Siempre había sido una ilusión en mi vida poder visitar la isla de Cuba, pero especialmente mi interés estaba centrado en La Habana. Con cierto retraso pero con los recuerdos aceptables que proporcionan algunas notas tomadas y el reportaje fotográfico amateur me atrevo con estas entradas por si fueran de vuestro interés, queridas paredes. No sé bien porqué, pero la atracción que generaba en mi la ciudad y sobre todo la zona vieja, me llevó a que, hasta en la elección del hotel cuando preparábamos el viaje, fuera justamente en esa zona, casi de una manera tozuda. Además Juan aceptó sin rechistar la decisión de hospedarnos en el Hotel Sevilla. Y además pasar todo el viaje en La Habana, aunque pudiésemos hacer alguna excursión a algún otro sitio de interés. Luego la realidad es más terca que uno mismo y como se verá en esta historieta las cosas cambian sin pensarlo y sin hablarlo...
El Capitolio |
Solo subir al avión, ya nos percatamos los cuatro, Pili, Ana, Juan y un servidor que el viaje sería sorprendente. Alguno lo sabía antes que otros. Primero nos encontramos con una pareja del pueblo de Pili, Villanueva de Sijena (no llega a 400 habitantes), luego cuando fuimos a tomar una cervecita a la parte trasera del avión que era donde las servían, ya se habían agotado. Un grupo de "hombres" de nuestra edad o algo menores en viaje de turismo que no quiero ni calificar habían acabado con toda la reserva del vuelo. Así que nos acomodamos en nuestros asientos y nos dedicamos a escuchar las conversaciones animadas de los viajeros que eran especialmente festivas y elevadas de tono, en todos los sentidos.
La llegada fue ya anocheciendo. Y mas tarde que se hizo porque Juan pasó la aduana con una inmensa maleta que entre otras cosas llevaba medicación en cantidades industriales para donarla a las autoridades de la isla, que tanto necesitaban de la misma para repartir a sus gobernados. La sensación de poca iluminación de la ciudad la vimos enseguida, aunque nada tenía que ver como nos dijeron los primeros nativos con los que topamos, con los apagones de tiempos no muy lejanos, debidos todos ellos, los de antes y la poca luz de ahora al maldito bloqueo a que la isla se ve sometida por los USA.
El transporte y el ingreso en el hotel fue bastante lento, una forma de ir adaptándonos desde el primer día de viaje al ritmo caribeño que ya nos acompañaría hasta el regreso. Al llegar a la habitación, un poco "tronada" para un 4 estrellas, antes de deshacer maletas, conecté la cámara de video a la corriente a fin de tener las baterías bien cargadas para los primeros días de aventura.
Desde la terraza de Ambos Mundos |
- Ve, amigo, que fácil es, le da al interruptor y todo vuelve a funcionar. No hace falta que me llame si le pasa otra vez. Ah! y no vuelva enchufar más aparatos. Por cierto que mañana puede ir a la calle del Obispo y comprar un transformador para poder cargar lo que quiera. La tienda es de un familiar mío.
Tras la primera noche en el Sevilla y después de desayunar y antes de tomar el primer "mojito" nos dirigimos a la calle del Obispo a comprar el transformador, eso sí, acompañados por un guía que se autodefinió como "la persona que les hará ver La Habana de verdad, y sin cobrar nada". No hubo manera humana de convencerlo que teníamos la intención de ir solos a descubrir la ciudad, y por aquello de si no puedes vencerlos, unéte a ellos, pactamos un precio razonable y seguimos con él toda la mañana.
La primera parada fue un "supuesto" centro comercial, que nada tenía que ver con lo que nosotros conocemos como tal. Él se sentía orgulloso del equipamiento. Visitamos también el Capitolio y la referida calle del Obispo hasta que llegamos a la plaza del "cabildo", creo, donde nos enseñó el palacio donde vivía el gobernador que los españoles habían mandado a la isla. Nos hizo ver hasta que punto era déspota y "delicado", pues había puesto delante de la puerta en plena calle un suelo de madera, para que la circulación por allí existente, carruajes, caballos y caballeros con altas botas, no hiciesen ruido con el empedrado de la plaza, pues al parecer tenía un sueño muy ligero.
La Bodeguita del Medio |
A estas alturas del viaje, Juan ya nos había comentado quien era su amigo en La Habana, y nosotros, obviamente ya habíamos aceptado salir a tomar algo con él. Nos invito aquella noche, primero a ver el cañonazo que rememoraba el cierre del puerto de la ciudad en siglos pasados. Aprovechamos para visitar uno de los despachos que tuvo el célebre Che Guevara en la ensenada del puerto y luego acompañados con un transporte oficial, llegamos a cenar a Tropicana, donde nos había invitado a ágape y espectáculo su amigo. Ni que decir tiene que su amigo es un personaje de la política cubana muy conocido, que no cito por la trascendencia que tiene la persona y su cargo.
El "Cañonazo" en el puerto |
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