sábado, 18 de septiembre de 2021

VERANO 2021: Parte 3 (NO fiestas, SI escapadas)

Una vez acabada la aventura galaico-castellano-leonesa y tras resolver algunos asuntos laborales de última hora, nos instalamos en Villanueva de Sijena dispuestos a pasar los terribles calores del mes de agosto de la mejor manera posible. El programa suele ser simple: actividades de las fiestas (en este caso no-fiestas), escapadas solos o en grupo, vermuts, comidas y cenas según necesidades y gintónics nocturnos aparte de la imprescindible siesta diaria que ayuda a combatir las horas en que no se puede salir a la calle. Y a la hora que se puede salir, salimos todos, mosquitos incluidos.

Engalanamiento de fachadas
Una de las primeras actividades, que se celebró fue una exposición de las pinturas de Jesús Pomarol en la casa de Miguel Servet. Era el sobrino de Marta, nuestra compañera y la verdad es que desde su particular situación personal supo expresar a través de la pintura muchas de las cosas que le pasaban o que sentía. Al menos a mí, eso me pareció. 

Entre otras actividades, aparte de recoger unas gorras que el consistorio regaló a todos los vecinos, la Peña siempre participativa acudió a una jornada gastronómica o algo similar en el hogar de los ancianos, acerca de la cocina "morada". Yo no fui, pero los que lo hicieron tampoco me supieron explicar con mucha concreción de qué se trataba. A la actividad que sí fui con la Peña fue a la presentación del libro de la vida y milagros del bandido Cucaracha en tierras monegrinas y otras más lejanas, a cargo de Celedonio García y José Antonio Adell, compañeros de estudios y profesión de María Luisa y José Ramón. Con Adell, yo coincidí en algún cross de la epoca de estudiante en Huesca. Él solía ganar, yo era más de relleno.

Las comidas, bueno más las cenas, se iban repitiendo unas veces en casa, otras en la Peña, la mayoría, y lo que no podía faltar fue el típico Salmorrejo que ya se ha convertido una especie de costumbre prácticamente imposible de erradicar. Y qué dure muchos años! Otro día empanadas y jamón con surtido de embutidos, un poco de ensalada y pan con tomate. En otro momento unas ensaladas, caracoles y longaniza. También un día unos huevos rotos con gambitas y pulpo a la brasa con cachelos. La penúltima, creo que fue con patatas de Casa Santos, tomate con bonito y ensalada. La participación fue variable, unas veces muchos y otras pocos. Lo que sí fue constante es que todas estuvieron acompañadas de alguna manera con ensaladas..., ¡cómo nos hemos de ver! Bueno también en todas hubo riego con el excelente vino Peza do Rei con el que Pancho colaboró con la fiesta.

Cenas diversas

Otro capítulo fue el de las celebraciones que también contaron con la invitación de los homenajeados a una u otra celebración. Fueron los cumples de Maria Luisa, ágape en la Peña y el de Lourdes, cena en Las Piscinas. Aunque días más tarde fue el de José Ramon con postres diversos y soplo de velas y también fue el de nuestro yerno Carlos, que lo celebramos más en familia, porque este año han pasado un buen periodo de tiempo con nosotros, o nosotros con ellos, Izarbe, el citado Carlos y nuestro nieto Roger. La celebración que nunca falló fue la de las noches: Pese a la ausencia del Barbero, hemos conseguido reunirnos casi cada noche en torno a una mesa con un gintónic, unos frutos secos o unas dulzainas. 

Hay días que Marta una de las incombustibles en el tema, viene de Huesca y llega casi a la hora de recoger, pero llega. Y días en que incorporamos a Daniela y Jorge los nietos de Martín y de rebote a él mismo. Y luego José Ramón que cada vez los hace más flojos y Pili que casi cada noche nos hace "un maripili". 

Me explico, maripili: Dícese de la acción repentina, sin aviso y de ejecución rápida que consiste en decir "me voy a dormir" y desaparecer antes que la mayoría se de cuenta de ello.

Como que en algunos días de agosto la peña quedó mermada a solo cuatro miembros, unos por trabajo, otros por asuntos médicos y otros por viajes programados, las escapadas fueron bastante limitadas de participación: Un día nos fuimos al fútbol José Ramón y un servidor a ver el inicio de la Liga entre el Huesca y el Eibar. Buen resultado para los nuestros y bastante sed que pasamos, a quien se le ocurre un estadio sin bar. Lástima que en los siguientes encuentros el Huesca no siguiese la senda del inicio.

