lunes, 20 de diciembre de 2021

La "bodeguiya" de abajo

Hace ya tiempo que buscaba un evento para hacer una entrada de "La Bodeguiya de Abajo", pero la reciente estancia en Irati, con una parte del grupo o la más reciente cena de los hombres, me han animado a escribir estas líneas sobre lo que es y representa para mí y, creo que también, para alguna parte del grupo de usuarios de la misma.

La mes preparada fuera
En principio y por definición debería ser una bodega pequeña que está debajo de algo, y efectivamente se trata de eso, pero no es tan pequeña como el diminutivo podría indicar y ciertamente está en la parte más baja de la casa de María y Rafael. Pero no solo es el lugar físico de lo que quería hablar, aunque también de él, teniendo en cuenta lo que ha crecido en los últimos tiempos: un magnífico horno, la barbacoa y la posibilidad de comer, cenar o lo que convenga, no solo a cubierto sino también al aire libre.

La "bodeguiya" somos también un grupo de amigos y amigas, que bien bien, no sé qué compartimos en común, todo y que con poco esfuerzo encontraré algo a lo que agarrarme para seguir con el principio de que alguna cosa nos tiene que unir, sino no se mantendría desde hace por lo menos 37-38 años que son los que hace que yo pertenezco al mismo. Las cuentas las hago siempre fáciles pues nos incorporamos al grupo cuando Pili estaba embarazada de Manel en una verbena de Sant Joan. Lo que quiere decir que ya existía el grupo, aunque probablemente no conocido por este nombre, y que según mi conocimiento nació en épocas juveniles, en las batallas político-festivas predemocráticas y en las primeras coincidencias laborales de aquellos años. O sea, que no soy fundador..., lástima.

Desde entonces hasta la fecha, nos han pasado muchas cosas a todos, el grupo ha ido creciendo con miembros estables y también han pasado por allí otros temporales o visitantes ocasionales, todos recibidos con el mismo cariño que cuando yo llegué a la pandilla. También la vida, que es casi tan injusta como maravillosa se ha llevado a alguno de nuestros compañeros, aunque solo parcialmente, pues de nuestro recuerdo no consigue, por días que pasen, llevárselo.

Una celebración
También se han incorporado desde entonces, aunque no como miembros, pero sí a nuestras vidas, hijos e hijas y nietas y nietos, que han conseguido, en un momento en que casi todos estaban en edad de empezar a tener su propio ocio y divertimento, casi colapsar las instalaciones. Como he dicho no es tan pequeña, pero sí tiene un límite y sobre todo si además de la descendencia propia van añadiendo novios, novias, parejas y otras especies. Eso sí, una gozada tenerlos allí con nosotros, aunque solo sea por controlarlos en un ambiente seguro en días de fiestas desmadradas fuera del entorno. Craso error, pues después de cenar, eso que se ahorraban, todos se buscaban la vida para que los llevásemos o alguien los llevase donde estaba la fiesta de verdad: la nuestra, para ellos, empezaba a ser de "carrozas" que se decía en la época.

La "bodeguiya", excepción hecha de otros eventos, tenía en programa fijo tres celebraciones: la castañada, fin de año y la verbena de Sant Joan, aunque ésta, en algunos años, se celebraba en casa del vecino. La clientela fija, solía oscilar entre los diez-doce comensales, aunque casi siempre superábamos esa cifra, bien sea con los temporales o visitantes o con otras gentes a los que nos gustaba añadir al censo, siempre con la intención de nutrir al grupo y no hacerlo tan cerrado.

Otra celebración
A lo largo de todos estos años han ido estableciéndose también algunos elementos que fueron míticos durante largo tiempo, otros que aún permanecen ni que sea esporádicamente, al tiempo que se han ido añadiendo nuevos, que sumados y bien mezclados dan una idea bien ajustada de lo que es la "bodeguiya".

A la memoria me vienen los juegos de fin de año que preparaba Cesca y que casi siempre acababan con un regalito personalizado y lleno de simbolismo para cada uno de los integrantes del grupo. También, aunque algo más terrenal, las magníficas mini-croquetas de Inés que devorábamos ansiosamente, con la excusa de que no se enfriasen. Las listas que María cada Nochevieja nos envía para que cada uno seleccione el menú que va a degustar y que se encarga de ir a recoger al restaurante el mismo día de la cena. Y las espectaculares bragas rojas de otra noche de fin de año. No olvido tampoco los puros habanos o no, que yo he llevado muchos años, aunque de hecho es una costumbre a desaparecer, pues debido a la presión social sobre el tabaco, no quedan apenas consumidores. Y a los pocos que aún lo hacemos, nos obligan a salir a la intemperie, con lo que este elemento parece en peligro de extinción.

También el grupo tuvo una importante derivada en la relación personal de cada uno de nosotros. Hubo un tiempo en que prácticamente cada fin de semana nos reuníamos todos para tomar café y más cosas (dulces, algún chupito y hasta algún cigarro) y casi siempre acompañados de nuestros hijos, en aquellos momentos en una edad en que todavía no tenían autonomía para escapar solos a sus cosas. Como podéis suponer, queridas paredes, poco a poco nos fuimos quedando solos los adultos en estas reuniones, que si bien al principio eran casi siempre en casa de María y Rafael, luego se iban diversificando hacia otros hogares, que poco o mucho el que ponía el suyo, algo de trabajo pillaba. No era justo que fuesen siempre los mismos.

Y otra más
Poco después y por los mismos motivos alegados de trabajo no remunerado en las reuniones, se llevó a cabo un sorteo por parejas para hacer la limpieza del local después de las celebraciones de Nochevieja. Tampoco era justo que los propietarios de la "bodeguiya" tuviesen que hacer el zafarrancho para dejarla en condiciones de uso, sobre todo porque poco o mucho sí que ensuciábamos (confetti, chapas, algún espumoso derramado, etc....).

Con la evolución biológica de cada uno de los miembros del clan de la "bodeguiya", nos fuimos haciendo algo más comodones y con menos ganas de trabajar en el sentido de preparar eventos diversos. Así tras las primeras celebraciones de los cumples "redondos", o sea 40, 50, etc., que hacíamos en el local, con juegos para la ocasión, como el de la oca para el cumpleaños de Rafa Pequeño, o algunas otras actividades como el pase en camisón de Pili, cuando se lo regalaron también en su aniversario, se pasó a las fiestas en restaurantes y locales diversos, aunque siempre manteniendo el espíritu del grupo.

Entre las muchas que vinieron, nos pateamos gran parte de los restaurantes de la zona: desde uno de Sant Cugat en que nos visitó la tuna a otro de la misma localidad en que Aurelia y María lo celebraron al unísono. Otros en Matadepera, el Celler, el del Golf y otros que no recuerdo. También Terrassa fue lugar de jolgorios, en La Antorcha, en La Terrassa del Museu y algunos más que tampoco la memoria da para tanto. Hasta en Ullastrell, creo recordar que hicimos alguna otra celebración. 
Una Nochevieja

Lo cierto es que durante todo este tiempo se va manteniendo el espíritu, diría yo de pertenencia al grupo hasta el punto que cada uno de nosotros somos lo que somos y pertenecemos a otros grupos sociales pero siempre mantenemos esa especie de orgullo de ser de la bodeguiya desde hace tantos años.

Como iba diciendo, también llegó un momento en que las celebraciones en restaurantes se hacían un poco cortas pues más pronto que tarde teníamos que abandonar los locales y como si tuviésemos realmente algo nuevo que contarnos después de tantos años decidimos seguramente sin premeditación alguna, que los próximos cumples o festejos intentaríamos hacerlos en lugares donde no nos apretasen las prisas. De hecho teníamos una edad en que ya no nos apretaba casi nada, excepto el cinturón a algunos y los zapatos a otras. Así nacieron las salidas a los hoteles o alojamientos, que creo recordar que empezaron en una salida de Sant Joan a Lloret de Mar, o quizá a una nochevieja en el Parador de Cardona. Da igual qué fue primero!

