viernes, 28 de mayo de 2021

Cuba 2007. La Habana: "visita oficial"

Por fin llegó el día de la visita "oficial" acompañados de la autoridad competente. A primera hora de la mañana y tras desayunar en el hotel, un coche con un conductor nos estaba esperando en la puerta y en la recepción el comandante amigo del amigo de Joan que tras las presentaciones de rigor nos hizo una breve exposición de nuestro programa oficial de la visita, como "invitados" del Gobierno Cubano. En resumen, visita por la Habana más gubernamental, visitando lugares de interés, traslado a la Ciénaga de Zapata, donde se encuentra Bahía Cochinos, comida y nueva visita a lugares de trascendencia histórica, cultural y económica. Nuevo traslado a Varadero, cena y alojamiento, día libre de playa y por la tarde-noche regreso a La Habana. Como se puede ver, la visita prometía. No esperábamos que incluyese alojamiento y un día en la playa de Varadero.

El palacio presidencial

El primer destino fue la plaza de la Revolución, igual que en la visita "no oficial", donde se encuentra Presidencia y varios ministerios, decorados sus exteriores con figuras de "Che Guevara" y Camilo Cienfuegos, héroes de la misma junto con el gran ex-presidente Fidel Castro, que ya había delegado en su hermano Raul para seguir su legado revolucionario. En esta magnifica explanada, presidida por la imponente torre monumento a José Martí, es donde el presidente deleita cubanos y no cubanos y a todo aquél que lo quiera escuchar con maratonianos discursos y arengas de hasta siete horas. Lo cierto es que todo el recinto rezuma historias de la revolución.

En la visita al monumento se nos explicó por activa y por pasiva la vida y milagros de José Martí, héroe nacional donde los haya y guía y faro de muchas ideas compartidas con la revolución. Por cierto que estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza. Las vistas de toda La Habana desde el piso más alto son espectaculares. Y aquí además comenzó la aventura y habilidad de Ana, para dejar propinas a las personas que nos enseñaban los lugares, cosa que no estaba demasiado bien vista por nuestros acompañantes. Lo cierto es que ella sí consiguió hacerlo con la suficiente astucia y discreción para que no se enterasen.

En la visita al Palacio presidencial, conversando con nuestro comandante le hice saber que mi bisabuelo Mateo estuvo en la guerra de Cuba y como fue muy longevo y mi abuela y mi madre muy precoces en tener descendencia, lo conocí y tengo recuerdos de él, que me contó historias y aventuras de aquella contienda. Le explique también que aparte de que existe un barrio y un castillo de Atarés en la ciudad, el recuerdo de mi bisabuelo también había influido en el viaje, aunque esto sólo es una verdad a medias pues tenía más interés en la revolución.

Carro de combate. Bahía Cochinos

Ya con un clima de cierta confianza, sobre todo porque íbamos a pasar juntos dos días y una noche, mi amigo Juan se soltó, y aunque siempre con delicadeza, le preguntó por el presidente Urrutia, que en el guión de la visita al palacio ni lo nombran. Nos dijo que fue un presidente que estuvo poco tiempo y tampoco hizo muchas cosas en su breve mandato. Nosotros, yo también, reivindicamos su figura y le sugerimos que le dedicasen al menos unas palabras en la visita guiada que hacen. No creo que nos hiciesen mucho caso. Así que desde aquí paso a explicar, no sé si con rigor histórico y de manera imparcial lo que me contó un amigo que lo conoció bien: su hijo Jorge, que con 11 ó 12 años lo acompañó a Sierra Maestra a negociar con Fidel.

La historia que cuento en algunos matices no coincide con algunos artículos o biografías que se han escrito sobre él, pero es la que me explicó mi amigo. El presidente Urrutia, fue antes de llegar al cargo, magistrado de la Audiencia y desde esta posición en un momento determinado absolvió a unos jóvenes revolucionarios o al menos hizo un voto particular en alguna sentencia de procesos contra ellos, argumentando el derecho constitucional a rebelarse contra la dictadura que los mataba de hambre. Ese detalle hizo pensar a Fidel y el resto del mando que quizá podría ser la persona que se encargase de la transición hacia la democracia, una vez expulsado Fulgencio Batista de la isla. Programaron una reunión en Sierra Maestra, en la que mi amigo Jorge era casi el salvoconducto de su padre, que fue con cierto miedo a la cita. Pensó que no se atreverían a hacer nada a un niño. Y además acertó. Salió de allí con el encargo y los medios para ejercer de la Presidencia de la nación. 