En el Alcoraz

Otro día nos escapamos los mismos con Luisa y Pili a dar una vuelta por Zaragoza, a ver si seguía en su sitio, entre otras cosas, como fue la visita al museo Pablo Gargallo, que se encuentra en la plaza San Felipe en el antiguo palacio de Argillo, que fue casa de Francisco Sanz de Cortés. Lo cierto es que teníamos ganas de visitarlo pues en un par de ocasiones anteriores que lo habíamos intentado estaba cerrado. Lo allí expuesto no defrauda y en más de una ocasión sorprende. El talento de este hombre es impresionante y no sé si suficientemente divulgado y reconocido.

Y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, o sea que estábamos en la plaza San Felipe, reservamos hora para comer en Casa Montal, un establecimiento en el que aparte de comer funciona como tienda de "delicatessen" de alimentación. Así que una vez concluida la visita del museo con tan solo cruzar la plaza procedimos a reponer fuerzas, al tiempo que las chicas se dedicaron a comprar algunos de los excelentes productos que tenían con el fin de preparar una cena fría con los mismos, lo que a todos nos pareció una excelente idea.

Luego, con un cierto tono perezoso, el calor no perdona en Zaragoza ni a los visitantes ni a los turistas, y con los depósitos llenos de comida que invitan más a la siesta que al paseo, nos dirigimos sin perder mucho tiempo a otro de los objetivos el viaje: El museo del Origami o de la Papiroflexia. Como digo cansinamente llegamos a las puertas del mismo y para nuestro desconsuelo no había abierto todavía. Menos mal que la espera fue corta y nos refugiamos en una de las zonas de sombra de la plaza donde se encuentra.

Museo Pablo Gargallo

El museo, en el segundo piso del edificio multicultural, es pequeño, pero no por ello menos interesante. Se trata de uno de los pocos museos en el mundo dedicados a ello, si exceptuamos los de Japón, y que a la vez ejerce de escuela. Contiene así mismo algunas de las obras más importantes del mundo de esta disciplina y mantiene contacto permanente con los creadores mas reconocidos mundialmente de estas obras. La verdad es que son espectaculares las obras y los trabajos que allí se exponen y que obviamente desde estas líneas recomiendo a cualquier visitante de Zaragoza, que a poco que pueda no se vaya de la ciudad sin pasar por allí. Esta en la plaza San Agustín.

Con las tropas más reforzadas por la llegada de algunos elementos de la Peña que estaban fuera, Fina y Carlos, empezamos a preparar la ya famosa salida pirenaica de cada año, que no era otra que las nuevas, aunque conocidas Pasarelas de Panticosa, que una parte de la Peña había explorado este junio pasado, descubriendo a la vez un lugar adecuado de avituallamiento.

Al final fuimos siete los elementos que iniciamos la ruta en dos coches desde Villanueva. Sin excesivas dificultades y con el horario previsto cumplido llegamos a la zona donde debíamos validar las entradas pues por las características de la excursión van dando horas hasta completar los cupos. Aquí tuvimos un primer "handicap": Teníamos hora para las 10:20, cuando nosotros pensábamos que era a las 11:00, con lo cual ya llegábamos tarde. A paso ligero alcanzamos la entrada real de las pasarelas y toda la "angustia" inicial se disipó en segundos: No hay problema, pasen cuando quieran, nos comunicó uno de los encargados de la ruta. Donde le llegó la angustia a alguna fue a la hora de pasar el primer puente colgante, básicamente porque se movía, a pesar de que es arquitecta y debería saber que no todo lo que se mueve se cae. Luego todos más tranquilos continuamos el recorrido con una vistas espectaculares y sin ninguno de los peligros que pudiesen esperarse del tránsito por las pasarelas.

Llegado el momento de acabar la instalación metálica y continuar el camino, unos más aguerridos se dirigieron hacia Panticosa pasando por un terreno más abrupto y escarpado y por uno de los bunkers del recorrido y otros más conservadores, bordeamos por los prados la montaña para llegar al final al mismo destino.  