En esta línea también se hacía salidas por grupos más pequeños a cualquier lugar que tuviese un mínimo interés. Otra de las grandes virtudes y de paso gracias que tiene el grupo, es que si todo el mundo no puede ir a todos los sitios, no pasa absolutamente nada. Ni se resquebraja, ni se pierden los contactos, ni nadie se molesta, y si no es así, no lo dice. O sea corazón que no ve, corazón que no duele.
Y otra Nochevieja más

Con el paso de los años, los aniversarios se van haciendo más grandes, de edad quiero decir, así que la evolución también pasa por que las fiestas se hagan más grandes o mejor dicho, más largas. Nos volvemos más lentos en celebrar y necesitamos más tiempo para hacerlo. De hecho, las últimas han sido salidas de varios días a territorios de interés para el grupo, como fue un aniversario de Pili en Prenafeta o el 70 aniversario de Miquel, en la laguna de Gallocanta, donde disfrutamos de las migraciones de aves y de la gastronomía del Bajo Aragón.

Y hablando de comidas, que suele ser un denominador común de cualquier reunión del grupo, recordar la reciente celebración de los 140 años de Paco y Rafael, bueno 70 cada uno, en tierras de la Navarra del norte donde la belleza de sus paisajes y las estupendas sendas para caminar compiten con la gastronomía para hacer un lugar especial que ir a visitar: la Selva de Irati en el valle de Salazar.

Y esto, solo es una parte de la "bodeguiya", en la que seguiremos perseverando de manera insistente, con cumples, santos, castañadas, verbenas, fines de año y cualquier cosa que sea susceptible de echar juntos unas risas. La otra parte es más profunda y se encaja en el concepto de amistad, que por tener muchas y variadas acepciones os dejo a vosotras queridas paredes la interpretación que del término queráis hacer. Yo solo diré que somos un grupo de amigos fantástico, que deseo que se haga eterno.

¡Larga vida a la "BODEGUIYA"!

jueves, 2 de diciembre de 2021

Irati 2021: 140 años. Día Tres: Regato de Arrazola, Monte Azalegi y Fábrica de Armas de Orbaizeta.

Iniciamos nuestro tercer día de aventuras igual que el anterior, con un buen desayuno en el hotel, aunque esta vez no solicitamos los bocadillos, pues la noche anterior ya habíamos reservado donde comer ante la gran cantidad de sitios que nos dieron calabazas, básicamente por cierre de descanso o por tener ocupadas todas las plazas: El Pardix en Orbaizeta. Con esa certeza de tener la comida garantizada, salimos, previo deshielo de los coches, en dirección hacia Ochagavia para desde allí bajar por la carretera hasta Ezcaroz, bueno Paco hasta Oronz, que no quiso poner combustible el día anterior. 

Hayedo en Arrazola
Desde allí, pasando por Garayoa nos dirigimos hacia Aribe en que tomamos un desvío a mano derecha con dirección a Orbaizeta. Pasada la localidad seguimos en dirección a la Real Fábrica de Armas. A pocos kilómetros tomamos una pista algo más estrecha a mano derecha en dirección al embalse de Irabia. Unos metros más adelante del giro, pasadas dos importantes queserías y también a mano derecha encontramos el parking pegado al Regato de Arrazola, donde iniciamos la caminata del día.

Una vez pertrechados con todos los elementos imprescindibles en cualquier ruta (guantes, bastones, gorro y algo de líquido en las mochilas) nos introducimos en el hayedo-robledal que prácticamente tapa toda la luz del sol que entre unas cosas y otras ya luce en todo su esplendor.

Al inicio el camino es tranquilo, aunque se intuye que se complicará por varios motivos: el suelo que está tapado por la caída de las hojas, la humedad que la falta de rayos del sol hace más intensa y el agua del pequeño barranco al lado del cual circula el recorrido. Y de postre, el desnivel que tenemos que superar para llegar a la cima del Monte Azalegi, que no es demasiado, pero en las condiciones que refiero del piso, seguro que en algún momento se complica. Lo cierto es que como la previsión es de menos kilómetros que el día anterior nos animamos unos a otros y todo parece sencillo.

Entre el hayedo y el monte
Exactamente sencillo no lo fue, pues a los pocos minutos de andadura empiezan los resbalones que dejan al descubierto lo que la hojarasca esconde: barro. Extremando el cuidado pues nadie está para aguantar muchas lesiones que a la larga nos podrían perjudicar en nuestro quehacer diario, fuimos ascendiendo por unos parajes de gran belleza, aunque insisto, parando para disfrutarlos, excepto "algún fuguilla" que se desplaza a más velocidad y deja atrás al resto.

En un momento dado, como diría el añorado Johan,  siguiendo el sendero aparecemos igual que el día anterior en el mirador de Tapla, en una especie de prado inmenso desde el que podemos disfrutar del hayedo que acabamos de abandonar y de nuevo de la cadena pirenaica en todo su esplendor, que se agranda todavía más por el sol que luce a estas horas en la falda del monte Azalegi. 

En este momento el piso cubierto por un césped casi perfecto se convierte en una casi perfecta alfombra por la que caminar, sobre todo en comparación con el anterior. 

Tras un breve reposo para reponer algún líquido, hacemos las fotos de los excelentes paisajes, como siempre cada uno con su  teléfono móvil y Rafael con su magnífico equipo de fotografía, al tiempo que también aprovechamos algunos para limpiar las botas, con la esperanza de que ya se haya acabado el territorio dominado por los barros. Bendita ingenuidad.

Monte Azalegi
Empezamos la subida hacia la cima, donde al parecer se encontraba la Ermita de San Esteban a un ritmo especialmente bajo pues el camino se prestaba a hacer fotos y más fotos, al tiempo que podíamos también guardar en nuestras retinas las imágenes que se iban sucediendo y con una temperatura ideal para pasear, que era lo que estábamos haciendo más que caminar.

Pero, claro, como pasó en el hayedo también en el grupo hay "alguna fuguilla" y empezó a subir a su ritmo, y en pocos minutos nos sacó una distancia considerable. Por fortuna no era una carrera y el resto del grupo siguió a su paso, castigando a la díscola a tener que esperar a que llegásemos todos en la cima del monte Azalegi.

Como muestra de la veracidad de lo que cuento dejo una fotografía en la que si alguno de los sufridos lectores que se acercan a este espacio "clica" sobre ella y se fija en la parte superior derecha podrá comprobar lo que afirmo.

Una vez en la cima todos, buscamos la referida ermita de San Esteban, que a decir verdad se encuentra bastante escondida, supongo que por motivos estratégicos que seguramente están relacionados con guerras o invasiones pretéritas.

Y como no hay dos sin tres, esta vez el "fuguilla" fue nuestro fotógrafo oficial, aunque hay que decir que con la sana intención de hacer fotos desde encuadres fuera del sendero, a fin de poder captar mejor la belleza de los parajes por los que íbamos discurriendo el resto del grupo. La bajada se fue complicando un poco en el momento que empezamos a introducirnos de nuevo en el bosque y por las mismas causas: la humedad, algo menor, la hojarasca y el barro. Para qué limpiaría yo las botas...

Animales en libertad
Tras el paso por la zona de bosque llegamos a una zona de prado más abierta en la que en principio pudimos ver unas bonitas estampas de caballos paseando en completa libertad por el mismo, en una mañana que seguía siendo ideal para caminar. Luego el prado se iba encerrando hasta que llegamos de nuevo a un ensanchamiento en que con menos libertad por estar vallado reposaba al sol un buen grupo de vacas. El camino nos llevaba inexorablemente a tener que sortearlas como si de una carrera de obstáculos se tratase. Con más o menos reparos fuimos pasando todos, con más peligro según la leyenda popular los que íbamos vestidos de rojo. Lo dicho, leyenda.

Enseguida nos adentramos de nuevo en el hayedo-robredal de regreso al punto de partida con las mismas condiciones que a la hora de la mañana, cuando descubrí un par de cosas de interés no menor: la hora, no llegábamos a la reserva de la comida en tiempo y la nula cobertura telefónica que me impedía contactar con el restaurante para avisar nuestro retraso.