Ciénaga de Zapata. Granja de cocodrilos
Lo fue desde enero hasta julio de 1959, pero pronto chocó con los líderes revolucionarios y sobre todo con la implantación del comunismo en el país. Fidel, aconsejado por uno de los ilustres acompañantes en la revolución y con la plana mayor, decidieron que para qué necesitaban elecciones y transición si habían entrado victoriosos en La Habana y podían legítimamente mandar y gobernar sin otras complicaciones. Urrutia fue destituido y con su familia se tuvo que trasladar al exilio, que finalmente acabó entre Miami y Nueva York. Jorge, mi amigo, nos dejó hace unos años, relativamente joven y es una lástima porque era un trozo de historia viva y era una gozada escucharle contar estas historias, aunque tuviesen un matiz no del todo imparcial.

Evidentemente, esto no se lo explicamos al comandante, y tras el paso por diversos lugares de la ciudad que guardan mitos del castrismo a modo de monumentos, como el barco, o yate, o lo que sea, en el que se trasladaron los líderes guerrilleros desde Miami hasta La Habana, y algunos materiales bélicos de la época, nos dirigimos a la Ciénaga de Zapata, donde se encuentra Bahía Cochinos. El primer lugar en visitar fue el museo, que recoge entre otras cosas, los materiales bélicos, utilizados para combatir "la invasión" norteamericana vía marítima que allí tuvo lugar. También fotos de los cubanos que perecieron en la batalla, así como objetos fetiche como unos zapatitos blancos que perdió en la huida de los cañonazos una niña de la zona. En el exterior un carro de combate desde el que disparaban contra el barco de los invasores, hasta que un cañonazo lanzado por el mismísimo Fidel impactó en el barco y acabó con la invasión. Hay alguna versión "no oficial" de los acontecimientos que les hace perder algo de épica y que no contaré aquí porque son de sobra conocidos.
Llegando a Varadero

Después nos trasladamos a un restaurante a reponer fuerzas, con un plato de carne de cocodrilo, que me atreví a comer, pero que ciertamente no me gustó mucho. Menos mal que lo pase con una cerveza Bucanero, de un cierto grado alcohólico y muy fresca. Navegamos en una barca por un lago de la ciénaga para ver paisajes preciosos y lugares que explican la vida de los primeros nativos de la isla, un poco preocupados por si había en aquellas aguas algún "animalico" de los de la granja y de los que habíamos comido. Nos juraron que eso no era posible...

Acabada la excursión nos dirigimos hacia Varadero donde nos habían reservado cena y alojamiento y posteriormente día de playa. El camino se hizo relativamente corto con una parada en el pueblo del que era originario el niño Elian, un cubano de corta edad que por aquellos tiempos había sido sacado de la isla de forma ilegal por su madre y llevado a Miami. Su padre lo reclamó y aquello se convirtió en una especie de cruzada nacional, hasta que creo que finalmente regresó a su casa con su padre, lejos del capitalismo norteamericano.

Tiempo justo para cenar y tras un daiquiri reparador y digestivo a descansar a una suite del hotel que nos habían reservado. Por la mañana, nos dirigimos a la zona de playa, una vez que desayunamos de forma bastante copiosa a semejanza de nuestro comandante, aunque no nos tomamos las tres Bucanero que se metió nuestro anfitrión entre pecho y espalda. Yo que no soy mucho de playa, reconozco que estas del Caribe tienen su encanto, a pesar que en un momento determinado aparecieron unos nubarrones que nos obligaron a recogernos en un chiringuito y tomarnos un refresco de coco y algo más que no sé como lo llamaban allí. 

Circulando por la autopista

Antes de comer abandonamos el complejo hotelero y nos dirigimos a una zona también de playa con la intención de nadar entre delfines, pero el mar se había puesto algo bravo y no era aconsejable esta actividad, así que nos fuimos a un criadero de langostas, vimos como las sacaban del mar y en la mesa dimos buena cuenta de ellas, acompañadas con algunos langostinos y un vino que desconocía, pero aceptable para la comida. Nuestro amigo comandante siguió dándole a la Bucanero. Sin muchas prisas salimos directos hacia La Habana, y con un par de paradas, una para tomar una excelente Piña Colada, y otra para dejar pasar en la autopista un avión, que por allí circulaba. Juan pensó que los servicios secretos de USA deben andar locos, con sus fotos de satélite pensando que los cubanos han montado otro aeropuerto. Adjunto foto constancia del evento. Llegada a la ciudad y a descansar que aún queda un día de viaje.