Las Pasarelas de Panticosa

Como había un poco de reparo en si los platos del lugar elegido para comer en Tramacastilla de Tena eran poco contundentes, nos pasamos por Sallent de Gállego para visitar el pueblo, con su monumento al Gigante incluido y ya que íbamos con viento a favor y el tiempo no nos apretaba aprovechamos para hacer un vermut. Ligero por cierto, unas aceitunas, unas sardinas en salmuera, unos torreznos y unos choricillos a la sidra. ¡Que la Peña no pase hambre! 

Llegamos a comer a la hora prevista al Meson Lavedán, un trocito de Donosti en medio del Pirineo de Huesca, al menos a mi parecer. Desde este día no he hecho más que recomendarlo a unos y otros de amigos y conocidos que tengo. La carta es extensa y a modo de resumen solo citaré algunos de los platos que comimos: Anchoas del Cantábrico con mermelada de piquillos, Garbanzos con bogavante, Pochas con alcahofas y langostinos, Huevos rotos con bogavante a la andaluza y ajetes tiernos, Migas de pastor, etc... Y sin entrar en todo lo que vi pasar a otras mesas: Cogote de merluza con almejas, entrecot a la plancha, chuletón a la brasa, etc. Bueno lo dejo, pero sobre todo si pasáis alguno cerca o no tan cerca de allí, haced un alto en el camino que vuestro cuerpo os lo agradecerá. Otra cosa es luego volver a casa a 150 Km más o menos.

Después de estos eventos, Pili y yo nos volvimos a casa para ejercer de "canguros" de nuestra nieta Claudia, pero una vez acabada la tarea, encantadora por cierto, aún nos quedó un fin de semana veraniego para organizar otro sarao. Resulta que María y Rafael llevaban casi 30 años sin venir al pueblo y Aurelia y Rafa no habían estado nunca. Así que quedamos con ellos y decidimos ir a pasar esos días al pueblo.

En el Parque de Huesca

El primer día o mejor noche, cenamos en Fraga, cosa que aprovechamos para vernos de nuevo con la Peña y hacerlo todos juntos. El restaurante "muy Abadías" totalmente recomendable para cualquier visitante o vecino. Al día siguiente programamos una excursión a Huesca ciudad, que alguno de los amigos solo conocía de paso. Allí, las visitas típicas, Catedral, San Pedro el Viejo, La Confianza no, que estaba cerrada, Museo Diocesano, Museo Provincial, Seminario, Coso, Parque, Porches de Galicia, callejeo, etc. La novedad estuvo en la comida: El Martín Viejo, totalmente recomendable también a cualquier visitante. 

Volvimos al pueblo y todavía nos dio tiempo de hacer una cena frugal en el patio de casa, como previa a tomar unos gintónics, u otros combinados o bebercios de todo tipo. También pude fumarme con la tranquilidad que da estar en casa un buen puro y apurar un chupito de wodka Beluga. A la mañana siguiente viaje a Terrassa y comida a la brasa en Viladecavalls, en casa de María y Rafael, que tienen unos artilugios increíbles que hacen la brasa muy rápidamente.

Otro verano más en las espaldas con aventuras de todo tipo, que esperamos continuar en el otoño, si hace falta en el invierno y seguro en la primavera. A ver si ya empezamos a olvidar no la pandemia, que será difícil, pero sí las restricciones que trajo a nuestras vidas.

jueves, 16 de septiembre de 2021

VERANO 2021: Parte 2 (Escapadas y ¿fiestas?)


El puro y los gintónics

Sin madrugar demasiado, arrancamos camino de Galicia, de San Xoan do Rio en concreto, donde nos esperaba el inicio de la segunda parte de la escapada de este verano. Cumpliendo con el horario previsto llegamos a la hora de la comida a casa de Pancho y Elvira, que ya nos tenían preparada una magnífica empanada que acompañada de un ensalada variada colmó de sobras nuestras necesidades dietéticas. La siesta posterior acabo de colmar las de reposo.

Un paseo por el pueblo y las horas de charla con los amigos que hacía tiempo que no veíamos nos trajeron la noche y la hora de la cena que solventamos de manera rápida para luego bajar a la puerta de casa y como se hacía antiguamente en los pueblos nos pusimos tomar el fresco, después de un día tremendo de calor. Lo que pasa es que en estas tierras la horquilla de temperaturas entre la máxima y la mínima se ensancha mucho y lo de "fresco" es "casi frío". Aunque esto no fue impedimento para que con una ligera chaqueta pudiésemos tomarnos el gintónic de ginebra japonesa que Gonzalo nos había regalado. Y un servidor dar cuenta de un excelente puro nicaragüense.