Esta es la razón, y no que yo tuviese envidia de los "fuguillas" anteriores, que me hizo lanzarme por el interior del bosque a una bajada imprudente, a toda velocidad que me daba el cuerpo para llegar cuanto antes al parking y llamar por teléfono al restaurante. En un tiempo prudencial y no exagerado llegó el resto del grupo y pusimos rumbo a Orbaizeta a reponer fuerzas.

Después del ágape y sin pérdida de tiempo nos dirigimos a la Real Fábrica de Armas y Municiones instalada en el mismo término municipal de Orbaizeta, a pocos kilómetros del núcleo urbano, creada en 1784 por orden del rey Carlos III, sobre una "ferrería" que en 1432 Blanca I de Navarra creó o autorizó su puesta en marcha para aprovechamiento de la riqueza de metales de la zona. Cerró su actividad en 1884 y en la actualidad goza del "triste" privilegio de estar incluida, tras haber sido declarada Bien de Interés Cultural, en la Lista Roja de patrimonio en peligro.

Fábrica de Armas
La intención era continuar desde allí a los Cromlechs de Azpegi, pero la nula eficacia del navegador donde no hay cobertura y la posible escasa habilidad nuestra para encontrar el camino, nos llevó a dar la vuelta y empezar el regreso a Izalzu, no sin antes pasar por Garralda a comprar un magnífico queso que alguna amiga nuestra nos había recomendado.

Tras las primeras indagaciones sobre el queso, ya se veía que aquello era un error, que quedó confirmado cuando un nativo del pueblo nos dijo que hacía décadas que allí no se fabricaba queso. Solo con ánimo de molestar llame a nuestra amiga, que se sorprendió mucho con la noticia, aunque me dejó claro que su recuerdo era de niña, cuando sus hermanos mayores iban a comprar queso a la localidad. Todo aclarado. Por cierto que aparte de la información del habitante del pueblo al respecto nos recomendó que si queríamos comprar quesos lo hiciésemos en Aribe en el "Carrefour", que era el mismo de las queserías de la zona, pero más barato. Bueno así son las cosas de nuestra sociedad actual, poco entendibles.

Con los quesos y algunas otras compras a cuestas regresamos al hotel en un viaje ya sin paradas, y tras los preceptivos aseos y cambios de ropa y de calzado nos dirigimos de nuevo a Ochagavía, esta vez a cenar al restaurante Orialde, donde no les importaba que llegásemos un poco antes de lo previsto. Como cada día las comidas fueron excelentes y abundantes: es el sello del valle. Yo cené unas migas de pastor con chistorra y huevo frito (media ración por cierto) y unos champiñones rellenos y gratinados con parmesano. Con esta cena, una vez llegados al hotel, encendí en la terraza del mismo un buen puro nicaragüense que pude saborear con toda la tranquilidad del mundo. Para no mentir un poco "jodido" de frío.

A la mañana siguiente fuimos cumpliendo las previsiones, desayuno, vuelta a Huesca donde tras un breve paseo por la ciudad, que lo cierto es que si no entras en los monumentos se ve pronto, comimos bien en un lugar ya conocido por parte de la expedición: El Martín Viejo. Tras una breve sobremesa, el grueso de la expedición regresó hacia Terrassa y Pili y un servidor al pueblo a ver a la familia.

Fin de los 140 años.

martes, 30 de noviembre de 2021

Irati 2021: 140 años. Día Dos: Embalse de Irabia y Cascada del Cubo

Nos levantamos a la hora prevista y pasamos a desayunar en el primer turno, un magnífico bufé dulce y salado con zumos naturales y café con o sin leche, antes de recoger los bocadillos que serían nuestra comida campestre una vez finalizada la excursión prevista para este día. Luego accedimos al aparcamiento al aire libre de Izalzu donde habíamos dejado los coches la noche pasada para acercarnos a las Casas de Irati, inicio del camino. Casi diez minutos tardamos en salir, la helada de la noche había sido potente y los cristales y resto de las carrocerías de los automóviles estaban totalmente cubiertos de una capa de hielo.

Una vez en marcha nos dirigimos a la vecina Ochagavia, lugar donde se debe tomar el desvío por la carretera de Abodi para dirigirnos al inicio de nuestra pequeña aventura. Ochagavía a parte de ser el lugar de destino para todas nuestras cenas durante esta visita, es el pueblo natal de mi amigo Mariano Sagardoy con quien compartí seis años en el Seminario de Huesca, hasta que nuestros caminos se separaron, el se fue a la Escuela de Profesores de Enseñanza (La Normal, se llamaba entonces en Huesca) y yo a la Facultad a Zaragoza. A parte de los estudios, compartíamos el hecho de haber nacido el mismo día del mismo mes del mismo año. Desafortunadamente y demasiado pronto nos dejó hace 11 años.

Mirador de Tapla

Una vez en la carretera de Abodi y tras atravesar una primera tanda de hayedos por un camino bien asfaltado, aunque estrecho y con muchas curvas, aparecimos como por arte de magia en un paraje totalmente desarbolado, como un prado inmenso, desde el que se podía apreciar un magnífico paisaje de los bosques por los que habíamos transitado así como un perfil precioso de la cadena pirenaica con sus cimas y sus valles. Se trataba del Mirador de Tapla. Allí hicimos unas fotos y estiramos las piernas, aunque mucha falta no hacía: llevábamos 20 minutos de viaje.

Reconfortados con las vistas subimos a los transportes y de nuevo nos introducimos en un hayedo, quizá más espeso que el primer tramo y con la carretera de las mismas características anteriores hasta que llegamos al aparcamiento de la zona que se conoce como las casas de Irati. Sin perder demasiado tiempo, excepto el necesario para adecuar nuestros vestidos y calzados, además de bastones y mochilas para el recorrido previsto nos dirigimos hacia una zona de picnic, que ya entonces decidimos que sería nuestra zona de reponer fuerzas una vez acabado el camino.

El camino hacia el embalse de Irabia se inicia por la orilla del río Irati, por una pista de montaña de fácil caminar y con un buen piso pese a la humedad perpetua que parece que reina en el lugar. Pero solo es un espejismo, en nada la ruta se sale de la senda principal y empieza un camino, no muy escarpado pero sí con barro y hojas caídas, magnífico sistema para resbalar y darse un buen "culazo". En estas circunstancias, Pili no lo ve claro y solicita compañía para hacer la ruta por la pista principal, que según todos los datos disponibles acaba en el mismo lugar que la más escarpada. 

Hayedo en las Casas de Irati

En ese momento, obviamente yo me iba a ofrecer para hacer de acompañante, pero antes de que pueda pronunciar palabra es Miquel quien se postula para la tarea, así que sin mucha más discusión, ambos inician la ruta juntos por la zona menos arisca y el resto, resbalones mediante, aunque sin caídas, la hacemos por la zona más aguerrida. Reconozco que todo es un poco exagerado en las diferencias que cuento.

La ruta, o sea la de la mayoría (6 a 2) va transcurriendo por dentro del hayedo y de algunas otras especies que desconozco y que van dando distintos colores a las vistas desde el interior y que en algunos momentos del camino, al aparecer claros en el bosque se pueden apreciar mucho mejor. La humedad y el frío no son especialmente intensos como se podía prever a la salida y los rayos de sol que se introducen entre los árboles hacen el trayecto muy agradable y sinceramente de escasa dificultad. Ya nos va bien, pues a pesar de que gran parte del grupo mantiene un estado de forma excelente, ya no tenemos edad para grandes travesías. No hay que olvidar que estamos celebrando 140 años.

Una vez que salimos del hayedo, volvemos a la pista principal que ya deja ver el embalse de Irabia y donde en realidad la mayoría pensamos que era el punto de encuentro con los dos elementos desgajados del grupo. En espera de su llegada estuvimos bordeando el embalse justo hasta un puente que nos hubiese permitido pasar al otro lado del río de no estar destruido. Hay que decir que antes de llegar al puente, ya desde la caseta del guardia advertía a todo caminante que por allí pasaba que el citado puente se había caído. Lo cierto es que las fotos desde los márgenes del embalse eran espectaculares, pese a que algunos de los árboles ya habían perdido sus hojas y restaban cierto color a la policromía habitual en la zona solo unas semanas antes.