El último día nos dio tiempo, ya solitos los cuatro, de ir a comprar los puros Vega Robaina, callejear por La Habana sin objetivo alguno, apreciar alguna arquitectura que se mantenía realmente bien conservada, como la central de Bacardí, o algunos hoteles de nueva construcción. Volvimos a comer al Floridita y por la tarde-noche nos acercamos al Malecón, con un viento considerable y de paso a tomar algo al hotel donde se instaló la cúpula de la Revolución, una vez consiguieron entrar en La Habana procedentes de la sierra. Allí vimos una boda, que nada tenía que envidiar en lujo y glamour a las que vemos habitualmente en nuestras ciudades. Cenamos en un lugar recomendado por el personal del hotel, en un sitio de escasa iluminación, que servían unas camareras ligeras de ropa, y que al grupo no acabó de gustarle mucho. A mí, la "ropa vieja" que comí, me pareció buena. Para eso están los colores. Volvimos a pie al Hotel, que no estaba excesivamente lejos, eso sí, a tientas, apenas había luz en las calles...

El día siguiente ya fue todo de preparativos para el viaje de vuelta, comida breve, traslado al aeropuerto en el que quitaron a Juan unas tijeritas en el control de seguridad, último mojito en el bar de la zona de embarque y vuelo a Madrid, enlace a Barcelona y a casa. Viaje totalmente recomendable y en algunos momentos en que nos reunimos los cuatro, no sé si por nostalgia, pero llegamos a la conclusión que hasta repetible.

miércoles, 26 de mayo de 2021

Cuba 2007. Visita a una de las zonas del tabaco: Pinar del Río




La única salida que teníamos prevista y reservada en nuestra visita a Cuba era a la zona, o mejor dicho una de las zonas de producción de tabaco, que iba desde el cultivo, la cosecha y el secado hasta la elaboración artesanal de los famosos puros habanos. Se trataba de Pinar del Río, una pequeña ciudad rodeada de montañas y zonas de cultivo, a la que accedimos con un autocar y una guía que nos haría las delicias y explicaciones del viaje. Como en cualquier tour turístico, el transporte iba pasando por los diversos hoteles en los que nos incorporábamos los turistas y también algunos nativos de la isla que querían conocer la región.

El autocar 

Viene a cuento, porque una anécdota antes de salir me permitió tener una charla muy interesante con una de las personas que formábamos parte del grupo y que era nacido en Cuba y que vivió allí desde hacía unos 90 años que eran los que tenía y que por tanto nada de la historia reciente del país se le escapaba. Pero vayamos por partes, primero la anécdota y luego la conversación.

En el momento en que la guía iba a comenzar la exposición del objetivo, itinerario y demás aspectos del viaje, se percató que el micrófono que tenía para que su voz llegase a todos los rincones del vehículo no funcionaba. Con gran esfuerzo por su parte nos comentó que la salida se demoraría en tanto el conductor no consiguiera arreglar el desaguisado. Por mucho que lo intentó el hombre no fue posible y la guía apelando a sus derechos de salud laboral que la legislación cubana le garantizaba no iba explicar nada, pues sus cuerdas vocales, su principal herramienta de trabajo no podían echarse a perder. La solución sencilla: pedir a la base que enviasen otro autocar para sustituir al actual. Algo se debía jugar el conductor en aquella situación, porque empezó a esmerarse e insistir en la reparación del micrófono, hasta el punto de que antes de que llegase el nuevo de la base, el aparatejo empezó a funcionar correctamente y la guía dio el visto bueno al inicio de la excursión. Lo que no sé es lo que pasó con el que, en teoría, venía de la base.

Los paisajes de la zona

En todo ese tiempo es en el que pude mantener la conversación con el cubano a que hacía referencia. Ya digo que rondaba los 90 años y lo había vivido todo en la isla, así que al hilo de la oficina de intereses de EEUU que no se bien como salió a cuento, me explicó: -Mire usted, amigo, si por los USA fuese, desde tiempos de Jimmy Carter las relaciones diplomáticas estarían ya establecidas como lo han hecho perdonando a otros países con los que han tenido conflictos más recientes que el cubano. Pero en realidad los que no perdonan al gobierno de la revolución son las mafias, que fueron expulsadas a mal de paso con la revolución y perdieron todos sus intereses y riquezas que acumulaban en la isla.-

