miércoles, 21 de septiembre de 2022

Verano 2022. Parte Segunda (Más calor sin talento)

Un breve reposo post-fiestas de Albalatillo, una breve escapada a Terrassa pues tenía que pasar la revisión del coche y un día a cenar con Claudia, Mónica y Manel, y llegó la preparación de las fiestas de Villanueva de Sijena.

El balcón de casa
Lo cierto es que dadas la exiguas tropas que componen nuestra Peña de La Alegría tampoco había que hacer muchos acopios de material, ni de alimentos ni de bebercios, así que nos instalamos en la rutina de levantarnos no excesivamente pronto, pasear un ratito breve, que el calor empieza a apretar muy pronto, tomar un cafetito o lo que convenga en la plaza de abajo, que el panadero ha puesto unas mesas a la sombra, comer, siesta y en cuanto salen los mosquitos, no muchos este año, de paseo a la piscina a tomar unas cañitas.

Luego, unos días por separado y otros juntos, a cenar algo que hiciese un poco de lecho a los gintonics que cada noche nos metimos entre pecho y espalda en los locales de la Peña, o mejor dicho en casa de María Luisa y José Ramón, o todavía aún mejor en la misma calle delante de la puerta, que era el único sitio del pueblo en que corría un poco de aire y se podía estar. Allí aguantamos hasta las doce y media más o menos, la Maripili y el resto, los fijos Marta, Luisa, J. Ramón y un servidor hasta la una y media e incluso hasta las dos de la noche.

En la piscina
Así llegaron las fiestas y algunos elementos de la Peña que se añadieron, sobre todo el final de semana, aunque este año Pili y Pedro se han portado como unos valientes y nos han acompañado casi todos los días de la fiesta. Como todos los años la fiesta empezó con el chupinazo y los juegos de agua, en los que tanto disfrutan unos y otros, porque al final todo el mundo acaba como una sopa. También como es costumbre el día de inicio estuvimos en la presentación de las mairalesas, este año lo era nuestra sobrina-nieta Daniela y alguna familiar más de algún miembro de la Peña.

El pregón de las fiestas corrió a cargo de Juan Emilio Naya, que entre otras virtudes tiene la de haber sido físico en la NASA y además protagonista e impulsor del film El sueño de Sijena, que fue magníficamente dirigido por el laureado director mexicano Jesús Garcés. Un pregón sencillo y sentido, que creo fue del agrado de la mayoría de los asistentes, al menos del grupo con el que lo escuché yo.

Y así comenzaron las fiestas de Villanueva de Sijena, con el cambio significativo que después del pregón y baile en lugar de ir al añorado "Barbero" a tomar el "trago " de rigor nos fuimos a la Peña, donde sí pudimos hacerlo, como ya sería una constante durante todas las fiestas.  Como cada año últimamente se convocó un concurso de engalanamiento de fachadas y a Pili se le ocurrió nada menos que tirar de su afición a la papiroflexia y montar sobre la bandera de Aragón un dibujo entre hippie y signo de la paz, con pajaritas de las que contaba en la anterior entrada de Ramón Acín y otras sacadas de su manual de Origami a que es tan aficionada. Incluyo memoria gráfica del invento.

La Carroza de las mairalesas
Las actividades de la fiesta no difieren en gran cosa de las referidas en la anterior entrada en el otro pueblo: los juegos para niños, el homenaje a la tercera edad, el tiro al plato, los bailes y pasacalles, las cenas en la plaza para todos y sobre todo el concurso de guiñote, en el que participamos J. Ramón y yo, pero con una diferencia, que en lugar de ganar el concurso nos eliminan en la primera ronda. Ya sé que queda claro quién es el "cenizo" de este concurso.

Respecto a la Peña, también pocas novedades, la cena del salmorrejo, las de los fiambres fríos para no cocinar tantas veces, la de los encargos a Albalate y los vermuts diarios también en la Peña, excepto el que celebra todo el pueblo al son de las canciones del ya famoso "rumbero" de cabecera.

También en "postfiestas" la Peña celebra los cumples de varios de sus miembros, con especial relevancia este año del de José Ramón que cumplía años redondos: Los 70 ni más ni menos.

Así fue acabando la fiesta hasta el final de la misma con el desfile de la carroza que pasea por todo el pueblo a las mairalesas, infantiles y mayores, el mismo día que a la noche se procede a otro no menos importante pasacalles: el entierro de la sardina, y la traca final, que avisa a todo el pueblo que empezamos a preparar las fiestas del próximo año 2023.

