítica de los animalicos estaba por encima de la  de algunos de nosotros, con lo que el problema no sería del mediador.
Después de visitar "a toque de pito" la basílica, seguimos la ruta por el centro de la ciudad para dirigirnos a uno de los museos privados más importantes de la ciudad: El Museo Larco. Se encuentra ubicado en una casa hacienda virreinal del siglo  XVIII y recoge elementos precolombinos de más de 2.000 años de antigüedad.
Dispone de diversas salas y colecciones como la lítica, la de cerámicas, la de objetos metálicos, la de textil y una zona específica en la que se exponen todo tipo de objetos que tienen como denominador común, el erotismo en las épocas preincaica e incaica. Finalmente se accede a un jardín perfectamente cuidado con unos coloridos que recuerdan los tejidos de los incas.
Una vez finalizada la visita, de nuevo al autocar que nos devolvía a nuestro hotel, y como ya era hora de comer, nos fuimos hacia el parque Kennedy, y luego por la avenida Larco, llegamos al lugar que habíamos decidido. Se trataba de La Lucha, lugar que ya habíamos probado en Arequipa y que se trataba de una franquicia, supongo, de unos sandwiches hechos con un pan especial y que resultó estar tan bien como la anterior. Luego fuimos a tomar un café en la misma cafetería que habíamos desayunado el día de nuestra llegada y allí, Elvira convenció al camarero para que nos diese unas semillas de rocoto, pues un  amigo suyo de Galicia se lo había encargado para tratar de cultivarlos él.
Una galería en el cercado de Lima
Tras un breve descanso nos lanzamos a la zona de compras que María nos había recomendado y allí pasamos la tarde, más mirando que comprando, pues todos tenemos dudas de que llevarles a nuestros hijos. Al final algo compramos, pero dejamos para la mañana siguiente las últimas decisiones. O sea que fuimos tres veces al mismo mercado inca en dos días.
Como ya era hora de cenar nos fuimos a hacerlo a Don Belisario, otra franquicia, creo, pero en este caso de pollo, de todas las maneras posibles de cocinarlo, aunque también disponían de otros manjares. Pancho estaba por probarlo todo así que pidió un anticucho y me paso un trozo para que yo hiciese lo mismo y la verdad es que ni me lo acabé. Estaba demasiado fuerte y potente. Se trata de una especie de pincho moruno del que hay diversos tipos según la carne que utilicen, hecho a la brasa y muchas veces en paraditas de la calle. El nuestro era de trozos de corazón de vaca.
Nos fuimos a descansar pues al día siguiente tocaba volar a Madrid y luego desde allí a Barcelona con lo que se preveía algo de cansancio y convenía ir lo más descansados posible.
El vuelo no partía hasta las 19:00 horas, así que tuvimos tiempo de volver al mercado inca y de visitar un centro comercial, moderno como los de aquí: El Larcomar. Este señor Larco debió ser alguien importante, cuando me acuerde lo miraré en la wikipedia.
En Larcomar. Lima
Allí aproveche para comprarme un recuerdo del viaje para mí, pero la verdad es que el jersey que elegí lo podría haber comprado perfectamente en Barcelona o en cualquier otra ciudad: no era ni de alpaca, ni de llama, ni de vicuña. Era de lana merina, originaria de España. En fin, así son las cosas del comercio internacional y de la globalización.
Nos había gustado el restaurante del día anterior, así que repetimos, el anticucho no, pero si unos pastelitos típicos que no recuerdo como se llaman, pero que recordaban a los churros.
Poco tiempo después nos vino a recoger el transporte que nos había de conducir al aeropuerto y con el tiempo previsto facturamos las maletas en el que nos dijo el guía que era un "vuelo caliente", así que los perros de la policía estuvieron olfateando nuestras maletas una y otra vez. Luego pasados los controles gastamos en chocolatinas y colonias los pocos soles que nos quedaban y a volar. El viaje fue tranquilo sin los accidentes del de nuestra llegada al país, pudimos descansar algo, hacer la escala, un pelín justa en Madrid y coger el de Barcelona, que como suele pasar cuando vas justo, una vez embarcados nos tuvieron cuarenta minutos parados porque habíamos perdido no sé qué, por culpa de una señora que se había perdido.