Y continuaba hablándome: - De hecho, cuando el Sr. Carter montó la posible liberación del bloqueo, los miembros más ilustres e influyentes de las mafias de Miami, lo fueron a ver, y le hicieron una sola pregunta: Sr. Presidente, ¿quién cree usted que pone los presidentes en USA? ¿los electores? no se equivoque, los ponemos nosotros, y el bloqueo se levantará cuando nosotros creamos oportuno, si se llega a levantar.- Bueno así quedó la conversación o mejor monólogo, porque no supe que decirle y además el autocar emprendió la marcha. Lo que si hice fue quedarme con una cara cierta incredulidad a la que él respondió con una como de: -otro que no se entera de nada-. En su defensa podría decir que desde aquellos momentos mucho no se ha avanzado en el desbloqueo.

La elaboración de los cigarros puros
Más rápido de lo esperable llegamos a Pinar del Río, y tras una breve parada en un mirador desde el que se podía ver todo el valle y prácticamente todas las tierras de cultivo del tabaco, nos dirigimos a una especie de granja-rancho, donde tienen montado para disfrute de los turistas, todas las etapas de elaboración de los cigarros puros. Te explican como llega la hoja desde los campos, como pasan a un secadero, colgadas de unos maderos para tal efecto, y finalmente cuando la hoja está en su punto de humedad adecuada, un amable empleado se dedica a montar y enrollar las hojas hasta conseguir el producto deseado, un magnífico puro habano. Como digo todo esto es un montaje turístico y cuando nos vamos todos los visitantes del autocar, se para el proceso y a esperar otro grupo.

Desde allí nos dirigimos en grupo a comer en un restaurante, que era como una casa de campo, preciosa y rodeada de una verde pradera, de la que emergía más que una montaña una roca inmensa en la que algunos artistas habían pintado, como si de pinturas rupestres se tratase, escenas de la vida y evolución del mundo en lo que daban en llamar como el Mural de la Humanidad o algo así, que de este episodio no tengo notas y la memoria a veces ya va fallando.

Aprovechando la hora de la comida, hablamos con nuestra guía y le propusimos la posibilidad de visitar una fábrica de puros real, es decir que estuviese en funcionamiento en la actualidad, pues lo visto en la visita turística nos dejo un poco desanimados y no cuadraba con la fantasía que teníamos de como eran estas manufactureras, según habíamos leído o visto en algún documental. Nos comentó que íbamos a un zona muy agreste de grutas y que si quedaba tiempo podía intentar complacernos.

Nos dirigimos a la zona de las cuevas, donde previamente a iniciar la visita, nos enseñaron también en plan turístico como hacían para extraer artesanalmente el ron de caña, al tiempo que nos invitó a probarlo, cosa que aceptamos algunos de los más atrevidos del grupo. No sabría decir como era, pero sí que se parecía bastante al primer mosto que sale, cuando se hace la pisada de las uvas, o al menos así lo recordaba yo, aunque creo que este era algo más fuerte y algo menos dulce.

El mural de la humanidad
Enseguida comenzamos la visita, no sin antes embadurnarnos de repelente de mosquitos que nos proporcionó la propia organización, pues parece ser que los bichitos en esta zona son peleones y duros de pelar. El inicio de la gruta era angosto y teníamos que pasar de uno en uno y muchas veces agachados para preservar la integridad de nuestras cabezas. La sensación de calor y humedad era agobiante, algo que para nada esperábamos pues creímos que se estaría fresquito. Así que seguimos por la cueva con un sudor supongo que típico por aquellos lugares, hasta llegar a una zona más ancha en la que se abría una especie de lago que tenía algo parecido a un embarcadero en el que apareció de la oscuridad una pequeña barca, en la que una vez subidos a ella y tras un trayecto no especialmente corto, salimos a la superficie y ya al aire libre a la zona que nos esperaba la guía para trasladarnos al autocar y continuar el viaje. Un alivio respirar aire puro y poder casi refrescarnos un poco del clima de la cueva, aunque lo cierto es que la última fase de la visita con el agua del lago, algo ya había mejorado.

