La única salida que teníamos prevista y reservada en nuestra visita a Cuba era a la zona, o mejor dicho una de las zonas de producción de tabaco, que iba desde el cultivo, la cosecha y el secado hasta la elaboración artesanal de los famosos puros habanos. Se trataba de Pinar del Río, una pequeña ciudad rodeada de montañas y zonas de cultivo, a la que accedimos con un autocar y una guía que nos haría las delicias y explicaciones del viaje. Como en cualquier tour turístico, el transporte iba pasando por los diversos hoteles en los que nos incorporábamos los turistas y también algunos nativos de la isla que querían conocer la región.
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El autocar
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Viene a cuento, porque una anécdota antes de salir me permitió tener una charla muy interesante con una de las personas que formábamos parte del grupo y que era nacido en Cuba y que vivió allí desde hacía unos 90 años que eran los que tenía y que por tanto nada de la historia reciente del país se le escapaba. Pero vayamos por partes, primero la anécdota y luego la conversación.
En el momento en que la guía iba a comenzar la exposición del objetivo, itinerario y demás aspectos del viaje, se percató que el micrófono que tenía para que su voz llegase a todos los rincones del vehículo no funcionaba. Con gran esfuerzo por su parte nos comentó que la salida se demoraría en tanto el conductor no consiguiera arreglar el desaguisado. Por mucho que lo intentó el hombre no fue posible y la guía apelando a sus derechos de salud laboral que la legislación cubana le garantizaba no iba explicar nada, pues sus cuerdas vocales, su principal herramienta de trabajo no podían echarse a perder. La solución sencilla: pedir a la base que enviasen otro autocar para sustituir al actual. Algo se debía jugar el conductor en aquella situación, porque empezó a esmerarse e insistir en la reparación del micrófono, hasta el punto de que antes de que llegase el nuevo de la base, el aparatejo empezó a funcionar correctamente y la guía dio el visto bueno al inicio de la excursión. Lo que no sé es lo que pasó con el que, en teoría, venía de la base.
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Los paisajes de la zona |
En todo ese tiempo es en el que pude mantener la conversación con el cubano a que hacía referencia. Ya digo que rondaba los 90 años y lo había vivido todo en la isla, así que al hilo de la oficina de intereses de EEUU que no se bien como salió a cuento, me explicó: -Mire usted, amigo, si por los USA fuese, desde tiempos de Jimmy Carter las relaciones diplomáticas estarían ya establecidas como lo han hecho perdonando a otros países con los que han tenido conflictos más recientes que el cubano. Pero en realidad los que no perdonan al gobierno de la revolución son las mafias, que fueron expulsadas a mal de paso con la revolución y perdieron todos sus intereses y riquezas que acumulaban en la isla.-
Y continuaba hablándome: - De hecho, cuando el Sr. Carter montó la posible liberación del bloqueo, los miembros más ilustres e influyentes de las mafias de Miami, lo fueron a ver, y le hicieron una sola pregunta: Sr. Presidente, ¿quién cree usted que pone los presidentes en USA? ¿los electores? no se equivoque, los ponemos nosotros, y el bloqueo se levantará cuando nosotros creamos oportuno, si se llega a levantar.- Bueno así quedó la conversación o mejor monólogo, porque no supe que decirle y además el autocar emprendió la marcha. Lo que si hice fue quedarme con una cara cierta incredulidad a la que él respondió con una como de: -otro que no se entera de nada-. En su defensa podría decir que desde aquellos momentos mucho no se ha avanzado en el desbloqueo.
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La elaboración de los cigarros puros |
Más rápido de lo esperable llegamos a Pinar del Río, y tras una breve parada en un mirador desde el que se podía ver todo el valle y prácticamente todas las tierras de cultivo del tabaco, nos dirigimos a una especie de granja-rancho, donde tienen montado para disfrute de los turistas, todas las etapas de elaboración de los cigarros puros. Te explican como llega la hoja desde los campos, como pasan a un secadero, colgadas de unos maderos para tal efecto, y finalmente cuando la hoja está en su punto de humedad adecuada, un amable empleado se dedica a montar y enrollar las hojas hasta conseguir el producto deseado, un magnífico puro habano. Como digo todo esto es un montaje turístico y cuando nos vamos todos los visitantes del autocar, se para el proceso y a esperar otro grupo.