En El Prat, nos estaba esperando Izarbe para llevarnos a Terrassa. Bien organizados están los hijos: Manel nos había dejado en la estación del AVE al inicio del viaje.
Así acabó la aventura peruana y nuestro viaje mítico.

lunes, 4 de noviembre de 2019

Perú: Valle Sagrado y Machu-Pichu

La verdad es que Condor Travel han sido a lo largo del viaje escrupulosos con los horarios tanto de recogida como de las actividades y eso es un plus que hay que añadirles. Y como no podía ser de otra manera a la hora prevista iniciamos el viaje que habría de acabar en Urubamba, donde haríamos noche de camino a Machu-Pichu. 
Moray. Terrazas de cultivo
Antes de abandonar el hotel, las chicas de Villanueva se percataron del escudo que coronaba la puerta de entrada al mismo, en el que creyeron apreciar una cruz de Malta y las cuatro barras. Ilusionadas por el hallazgo con un gran fervor por su patria chica, enviaron a Maribel una foto y un whatsap para que valorase el hallazgo. No sabía yo de las habilidades heráldicas de la chica.
Bueno pues, una vez en ruta pusimos el navegador en dirección a Moray, la primera parada del día. A la postre sería una de las cosas más espectaculares del viaje, ya que esos bancales o como se quieran llamar tan perfectamente circulares o en su caso elípticos parecen como sacados de un dibujo, cuando son reales como la vida misma. La perfección en el diseño y la ejecución de la obra con las escaleras de acceso de un nivel a otro te dejan totalmente sorprendido, pensando en como lo hicieron o si en la reconstrucción se movieron elementos. La verdad es que merece la pena no saltarse este lugar en cualquier visita que se quiera hacer a Peru.
Sin mucha pérdida de tiempo, pues eran muchas las cosas que nos quedaban por ver en el día nos acercamos a las salinas de Maras. Una zona de producción de sal, totalmente escalonada, bordeando gran parte de la ladera del monte que  rodea la ciudad de Urubamba, lugar que la agencia de viajes había dispuesto para el bufet reparador. Posiblemente se trata de la mejor comida que hemos hecho, de todas las que teníamos programadas e incluidas en el precio del viaje. Lástima que no me acuerde del nombre, pues sería totalmente recomendable para cualquier viajero que pase por la zona.
Tras un breve reposo y alguna que otra foto con una alpaca o llama, soy incapaz de distinguirlas, seguimos nuestro camino con dirección a la fortaleza de Ollantaytambo. La fortaleza es espectacular, otro de los lugares que no decepciona a nadie. A pesar de haber muchas escaleras que cuando las ves desde abajo parece que no se vayan a acabar nunca, lo cierto es que poco a poco y paso a paso se va ascendiendo, mejorando el paisaje, cada nuevo tramo que vas superando. Allí nueva disertación de la perfección de los anclajes de las piedras de varias formas trapezoidales y de lo difícil que debió resultar a sus constructores, a pesar de que las piedras estaban en la montaña contigua al templo.
Ollantaytambo desde arriba
Ollantaytambo desde abajo
Lo cierto es que les debió ser complicado, aunque al parecer de un amigo que tengo de esos que son tremendamente analíticos y en consecuencia un poco "destroyer", tampoco es para tanto, porque a fin de cuentas esto lo hicieron en el siglo XIII o XIV, y los egipcios ya habían hecho cosas con piedras y con algún detalle más, 2.000 años antes. En fin, igual tiene razón, pero eso no quita ni belleza, ni complejidad a las construcciones de esta zona.
Después de disfrutar del paisaje un ratito y hacer las fotos de rigor, bajamos poco a poco también, pues las rodillas suelen sufrir en los descensos y sobre todo si las escaleras son muy altas. Tomamos de nuevo el bus, previo paso por zona comercial y nos llevó a Urubamba donde estaba previsto pasar la noche.
