jueves, 9 de septiembre de 2021

VERANO 2021. Parte 1 (¿Fiestas? y Escapadas)

Contra todo pronóstico iniciamos este verano de 2021 inmersos en la enésima ola de COVID-19, con la sensación de que no nos libraremos nunca de esta pandemia. Ni siquiera mi optimismo habitual, me hace presagiar soluciones a medio plazo para la misma. Suerte que siempre hay quien gana y en este caso alguien más optimista que yo me hace reflexionar y llegar a la conclusión de que acabará y solo será un mal recuerdo en nuestras vidas. Que Dios le oiga, pero yo no me lo acabo de creer sobre todo por la gente cercana y no tan cercana que se ha llevado por delante... Pero como hay que seguir adelante aquí estamos para dar fe de lo que ha sido este verano, siempre bajo mi subjetiva opinión, en los ambientes en que suelo moverme.

Catedral de Palencia
Empezamos el verano como casi siempre celebrando mi cumpleaños (van 66) con la familia, aunque este año no pudieron venir Izarbe, Carlos y Roger, debido a una excelente oferta de vacaciones en Mallorca esos días. El resto comimos en la bodega de casa con las medidas COVID pertinentes, a base de un pica-pica lo suficientemente amplio como para no necesitar de más platos.

Luego vinieron las ya famosas NO-fiestas de Albalatillo, que transcurrieron también con las medidas preventivas adecuadas y sustentadas en una especie de Semana Cultural, con actos de todo tipo, que fueron desde la ya típica entrega de camisetas conmemorativas del evento hasta un vermut concierto en la plaza del pueblo a cargo de un magnífico grupo que hizo las delicias de todos nosotros.

Intercalando estos dos eventos, el también popular partido de futbol de solteros contra casados, en un campo especialmente cuidado en comparación con otros años y que por cierto ganaron los casados en la tanda de penaltys, gracias a la magnífica intervención del incombustible portero Chamorro que paró tres de los lanzamientos de los solteros. Un novedoso desfile de novias, con vestidos que iban desde principios del siglo pasado hasta la actualidad, que enlazaba con una magnífica presentación audiovisual y posterior exposición de fotos de bodas de Albalatillo, que se curró de manera brillante Fernando Sarraseca. Completaron esta "semana cultural" una excelente, como siempre, actuación de "Los Titiriteros de Binéfar", que nos mantuvo entretenidos a chicos, jóvenes y mayores en la carpa de la plaza, y una gala, con el nombre de "Monegros, tierra de jotas", en la que participaron cuatro campeones de concurso de jota, todos ellos monegrinos de nacimiento.

Resumiendo, distinto a otros años, pero muy interesante y muy currado por la Comisión de fiestas. También es posible divertirse y pasarlo bien en época de pandemia y con medidas de seguridad adecuadas.

San Juan de Baños
Teníamos previsto y reservado un viajecito de escapada a Palencia y a Galicia, que no era otro que el que tuvimos que suspender por la pandemia el verano pasado, así que aún sin haber acabado esta ola nos pusimos en marcha a primera hora de la mañana con la intención de llegar a comer a la capital palentina. Así que solo con las pausas razonables para estirar las piernas y hacer un pequeño tentempié, gracias al madrugón a la hora prevista habíamos hecho el "check-in" en el hotel. Buscamos o mejor dicho el primer restaurante que vimos en la Calle Mayor fue el elegido para el ágape y luego, tras una siesta reparadora contactamos con nuestro amigos Estefanía y Gonzalo, compañeros de viaje en la aventura peruana de hace dos años, para quedar a cenar con ellos.

Nos encontramos en el Parque del Salón, en unos de los extremos de la calle Mayor y nos fuimos a cenar a La Mejillonera, bar de culto de palentinos y visitantes, aunque tuvimos que hacer algo de cola, nada serio a no ser porque Estefanía está embarazada de casi 8 meses y lo lleva peor que el resto, pero como es joven lo aguanta bien. Comimos las típicas patatas bravas y como no mejillones con una salsa especial del lugar. Luego paseamos, tomamos unos helados y nos fuimos a descansar, quedando para el día siguiente hacer una visita completa del lugar, que Gonzalo había preparado con mimo y buen hacer.