En la Plaza López Allué
Casi sin tiempo de respirar a los de Huesca se les ocurrió el día 10 de agosto, o mejor dicho el nueve, empezar las celebraciones de las Fiestas de San Lorenzo, fechas también marcadas en nuestro calendario particular, pues aunque sea de forma breve y simbólica a una parte considerable de la Peña le gusta participar, casi siempre con un ágape vespertino después de la salida de los toros.

Este año también nos lanzamos a esta aventura, y en primer lugar, nada más llegar quedamos con nuestros amigos Maribel y Javier en el Coso, para ver el desfile de las peñas a la salida de la plaza de toros, pero para nuestra sorpresa las nuevas generaciones han decidido que cada una hace un recorrido distinto, cosa que igual es mejor, pero a mí y en general al grupo no nos gustó demasiado. Así pues, tomando una cervecita en un bar de la calle Padre Huesca hicimos hora para ir a cenar.

El lugar elegido para la misma también era nuevo este año, aunque con sobradas y autorizadas recomendaciones de amigos y conocidos: La Taberna del Fhosko, muy cerquita de la Plaza Lizana, en la calle Pedro IV. Las zamburiñas del pica-pica que hicimos de primero eran excelentes y de los segundos impresionantes la corvina y el rodaballo al horno, sin olvidar el entrecot a la piedra al que nuestro amigo Pedro le metió mano de manera primorosa. Luego, paseo tranquilo haciendo la digestión hasta la plaza López Allué, donde amenizaba la noche la magnífica orquesta que estuvo en Albalatillo. Nos dio tiempo de tomar un gintonic u otros combinados antes de regresar al pueblo con el deber cumplido de haber asistido a las fiestas de San Lorenzo.

En Jaca
Este año le tocaban vacaciones a nuestra amiga monja (menudo convenio: 15 días de vacaciones cada 3 años) y como siempre que eso sucede aprovechamos para montar cenas y otros jolgorios para celebrar que está con nosotros. Este año, el primero fue la cena que sirvió para celebrar la boda de Bernat, el hijo de Carlos y Fina y sobrino de la monja.

Posteriormente y tras no pocas deliberaciones se decidió que la salida que solemos hacer a la montaña, este año sería a Canfranc, evento que se encargó Carlos de organizar, milimetrado como no podía ser menos en manos de un ingeniero.

La primera parada fue en Jaca, donde había concertado una visita guiada a la ciudad, sobre todo su casco antiguo, muy interesante y muy bien explicada por la guía que nos tocó en suerte. Una vez acabado el paseo muy agradable climatológicamente, pues alguien se puso hasta una chaqueta y viniendo de los calores de los Monegros hasta agradecimos el ligero fresco que nos envolvía.

Después pasamos a la visita de la Catedral y del museo diocesano, muy interesante también y con excelentes piezas en exposición. A mi personalmente me encantó el claustro de la catedral, aunque sea algo austero, pero a mí estos claustros de la zona pirenaica me resultan especialmente bonitos.

Dado el milimetraje, apretaba el tiempo y también el apetito, en la montaña siempre se tiene más hambre, y nos dirigimos al Biarritz, donde nos atendieron muy bien y pudimos reponer fuerzas a base migas, jarretes, entrecots y algún pescado. Sin demasiado tiempo de sobremesas, todos a los coches en dirección a la estación de Canfranc, donde también nos esperaba una visita guiada al recinto.
Túnel de Canfranc

Chispeando algo de lluvia empezamos la visita de los exteriores de la estación, acompañados de un guía bretón afincado aquí en España. Nos fue explicando la historia del nacimiento de la misma, inaugurada en 1928 en presencia del rey Alfonso XIII de España y de Gastón Doumergue en ese momento presidente de la República Francesa.

La construcción había nacido de la idea de unir los dos países por ferrocarril a través de un túnel en los Pirineos, así que en el año 1923 se encargó al ingeniero alicantino Fernando Ramírez de Dampierre el diseño de la misma, aunque parece ser que sobre ese diseño original, los ingenieros de ministerio de Fomento realizaron algunos cambios, sobre todo en los materiales de las fachadas.

Hay cientos de leyendas sobre la misma en la segunda guerra mundial con historias más o menos comprobadas de personas anónimas que tuvieron un cierto protagonismo en la contienda. Sobre todo porque al parecer ayudaron a unos y otros a escapar de las redes de la guerra. También paso obligado del wolframio que fue destinado a que el ejército alemán pudiese blindar aún más sus carros de combate y que pagó con cargamentos de oro, al parecer "expropiado" a los judíos,  que se perdió en su día y que también están en algún lugar desconocido.