La llegada al hotel fue espectacular, parecía un corral de cabras y se accedía por unos tablones en el suelo que se movían como un columpio, con la dificultad añadida de arrastrar las maletas por semejante puente. Antes de llegar a recepción, ya estábamos todos subidos a la parra, pensando en llamar a la agencia y hacer una queja formal del establecimiento. A veces, tener un poco de paciencia va bien: el jardín del hotel una vez hecha la recepción era precioso, las habitaciones rústicas pero inmensas y con todos los elementos necesarios para un descanso reparador.
Como colofón un excelente desayuno, preparado y servido a la carta y para nosotros exclusivamente dado el madrugón que teníamos que darnos para coger el tren. Pasó de la queja a ser el mejor hotel de todo el viaje, pues todos nos levantamos despejados y habiendo descansado plácidamente. Igual porque la cena del día anterior en el centro de Urubamba fue frugal, aunque también de muy buena calidad. ¡Lo que son las cosas! Por cierto el hotel es el Hatum Valley y si a algún despistado lector de este blog se lo ofrecen, mi recomendación es que lo acepten.
La Ciudad Sagrada
Como he dicho, a primerísima hora nos dirigimos a la estación ferroviaria, donde tomamos el tren de Perú Rail, que nos había de conducir a Machu-Pichu, uno de los lugares que había condicionado nuestro viaje de manera preferente, así que un poco inquietos por la llegada a nuestra particular Itaca, pasamos la hora y pico de camino disfrutando ya de paisajes preciosos y empinados desde la misma orilla del río Urubamba, o Vilcanota, no sé, por cuya ribera circula nuestro tren.
La llegada al pueblecito de Machu-Pichu es un poco caótica pues hemos de dejar las maletas a nuestro guía, que será quien las lleve al hotel, y nosotros de la manera más rápida posible nos hemos de colocar en una fila, aparentemente interminable para subir a unos autocares pequeños, que nos llevarán a la entrada de la Ciudad Sagrada y allí empezar el tour guiado de la misma. La verdad es que la cola, que inicialmente asusta pasa muy rápida pues son muchos los vehículos que se utilizan. Luego la subida es un poco pesada con tantas y tan cerradas curvas. Llegados a la entrada aparece una nueva espera en fila de a uno. Aquí se entrega la entrada a la ciudad y además te piden el pasaporte, cosa que no entiendo mucho en este momento pues uno piensa que no se trata de ir a otro país, cuando llegas aquí, pero luego un pequeño descuido de uno de nosotros parece que dio una cierta coherencia al hecho de pedir el documento.
El grupito
Superado este trámite empieza la subida por unas escaleras aceptables aunque con una cierta pendiente. Vas un poco entre vegetación que apenas te permite ver las cimas más altas del valle, en este caso el Machu-Pichu y el Wana-Pichu. Pero pronto se acaba este tramo del camino y aparece en todo su esplendor y con buena luz, a pesar de que el día pintaba algo nublado, la increíble ciudad sagrada de los incas. Es difícil poder describir bien todo lo que puedes apreciar en un momento y sobre todo haciendo el ejercicio de girar sobre ti mismo y mirar. Todo lo que ves es impresionante: la propia ciudad, las montañas, las terrazas, las construcciones, el fondo del valle, el río... y hasta unas alpacas (o llamas), que circulan a su aire por la ciudad. El guía va explicando la historia de la construcción y de la vida en la ciudad, aunque para estas horas el grupo ya van un poco dispersado, pues quien más quien menos quiere inmortalizar su estancia en el lugar con fotografías, videos, etc. Nosotros también lo hicimos, y yo personalmente y como se puede ver no pude evitar llevarme una camiseta de Albalatillo, y como hago en casi todos los viajes a los que voy, dejar constancia de la presencia en el lugar de uno del pueblo.
Como decía antes, es muy difícil la descripción del paraje así que prefiero poner alguna foto más y obviar las que hicimos en el pueblecito posteriormente.