Nuestra guía nos comentó que se podría acceder a visitar una fábrica tabaquera en pleno funcionamiento, aunque tenía zonas reservadas que no estarían a nuestro alcance poder visitar. Le agradecimos la deferencia y tras un breve recorrido en autocar llegamos a una zona poblada, cuyo nombre no recuerdo y nos dirigimos a la fábrica de la localidad. Quitando algo del romanticismo que teníamos al respecto, se parecía bastante a la idea: una sala grande con mesas individuales, quizá una treintena donde principalmente mujeres se dedicaban a enrollar las hojas de tabaco hasta que de una manera casi milagrosa se convertían en cigarros puros. Según iban necesitando, unos chicos más o menos jóvenes les iban proporcionando más hojas, y les retiraban los mazos de puros, y vuelta a empezar.
De vuelta al Sevilla y al "mojito"

Después nos pasaron a la zona de comercialización, donde los puros ya estaban etiquetados, organizados en cajas por vitolas y forma de los mismos y listos para ser vendidos en el mercado interior o bien en el exterior previo paso por la Hacienda Cubana que colocaba una especie de holograma en cada caja a fin de dar un registro de calidad y de fiabilidad de origen.

Compramos una cajita pequeña para consumo propio los días que íbamos a estar en la isla, ya que para traernos a casa, ya teníamos la previsión de comprar una marca concreta y en el lugar de La Habana que nos habían recomendado para tal menester. Aún salimos a un patio de la fábrica antes de emprender el viaje de vuelta y pudimos tomarnos un ron con agua de coco, en la misma cáscara del coco y por un módico precio, si lo comparamos con lo que cualquier combinado nos hubiese costado en nuestro país. La verdad es que no sé que llevaba el combinado pero estaba bastante bueno y refrescante.

Llegamos a nuestro hotel tras un breve camino en autocar, no sin antes tener que bajar del mismo para que pasase por un tremendo charco que había dejado una de esas tormentas tropicales de escasos minutos de duración y gran descarga de agua que son tan comunes en la zona. La foto que adjunto del autocar corresponde a ese momento concreto. Y la de los mojitos en el Sevilla a la llegada al mismo.

martes, 18 de mayo de 2021

Cuba 2007. La Habana, de momento. Segunda Parte

Madrugamos bastante con la sana intención de exprimir y aprovechar al máximo el día de visita en carruaje de caballo por toda la ciudad. Luego el ritmo caribeño, que ya nos empezaba a ser familiar en el desayuno, el olvido de la cámara de video en la habitación, encontrar al caballero y al caballo, etc, hizo que el madrugón quedase en una anécdota.

Pues una vez hechas las presentaciones con nuestro guía y conductor del carruaje, que nos comentó que en realidad él era maestro de escuela primaria, pero que la crisis permanente en que vivía la isla le había llevado a estos menesteres en los que de entrada se ganaba mejor la vida, aunque no obstante el régimen cubano era uno de los más justos y mejores del mundo. A medida que fue pasando el día y se estableció una cierta confianza entre nosotros, el régimen iba empeorando notablemente.

La Plaza de la Revolución
Arrancamos la visita dirigiéndonos a la plaza de la Revolución, una gran explanada en aquel momento desierta, solo un par o tres  de coco-taxis, con un par de turistas en cada uno y para de contar. La plaza está presidida por un monumento-museo de José Martí, del que encontraremos muchos y variados homenajes a lo largo de la visita. El paseo se hace agradable y con un ritmo aceptable teniendo en cuenta donde estamos. Nuestro maestro de escuela fuma un puro interminable y guía al animal con una sola palabra de ánimo, vaya a donde vaya: "Aallo", arrastrando de manera interminable la "a". Supongo que los giros los controla con las riendas. 

Luego vamos avanzando por diversas avenidas y calles amplias, hasta llegar cerca del Malecón, que recorrimos muy de pasada, para luego introducirnos ya en unas calles más estrechas entre las que podemos ver la casa natal de José Martí. A nuestras cuestiones acerca de la Bodeguita del Medio, ya nos empezaba a apetecer un mojito (es a lo que más rápido nos adaptamos en el viaje), nos comentó que el establecimiento está rodeado de un glamour turístico importante, pero que los mojitos buenos los servían en Two Brothers y que si nos apetecía pues mejor allí.

Los mojitos de Two Brothers
Nos dejamos aconsejar y nos presentamos en un santiamén en Dos Hermanos, aparcamos el carruaje en la plaza y procedimos a tomar el primer mojito de la mañana. A decir verdad y después de los que llegamos a tomar en todo el viaje, fueron los mejores. Escuchamos a un trío de músicos cantando la versión más caribeña de "Lagrimas Negras", que popularizaron magníficamente Bebo Valdés y Diego el Cigala, junto con otras canciones más populares cubanas y tras varias disquisiciones acerca de la música cubana con nuestro guía y conductor retornamos al carruaje para seguir nuestro recorrido.