Embalse de Irabia

Visto lo visto y que no se podía apurar más el paseo por el borde, y que no aparecían nuestros dos compañeros, tras hacer la reflexión de que conociéndolos a los dos, cuando se hubiesen cansado habrían dado la vuelta y regresado al inicio, tomamos la misma decisión: retornar a la zona de picnic donde teníamos previsto comer los bocatas preparados por Mauri. Sin prisa pero a buen ritmo llegamos a la zona con la creencia de que allí estarían Pili y Miquel, seguramente comiéndose las viandas ya o esperando ansiosamente a que llegáramos nosotros para empezar.

Pero aquí empezaron las primeras dudas: ¿Donde estaban Pili y Miquel? No había ni rastro de ellos en la zona de encuentro. Miramos los coches por ver si se habían refugiado en ellos, y ni una pista de que hubiesen estado en los mismos. La cercanía de una ermita y un posible refugio cercano hizo que nos acercásemos allí, pensando que quizás se les hubiese ocurrido ir a verla, pero con el mismo resultado. Sin noticias de los dos elementos. A estas alturas queridas paredes ya habréis descubierto que no había ni asomo de cobertura en los móviles, así que las especulaciones al respecto iban de las más optimistas a las más pesimistas según el carácter de cada uno. En estas ocasiones las que suelen imponerse y no se bien porqué, son las fatalistas, así que nos dirigimos a la caseta del guarda que nos ofreció una solución inicialmente aceptable: Levantaría la valla de la pista y eso sí, con su todoterreno y acompañado de uno de nosotros, nos adentraríamos en el camino, en busca de la pareja.

Todo nos pareció correcto, justo hasta el momento en que el guarda se dirigió a su automóvil para iniciar la búsqueda, pues en aquel mismo instante aparecieron los dos amigos, haciendo gala de lo que en sus wahtsapps tienen  de estado "Fent Camins" Pili y "I go xino xanu" Miquel. Los dos felices y tranquilos y a paso caribeño en la creencia de que el resto íbamos detrás de ellos y en algún momento les daríamos alcance. El resumen de los dos "querubines" es que ellos no se han perdido, sino que hemos sido todos los demás los extravíados.

Cascada del Cubo
Después de diversos comentarios de todos los colores, en general con risas y buen humor, respecto a la aventura pasamos a dar cuenta de los bocadillos que nos habían preparado por la mañana en el hotel, al tiempo que se iba distendiendo el ambiente creado por la aventura y tras el breve reposo y descanso de la comida, nos pusimos en marcha para la segunda parte del camino programado.

El destino era relativamente corto, estaba bien señalizado y salvo los últimos metros la senda era buena, amplia y, aunque siempre con el riesgo de los resbalones por la humedad y la hojarasca caída, de fácil caminar. Pese a todo lo dicho, la primera premisa antes de iniciar el paseo hacia la Cascada del Cubo, fue ir todos juntos, sin que nadie abandonase el redil. Luego la bonanza del camino hizo que cada uno fuese a su ritmo y por tanto se hicieron dos o tres grupos en función de la marcha de cada cual, aunque eso sí, sin perder la visual entre los grupos.

Como digo, la ruta iba pegada al río Irati, aunque caminábamos en dirección opuesta a la de la mañana. Lo que a mi me sorprendió más de la ruta, no fue la propia cascada que no hay que desmerecer su belleza, sino el hecho que en las laderas del camino, muy empinadas, se ve prácticamente todas las raíces de los árboles que la rodean. Y se ven como si se tratase de troncos envueltos por una capa verde de musgo, que hace de protector de los mismos, dándoles un aspecto increíblemente vivo. Una vez llegados a la cascada y dejando constancia de nuestra estancia en las memorias de nuestros móviles y Rafael en su magnífico equipo de fotografía, deshicimos el camino y llegamos a los coches, y como ya iba cayendo la tarde-noche volvimos a nuestro hotel por la misma carretera que habíamos accedido por la mañana.
Cena en el Auñamendi en Ochagavía

Tras un breve reposo en el hotel, todos bien aseaditos, bajamos a la sala de estar del establecimiento y unos se tomaron un té, otros una cervecita, otros nada, y así dejamos pasar lo poco que quedaba de tarde, no sin los comentarios, ahora ya más jocosos de la aventura matutina de Pili y Miquel.

Habíamos reservado la cena, o mejor dicho la había reservado Mauri, en el restaurante Auñamendi de Ochagavía a las ocho y media, pero decidimos salir antes pues ya estábamos preparados y con el apetito ya hecho, no todos, y poco importaba si llegábamos antes. La curiosidad en este momento fue que nuestro encargado del hotel nos comunicó la conveniencia de ir a la hora reservada en punto, pues parece ser que a los del restaurante no les gustaba mucho que la gente llegase antes de tiempo. Costumbres que hay que respetar, sobre todo si las conoces.

Total, que llegamos a la hora y sin ningún tipo de problemas y con una camarera de la que no conseguimos saber su nacionalidad, excepto que debía ser sudamericana, con un buen ánimo y ganas de hacer bien las cosas nos sirvió una cena espectacular, al menos para el que escribe, que se puso entre pecho y espalda unas magníficas pochas con vegetales y pechugas de codorniz, y un buen filete de secreto ibérico al roquefort. El resto tampoco bajó el nivel, pues cualquiera de los platos que pidieron eran abundantes y excelentemente elaborados.

Acabada la cena, paseo hasta el aparcamiento de la Sidrería donde dejamos los coches cada día, regreso al hotel y a descansar que el día siguiente promete, más caminos, más aventuras, más comidas y seguramente más risas...

jueves, 25 de noviembre de 2021

Irati 2021: 140 años... Día Uno: La llegada.

Una breve explicación para el título, que viene a ser como pasar unos días en la Selva de Irati en la zona alta de Navarra, en el valle de Salazar. Es la manera de celebrar el aniversario de dos elementos de la Bodeguilla de Abajo, que se han echado a sus espaldas 70 años cada uno: Rafael Cañero y Paco Troya. Lo dicho celebración de 140 años.

El hotel en Izalzu

Después de sesudos y onerosos trabajos que recayeron en Rafael, uno de los protagonistas del evento, que ya tiene mérito ser el homenajeado y tener que currartelo, quedamos como punto de encuentro en la gasolinera de Montserrat, en la autopista de Manresa, de peaje todavía... 

Con una cierta puntualidad británica, a la hora concreta salimos dirección al Eix Transversal para poner rumbo a la A2 hasta Lleida, donde habríamos de dirigirnos hacia Huesca-Jaca y ya en la Comunidad Foral de Navarra acabar el viaje en Izalzu lugar de destino en que estaba ubicada nuestra casa durante los próximos cuatro días: El Hotel Besaro. Poca historia tiene el viaje a excepción de la parada a desayunar en una de las múltiples áreas de servicio de la autovía, el pequeño despiste que un servidor tuvo en Huesca para coger los túneles de Monrepós y lo largo que se empezó a hacer el camino los últimos kilómetros hasta llegar a Ezcaroz, lugar elegido para la primera comida en el valle. Decir que estuvo muy bien: gente muy amable, desestresada en general, o con poca prisa, que elaboraba unos platos sabrosos y abundantes. Toda una premonición de lo que nos esperaba los días siguientes.

Desde allí nos dirigimos a escasos 6 kilómetros al hotel, como comentaba anteriormente en Izalzu. Trámites de ingreso en el establecimiento y aparcamiento de los coches casi en medio de la calle hasta la hora de ir a cenar a la que sería nuestro lugar habitual para estos menesteres en los días que hemos pasado: Ochagavía.

En la salita del hotel

Una vez en el hotel conocimos a Mauri, nuestro guía gastrónomico y de excursiones, así como todoterreno para el hotel, igual te busca un restaurante, que además se encarga de reservar que te propone un recorrido a pie, que se adecue a tu estado de forma, al clima del momento o a las ganas de caminar que tengas. Las habitaciones se repartieron no sé si muy justamente dando preferencia a los cumpleañeros. Se quedaron las dos que tenían bañera con hidromasaje. 