El Cachopo
Para acabar con la visita decir que en la actualidad una compañía hotelera, Barceló creo, está finalizando la remodelación de la estación en un complejo hotelero de lujo con todos los servicios, incluido un spa. Así mismo en paralelo al antiguo túnel existe una zona restringida de experimentación científica en diversas disciplinas.  Recomendable del todo la visita y más cuando el hotel esté operativo.

De regreso de nuevo al pueblo, aún quedó tiempo para alguna que otra cena de despedida del verano y algunos de la Peña aún nos quedó tiempo para un viaje gastronómico-familiar a Zaragoza. Primero fuimos de visita a la familia de Pili y después a dar cuenta de un excelente cachopo en un restaurante, que había obtenido el premio al mejor del "resto del mundo". Es que Asturias parece ser que concursa aparte. Desde aquí lo recomiendo, estaba buenísimo: Mas Torres, en la calle Francisco de Vitoria.

Los últimos días de Agosto Pili y yo estuvimos haciendo de "canguros" de nuestra nieta Claudia, pues sus padres trabajaban los dos y el cole todavía no había abierto sus puertas. Todavía nos dio tiempo de acudir a un regalo que nuestros hijos hicieron a su madre el pasado año: Una cena en Les Grands Buffets de Narbonne, pero esa historia mejor la dejaré para otra entrada.

Bueno, queridas paredes, pues así discurrió este verano de 2022, según los expertos el más caluroso desde que se tienen registros. Lo peor es la sospecha que si no hacemos algo por el cambio climático no será el más caluroso de nuestras vidas.

lunes, 19 de septiembre de 2022

Verano 2022. Parte Primera. (Calor sin talento)

No es que el calor o la calor puedan tener más o menos talento, o incluso carecer de él. Se trata de una expresión más o menos monegrina que quiere decir "exagerado", "extraordinario" o "de cojones". Así que podéis queridas paredes, ponerle a Calor el adjetivo que más os guste.

Fondo marino
Casi todos los veranos, al menos últimamente los iniciamos en familia con la celebración de mi cumple que es el 6 de julio, día del chupinazo de San Fermín. Este año, lo cierto es que la escapada a la playa ha sido previa, pues ha coincidido que la Fiesta Mayor de Terrassa, ha sido anterior a la fecha, y aunque cueste a veces admitirlo, la escapada es para huir de esa fiesta.

Pues como era previsible, Roses seguía en el mismo sitio que el año pasado y también el hotel donde nos hemos alojado, solo que algo más caro, me costó lo mismo tres noches este año que cuatro el pasado. El spa también seguía allí, pero este año tuvimos más suerte y me tocó un albornoz de mi talla. La gastronomía también la misma aunque descubrimos un par de sitios nuevos muy recomendables, incluida la terraza de un hotel, donde tomar una cena muy casera, ligera y de excelente calidad. Creo que volveré la próxima escapada a la zona. Añadimos este año como novedad un paseo en barco turístico en el que admirar las profundidades marinas, su flora y su fauna a través de una zona acristalada del casco.

Cena en Roses

Casi sin tiempo para pensarlo mucho, organizamos como ya es habitual mi cumpleaños que es el día 6 de julio. Procuro siempre que podamos reunirnos toda la familia "catalana", así que aprovechamos la zona que tiene de reservado nuestro restaurante de cabecera, l'Incontro, para hacer una comida relajada y tranquila, amenizada por los juegos de Claudia y Roger, a los que se unieron algunos de los adultos, dada la privacidad que ofrecía la sala. Como cada año también, después del ágape subimos a casa para estar un rato tranquilos y relajados al tiempo que hacemos la digestión. Nada más lejos de la realidad, nuestros niet@s se encargan de frustrar esos planes, pues no necesitan ni reposo ni relajación, así que a jugar con ellos, que tampoco los tenemos tan a menudo en casa como para desaprovechar la ocasión de disfrutarlos. Avanza la tarde, los niños meriendan y ya cada familia se prepara para regresar a sus domicilios. Ellos todavía no tienen vacaciones,  así que a prepararse todos para trabajar.

Por otra parte, nosotros que sí las tenemos ya, hemos de preparar las maletas pues aunque estamos a poco más de dos horas de nuestra casa, la intención es instalarnos en el pueblo mes y medio aproximadamente. Bueno con alguna escapada, que el pueblo tampoco da para tantos días sin moverse.

Y antes de marchar al pueblo de manera definitiva, nos quedó tiempo para hacer una cena con los amigos de La bodeguiya de Abajo, el grupo de Terrassa que ya dura tantos años y del que ya os he contado algunas cosas, queridas paredes. Alguien se encargó de reservar mesa en el Claret, uno de los restaurantes clásicos del grupo, donde reinan unas patatas bravas que no las hacen igual en ningún sitio de los que yo he frecuentado. Además tienen producto gallego, que es el origen de los dueños, no sé si todavía... Porque está en Can Anglada una zona de Terrassa dominada (demográficamente me refiero) por la emigración, por habitantes del magreb en su mayoría. Lo cierto es que la comida sigue igual de buena.