Seguimos por unas calles más o menos amplias en las que pudimos apreciar antiguas mansiones, se supone que de antiguos potentados de la ciudad en los tiempos pre-revolucionarios y que en la actualidad son unas embajadas, otras consulados y algunas, oficinas de intereses diplomáticos. También las sedes de algunas corporaciones empresariales "capitalistas" incipientes se encuentran en la zona. Seguimos avanzando en nuestro recorrido hasta que vamos a dar con algo similar la embajada oficiosa de los USA, que se abrió en tiempos del presidente Jimmy Carter con el nombre de "oficina de intereses de EEUU". Lo cierto es que no duró mucho tiempo ese incipiente idilio entre los dos países. El accidente o "derribo" de un avión de Cubana de Aviación, achacable a los norteamericanos la cerró por completo.

Oficina de intereses de EEUU

Hoy en día, supongo que así sigue, se trata de un edificio de 6 ó 7 plantas que conserva su estructura, pero con un cartel de aquellos electrónicos, que va mandando mensajes a los cubanos de lo mal que están por culpa de su régimen y lo bueno que sería librarse definitivamente de los gobernantes que surgieron de su famosa revolución. Para evitar que esos mensajes lleguen a la población, el gobierno cubano decidió plantar tantas banderas negras como fallecidos hubo en el referido incidente aéreo, de manera que tapan la visibilidad de cualquier mensaje que se pueda enviar por el referido cartel electrónico.

Seguimos con nuestro viaje en carruaje hasta llegar a la Plaza de San Francisco, donde nos apeamos un rato para caminar por los alrededores de la misma, pequeñas calles peatonales, que van alternando edificios restaurados con otros ruinosos y donde pudimos apreciar algunas fiestas que estaban en marcha: eran las puestas de largo de las jovencitas de 16 años, que iban vestidas de gala con un fotógrafo que inmortalizaba el acontecimiento y acompañadas por todos sus familiares y amigos. No sabíamos ninguno de nosotros que esta costumbre estuviese tan enraizada y tan popularizada en La Habana como nos dijo nuestro guía y acompañante.

En la misma plaza nos hicimos unas fotos de rigor con la estatua del Caballero de París, famosa entre otras que honran a personajes sobresalientes de la ciudad. La verdad del Caballero es que era un gallego que llegó a principios del siglo XX a La Habana. Trabajó en diversas actividades, en una librería, con unos abogados, en algunos restaurantes, incluido el del hotel Sevilla, etc, hasta que sobre los 45 años se le "fue la cabeza" y empezó a deambular día y noche por la ciudad con una larga melena y una no menos larga y desaliñada barba. Vestía ademas un sombrero y una capa negra y pasaba horas y horas hablando y discutiendo con quien quería escucharle acerca de religión, política, cultura, filosofía y actualidad del país. Se hizo conocido y famoso y finalmente a su fallecimiento la ciudad le dedicó este monumento.

Estación de La Habana
Con la dosis de paseo y de cultura ya resuelta a estas horas, nuestra mente necesitaba alimento, que procuramos dárselo en un restaurante que nos recomendó nuestro conductor de carruaje, al que invitamos a compartir mesa con nosotros, cosa que aceptó un poco a regañadientes y tras no pocos intentos por nuestra parte. El lugar estaba cercano a la estación. Comimos los platos típicos, frijoles con arroz y luego una carne de ternera aceptable y además pudimos disfrutar de un magnífico vino del Somontano: Un Chardonnay de Enate. Con las ideas más claras retomamos la visita, pero ya con un relajamiento suficiente como para que el paseo pareciese más una siesta en el carruaje, a pesar del interés que nuestro amigo ponía en explicarnos cosas de la ciudad, desde la excelente arquitectura del cementerio, por el que nos paseó delante, hasta la reforma pendiente del paseo del Malecón, que en breve vería días de esplendor con su reconstrucción y adecuación de los edificios que están delante de él. No sé como habrá ido, pero no tengo muchas esperanzas que así haya sido. Había mucho trabajo y mucha inversión en esa tarea.

Regresamos al hotel, algo cansados a pesar de que la visita era en carruaje, y tras un breve receso en el hotel, primero en la habitación y luego en el bar del hall con el ya inseparable mojito y al ritmo del trío de músicos cubanos también inseparable en cada bar y en cada restaurante esperamos la hora de cenar algo. 