Después de las primeras deliberaciones tomamos la decisión por unanimidad de hacer el primer día, una de las dos excursiones que el referido Mauri nos había recomendado: Las Casas de Irati. Aprovechando su buena disposición logramos que nos reservase mesa para cenar los dos próximos días en los lugares que creía mas adecuados puesto que la Sidrería de la que tan buen recuerdo tengo de mi anterior visita a la Selva estaba cerrada por vacaciones. También cerramos el asunto de la comida del día siguiente, unos bocadillos que le encargamos esa tarde a fin de tenerlos listos para la mañana siguiente en que teníamos la intención de salir tan pronto como fuese posible al recorrido recomendado.

La Iglesia de Ochagavía

Una vez solventadas estas necesidades básicas, nos encontramos con una no menor, que no era otra que cenar esta noche. En el hotel no esta previsto que se puedan hacer otras comidas que el desayuno o bien encargar algunos bocadillos. Una vez más, Mauri salió al rescate y nos recomendó el bar del camping de Ochagavía, donde con toda seguridad podrían calmar nuestros apetitos. 

Nos recomendó aparcar en el parking de la Sidrería, a la vez municipal y gratuito y dirigirnos caminando hacia el camping. Después de diversas averiguaciones a base de preguntar a los nativos cual era el camino más adecuado, decidimos hacer un poco de caso al Google Maps en contra de las primeras, y lo cierto es que llegamos, pero por un camino al lado de la carretera, sin luz y utilizando las linternas de los teléfonos móviles. Después de una cena frugal, unos bocadillos y alguna ensalada volvimos a recoger los coches, esta vez siguiendo las instrucciones de los vecinos y evidentemente, llegamos más deprisa con alumbrado público y sin ningún tipo de peligro de la carretera de noche.

Así paso el primer día de la excursión celebración y nos fuimos a descansar con al intención de madrugar y hacer algo de camino en una zona tan bonita y espectacular como el Hayedo de Irati.

lunes, 18 de octubre de 2021

Roses, faltaba la playa...

Evidentemente, el verano se daba por concluido y a Pili le faltaban sus días de playa. Así que aprovechando el puente de la Mercè, se le ocurrió que fuéramos a pasar unos días a la playa y concretamente a Roses. Yo, que ya me veía libre por este año de estos avatares, dije con sorpresa que por qué Roses precisamente. Total, si se trataba de playa, podía haber elegido una que estuviese más cerca de casa. Sin discutir mucho, al final son solo unos pocos kilómetros más nos pusimos en marcha hacia la Costa Brava y oh! maravilla sin peajes en la AP-7.

Roses, de noche
Nos instalamos en el hotel, a pie de playa por cierto, y una vez hechas las gestiones de ingreso y buscar un parking para el coche nos fuimos a caminar por el paseo marítimo, con un tiempo excelente a pesar de que ya entraba la noche y las primeras luces aparecían a lo largo de todo el litoral. Había que cenar algo y en ese momento tiramos de recomendaciones de amigos que conocían el lugar y llegamos al ROM, una de las sugerencias de alguno de ellos. La cena fue exquisita, muy elaborada y el personal muy amable y agradable. Destacó sobre todo unos buñuelos de bacalao con una crema espesa de piñones tostados y miel de pino. Nos fuimos a descansar pues el día siguiente habíamos previsto una caminata por el Camí de Ronda (GR-92).

Madrugamos lo suficiente para no caminar en la hora donde más aprieta el calor y tras un desayuno no tan frugal como podría esperarse, nos pusimos en marcha. La primera parte del camino por el paseo marítimo, repitiendo el itinerario de la tarde anterior hasta el lugar donde cenamos. Luego continuamos por el mismo paseo hasta llegar al puerto, lugar en que empezamos a alejarnos de la orilla del mar para adentrarnos por algunas urbanizaciones en las zonas de boscosas del lugar. Luego Pili decidió volver hacia el hotel.

Roses desde el GR-92
Un servidor siguió el camino, pasando por diversas urbanizaciones, que parece que no tienen fin en la zona, hasta que los cálculos horarios que había hecho me indicaron que si quería estar a la hora de comer en el hotel, tenía que poner rumbo hacia el mismo dando una vuelta de 180 grados en mi ruta, cosa que hice pero con un acierto solo regular pues llegué a la zona prevista de comida con algo más de media hora de retraso. Tampoco pasaba nada, pues si algo nos sobraba era tiempo y por la tarde tampoco teníamos una previsión concreta en el viaje. Durante el paseo que se me hizo realmente agradable, las vistas del golfo de Roses son espectaculares y además el día a esas horas ya era totalmente despejado sin las neblinas matutinas. En el camino pude ver desde cerca el Faro de Roses y sin llegar a subir hasta él, pude apreciar también el Castillo de la Trinitat, que fue mandado construir por Carlos I, antes de que se hiciese la Ciudadela de Roses. Su nombre procede de una ermita que fue derruida y que se encontraba junto a una torre de defensa, también desparecida en un montículo a unos 60-70 metros sobre el nivel del mar.

EL Castillo de la Trinitat
Hicimos una comida frugal, en El Cucharón en las inmediaciones de nuestro hotel, que por cierto en su carta de postre había "Pijama". Toda una reliquia de los postres dominicales. Y puesto que el camino por la mañana se acercó a los 14 kilómetros, aunque en general de poco desnivel, sí que notábamos en nuestras piernas las subidas y bajadas sobre todo en la zona más al norte del recorrido. O sea, una buena excusa para una siesta reparadora.

Luego por la tarde, nos dedicamos a pasear por la ciudad, pero ya a un ritmo "caribeño", o sea, parando en escaparates en lo que es la calle más comercial de Roses, visitando la iglesia y algunas plazas y edificios de cierto interés arquitectónico y cultural. 

Finalmente y ya con la noche entrando, despacio pero imparable, decidimos tomar un refresco en unos de los bares de la calle de la Riera de Ginjolers, pero como digo se hacía tarde y allí mismo decidimos cenar, pues tenía muy buena pinta, lo que veíamos que iban sirviendo a los otros clientes de la terraza. La mayoría franceses, que como cenan muy pronto les estaban dando ya la comida. Y así, tras el ágape nos fuimos al hotel donde todavía nos dio tiempo de tomar una piña colada antes de retirarnos a descansar a nuestra habitación.
Empuriabrava

Tras un descanso reparador y el consiguiente desayuno en el hotel nos pusimos en marcha, en esta ocasión con el coche, para visitar Empuriabrava, un enclave turístico sobradamente conocido, pero que dados los años que han pasado desde nuestra última visita, más de 35, valía la pena recorrer de nuevo. 

Estuvimos paseando por el entramado de calles que componen la ciudad y observando los canales que ejercen de acceso a las viviendas y que rememoran salvando las distancias los canales venecianos. Lo cierto es que a pie, las vistas no son tan espectaculares como las que se hacen desde el aire, cosa que nosotros solo las vemos en mapas o en google earth, pues la posibilidad de tirarse en parapente o de hacer un vuelo en avioneta en el aeródromo existente en la zona no entraba en nuestros planes presentes y creo que futuros tampoco, sobre todo el primero.

Una vez finalizada la visita pusimos rumbo a l'Escala, donde llegamos en pocos minutos y tras aparcar cerca de la playa, estuvimos paseando por el largo paseo marítimo, hasta que se hizo la hora de ir a comer. El lugar elegido fue una recomendación de unos amigos: El Molí de l'Escala, lejos relativamente de la playa en un molino de harina del siglo XVII, que se halla integrado en una remodelada "masía" de no se cuantos siglos de antigüedad, según reza la propia web del establecimiento.

La verdad es que la restauración del establecimiento es exquisita y sobre todo los platos que pudimos degustar en el ágape: unos "rovellons" a la brasa, unas anchoas excelentes y un no menos meritorio arroz de marisco, que regamos con un vino de la zona también de buen beber.

L'Escala
Sin prisa, pero sin pausa regresamos a Roses a hacer una merecida siesta, tras la cual nos dirigimos a la zona más comercial de la villa por ver si hacíamos alguna compra, cosa que solemos hacer a menudo en los lugares que visitamos. Lo cierto es que no compramos nada, en parte porque los comercios estaban a punto de cerrar, pero sí echamos el ojo a cosas interesantes que dejamos para el día siguiente que a pesar de ser domingo estaban abiertos. 