A la mañana siguiente empezamos el paseo por la ciudad en la catedral de Palencia, gran desconocida pero no por ello menos bella y bien conservada. Después de callejear un poco por el centro histórico con las inestimables explicaciones de nuestros anfitriones pusimos rumbo a San Juan de Baños, lugar conocido por su inigualable iglesia visigoda, creo que es la más antigua que se conserva y además en un estado excelente gracias a la restauración y cuidados que le proporcionan, supongo que las autoridades competente en la materia.

Castillo del pueblo de Estefanía
Como que se acercaba la hora de la comida, nos dirigimos hacia el pueblo del que es originaria la familia de Estefanía y que no consigo recordar como se llama, pero que no estaba muy lejos de la zona donde estábamos. Lo que sí recuerdo solamente llegar y aparcar algo que me sorprendió, era una de las calles del pueblo con unos preciosos soportales de madera, igual que si de una plaza mayor se tratase, aunque no fue lo único que me sorprendió del pueblo. Comimos en un restaurante de la plaza del pueblo que Gonzalo había seleccionado y del que conocía al chef, amigo madrileño suyo, de los tiempos en que se dedicó a la hostelería. Buen servicio y buena comida aunque nuestro amigo dijo que se esperaba algo más del restaurante. 

Luego de comer nos acercamos a algo que decía antes que era sorprendente y que no es ni más ni menos que un magnífico castillo, muy bien conservado y cuidado por cierto, en el que se iban a realizar no sé bien si para un documental o un programa de televisión una recreación de algunos combates a caballo entre unos caballeros perfectamente vestidos para lo que parecía iba a ser una batalla. Lo cierto es que el entorno del castillo y los personajes a caballo parecíamos inmersos en otra época. 

Una vez vistas desde fuera las bodegas incrustadas dentro de las rocas que forman el pequeño cerro donde se encuentra el castillo y que una de ellas pertenece o perteneció al abuelo de nuestra amiga Estefanía, pusimos rumbo a la capital, para descansar algo, sobre todo ella, y una vez cambiados nuestros trajes, dirigirnos a uno de los espacios gastronómicos, que una vez más con excelente gusto, Gonzalo había reservado para cenar.

El invernadero
El lugar se llama Ajo de Sopas, está en el mismo Paseo del Salón, y por si algún despistado que pase por este blog, se anima a ir, cosa que recomiendo encarecidamente, que pida mesa en el Invernadero de la terraza del propio restaurante, que aunque solo tiene cuatro mesas es un lugar exquisito, por decoración y sobre todo por la comida, que no te acabas las opciones todas a cual mejor, pero que yo desde aquí me atrevo a recomendar a modo de pica-pica dos de ellas: los Tigres-Tai y el arroz de pato de Villamartín.

Después de tan excelente cena fuimos a tomar en el mismo paseo unos gintónics antes de retirarnos a descansar, nosotros teníamos programado ir a visitar la vecina Zamora y ellos tenían que prepararse para ir a trabajar. Bueno, Gonzalo. Eso sí, decir que el gintónic que nos tomamos era exquisito para no desentonar con la cena que habíamos tomado: La ginebra era japonesa y aún tuvieron el detalle de regalarnos una botella para que la pudiésemos tomar con Pancho y Elvira en la segunda parte de nuestra escapada. Gracias pareja, por vuestro acompañamiento y guía.

El siguiente día, madrugamos aunque con prudencia y emprendimos el camino hacia Zamora, una de las etapas que habíamos previsto en nuestro recorrido. Yo, apenas tengo un débil recuerdo de una visita en la época de "la mili", en que después de un incidente en unas maniobras en Monte La Reina, tuvimos que acercarnos a la capital para hacer algunas compras (esto ya lo contaré en otra entrada). Evidentemente, nada tiene que ver aquel recuerdo con la realidad actual de la ciudad, todo y que sigue siendo la misma y sus murallas y su catedral nadie las ha movido de sitio.