En el Floridita
La idea fue primero ir al Floridita, lugar también de paso y de copas del omnipresente Hemingway en la isla. Allí y también al ritmo de la música nos tomamos cada uno un par de daiquiris, o daiquirís como le gustaba llamarlo al amable camarero que nos atendió. Con Juan, nos fumamos dos espectaculares Vega Robaina, el mejor complemento para una tarde noche en el Floridita. Aún quedamos en el establecimiento uno de los días siguientes de la estancia a comer una paella, por cierto que para ser justos hay que decir que era bastante mejorable. Pero en aquellos momentos eso era secundario.

Al final, después de tanto mojito y tanto daiquiri, creo que volvimos al hotel, donde decidimos cenar, un pescado que desconozco y menos que me acuerdo pero que en opinión del jefe de sala del restaurante era el mejor que se podía comer en toda la isla. Luego en tono más confidencial nos comentó que se llevaban a su casa las raciones que sobraban del guiso y por eso podía decir que el pescado era excelente pues en anteriores ocasiones él se había llevado alguna de las raciones. Un poco lamentable la anécdota para terminar el día, pero así son las cosas: la isla tiene sus claroscuros y no sé si a veces más oscuros que claros...

domingo, 9 de mayo de 2021

Cuba 2007. La Habana. Primera Parte

Siempre había sido una ilusión en mi vida poder visitar la isla de Cuba, pero especialmente mi interés estaba centrado en La Habana. Con cierto retraso pero con los recuerdos aceptables que proporcionan algunas notas tomadas y el reportaje fotográfico amateur me atrevo con estas entradas por si fueran de vuestro interés, queridas paredes. No sé bien porqué, pero la atracción que generaba en mi la ciudad y sobre todo la zona vieja, me llevó a que, hasta en la elección del hotel cuando preparábamos el viaje, fuera justamente en esa zona, casi de una manera tozuda. Además Juan aceptó sin rechistar la decisión de hospedarnos en el Hotel Sevilla. Y además pasar todo el viaje en La Habana, aunque pudiésemos hacer alguna excursión a algún otro sitio de interés. Luego la realidad es más terca que uno mismo y como se verá en esta historieta las cosas cambian sin pensarlo y sin hablarlo...

El Capitolio

Solo subir al avión, ya nos percatamos los cuatro, Pili, Ana, Juan y un servidor que el viaje sería sorprendente. Alguno lo sabía antes que otros. Primero nos encontramos con una pareja del pueblo de Pili, Villanueva de Sijena (no llega a 400 habitantes), luego cuando fuimos a tomar una cervecita a la parte trasera del avión que era donde las servían, ya se habían agotado. Un grupo de "hombres" de nuestra edad o algo menores en viaje de turismo que no quiero ni calificar habían acabado con toda la reserva del vuelo. Así que nos acomodamos en nuestros asientos y nos dedicamos a escuchar las conversaciones animadas de los viajeros que eran especialmente festivas y elevadas de tono, en todos los sentidos.

La llegada fue ya anocheciendo. Y mas tarde que se hizo porque Juan pasó la aduana con una inmensa maleta que entre otras cosas llevaba medicación en cantidades industriales para donarla a las autoridades de la isla, que tanto necesitaban de la misma para repartir a sus gobernados. La sensación de poca iluminación de la ciudad la vimos enseguida, aunque nada tenía que ver como nos dijeron los primeros nativos con los que topamos, con los apagones de tiempos no muy lejanos, debidos todos ellos, los de antes y la poca luz de ahora al maldito bloqueo a que la isla se ve sometida por los USA.

El transporte y el ingreso en el hotel fue bastante lento, una forma de ir adaptándonos desde el primer día de viaje al ritmo caribeño que ya nos acompañaría hasta el regreso. Al llegar a la habitación, un poco "tronada" para un 4 estrellas, antes de deshacer maletas, conecté la cámara de video a la corriente a fin de tener las baterías bien cargadas para los primeros días de aventura. 