No nos levantamos excesivamente pronto, sobre todo si se tiene en cuenta el "tute" que nos esperaba con el programa que Pancho había preparado: Recorrido por los cañones del río Sil, que desgraciadamente al escribir estas líneas está sufriendo un espectacular incendio como los muchos que cada verano castigan los montes del país.

El Mirador 1
El transporte, en coche hasta donde se podía y una vez aparcado, excursión a pie, eso sí a un ritmo tolerable y parando siempre que el paisaje merecía la pena, que era muy a menudo, y luego acceso a los miradores que han construido en toda la zona para poder disfrutar de las vistas con mayor tranquilidad y seguridad. Así llegamos al primer mirador del que dejo constancia en la fotografía que adjunto a la entrada y que llamaré "Mirador 1" e igualmente numerados los siguientes porque no tomé notas de los nombres y ahora ya casi es imposible recordarlos.

A continuación y sin tiempo apenas de digerir los paisajes nos fuimos hacia unas pasarelas de madera que componían un camino muy agradable. Hicimos un paso previo por el bar antes del inicio de las mismas a fin de reponer fuerzas con un bocadillo que en principio pensaba que no podría acabar pero que con paciencia conseguí dar cuenta de él.

Las pasarelas del río Mao, inicialmente de bajada desde donde habíamos salido, están muy bien conservadas y cuidadas lo que facilita notablemente el paseo. Acaban después de pasar por zonas de sombra y por otras en el que el sol pica notablemente, en el lecho del río que van acompañando desde inicio, en una zona del mismo en que se ensancha notablemente e incluso da la sensación de tratarse de un pequeño lago en medio de la vegetación. La vuelta al coche, ya es otra cosa: todo subida, obviamente todo lo que habíamos bajado, así que agotamos las reservas hídricas, pero no había problemas pues al llegar a la salida del paseo estaba el bar que esta vez nos suministró líquidos.

Las pasarelas del río Mao
Ya nos quedaba el tiempo justo para llegar a la nueva zona de miradores, pero antes había que reponer fuerzas, con lo que nos dirigimos por unas carreteras bastante angostas con interminables discusiones de por donde circuló la pasada Vuelta Ciclista a España, hasta el pueblo del que tampoco recuerdo el nombre, que nuestros anfitriones habían elegido para la comida principal. La sorpresa fue importante y ya se notaba al llegar por la cantidad de coches aparcados en el arcén del vial, y sobre la marcha fuimos descartando la primera opción porque estaba el local totalmente abarrotado. Nos armamos de paciencia y finalmente conseguimos mesa en otro de los locales y la verdad es que estuvo bastante bien y pese al llenazo que tenía pudimos comer con cierta premura.

Con poco tiempo para descansar iniciamos el recorrido de la tarde en el que accedimos a diversos miradores, que nos dieron la panorámica de la zona donde teníamos previsto ir el día siguiente por la otra ladera del cañón. También acudimos a una zona en que se podían admirar los diversos paisajes del Sil y alguno de sus afluentes que desembocan en la zona. Otro de los miradores el que llamaré número 2, aunque creo que se trata del de Pena de Cividá, estaba colgado como si de un trampolín se tratase y daba una cierta sensación de vértigo porque se movía bastante cuando te acercabas al final del mismo.

Una vez disfrutados los paisajes y como una especie de relax, tomamos unas aguas con gas y algún otro refresco para dar un poco de calma a la excursión, pues todavía nos quedaba una penúltima etapa en una zona donde hay un monasterio, que había sido remodelado no hace mucho y que a decir verdad se había hecho con mucho gusto y con un gran acierto.

 El Mirador 2

No obstante, y como suele pasar a menudo en este, nuestro país y me refiero a lo que se da en llamar piel de toro, la planificación no es un asunto en el que nos movamos excesivamente bien. Así que antes de llegar ya tuvimos las colas pertinentes de vehículos de todo tipo, así como, otra vez, los arcenes llenos. Tanto apuramos que llegamos a la puerta del monasterio, pero tuvimos que dar la vuelta a intentar aparcar en la carretera, con la suerte que a pocos metros salía uno de los coches estacionados y en el hueco colocamos el nuestro.