La Catedral de Zamora
Aparcamos en la zona extramuros, pues la visita que queríamos realizar estaba prácticamente toda en el espacio peatonal, en el que era difícil esa tarea y además la zona a visitar no era excesivamente grande con lo que podíamos hacerla a pie.

Accedimos a la parte histórica a través de una de las múltiples puertas que dan acceso al recinto amurallado y ya nos encontramos con la primera sorpresa, pues en la plaza de la catedral estaban realizando un concierto o mejor dicho un adelanto del que se iba a celebrar a la tarde, una coral de voces femeninas básicamente, muy jóvenes todas ellas, que hicieron que nos quedásemos embelesados escuchándolas, aparcando la prisa que teníamos por visitar la catedral. Tal fue el despiste que ya tuvimos que realizar toda la visita "a trote cochinero" con el fin de llegar a los lugares antes de que hiciesen el cierre del mediodía.

Gracias a la amable recomendación del recepcionista del museo, vimos en primer lugar la Catedral que era la que primero cerraba por razones de culto y nos sugirió dejar el museo para después, al que por cierto llegamos unos minutos antes de que cerrase. Todo excesivamente milimetrado. De la catedral, decir que se empezó al parecer a construir en el siglo XII y se acabó en el XIII, y que es realmente austera en su conjunto y se considera de una construcción muy rápida para la época. Destaca por encima de otras cosas interesantes, el crucero en el que se alza un cimborrio con un tambor de 16 ventanas sobre el que se levanta una cúpula revestida con escamas de piedra y soportada con pechinas de clara influencia bizantina. Entre los visitantes curiosos que vimos, destacan una pareja de judíos ortodoxos, vestidos como ellos lo hacen y con unas barbas y rizos en el pelo como también ellos solos saben hacer.

Como digo, deprisa y corriendo llegamos a la entrada del museo que fue creado en 1926 para exponer los bienes y tesoros de la propia catedral y de las parroquias de lugares cercanos y fue remodelado en 2001 con motivo de la celebración de "Las edades del Hombre", lo que consiguió un gran aumento de los visitantes.

El Parador de Zamora
A parte de una gran custodia y otros ornamentos de culto y algunas pinturas, el gran atractivo de éste, es una magnífica colección de tapices franco-flamencos de los siglos XV y XVI, compuesta por más de veinte piezas, casi tan importantes como desafortunadamente desconocidas. Salimos con el personal del museo cerrando las luces detrás de nosotros y decidimos ir a por cosas más terrenales como la comida, para la que teníamos una referencia de un amigo originario de la zona: Casa Cipri.

Como parece que somos nuevos en estas lides, se nos olvidó reservar mesa, y claro con el crecimiento del turismo de interior causado por la pandemia y las limitaciones de los aforos de la hostelería, no nos quedó más remedio que buscar alguna alternativa. Paseando por el centro de la ciudad fuimos a dar con el Palacio de los Condes de Alba y Aliste, que no es otra cosa que el Parador de Zamora, y allí dimos cuenta de una comida en forma de pica-pica como suele ser habitual últimamente que colmó nuestras expectativas tanto de cantidad como de calidad. El café lo tomamos en el magnífico patio interior del palacio que recomiendo no perderse a cualquiera que pase por allí.

Tras un breve paseo por la orilla del Duero, a fin de bajar un poco las viandas consumidas, cogimos nuestro transporte y volvimos a Palencia a descansar de la excursión, pues el día siguiente nos quedaba un largo viaje, bueno no tan largo, a San Xoan do Rio en Galicia donde nos esperaban nuestros amigos Elvira y Pancho para hacer un breve "stage" en tierras gallegas. Aún tuvimos tiempo de cenar, tras una llamada de socorro a Gonzalo que nos hizo la última recomendación gastronómica en la ciudad solo unos minutos antes de que se pusiese a trabajar pues tenía turno de noche. Gracias otra vez, amigos.

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