En el Claret
En estas condiciones arrancamos con las maletas bien cargadas hacia el pueblo, con el fin de instalarnos en Villanueva de Sijena, pero con la intención de hacer una primera escapada a las Fiestas de Albalatillo, a pesar de los 43º de máxima y sin aire acondicionado a mediados de julio en lo profundo de Los Monegros, que aunque ahora riegan y tienen cultivos que los hacen verdes, las temperaturas no entienden de progreso..., o quizá sí... y nos están dando un aviso.

En los primeros días de julio recibimos en casa la visita programada de unos amigos, que a pesar de que solo les quedan seis o siete países del mundo por visitar no conocían Huesca. Así que sin pensarlo nos lanzamos a la visita, en que no faltó la catedral, el museo provincial, el seminario, el coso, la iglesia de San Lorenzo, el correspondiente ágape en el Martín Viejo y para finalizar el paseo el parque Miguel Servet y la foto de recuerdo en el monumento de las pajaritas obra del artista oscense Ramón Acín.

Regresamos al pueblo y nuestros amigos regresaron a Manresa, pues aparte de tener alguna obligación "abuelil", seguro que tenían que preparar su próximo viaje, que restaría un país más a los pocos que les quedan por visitar. Da un poco de envidia los conocimientos que se adquieren cuando pasas la vida viajando y conociendo mundo, aunque para mi forma de ser me parece que debe ser muy cansado, tantos y tantos vuelos y kilómetros a las espaldas. No obstante a ellos les compensa sobradamente. Para gustos... colores.
En el Parque de Huesca

La siguiente escapada fue a la fiesta de Albalatillo, que este año estaba distribuida de una manera un poco peculiar ya que para "meter" un fin de semana en la misma, el día de la patrona, Santa Margarita, coincidió con un miércoles y fue el último día de fiesta.

Lo cierto es que empezamos un sábado con un almuerzo de tenedor y cuchillo que la encargada del bar del pueblo había elaborado a base de un guiso de costilla de cerdo con patatas y tomate. Algo ligero para empezar los jolgorios y en el que participamos los miembros masculinos de nuestro grupo, José Ramón, Pedro y un servidor. El plato estaba bueno, aunque era mejorable el vino, pero no hay vino que no mejore con un poco de gaseosa...

No voy a hacer mención de las temperaturas que nos acompañaron todas las fiestas, porque ya es imaginable pero en esas condiciones fuimos desgranando días y noches como mejor pudimos. Lo que ya es insustituible son los gintónics con el grupo después de la cena en la terraza del bar del pueblo, escuchando a las orquestas tocar los últimos éxitos de la temporada, y algunas de ellas con auténticas representaciones de los mejores musicales del momento.
Almuerzo en Albalatillo

También como cada año las cosas típicas que no se pueden obviar en estas fiestas: el tiro al plato, también con el almuerzo correspondiente previo a las tiradas y que este año a pesar de su sencillez (huevos fritos con longaniza y chorizo) ha estado excelente. Todo recién hecho, gracias a alguno de los miembros de la comisión de fiestas que estuvo friendo los huevos al momento que los pedías.

Otros de los eventos que ayudan al desarrollo de las fiestas para todos los gustos fueron "las jotas" en la portada de la iglesia a cargo de la rondalla Aires Monegrinos, los concursos de guiñote y botifarra, uno de los cuales ganaron J. Ramón y Manolo, integrantes de nuestro grupo y un novedoso concurso de tortillas de patata que a la postre sirvió para que hiciésemos una improvisada cena en la plaza en la que participó gran parte del pueblo.

Igualmente la fiesta homenaje a los mayores, a la que pronto nos corresponderá ir a nosotros, junto con otras actividades lúdicas en la piscina y en la plaza para los más niños, y sobre todo el último día, como decía, la misa y la procesión en honor a Santa Margarita, en la que a pesar de haberme "jubilado" ya, acabé llevando al santo por las calles, para después acabar en el bar, tomando el vermut de la fiesta. Esto dio más o menos de si, las celebraciones del año 2022, muy animadas por cierto, que después de la pandemia la gente estaba con ganas de marcha.

Bretaña y las Islas del Canal. Y parte Cinco

Nos despertamos, como casi siempre a buenas horas, o sea temprano y tras hacer el "check-out", por cierto que tenían todo el siste...