La montaña
Algo que me sorprendió fue que el monte que se ve en todas la fotografías del lugar como fondo de la ciudad y en el que nos hacemos las fotos de recuerdo no es el Machu-Pichu, que esta justo a nuestras espaldas cuando miramos hacia las construcciones, sino que se trata del Wana-Pichu, que por cierto y según nos contaron otros compañeros de viaje colombianos, previa inscripción y solicitud de hora con antelación se puede subir a su cima, cosa que ellos hicieron, y desde allí parece ser que las vistas son todavía más impresionantes.
En fin después de tanta belleza y tantas emociones, la parte más animal de nosotros mismos dio el aviso oportuno y nos dirigimos en la misma entrada de la ciudad sagrada a un bufet libre, a reponer fuerzas, y sobre todo a reponer líquidos, pues hacía un calor considerable.
Después de comer, nueva cola para subir a los autocares que nos habían traído de subida y aquí es donde el pasaporte jugo su papel. Pancho no encontraba el billete de bajada, así que se fue a la ventanilla de la taquilla y previa presentación de su pasaporte, comprobaron que sí había accedido al recinto y de manera inmediata le expidieron un nuevo tíquet que le permitió subirse al autocar sin más problemas, que tener que hacer unos minutos más de espera. Bajó en otro autocar distinto al nuestro, pero lo esperamos con paciencia en el pueblo y fin del incidente.
Nos dirigimos al hotel, donde una vez hecho el ingreso, y tras una pequeña o no tan pequeña siesta, nos dirigimos a recorrer el pueblo, que se hace prácticamente en una hora, si pierdes mucho tiempo, y después, como que Pili celebraba su santo, antes de la cena nos invitó a unos pisco sour. Después de una ligerísima cena, seguimos la marcha por la plaza mayor, donde tomamos algún otro pisco sour, y una especie de chupito de vaya usted a saber qué, que negocio Gonzalo con las camareras del local y que a parte de un considerable grado de alcohol, tenía un gusto realmente difícil de explicar.
Terrazas de cultivo
Nos fuimos al hotel a descansar, que lo teníamos merecido y la sorpresa del mismo la reservaba el comedor de los desayunos, con una cristalera espectacular que daba la impresión de que estabas en la misma montaña y con el río al lado. Magnífica la vista que se ofrecía desde allí, casi se nos olvidó un poco el tono resacoso que teníamos algunos por los excesos de la noche anterior. Luego nuevo paseo por el pueblo a la búsqueda de unas termas y tras la conocida como "siesta del carnero", que se hace antes de comer, yo apenas comí una barrida energética y un Kit-Kat, regados con una botella de agua. El resto comió lo que tocaba.
Una vez acabado el agape volvimos al tren, que nos llevó hacia Urubamba, donde nos esperaba un taxi para los cuatro que nos devolvió a la ciudad de Cuzco de nuevo y al mismo hotel de días anteriores. Estefanía y Gonzalo fueron en otro tren que los llevo hasta Cuzco directamente, y les costó más tiempo llegar que a nosotros. En cualquier caso, habíamos quedado para cenar juntos a modo de despedida del viaje y los esperamos, entretenidos en buscar casas de cambio de moneda con Pancho, mientras Elvira y Pili se dedicaban a gastarlo en las joyas que al parecer una guía les había recomendado de una amiga suya que tenía una pequeña parada en un hotel.
Al final todo fue bien y pudimos cenar todos juntos en un restaurante de la zona de la Plaza de Armas donde un servidor pudo tomarse un escalope de pollo con patatas fritas que lo tenía entre ceja y ceja desde hacía días.
Nos retiramos a los hoteles, no sin antes hacer una última parada en un supermercado donde vendían cajas grandes de infusiones de coca, para traerlas a los amigos de España, a los que en su día pensamos en traer las hojas de coca, que no se podían.
Tras el reparador descanso, a la mañana siguiente cogimos el vuelo que nos llevaría a Lima, para continuar allí nuestra última etapa de viaje.

Bretaña y las Islas del Canal. Y parte Cinco

Nos despertamos, como casi siempre a buenas horas, o sea temprano y tras hacer el "check-out", por cierto que tenían todo el siste...