Al empezar la visita, vimos muchos vehículos de la televisión gallega, así como algún coche oficial de la Xunta. Averiguando el motivo de la movida, pudimos saber que el vicepresidente de la misma estaba para inaugurar el transporte público que en forma de microbus lanzadera transportará a los visitantes desde un supuesto aparcamiento que se creará en una zona menos abrupta y más despejada, aunque más lejana del monasterio. Lo cierto es que la idea, visto lo visto en el acceso, parece buena, y seguramente mejorará la comodidad y la seguridad de los turistas que hasta allí se acerquen. Lo que ya no parece tan buena es la planificación como he dicho: Inaugurar el transporte antes que el aparcamiento o abrir el monasterio antes de solucionar los accesos no parece la mejor idea, pero me reitero que esto es habitual en todos los rincones de esta nación, estado, país o lo que seamos. Vamos, que la crítica, aunque también, no es solo para la Xunta.

El Monasterio
Después de esta visita, ya emprendimos la vuelta a San Xoan do Rio, previa parada en Castro Caldelas para realizar algo de avituallamiento para cenar. Una vez en casa, entre todos, pero especialmente Pancho preparamos una cena frugal y aunque estábamos algo cansados, tuvimos tiempo para bajar, esta vez ya definitivamente al frío, para tomar unos gintónics y fumar un puro. No puedo pasar por alto en este punto el hecho de que necesité pedirle a mi amigo un abrigo para poder aguantar la temperatura que iba quedando a medida que pasaba el tiempo.

Repetimos la aventura mañanera del desayuno y el "cafelito" en el bar del pueblo y sin más preámbulos nos pusimos en marcha hacia la zona vinícola de la Ribeira Sacra por la otra ladera del cañón del Sil que visitamos en el día de ayer. En esta zona se ven especialmente las viñas e incluso visitamos una de las bodegas más importantes de la zona. No compramos vino porque Pancho nos guardaba una sorpresa que luego contaré. 

Las vistas al río siguen siendo espectaculares y se puede apreciar de una manera muy patente como recogen las uvas de las viñas. Disponen de una pequeña vía con unos también pequeños railes, por los que se desliza de arriba a abajo y viceversa una pequeña vagoneta en la que cargan los racimos, para una vez en la zona alta y plana donde está la bodega llevarlos al proceso que los convertirá en un excelente vino. Todo esto da que pensar en como sería la vendimia en los tiempo en que no existían estas maquinarias, pues parece ser que la producción de vino en esta zona se remonta a la época del imperio romano.

Bodega de la Ribeira Sacra

Una vez visitadas las viñas y bodegas nos dirigimos hacia una zona cercana donde había un taller alfarero en el que realizaban y ponían a la venta unos tipos de vasijas con un especial sistema de fabricación: se trata de la Alfarería de Gundivós. Es una construcción noble del siglo XVIII, que se ha transformado en un centro que mantiene vivo todo el ritual alfarero de Gundivós: Según nos explica y enseña el encargado del centro, se basa en trabajar con torno bajo, cocción con leña y acabados con pez que la dotan de un color negro característico y según reza la web del mismo "imprimen un contenido lleno de magia y simbolismo propios de la Galicia rural". Lo cierto es que son bonitos y alguno compramos.

Desde allí nos dirigimos a una feria en uno de los municipios cercanos, del que tampoco recuerdo el nombre, pero que Pancho tenía mucho interés en visitar. Llegamos al pueblo y tras aparcar no sin dificultades fuimos a la feria, inicialmente un poco decepcionante para mí: era un "mercadillo" de aquellos de "Bragas a dos euros, las usadas a uno". Pero la sorpresa llego cuando nuestro amigo nos llevó a una zona que estaba llena de mujeres haciendo pulpo en unas cocinas improvisadas y móviles. Allí decidimos comer en una especie de almacén también adecuado para la ocasión con unas normas Covid un poco laxas por ser condescendiente. Lo cierto es que yo disfruté y lo pasé en grande comiendo el pulpo a feira, la carne al caldeiro, el costillar asado y los chorizos criollos. Todo estaba recién cocinado y especialmente bueno y no porque tuviese un apetito desmedido.

Parador de Monforte de Lemos

Decidimos ir a tomar café y visitar ni que sea por encima Monforte de Lemos. Allí nos fuimos al Parador y en un magnífico claustro del mismo procedimos a tomar el café o infusión según el gusto de cada uno. Una visita breve por el pueblo y finalmente nos pusimos en marcha hacia casa, pues el día siguiente la excursión era de 800 km. Teníamos que volver a Villanueva.