Lo que sí hicimos fue tomar un ligero refrigerio en el mismo bar que el día anterior, con el tiempo justo para ir al Spa del hotel donde Pili había reservado para las 22:00 horas. La aventura fue como poco divertida: yo me empeñé en que al Spa se iba en albornoz, pese a que no vimos a nadie que lo hiciese. Así que muy dignos bajamos de la habitación y creo que fuimos objeto de las miradas de la mayor gente con que nos cruzamos. Me explico: el acceso al dichoso Spa estaba en la terraza de la cafetería a la que se accedía por la misma, lo que nos llevo a tener que atravesar toda la cafetería y toda la terraza, en aquellos momentos bastante llena y con un músico ejerciendo de animador del cotarro. Lo dicho, atravesamos muy dignamente los dos sitios, dos veces, al entrar y al salir con nuestros albornoces, y no nos pusimos a bailar, en el momento de la salida ya se habían animado en la terraza, porque no sabemos y lo hacemos bastante mal.

Aun nos quedó tiempo de cambiarnos y volver a bajar a la terraza a tomar una piña colada y un gintónic, escuchando la música del animador y viendo bailar a los más atrevidos y expertos clientes. 

Al día siguiente, tras el reparador descanso y después de desayunar como cada día, recogimos las cosas del hotel y nos acercamos a la zona comercial donde pudimos comprar, Pili un vestido para una boda reciente que tenemos y yo dos pares de pantalones, que es de lo que más necesitado estoy. Todo ello de "rebajas", que conste. Tras una comida bien aceptable en otro lugar recomendado por amigos, pusimos rumbo a casa y dimos por finalizada la escapada a la playa.

sábado, 18 de septiembre de 2021

VERANO 2021: Parte 3 (NO fiestas, SI escapadas)

Una vez acabada la aventura galaico-castellano-leonesa y tras resolver algunos asuntos laborales de última hora, nos instalamos en Villanueva de Sijena dispuestos a pasar los terribles calores del mes de agosto de la mejor manera posible. El programa suele ser simple: actividades de las fiestas (en este caso no-fiestas), escapadas solos o en grupo, vermuts, comidas y cenas según necesidades y gintónics nocturnos aparte de la imprescindible siesta diaria que ayuda a combatir las horas en que no se puede salir a la calle. Y a la hora que se puede salir, salimos todos, mosquitos incluidos.

Engalanamiento de fachadas
Una de las primeras actividades, que se celebró fue una exposición de las pinturas de Jesús Pomarol en la casa de Miguel Servet. Era el sobrino de Marta, nuestra compañera y la verdad es que desde su particular situación personal supo expresar a través de la pintura muchas de las cosas que le pasaban o que sentía. Al menos a mí, eso me pareció. 

Entre otras actividades, aparte de recoger unas gorras que el consistorio regaló a todos los vecinos, la Peña siempre participativa acudió a una jornada gastronómica o algo similar en el hogar de los ancianos, acerca de la cocina "morada". Yo no fui, pero los que lo hicieron tampoco me supieron explicar con mucha concreción de qué se trataba. A la actividad que sí fui con la Peña fue a la presentación del libro de la vida y milagros del bandido Cucaracha en tierras monegrinas y otras más lejanas, a cargo de Celedonio García y José Antonio Adell, compañeros de estudios y profesión de María Luisa y José Ramón. Con Adell, yo coincidí en algún cross de la epoca de estudiante en Huesca. Él solía ganar, yo era más de relleno.

Las comidas, bueno más las cenas, se iban repitiendo unas veces en casa, otras en la Peña, la mayoría, y lo que no podía faltar fue el típico Salmorrejo que ya se ha convertido una especie de costumbre prácticamente imposible de erradicar. Y qué dure muchos años! Otro día empanadas y jamón con surtido de embutidos, un poco de ensalada y pan con tomate. En otro momento unas ensaladas, caracoles y longaniza. También un día unos huevos rotos con gambitas y pulpo a la brasa con cachelos. La penúltima, creo que fue con patatas de Casa Santos, tomate con bonito y ensalada. La participación fue variable, unas veces muchos y otras pocos. Lo que sí fue constante es que todas estuvieron acompañadas de alguna manera con ensaladas..., ¡cómo nos hemos de ver! Bueno también en todas hubo riego con el excelente vino Peza do Rei con el que Pancho colaboró con la fiesta.

Cenas diversas

Otro capítulo fue el de las celebraciones que también contaron con la invitación de los homenajeados a una u otra celebración. Fueron los cumples de Maria Luisa, ágape en la Peña y el de Lourdes, cena en Las Piscinas. Aunque días más tarde fue el de José Ramon con postres diversos y soplo de velas y también fue el de nuestro yerno Carlos, que lo celebramos más en familia, porque este año han pasado un buen periodo de tiempo con nosotros, o nosotros con ellos, Izarbe, el citado Carlos y nuestro nieto Roger. La celebración que nunca falló fue la de las noches: Pese a la ausencia del Barbero, hemos conseguido reunirnos casi cada noche en torno a una mesa con un gintónic, unos frutos secos o unas dulzainas. 

Hay días que Marta una de las incombustibles en el tema, viene de Huesca y llega casi a la hora de recoger, pero llega. Y días en que incorporamos a Daniela y Jorge los nietos de Martín y de rebote a él mismo. Y luego José Ramón que cada vez los hace más flojos y Pili que casi cada noche nos hace "un maripili". 

Me explico, maripili: Dícese de la acción repentina, sin aviso y de ejecución rápida que consiste en decir "me voy a dormir" y desaparecer antes que la mayoría se de cuenta de ello.

Como que en algunos días de agosto la peña quedó mermada a solo cuatro miembros, unos por trabajo, otros por asuntos médicos y otros por viajes programados, las escapadas fueron bastante limitadas de participación: Un día nos fuimos al fútbol José Ramón y un servidor a ver el inicio de la Liga entre el Huesca y el Eibar. Buen resultado para los nuestros y bastante sed que pasamos, a quien se le ocurre un estadio sin bar. Lástima que en los siguientes encuentros el Huesca no siguiese la senda del inicio.

En el Alcoraz

Otro día nos escapamos los mismos con Luisa y Pili a dar una vuelta por Zaragoza, a ver si seguía en su sitio, entre otras cosas, como fue la visita al museo Pablo Gargallo, que se encuentra en la plaza San Felipe en el antiguo palacio de Argillo, que fue casa de Francisco Sanz de Cortés. Lo cierto es que teníamos ganas de visitarlo pues en un par de ocasiones anteriores que lo habíamos intentado estaba cerrado. Lo allí expuesto no defrauda y en más de una ocasión sorprende. El talento de este hombre es impresionante y no sé si suficientemente divulgado y reconocido.

Y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, o sea que estábamos en la plaza San Felipe, reservamos hora para comer en Casa Montal, un establecimiento en el que aparte de comer funciona como tienda de "delicatessen" de alimentación. Así que una vez concluida la visita del museo con tan solo cruzar la plaza procedimos a reponer fuerzas, al tiempo que las chicas se dedicaron a comprar algunos de los excelentes productos que tenían con el fin de preparar una cena fría con los mismos, lo que a todos nos pareció una excelente idea.

Luego, con un cierto tono perezoso, el calor no perdona en Zaragoza ni a los visitantes ni a los turistas, y con los depósitos llenos de comida que invitan más a la siesta que al paseo, nos dirigimos sin perder mucho tiempo a otro de los objetivos el viaje: El museo del Origami o de la Papiroflexia. Como digo cansinamente llegamos a las puertas del mismo y para nuestro desconsuelo no había abierto todavía. Menos mal que la espera fue corta y nos refugiamos en una de las zonas de sombra de la plaza donde se encuentra.

