jueves, 16 de septiembre de 2021

VERANO 2021: Parte 2 (Escapadas y ¿fiestas?)


El puro y los gintónics

Sin madrugar demasiado, arrancamos camino de Galicia, de San Xoan do Rio en concreto, donde nos esperaba el inicio de la segunda parte de la escapada de este verano. Cumpliendo con el horario previsto llegamos a la hora de la comida a casa de Pancho y Elvira, que ya nos tenían preparada una magnífica empanada que acompañada de un ensalada variada colmó de sobras nuestras necesidades dietéticas. La siesta posterior acabo de colmar las de reposo.

Un paseo por el pueblo y las horas de charla con los amigos que hacía tiempo que no veíamos nos trajeron la noche y la hora de la cena que solventamos de manera rápida para luego bajar a la puerta de casa y como se hacía antiguamente en los pueblos nos pusimos tomar el fresco, después de un día tremendo de calor. Lo que pasa es que en estas tierras la horquilla de temperaturas entre la máxima y la mínima se ensancha mucho y lo de "fresco" es "casi frío". Aunque esto no fue impedimento para que con una ligera chaqueta pudiésemos tomarnos el gintónic de ginebra japonesa que Gonzalo nos había regalado. Y un servidor dar cuenta de un excelente puro nicaragüense.

No nos levantamos excesivamente pronto, sobre todo si se tiene en cuenta el "tute" que nos esperaba con el programa que Pancho había preparado: Recorrido por los cañones del río Sil, que desgraciadamente al escribir estas líneas está sufriendo un espectacular incendio como los muchos que cada verano castigan los montes del país.

El Mirador 1
El transporte, en coche hasta donde se podía y una vez aparcado, excursión a pie, eso sí a un ritmo tolerable y parando siempre que el paisaje merecía la pena, que era muy a menudo, y luego acceso a los miradores que han construido en toda la zona para poder disfrutar de las vistas con mayor tranquilidad y seguridad. Así llegamos al primer mirador del que dejo constancia en la fotografía que adjunto a la entrada y que llamaré "Mirador 1" e igualmente numerados los siguientes porque no tomé notas de los nombres y ahora ya casi es imposible recordarlos.

A continuación y sin tiempo apenas de digerir los paisajes nos fuimos hacia unas pasarelas de madera que componían un camino muy agradable. Hicimos un paso previo por el bar antes del inicio de las mismas a fin de reponer fuerzas con un bocadillo que en principio pensaba que no podría acabar pero que con paciencia conseguí dar cuenta de él.

Las pasarelas del río Mao, inicialmente de bajada desde donde habíamos salido, están muy bien conservadas y cuidadas lo que facilita notablemente el paseo. Acaban después de pasar por zonas de sombra y por otras en el que el sol pica notablemente, en el lecho del río que van acompañando desde inicio, en una zona del mismo en que se ensancha notablemente e incluso da la sensación de tratarse de un pequeño lago en medio de la vegetación. La vuelta al coche, ya es otra cosa: todo subida, obviamente todo lo que habíamos bajado, así que agotamos las reservas hídricas, pero no había problemas pues al llegar a la salida del paseo estaba el bar que esta vez nos suministró líquidos.

Las pasarelas del río Mao
Ya nos quedaba el tiempo justo para llegar a la nueva zona de miradores, pero antes había que reponer fuerzas, con lo que nos dirigimos por unas carreteras bastante angostas con interminables discusiones de por donde circuló la pasada Vuelta Ciclista a España, hasta el pueblo del que tampoco recuerdo el nombre, que nuestros anfitriones habían elegido para la comida principal. La sorpresa fue importante y ya se notaba al llegar por la cantidad de coches aparcados en el arcén del vial, y sobre la marcha fuimos descartando la primera opción porque estaba el local totalmente abarrotado. Nos armamos de paciencia y finalmente conseguimos mesa en otro de los locales y la verdad es que estuvo bastante bien y pese al llenazo que tenía pudimos comer con cierta premura.

Con poco tiempo para descansar iniciamos el recorrido de la tarde en el que accedimos a diversos miradores, que nos dieron la panorámica de la zona donde teníamos previsto ir el día siguiente por la otra ladera del cañón. También acudimos a una zona en que se podían admirar los diversos paisajes del Sil y alguno de sus afluentes que desembocan en la zona. Otro de los miradores el que llamaré número 2, aunque creo que se trata del de Pena de Cividá, estaba colgado como si de un trampolín se tratase y daba una cierta sensación de vértigo porque se movía bastante cuando te acercabas al final del mismo.

Una vez disfrutados los paisajes y como una especie de relax, tomamos unas aguas con gas y algún otro refresco para dar un poco de calma a la excursión, pues todavía nos quedaba una penúltima etapa en una zona donde hay un monasterio, que había sido remodelado no hace mucho y que a decir verdad se había hecho con mucho gusto y con un gran acierto.

 El Mirador 2

No obstante, y como suele pasar a menudo en este, nuestro país y me refiero a lo que se da en llamar piel de toro, la planificación no es un asunto en el que nos movamos excesivamente bien. Así que antes de llegar ya tuvimos las colas pertinentes de vehículos de todo tipo, así como, otra vez, los arcenes llenos. Tanto apuramos que llegamos a la puerta del monasterio, pero tuvimos que dar la vuelta a intentar aparcar en la carretera, con la suerte que a pocos metros salía uno de los coches estacionados y en el hueco colocamos el nuestro.

