viernes, 28 de mayo de 2021

Cuba 2007. La Habana: "visita oficial"

Por fin llegó el día de la visita "oficial" acompañados de la autoridad competente. A primera hora de la mañana y tras desayunar en el hotel, un coche con un conductor nos estaba esperando en la puerta y en la recepción el comandante amigo del amigo de Joan que tras las presentaciones de rigor nos hizo una breve exposición de nuestro programa oficial de la visita, como "invitados" del Gobierno Cubano. En resumen, visita por la Habana más gubernamental, visitando lugares de interés, traslado a la Ciénaga de Zapata, donde se encuentra Bahía Cochinos, comida y nueva visita a lugares de trascendencia histórica, cultural y económica. Nuevo traslado a Varadero, cena y alojamiento, día libre de playa y por la tarde-noche regreso a La Habana. Como se puede ver, la visita prometía. No esperábamos que incluyese alojamiento y un día en la playa de Varadero.

El palacio presidencial

El primer destino fue la plaza de la Revolución, igual que en la visita "no oficial", donde se encuentra Presidencia y varios ministerios, decorados sus exteriores con figuras de "Che Guevara" y Camilo Cienfuegos, héroes de la misma junto con el gran ex-presidente Fidel Castro, que ya había delegado en su hermano Raul para seguir su legado revolucionario. En esta magnifica explanada, presidida por la imponente torre monumento a José Martí, es donde el presidente deleita cubanos y no cubanos y a todo aquél que lo quiera escuchar con maratonianos discursos y arengas de hasta siete horas. Lo cierto es que todo el recinto rezuma historias de la revolución.

En la visita al monumento se nos explicó por activa y por pasiva la vida y milagros de José Martí, héroe nacional donde los haya y guía y faro de muchas ideas compartidas con la revolución. Por cierto que estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza. Las vistas de toda La Habana desde el piso más alto son espectaculares. Y aquí además comenzó la aventura y habilidad de Ana, para dejar propinas a las personas que nos enseñaban los lugares, cosa que no estaba demasiado bien vista por nuestros acompañantes. Lo cierto es que ella sí consiguió hacerlo con la suficiente astucia y discreción para que no se enterasen.

En la visita al Palacio presidencial, conversando con nuestro comandante le hice saber que mi bisabuelo Mateo estuvo en la guerra de Cuba y como fue muy longevo y mi abuela y mi madre muy precoces en tener descendencia, lo conocí y tengo recuerdos de él, que me contó historias y aventuras de aquella contienda. Le explique también que aparte de que existe un barrio y un castillo de Atarés en la ciudad, el recuerdo de mi bisabuelo también había influido en el viaje, aunque esto sólo es una verdad a medias pues tenía más interés en la revolución.

Carro de combate. Bahía Cochinos

Ya con un clima de cierta confianza, sobre todo porque íbamos a pasar juntos dos días y una noche, mi amigo Juan se soltó, y aunque siempre con delicadeza, le preguntó por el presidente Urrutia, que en el guión de la visita al palacio ni lo nombran. Nos dijo que fue un presidente que estuvo poco tiempo y tampoco hizo muchas cosas en su breve mandato. Nosotros, yo también, reivindicamos su figura y le sugerimos que le dedicasen al menos unas palabras en la visita guiada que hacen. No creo que nos hiciesen mucho caso. Así que desde aquí paso a explicar, no sé si con rigor histórico y de manera imparcial lo que me contó un amigo que lo conoció bien: su hijo Jorge, que con 11 ó 12 años lo acompañó a Sierra Maestra a negociar con Fidel.

La historia que cuento en algunos matices no coincide con algunos artículos o biografías que se han escrito sobre él, pero es la que me explicó mi amigo. El presidente Urrutia, fue antes de llegar al cargo, magistrado de la Audiencia y desde esta posición en un momento determinado absolvió a unos jóvenes revolucionarios o al menos hizo un voto particular en alguna sentencia de procesos contra ellos, argumentando el derecho constitucional a rebelarse contra la dictadura que los mataba de hambre. Ese detalle hizo pensar a Fidel y el resto del mando que quizá podría ser la persona que se encargase de la transición hacia la democracia, una vez expulsado Fulgencio Batista de la isla. Programaron una reunión en Sierra Maestra, en la que mi amigo Jorge era casi el salvoconducto de su padre, que fue con cierto miedo a la cita. Pensó que no se atreverían a hacer nada a un niño. Y además acertó. Salió de allí con el encargo y los medios para ejercer de la Presidencia de la nación. 

Ciénaga de Zapata. Granja de cocodrilos
Lo fue desde enero hasta julio de 1959, pero pronto chocó con los líderes revolucionarios y sobre todo con la implantación del comunismo en el país. Fidel, aconsejado por uno de los ilustres acompañantes en la revolución y con la plana mayor, decidieron que para qué necesitaban elecciones y transición si habían entrado victoriosos en La Habana y podían legítimamente mandar y gobernar sin otras complicaciones. Urrutia fue destituido y con su familia se tuvo que trasladar al exilio, que finalmente acabó entre Miami y Nueva York. Jorge, mi amigo, nos dejó hace unos años, relativamente joven y es una lástima porque era un trozo de historia viva y era una gozada escucharle contar estas historias, aunque tuviesen un matiz no del todo imparcial.