Museo Pablo Gargallo

El museo, en el segundo piso del edificio multicultural, es pequeño, pero no por ello menos interesante. Se trata de uno de los pocos museos en el mundo dedicados a ello, si exceptuamos los de Japón, y que a la vez ejerce de escuela. Contiene así mismo algunas de las obras más importantes del mundo de esta disciplina y mantiene contacto permanente con los creadores mas reconocidos mundialmente de estas obras. La verdad es que son espectaculares las obras y los trabajos que allí se exponen y que obviamente desde estas líneas recomiendo a cualquier visitante de Zaragoza, que a poco que pueda no se vaya de la ciudad sin pasar por allí. Esta en la plaza San Agustín.

Con las tropas más reforzadas por la llegada de algunos elementos de la Peña que estaban fuera, Fina y Carlos, empezamos a preparar la ya famosa salida pirenaica de cada año, que no era otra que las nuevas, aunque conocidas Pasarelas de Panticosa, que una parte de la Peña había explorado este junio pasado, descubriendo a la vez un lugar adecuado de avituallamiento.

Al final fuimos siete los elementos que iniciamos la ruta en dos coches desde Villanueva. Sin excesivas dificultades y con el horario previsto cumplido llegamos a la zona donde debíamos validar las entradas pues por las características de la excursión van dando horas hasta completar los cupos. Aquí tuvimos un primer "handicap": Teníamos hora para las 10:20, cuando nosotros pensábamos que era a las 11:00, con lo cual ya llegábamos tarde. A paso ligero alcanzamos la entrada real de las pasarelas y toda la "angustia" inicial se disipó en segundos: No hay problema, pasen cuando quieran, nos comunicó uno de los encargados de la ruta. Donde le llegó la angustia a alguna fue a la hora de pasar el primer puente colgante, básicamente porque se movía, a pesar de que es arquitecta y debería saber que no todo lo que se mueve se cae. Luego todos más tranquilos continuamos el recorrido con una vistas espectaculares y sin ninguno de los peligros que pudiesen esperarse del tránsito por las pasarelas.

Llegado el momento de acabar la instalación metálica y continuar el camino, unos más aguerridos se dirigieron hacia Panticosa pasando por un terreno más abrupto y escarpado y por uno de los bunkers del recorrido y otros más conservadores, bordeamos por los prados la montaña para llegar al final al mismo destino.  

Las Pasarelas de Panticosa

Como había un poco de reparo en si los platos del lugar elegido para comer en Tramacastilla de Tena eran poco contundentes, nos pasamos por Sallent de Gállego para visitar el pueblo, con su monumento al Gigante incluido y ya que íbamos con viento a favor y el tiempo no nos apretaba aprovechamos para hacer un vermut. Ligero por cierto, unas aceitunas, unas sardinas en salmuera, unos torreznos y unos choricillos a la sidra. ¡Que la Peña no pase hambre! 

Llegamos a comer a la hora prevista al Meson Lavedán, un trocito de Donosti en medio del Pirineo de Huesca, al menos a mi parecer. Desde este día no he hecho más que recomendarlo a unos y otros de amigos y conocidos que tengo. La carta es extensa y a modo de resumen solo citaré algunos de los platos que comimos: Anchoas del Cantábrico con mermelada de piquillos, Garbanzos con bogavante, Pochas con alcahofas y langostinos, Huevos rotos con bogavante a la andaluza y ajetes tiernos, Migas de pastor, etc... Y sin entrar en todo lo que vi pasar a otras mesas: Cogote de merluza con almejas, entrecot a la plancha, chuletón a la brasa, etc. Bueno lo dejo, pero sobre todo si pasáis alguno cerca o no tan cerca de allí, haced un alto en el camino que vuestro cuerpo os lo agradecerá. Otra cosa es luego volver a casa a 150 Km más o menos.

Después de estos eventos, Pili y yo nos volvimos a casa para ejercer de "canguros" de nuestra nieta Claudia, pero una vez acabada la tarea, encantadora por cierto, aún nos quedó un fin de semana veraniego para organizar otro sarao. Resulta que María y Rafael llevaban casi 30 años sin venir al pueblo y Aurelia y Rafa no habían estado nunca. Así que quedamos con ellos y decidimos ir a pasar esos días al pueblo.

En el Parque de Huesca

El primer día o mejor noche, cenamos en Fraga, cosa que aprovechamos para vernos de nuevo con la Peña y hacerlo todos juntos. El restaurante "muy Abadías" totalmente recomendable para cualquier visitante o vecino. Al día siguiente programamos una excursión a Huesca ciudad, que alguno de los amigos solo conocía de paso. Allí, las visitas típicas, Catedral, San Pedro el Viejo, La Confianza no, que estaba cerrada, Museo Diocesano, Museo Provincial, Seminario, Coso, Parque, Porches de Galicia, callejeo, etc. La novedad estuvo en la comida: El Martín Viejo, totalmente recomendable también a cualquier visitante. 

Volvimos al pueblo y todavía nos dio tiempo de hacer una cena frugal en el patio de casa, como previa a tomar unos gintónics, u otros combinados o bebercios de todo tipo. También pude fumarme con la tranquilidad que da estar en casa un buen puro y apurar un chupito de wodka Beluga. A la mañana siguiente viaje a Terrassa y comida a la brasa en Viladecavalls, en casa de María y Rafael, que tienen unos artilugios increíbles que hacen la brasa muy rápidamente.

Otro verano más en las espaldas con aventuras de todo tipo, que esperamos continuar en el otoño, si hace falta en el invierno y seguro en la primavera. A ver si ya empezamos a olvidar no la pandemia, que será difícil, pero sí las restricciones que trajo a nuestras vidas.

jueves, 16 de septiembre de 2021

VERANO 2021: Parte 2 (Escapadas y ¿fiestas?)


El puro y los gintónics

Sin madrugar demasiado, arrancamos camino de Galicia, de San Xoan do Rio en concreto, donde nos esperaba el inicio de la segunda parte de la escapada de este verano. Cumpliendo con el horario previsto llegamos a la hora de la comida a casa de Pancho y Elvira, que ya nos tenían preparada una magnífica empanada que acompañada de un ensalada variada colmó de sobras nuestras necesidades dietéticas. La siesta posterior acabo de colmar las de reposo.

Un paseo por el pueblo y las horas de charla con los amigos que hacía tiempo que no veíamos nos trajeron la noche y la hora de la cena que solventamos de manera rápida para luego bajar a la puerta de casa y como se hacía antiguamente en los pueblos nos pusimos tomar el fresco, después de un día tremendo de calor. Lo que pasa es que en estas tierras la horquilla de temperaturas entre la máxima y la mínima se ensancha mucho y lo de "fresco" es "casi frío". Aunque esto no fue impedimento para que con una ligera chaqueta pudiésemos tomarnos el gintónic de ginebra japonesa que Gonzalo nos había regalado. Y un servidor dar cuenta de un excelente puro nicaragüense.

No nos levantamos excesivamente pronto, sobre todo si se tiene en cuenta el "tute" que nos esperaba con el programa que Pancho había preparado: Recorrido por los cañones del río Sil, que desgraciadamente al escribir estas líneas está sufriendo un espectacular incendio como los muchos que cada verano castigan los montes del país.

El Mirador 1
El transporte, en coche hasta donde se podía y una vez aparcado, excursión a pie, eso sí a un ritmo tolerable y parando siempre que el paisaje merecía la pena, que era muy a menudo, y luego acceso a los miradores que han construido en toda la zona para poder disfrutar de las vistas con mayor tranquilidad y seguridad. Así llegamos al primer mirador del que dejo constancia en la fotografía que adjunto a la entrada y que llamaré "Mirador 1" e igualmente numerados los siguientes porque no tomé notas de los nombres y ahora ya casi es imposible recordarlos.

A continuación y sin tiempo apenas de digerir los paisajes nos fuimos hacia unas pasarelas de madera que componían un camino muy agradable. Hicimos un paso previo por el bar antes del inicio de las mismas a fin de reponer fuerzas con un bocadillo que en principio pensaba que no podría acabar pero que con paciencia conseguí dar cuenta de él.