El día, no obstante, aún nos deparaba una sorpresa, a la que en párrafos anteriores hacía referencia y que tenía a Pancho como protagonista. Fuimos a unas pequeñas bodegas de un amigo suyo que elaboraba un vino llamado Peza do Rei, con mencía el tinto y con godello el blanco. El bodeguero no sé bien como, pero había conseguido que en la inauguración de una cumbre iberoamericana de unos años atrás, el mismísimo Obama brindase con su vino tinto, al tiempo que pudo hacerse una foto con él y una copa de sus vinos. La verdad es que el vino está bueno, para mi gusto mejor el tinto que el blanco. El resumen es que la bodega vende cada año toda su cosecha y que Pancho nos regaló un caja de cada variedad para disfrute en la Peña del pueblo en las próximas NO-fiestas. Gracias amigo.

jueves, 9 de septiembre de 2021

VERANO 2021. Parte 1 (¿Fiestas? y Escapadas)

Contra todo pronóstico iniciamos este verano de 2021 inmersos en la enésima ola de COVID-19, con la sensación de que no nos libraremos nunca de esta pandemia. Ni siquiera mi optimismo habitual, me hace presagiar soluciones a medio plazo para la misma. Suerte que siempre hay quien gana y en este caso alguien más optimista que yo me hace reflexionar y llegar a la conclusión de que acabará y solo será un mal recuerdo en nuestras vidas. Que Dios le oiga, pero yo no me lo acabo de creer sobre todo por la gente cercana y no tan cercana que se ha llevado por delante... Pero como hay que seguir adelante aquí estamos para dar fe de lo que ha sido este verano, siempre bajo mi subjetiva opinión, en los ambientes en que suelo moverme.

Catedral de Palencia
Empezamos el verano como casi siempre celebrando mi cumpleaños (van 66) con la familia, aunque este año no pudieron venir Izarbe, Carlos y Roger, debido a una excelente oferta de vacaciones en Mallorca esos días. El resto comimos en la bodega de casa con las medidas COVID pertinentes, a base de un pica-pica lo suficientemente amplio como para no necesitar de más platos.

Luego vinieron las ya famosas NO-fiestas de Albalatillo, que transcurrieron también con las medidas preventivas adecuadas y sustentadas en una especie de Semana Cultural, con actos de todo tipo, que fueron desde la ya típica entrega de camisetas conmemorativas del evento hasta un vermut concierto en la plaza del pueblo a cargo de un magnífico grupo que hizo las delicias de todos nosotros.

Intercalando estos dos eventos, el también popular partido de futbol de solteros contra casados, en un campo especialmente cuidado en comparación con otros años y que por cierto ganaron los casados en la tanda de penaltys, gracias a la magnífica intervención del incombustible portero Chamorro que paró tres de los lanzamientos de los solteros. Un novedoso desfile de novias, con vestidos que iban desde principios del siglo pasado hasta la actualidad, que enlazaba con una magnífica presentación audiovisual y posterior exposición de fotos de bodas de Albalatillo, que se curró de manera brillante Fernando Sarraseca. Completaron esta "semana cultural" una excelente, como siempre, actuación de "Los Titiriteros de Binéfar", que nos mantuvo entretenidos a chicos, jóvenes y mayores en la carpa de la plaza, y una gala, con el nombre de "Monegros, tierra de jotas", en la que participaron cuatro campeones de concurso de jota, todos ellos monegrinos de nacimiento.

Resumiendo, distinto a otros años, pero muy interesante y muy currado por la Comisión de fiestas. También es posible divertirse y pasarlo bien en época de pandemia y con medidas de seguridad adecuadas.

San Juan de Baños
Teníamos previsto y reservado un viajecito de escapada a Palencia y a Galicia, que no era otro que el que tuvimos que suspender por la pandemia el verano pasado, así que aún sin haber acabado esta ola nos pusimos en marcha a primera hora de la mañana con la intención de llegar a comer a la capital palentina. Así que solo con las pausas razonables para estirar las piernas y hacer un pequeño tentempié, gracias al madrugón a la hora prevista habíamos hecho el "check-in" en el hotel. Buscamos o mejor dicho el primer restaurante que vimos en la Calle Mayor fue el elegido para el ágape y luego, tras una siesta reparadora contactamos con nuestro amigos Estefanía y Gonzalo, compañeros de viaje en la aventura peruana de hace dos años, para quedar a cenar con ellos.