Desde allí nos dirigimos en grupo a comer en un restaurante, que era como una casa de campo, preciosa y rodeada de una verde pradera, de la que emergía más que una montaña una roca inmensa en la que algunos artistas habían pintado, como si de pinturas rupestres se tratase, escenas de la vida y evolución del mundo en lo que daban en llamar como el Mural de la Humanidad o algo así, que de este episodio no tengo notas y la memoria a veces ya va fallando.
Aprovechando la hora de la comida, hablamos con nuestra guía y le propusimos la posibilidad de visitar una fábrica de puros real, es decir que estuviese en funcionamiento en la actualidad, pues lo visto en la visita turística nos dejo un poco desanimados y no cuadraba con la fantasía que teníamos de como eran estas manufactureras, según habíamos leído o visto en algún documental. Nos comentó que íbamos a un zona muy agreste de grutas y que si quedaba tiempo podía intentar complacernos.
Nos dirigimos a la zona de las cuevas, donde previamente a iniciar la visita, nos enseñaron también en plan turístico como hacían para extraer artesanalmente el ron de caña, al tiempo que nos invitó a probarlo, cosa que aceptamos algunos de los más atrevidos del grupo. No sabría decir como era, pero sí que se parecía bastante al primer mosto que sale, cuando se hace la pisada de las uvas, o al menos así lo recordaba yo, aunque creo que este era algo más fuerte y algo menos dulce.
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El mural de la humanidad
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Enseguida comenzamos la visita, no sin antes embadurnarnos de repelente de mosquitos que nos proporcionó la propia organización, pues parece ser que los bichitos en esta zona son peleones y duros de pelar. El inicio de la gruta era angosto y teníamos que pasar de uno en uno y muchas veces agachados para preservar la integridad de nuestras cabezas. La sensación de calor y humedad era agobiante, algo que para nada esperábamos pues creímos que se estaría fresquito. Así que seguimos por la cueva con un sudor supongo que típico por aquellos lugares, hasta llegar a una zona más ancha en la que se abría una especie de lago que tenía algo parecido a un embarcadero en el que apareció de la oscuridad una pequeña barca, en la que una vez subidos a ella y tras un trayecto no especialmente corto, salimos a la superficie y ya al aire libre a la zona que nos esperaba la guía para trasladarnos al autocar y continuar el viaje. Un alivio respirar aire puro y poder casi refrescarnos un poco del clima de la cueva, aunque lo cierto es que la última fase de la visita con el agua del lago, algo ya había mejorado.
Nuestra guía nos comentó que se podría acceder a visitar una fábrica tabaquera en pleno funcionamiento, aunque tenía zonas reservadas que no estarían a nuestro alcance poder visitar. Le agradecimos la deferencia y tras un breve recorrido en autocar llegamos a una zona poblada, cuyo nombre no recuerdo y nos dirigimos a la fábrica de la localidad. Quitando algo del romanticismo que teníamos al respecto, se parecía bastante a la idea: una sala grande con mesas individuales, quizá una treintena donde principalmente mujeres se dedicaban a enrollar las hojas de tabaco hasta que de una manera casi milagrosa se convertían en cigarros puros. Según iban necesitando, unos chicos más o menos jóvenes les iban proporcionando más hojas, y les retiraban los mazos de puros, y vuelta a empezar.
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De vuelta al Sevilla y al "mojito" |
Después nos pasaron a la zona de comercialización, donde los puros ya estaban etiquetados, organizados en cajas por vitolas y forma de los mismos y listos para ser vendidos en el mercado interior o bien en el exterior previo paso por la Hacienda Cubana que colocaba una especie de holograma en cada caja a fin de dar un registro de calidad y de fiabilidad de origen.
Compramos una cajita pequeña para consumo propio los días que íbamos a estar en la isla, ya que para traernos a casa, ya teníamos la previsión de comprar una marca concreta y en el lugar de La Habana que nos habían recomendado para tal menester. Aún salimos a un patio de la fábrica antes de emprender el viaje de vuelta y pudimos tomarnos un ron con agua de coco, en la misma cáscara del coco y por un módico precio, si lo comparamos con lo que cualquier combinado nos hubiese costado en nuestro país. La verdad es que no sé que llevaba el combinado pero estaba bastante bueno y refrescante.
Llegamos a nuestro hotel tras un breve camino en autocar, no sin antes tener que bajar del mismo para que pasase por un tremendo charco que había dejado una de esas tormentas tropicales de escasos minutos de duración y gran descarga de agua que son tan comunes en la zona. La foto que adjunto del autocar corresponde a ese momento concreto. Y la de los mojitos en el Sevilla a la llegada al mismo.
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