Las pasarelas del río Mao, inicialmente de bajada desde donde habíamos salido, están muy bien conservadas y cuidadas lo que facilita notablemente el paseo. Acaban después de pasar por zonas de sombra y por otras en el que el sol pica notablemente, en el lecho del río que van acompañando desde inicio, en una zona del mismo en que se ensancha notablemente e incluso da la sensación de tratarse de un pequeño lago en medio de la vegetación. La vuelta al coche, ya es otra cosa: todo subida, obviamente todo lo que habíamos bajado, así que agotamos las reservas hídricas, pero no había problemas pues al llegar a la salida del paseo estaba el bar que esta vez nos suministró líquidos.

Las pasarelas del río Mao
Ya nos quedaba el tiempo justo para llegar a la nueva zona de miradores, pero antes había que reponer fuerzas, con lo que nos dirigimos por unas carreteras bastante angostas con interminables discusiones de por donde circuló la pasada Vuelta Ciclista a España, hasta el pueblo del que tampoco recuerdo el nombre, que nuestros anfitriones habían elegido para la comida principal. La sorpresa fue importante y ya se notaba al llegar por la cantidad de coches aparcados en el arcén del vial, y sobre la marcha fuimos descartando la primera opción porque estaba el local totalmente abarrotado. Nos armamos de paciencia y finalmente conseguimos mesa en otro de los locales y la verdad es que estuvo bastante bien y pese al llenazo que tenía pudimos comer con cierta premura.

Con poco tiempo para descansar iniciamos el recorrido de la tarde en el que accedimos a diversos miradores, que nos dieron la panorámica de la zona donde teníamos previsto ir el día siguiente por la otra ladera del cañón. También acudimos a una zona en que se podían admirar los diversos paisajes del Sil y alguno de sus afluentes que desembocan en la zona. Otro de los miradores el que llamaré número 2, aunque creo que se trata del de Pena de Cividá, estaba colgado como si de un trampolín se tratase y daba una cierta sensación de vértigo porque se movía bastante cuando te acercabas al final del mismo.

Una vez disfrutados los paisajes y como una especie de relax, tomamos unas aguas con gas y algún otro refresco para dar un poco de calma a la excursión, pues todavía nos quedaba una penúltima etapa en una zona donde hay un monasterio, que había sido remodelado no hace mucho y que a decir verdad se había hecho con mucho gusto y con un gran acierto.

 El Mirador 2

No obstante, y como suele pasar a menudo en este, nuestro país y me refiero a lo que se da en llamar piel de toro, la planificación no es un asunto en el que nos movamos excesivamente bien. Así que antes de llegar ya tuvimos las colas pertinentes de vehículos de todo tipo, así como, otra vez, los arcenes llenos. Tanto apuramos que llegamos a la puerta del monasterio, pero tuvimos que dar la vuelta a intentar aparcar en la carretera, con la suerte que a pocos metros salía uno de los coches estacionados y en el hueco colocamos el nuestro.

Al empezar la visita, vimos muchos vehículos de la televisión gallega, así como algún coche oficial de la Xunta. Averiguando el motivo de la movida, pudimos saber que el vicepresidente de la misma estaba para inaugurar el transporte público que en forma de microbus lanzadera transportará a los visitantes desde un supuesto aparcamiento que se creará en una zona menos abrupta y más despejada, aunque más lejana del monasterio. Lo cierto es que la idea, visto lo visto en el acceso, parece buena, y seguramente mejorará la comodidad y la seguridad de los turistas que hasta allí se acerquen. Lo que ya no parece tan buena es la planificación como he dicho: Inaugurar el transporte antes que el aparcamiento o abrir el monasterio antes de solucionar los accesos no parece la mejor idea, pero me reitero que esto es habitual en todos los rincones de esta nación, estado, país o lo que seamos. Vamos, que la crítica, aunque también, no es solo para la Xunta.

El Monasterio
Después de esta visita, ya emprendimos la vuelta a San Xoan do Rio, previa parada en Castro Caldelas para realizar algo de avituallamiento para cenar. Una vez en casa, entre todos, pero especialmente Pancho preparamos una cena frugal y aunque estábamos algo cansados, tuvimos tiempo para bajar, esta vez ya definitivamente al frío, para tomar unos gintónics y fumar un puro. No puedo pasar por alto en este punto el hecho de que necesité pedirle a mi amigo un abrigo para poder aguantar la temperatura que iba quedando a medida que pasaba el tiempo.

Repetimos la aventura mañanera del desayuno y el "cafelito" en el bar del pueblo y sin más preámbulos nos pusimos en marcha hacia la zona vinícola de la Ribeira Sacra por la otra ladera del cañón del Sil que visitamos en el día de ayer. En esta zona se ven especialmente las viñas e incluso visitamos una de las bodegas más importantes de la zona. No compramos vino porque Pancho nos guardaba una sorpresa que luego contaré. 

Las vistas al río siguen siendo espectaculares y se puede apreciar de una manera muy patente como recogen las uvas de las viñas. Disponen de una pequeña vía con unos también pequeños railes, por los que se desliza de arriba a abajo y viceversa una pequeña vagoneta en la que cargan los racimos, para una vez en la zona alta y plana donde está la bodega llevarlos al proceso que los convertirá en un excelente vino. Todo esto da que pensar en como sería la vendimia en los tiempo en que no existían estas maquinarias, pues parece ser que la producción de vino en esta zona se remonta a la época del imperio romano.

Bodega de la Ribeira Sacra

Una vez visitadas las viñas y bodegas nos dirigimos hacia una zona cercana donde había un taller alfarero en el que realizaban y ponían a la venta unos tipos de vasijas con un especial sistema de fabricación: se trata de la Alfarería de Gundivós. Es una construcción noble del siglo XVIII, que se ha transformado en un centro que mantiene vivo todo el ritual alfarero de Gundivós: Según nos explica y enseña el encargado del centro, se basa en trabajar con torno bajo, cocción con leña y acabados con pez que la dotan de un color negro característico y según reza la web del mismo "imprimen un contenido lleno de magia y simbolismo propios de la Galicia rural". Lo cierto es que son bonitos y alguno compramos.

Desde allí nos dirigimos a una feria en uno de los municipios cercanos, del que tampoco recuerdo el nombre, pero que Pancho tenía mucho interés en visitar. Llegamos al pueblo y tras aparcar no sin dificultades fuimos a la feria, inicialmente un poco decepcionante para mí: era un "mercadillo" de aquellos de "Bragas a dos euros, las usadas a uno". Pero la sorpresa llego cuando nuestro amigo nos llevó a una zona que estaba llena de mujeres haciendo pulpo en unas cocinas improvisadas y móviles. Allí decidimos comer en una especie de almacén también adecuado para la ocasión con unas normas Covid un poco laxas por ser condescendiente. Lo cierto es que yo disfruté y lo pasé en grande comiendo el pulpo a feira, la carne al caldeiro, el costillar asado y los chorizos criollos. Todo estaba recién cocinado y especialmente bueno y no porque tuviese un apetito desmedido.

Parador de Monforte de Lemos

Decidimos ir a tomar café y visitar ni que sea por encima Monforte de Lemos. Allí nos fuimos al Parador y en un magnífico claustro del mismo procedimos a tomar el café o infusión según el gusto de cada uno. Una visita breve por el pueblo y finalmente nos pusimos en marcha hacia casa, pues el día siguiente la excursión era de 800 km. Teníamos que volver a Villanueva.

El día, no obstante, aún nos deparaba una sorpresa, a la que en párrafos anteriores hacía referencia y que tenía a Pancho como protagonista. Fuimos a unas pequeñas bodegas de un amigo suyo que elaboraba un vino llamado Peza do Rei, con mencía el tinto y con godello el blanco. El bodeguero no sé bien como, pero había conseguido que en la inauguración de una cumbre iberoamericana de unos años atrás, el mismísimo Obama brindase con su vino tinto, al tiempo que pudo hacerse una foto con él y una copa de sus vinos. La verdad es que el vino está bueno, para mi gusto mejor el tinto que el blanco. El resumen es que la bodega vende cada año toda su cosecha y que Pancho nos regaló un caja de cada variedad para disfrute en la Peña del pueblo en las próximas NO-fiestas. Gracias amigo.

Bretaña y las Islas del Canal. Y parte Cinco

Nos despertamos, como casi siempre a buenas horas, o sea temprano y tras hacer el "check-out", por cierto que tenían todo el siste...