Evidentemente, esto no se lo explicamos al comandante, y tras el paso por diversos lugares de la ciudad que guardan mitos del castrismo a modo de monumentos, como el barco, o yate, o lo que sea, en el que se trasladaron los líderes guerrilleros desde Miami hasta La Habana, y algunos materiales bélicos de la época, nos dirigimos a la Ciénaga de Zapata, donde se encuentra Bahía Cochinos. El primer lugar en visitar fue el museo, que recoge entre otras cosas, los materiales bélicos, utilizados para combatir "la invasión" norteamericana vía marítima que allí tuvo lugar. También fotos de los cubanos que perecieron en la batalla, así como objetos fetiche como unos zapatitos blancos que perdió en la huida de los cañonazos una niña de la zona. En el exterior un carro de combate desde el que disparaban contra el barco de los invasores, hasta que un cañonazo lanzado por el mismísimo Fidel impactó en el barco y acabó con la invasión. Hay alguna versión "no oficial" de los acontecimientos que les hace perder algo de épica y que no contaré aquí porque son de sobra conocidos.
Llegando a Varadero

Después nos trasladamos a un restaurante a reponer fuerzas, con un plato de carne de cocodrilo, que me atreví a comer, pero que ciertamente no me gustó mucho. Menos mal que lo pase con una cerveza Bucanero, de un cierto grado alcohólico y muy fresca. Navegamos en una barca por un lago de la ciénaga para ver paisajes preciosos y lugares que explican la vida de los primeros nativos de la isla, un poco preocupados por si había en aquellas aguas algún "animalico" de los de la granja y de los que habíamos comido. Nos juraron que eso no era posible...

Acabada la excursión nos dirigimos hacia Varadero donde nos habían reservado cena y alojamiento y posteriormente día de playa. El camino se hizo relativamente corto con una parada en el pueblo del que era originario el niño Elian, un cubano de corta edad que por aquellos tiempos había sido sacado de la isla de forma ilegal por su madre y llevado a Miami. Su padre lo reclamó y aquello se convirtió en una especie de cruzada nacional, hasta que creo que finalmente regresó a su casa con su padre, lejos del capitalismo norteamericano.

Tiempo justo para cenar y tras un daiquiri reparador y digestivo a descansar a una suite del hotel que nos habían reservado. Por la mañana, nos dirigimos a la zona de playa, una vez que desayunamos de forma bastante copiosa a semejanza de nuestro comandante, aunque no nos tomamos las tres Bucanero que se metió nuestro anfitrión entre pecho y espalda. Yo que no soy mucho de playa, reconozco que estas del Caribe tienen su encanto, a pesar que en un momento determinado aparecieron unos nubarrones que nos obligaron a recogernos en un chiringuito y tomarnos un refresco de coco y algo más que no sé como lo llamaban allí. 

Circulando por la autopista

Antes de comer abandonamos el complejo hotelero y nos dirigimos a una zona también de playa con la intención de nadar entre delfines, pero el mar se había puesto algo bravo y no era aconsejable esta actividad, así que nos fuimos a un criadero de langostas, vimos como las sacaban del mar y en la mesa dimos buena cuenta de ellas, acompañadas con algunos langostinos y un vino que desconocía, pero aceptable para la comida. Nuestro amigo comandante siguió dándole a la Bucanero. Sin muchas prisas salimos directos hacia La Habana, y con un par de paradas, una para tomar una excelente Piña Colada, y otra para dejar pasar en la autopista un avión, que por allí circulaba. Juan pensó que los servicios secretos de USA deben andar locos, con sus fotos de satélite pensando que los cubanos han montado otro aeropuerto. Adjunto foto constancia del evento. Llegada a la ciudad y a descansar que aún queda un día de viaje.

El último día nos dio tiempo, ya solitos los cuatro, de ir a comprar los puros Vega Robaina, callejear por La Habana sin objetivo alguno, apreciar alguna arquitectura que se mantenía realmente bien conservada, como la central de Bacardí, o algunos hoteles de nueva construcción. Volvimos a comer al Floridita y por la tarde-noche nos acercamos al Malecón, con un viento considerable y de paso a tomar algo al hotel donde se instaló la cúpula de la Revolución, una vez consiguieron entrar en La Habana procedentes de la sierra. Allí vimos una boda, que nada tenía que envidiar en lujo y glamour a las que vemos habitualmente en nuestras ciudades. Cenamos en un lugar recomendado por el personal del hotel, en un sitio de escasa iluminación, que servían unas camareras ligeras de ropa, y que al grupo no acabó de gustarle mucho. A mí, la "ropa vieja" que comí, me pareció buena. Para eso están los colores. Volvimos a pie al Hotel, que no estaba excesivamente lejos, eso sí, a tientas, apenas había luz en las calles...

El día siguiente ya fue todo de preparativos para el viaje de vuelta, comida breve, traslado al aeropuerto en el que quitaron a Juan unas tijeritas en el control de seguridad, último mojito en el bar de la zona de embarque y vuelo a Madrid, enlace a Barcelona y a casa. Viaje totalmente recomendable y en algunos momentos en que nos reunimos los cuatro, no sé si por nostalgia, pero llegamos a la conclusión que hasta repetible.

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