Nos encontramos en el Parque del Salón, en unos de los extremos de la calle Mayor y nos fuimos a cenar a La Mejillonera, bar de culto de palentinos y visitantes, aunque tuvimos que hacer algo de cola, nada serio a no ser porque Estefanía está embarazada de casi 8 meses y lo lleva peor que el resto, pero como es joven lo aguanta bien. Comimos las típicas patatas bravas y como no mejillones con una salsa especial del lugar. Luego paseamos, tomamos unos helados y nos fuimos a descansar, quedando para el día siguiente hacer una visita completa del lugar, que Gonzalo había preparado con mimo y buen hacer.

A la mañana siguiente empezamos el paseo por la ciudad en la catedral de Palencia, gran desconocida pero no por ello menos bella y bien conservada. Después de callejear un poco por el centro histórico con las inestimables explicaciones de nuestros anfitriones pusimos rumbo a San Juan de Baños, lugar conocido por su inigualable iglesia visigoda, creo que es la más antigua que se conserva y además en un estado excelente gracias a la restauración y cuidados que le proporcionan, supongo que las autoridades competente en la materia.

Castillo del pueblo de Estefanía
Como que se acercaba la hora de la comida, nos dirigimos hacia el pueblo del que es originaria la familia de Estefanía y que no consigo recordar como se llama, pero que no estaba muy lejos de la zona donde estábamos. Lo que sí recuerdo solamente llegar y aparcar algo que me sorprendió, era una de las calles del pueblo con unos preciosos soportales de madera, igual que si de una plaza mayor se tratase, aunque no fue lo único que me sorprendió del pueblo. Comimos en un restaurante de la plaza del pueblo que Gonzalo había seleccionado y del que conocía al chef, amigo madrileño suyo, de los tiempos en que se dedicó a la hostelería. Buen servicio y buena comida aunque nuestro amigo dijo que se esperaba algo más del restaurante. 

Luego de comer nos acercamos a algo que decía antes que era sorprendente y que no es ni más ni menos que un magnífico castillo, muy bien conservado y cuidado por cierto, en el que se iban a realizar no sé bien si para un documental o un programa de televisión una recreación de algunos combates a caballo entre unos caballeros perfectamente vestidos para lo que parecía iba a ser una batalla. Lo cierto es que el entorno del castillo y los personajes a caballo parecíamos inmersos en otra época. 

Una vez vistas desde fuera las bodegas incrustadas dentro de las rocas que forman el pequeño cerro donde se encuentra el castillo y que una de ellas pertenece o perteneció al abuelo de nuestra amiga Estefanía, pusimos rumbo a la capital, para descansar algo, sobre todo ella, y una vez cambiados nuestros trajes, dirigirnos a uno de los espacios gastronómicos, que una vez más con excelente gusto, Gonzalo había reservado para cenar.

El invernadero
El lugar se llama Ajo de Sopas, está en el mismo Paseo del Salón, y por si algún despistado que pase por este blog, se anima a ir, cosa que recomiendo encarecidamente, que pida mesa en el Invernadero de la terraza del propio restaurante, que aunque solo tiene cuatro mesas es un lugar exquisito, por decoración y sobre todo por la comida, que no te acabas las opciones todas a cual mejor, pero que yo desde aquí me atrevo a recomendar a modo de pica-pica dos de ellas: los Tigres-Tai y el arroz de pato de Villamartín.

Después de tan excelente cena fuimos a tomar en el mismo paseo unos gintónics antes de retirarnos a descansar, nosotros teníamos programado ir a visitar la vecina Zamora y ellos tenían que prepararse para ir a trabajar. Bueno, Gonzalo. Eso sí, decir que el gintónic que nos tomamos era exquisito para no desentonar con la cena que habíamos tomado: La ginebra era japonesa y aún tuvieron el detalle de regalarnos una botella para que la pudiésemos tomar con Pancho y Elvira en la segunda parte de nuestra escapada. Gracias pareja, por vuestro acompañamiento y guía.

El siguiente día, madrugamos aunque con prudencia y emprendimos el camino hacia Zamora, una de las etapas que habíamos previsto en nuestro recorrido. Yo, apenas tengo un débil recuerdo de una visita en la época de "la mili", en que después de un incidente en unas maniobras en Monte La Reina, tuvimos que acercarnos a la capital para hacer algunas compras (esto ya lo contaré en otra entrada). Evidentemente, nada tiene que ver aquel recuerdo con la realidad actual de la ciudad, todo y que sigue siendo la misma y sus murallas y su catedral nadie las ha movido de sitio.