Desde la terraza de Ambos Mundos
Todo fue enchufar a la corriente y se hizo la oscuridad más completa, todas las luces de la habitación se apagaron a la vez. Creo que hice saltar el diferencial pues no caí en la cuenta que la corriente era de 125 V. y mi cargador y cámara funcionaban a 220 V. Bajé a recepción y al mismo ritmo de siempre conseguí que me la cargasen en recepción donde tenían una toma de 220 V. Luego, amablemente, me acompañó un empleado de mantenimiento que me enseñó donde estaba el diferencial, en una cajita de madera, escondida en el armario de ropa. Me dijo:

- Ve, amigo, que fácil es, le da al interruptor y todo vuelve a funcionar. No hace falta que me llame si le pasa otra vez. Ah! y no vuelva enchufar más aparatos. Por cierto que mañana puede ir a la calle del Obispo y comprar un transformador para poder cargar lo que quiera. La tienda es de un familiar mío.

Tras la primera noche en el Sevilla y después de desayunar y antes de tomar el primer "mojito" nos dirigimos a la calle del Obispo a comprar el transformador, eso sí, acompañados por un guía que se autodefinió como "la persona que les hará ver La Habana de verdad, y sin cobrar nada". No hubo manera humana de convencerlo que teníamos la intención de ir solos a descubrir la ciudad, y por aquello de si no puedes vencerlos, unéte a ellos, pactamos un precio razonable y seguimos con él toda la mañana.

La primera parada fue un "supuesto" centro comercial, que nada tenía que ver con lo que nosotros conocemos como tal. Él se sentía orgulloso del equipamiento. Visitamos también el Capitolio y la referida calle del Obispo hasta que llegamos a la plaza del "cabildo", creo, donde nos enseñó el palacio donde vivía el gobernador que los españoles habían mandado a la isla. Nos hizo ver hasta que punto era déspota y "delicado", pues había puesto delante de la puerta en plena calle un suelo de madera, para que la circulación por allí existente, carruajes, caballos y caballeros con altas botas, no hiciesen ruido con el empedrado de la plaza, pues al parecer tenía un sueño muy ligero.

La Bodeguita del Medio
También paseamos por callejuelas y plazas más o menos turísticas con establecimientos de todo tipo, alimentación, ferretería, farmacias, lavandería, etc, todas con el mismo denominador, la antigüedad de sus instalaciones y la escasez de productos a la venta. Así fue pasando la mañana hasta llegar al no menos turístico Hotel Ambos Mundos, donde se hospedaba al parecer Hemingway en las temporadas que pasaba en la ciudad. Allí nuestro guía particular nos recomendó la terraza, donde se servían unos estupendos mojitos sentados en unas cómodas butacas y escuchando a un trio musical desgranar las canciones más conocidas del folclore cubano. Un lugar maravilloso y especial al que volvimos algún día después a repetir la experiencia.

A estas alturas del viaje, Juan ya nos había comentado quien era su amigo en La Habana, y nosotros, obviamente ya habíamos aceptado salir a tomar algo con él. Nos invito aquella noche, primero a ver el cañonazo que rememoraba el cierre del puerto de la ciudad en siglos pasados. Aprovechamos para visitar uno de los despachos que tuvo el célebre Che Guevara en la ensenada del puerto y luego acompañados con un transporte oficial, llegamos a cenar a Tropicana, donde nos había invitado a ágape y espectáculo su amigo. Ni que decir tiene que su amigo es un personaje de la política cubana muy conocido, que no cito por la trascendencia que tiene la persona y su cargo.

El "Cañonazo" en el puerto
La cena fue excelente, comimos langosta, no tan buena como la nuestra del mediterráneo pero langosta a fin de cuentas, algo de marisco, algo de verduras y abundante vino y mojitos que cerramos con un magnífico habano mientras arreglábamos el mundo y Pili trataba de reclutar para el capitalismo a unos y otros de los comensales. Noche muy interesante y perfecta en la que Juan y Ana aún se atrevieron a bailar al son de la música caribeña en la pista central. Servidor no, que soy muy patoso...

Con buen sabor de boca regresamos o mejor dicho el mismo transporte nos condujo al Hotel, al tiempo que nos invitaron a visitar el lugar de la isla que nos hiciese ilusión y que pasarían a recogernos con un vehículo y nos acompañaría un comandante del ejército cubano, hombre de confianza del amigo de Juan. Decidimos dejarlo para pasado un día, ya que el siguiente habíamos previsto un paseo a caballo, mejor dicho en carruaje, por La Habana. La gracia de todo esto es que Juan les dijo que le gustaría ir a Bahía Cochinos...

Bretaña y las Islas del Canal. Y parte Cinco

Nos despertamos, como casi siempre a buenas horas, o sea temprano y tras hacer el "check-out", por cierto que tenían todo el siste...