Al empezar la visita, vimos muchos vehículos de la televisión gallega, así como algún coche oficial de la Xunta. Averiguando el motivo de la movida, pudimos saber que el vicepresidente de la misma estaba para inaugurar el transporte público que en forma de microbus lanzadera transportará a los visitantes desde un supuesto aparcamiento que se creará en una zona menos abrupta y más despejada, aunque más lejana del monasterio. Lo cierto es que la idea, visto lo visto en el acceso, parece buena, y seguramente mejorará la comodidad y la seguridad de los turistas que hasta allí se acerquen. Lo que ya no parece tan buena es la planificación como he dicho: Inaugurar el transporte antes que el aparcamiento o abrir el monasterio antes de solucionar los accesos no parece la mejor idea, pero me reitero que esto es habitual en todos los rincones de esta nación, estado, país o lo que seamos. Vamos, que la crítica, aunque también, no es solo para la Xunta.

El Monasterio
Después de esta visita, ya emprendimos la vuelta a San Xoan do Rio, previa parada en Castro Caldelas para realizar algo de avituallamiento para cenar. Una vez en casa, entre todos, pero especialmente Pancho preparamos una cena frugal y aunque estábamos algo cansados, tuvimos tiempo para bajar, esta vez ya definitivamente al frío, para tomar unos gintónics y fumar un puro. No puedo pasar por alto en este punto el hecho de que necesité pedirle a mi amigo un abrigo para poder aguantar la temperatura que iba quedando a medida que pasaba el tiempo.

Repetimos la aventura mañanera del desayuno y el "cafelito" en el bar del pueblo y sin más preámbulos nos pusimos en marcha hacia la zona vinícola de la Ribeira Sacra por la otra ladera del cañón del Sil que visitamos en el día de ayer. En esta zona se ven especialmente las viñas e incluso visitamos una de las bodegas más importantes de la zona. No compramos vino porque Pancho nos guardaba una sorpresa que luego contaré. 

Las vistas al río siguen siendo espectaculares y se puede apreciar de una manera muy patente como recogen las uvas de las viñas. Disponen de una pequeña vía con unos también pequeños railes, por los que se desliza de arriba a abajo y viceversa una pequeña vagoneta en la que cargan los racimos, para una vez en la zona alta y plana donde está la bodega llevarlos al proceso que los convertirá en un excelente vino. Todo esto da que pensar en como sería la vendimia en los tiempo en que no existían estas maquinarias, pues parece ser que la producción de vino en esta zona se remonta a la época del imperio romano.

Bodega de la Ribeira Sacra

Una vez visitadas las viñas y bodegas nos dirigimos hacia una zona cercana donde había un taller alfarero en el que realizaban y ponían a la venta unos tipos de vasijas con un especial sistema de fabricación: se trata de la Alfarería de Gundivós. Es una construcción noble del siglo XVIII, que se ha transformado en un centro que mantiene vivo todo el ritual alfarero de Gundivós: Según nos explica y enseña el encargado del centro, se basa en trabajar con torno bajo, cocción con leña y acabados con pez que la dotan de un color negro característico y según reza la web del mismo "imprimen un contenido lleno de magia y simbolismo propios de la Galicia rural". Lo cierto es que son bonitos y alguno compramos.

Desde allí nos dirigimos a una feria en uno de los municipios cercanos, del que tampoco recuerdo el nombre, pero que Pancho tenía mucho interés en visitar. Llegamos al pueblo y tras aparcar no sin dificultades fuimos a la feria, inicialmente un poco decepcionante para mí: era un "mercadillo" de aquellos de "Bragas a dos euros, las usadas a uno". Pero la sorpresa llego cuando nuestro amigo nos llevó a una zona que estaba llena de mujeres haciendo pulpo en unas cocinas improvisadas y móviles. Allí decidimos comer en una especie de almacén también adecuado para la ocasión con unas normas Covid un poco laxas por ser condescendiente. Lo cierto es que yo disfruté y lo pasé en grande comiendo el pulpo a feira, la carne al caldeiro, el costillar asado y los chorizos criollos. Todo estaba recién cocinado y especialmente bueno y no porque tuviese un apetito desmedido.

Parador de Monforte de Lemos

Decidimos ir a tomar café y visitar ni que sea por encima Monforte de Lemos. Allí nos fuimos al Parador y en un magnífico claustro del mismo procedimos a tomar el café o infusión según el gusto de cada uno. Una visita breve por el pueblo y finalmente nos pusimos en marcha hacia casa, pues el día siguiente la excursión era de 800 km. Teníamos que volver a Villanueva.

El día, no obstante, aún nos deparaba una sorpresa, a la que en párrafos anteriores hacía referencia y que tenía a Pancho como protagonista. Fuimos a unas pequeñas bodegas de un amigo suyo que elaboraba un vino llamado Peza do Rei, con mencía el tinto y con godello el blanco. El bodeguero no sé bien como, pero había conseguido que en la inauguración de una cumbre iberoamericana de unos años atrás, el mismísimo Obama brindase con su vino tinto, al tiempo que pudo hacerse una foto con él y una copa de sus vinos. La verdad es que el vino está bueno, para mi gusto mejor el tinto que el blanco. El resumen es que la bodega vende cada año toda su cosecha y que Pancho nos regaló un caja de cada variedad para disfrute en la Peña del pueblo en las próximas NO-fiestas. Gracias amigo.

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