La Catedral de Zamora
Aparcamos en la zona extramuros, pues la visita que queríamos realizar estaba prácticamente toda en el espacio peatonal, en el que era difícil esa tarea y además la zona a visitar no era excesivamente grande con lo que podíamos hacerla a pie.

Accedimos a la parte histórica a través de una de las múltiples puertas que dan acceso al recinto amurallado y ya nos encontramos con la primera sorpresa, pues en la plaza de la catedral estaban realizando un concierto o mejor dicho un adelanto del que se iba a celebrar a la tarde, una coral de voces femeninas básicamente, muy jóvenes todas ellas, que hicieron que nos quedásemos embelesados escuchándolas, aparcando la prisa que teníamos por visitar la catedral. Tal fue el despiste que ya tuvimos que realizar toda la visita "a trote cochinero" con el fin de llegar a los lugares antes de que hiciesen el cierre del mediodía.

Gracias a la amable recomendación del recepcionista del museo, vimos en primer lugar la Catedral que era la que primero cerraba por razones de culto y nos sugirió dejar el museo para después, al que por cierto llegamos unos minutos antes de que cerrase. Todo excesivamente milimetrado. De la catedral, decir que se empezó al parecer a construir en el siglo XII y se acabó en el XIII, y que es realmente austera en su conjunto y se considera de una construcción muy rápida para la época. Destaca por encima de otras cosas interesantes, el crucero en el que se alza un cimborrio con un tambor de 16 ventanas sobre el que se levanta una cúpula revestida con escamas de piedra y soportada con pechinas de clara influencia bizantina. Entre los visitantes curiosos que vimos, destacan una pareja de judíos ortodoxos, vestidos como ellos lo hacen y con unas barbas y rizos en el pelo como también ellos solos saben hacer.

Como digo, deprisa y corriendo llegamos a la entrada del museo que fue creado en 1926 para exponer los bienes y tesoros de la propia catedral y de las parroquias de lugares cercanos y fue remodelado en 2001 con motivo de la celebración de "Las edades del Hombre", lo que consiguió un gran aumento de los visitantes.

El Parador de Zamora
A parte de una gran custodia y otros ornamentos de culto y algunas pinturas, el gran atractivo de éste, es una magnífica colección de tapices franco-flamencos de los siglos XV y XVI, compuesta por más de veinte piezas, casi tan importantes como desafortunadamente desconocidas. Salimos con el personal del museo cerrando las luces detrás de nosotros y decidimos ir a por cosas más terrenales como la comida, para la que teníamos una referencia de un amigo originario de la zona: Casa Cipri.

Como parece que somos nuevos en estas lides, se nos olvidó reservar mesa, y claro con el crecimiento del turismo de interior causado por la pandemia y las limitaciones de los aforos de la hostelería, no nos quedó más remedio que buscar alguna alternativa. Paseando por el centro de la ciudad fuimos a dar con el Palacio de los Condes de Alba y Aliste, que no es otra cosa que el Parador de Zamora, y allí dimos cuenta de una comida en forma de pica-pica como suele ser habitual últimamente que colmó nuestras expectativas tanto de cantidad como de calidad. El café lo tomamos en el magnífico patio interior del palacio que recomiendo no perderse a cualquiera que pase por allí.

Tras un breve paseo por la orilla del Duero, a fin de bajar un poco las viandas consumidas, cogimos nuestro transporte y volvimos a Palencia a descansar de la excursión, pues el día siguiente nos quedaba un largo viaje, bueno no tan largo, a San Xoan do Rio en Galicia donde nos esperaban nuestros amigos Elvira y Pancho para hacer un breve "stage" en tierras gallegas. Aún tuvimos tiempo de cenar, tras una llamada de socorro a Gonzalo que nos hizo la última recomendación gastronómica en la ciudad solo unos minutos antes de que se pusiese a trabajar pues tenía turno de noche. Gracias otra vez, amigos.

Bretaña y las Islas del Canal. Y parte Cinco

Nos despertamos, como casi siempre a buenas horas, o sea temprano y tras hacer el "check-out", por cierto que tenían todo el siste...