Una vez acabada la aventura galaico-castellano-leonesa y tras resolver algunos asuntos laborales de última hora, nos instalamos en Villanueva de Sijena dispuestos a pasar los terribles calores del mes de agosto de la mejor manera posible. El programa suele ser simple: actividades de las fiestas (en este caso no-fiestas), escapadas solos o en grupo, vermuts, comidas y cenas según necesidades y gintónics nocturnos aparte de la imprescindible siesta diaria que ayuda a combatir las horas en que no se puede salir a la calle. Y a la hora que se puede salir, salimos todos, mosquitos incluidos.
Engalanamiento de fachadas |
Entre otras actividades, aparte de recoger unas gorras que el consistorio regaló a todos los vecinos, la Peña siempre participativa acudió a una jornada gastronómica o algo similar en el hogar de los ancianos, acerca de la cocina "morada". Yo no fui, pero los que lo hicieron tampoco me supieron explicar con mucha concreción de qué se trataba. A la actividad que sí fui con la Peña fue a la presentación del libro de la vida y milagros del bandido Cucaracha en tierras monegrinas y otras más lejanas, a cargo de Celedonio García y José Antonio Adell, compañeros de estudios y profesión de María Luisa y José Ramón. Con Adell, yo coincidí en algún cross de la epoca de estudiante en Huesca. Él solía ganar, yo era más de relleno.
Cenas diversas |
Me explico, maripili: Dícese de la acción repentina, sin aviso y de ejecución rápida que consiste en decir "me voy a dormir" y desaparecer antes que la mayoría se de cuenta de ello.
Como que en algunos días de agosto la peña quedó mermada a solo cuatro miembros, unos por trabajo, otros por asuntos médicos y otros por viajes programados, las escapadas fueron bastante limitadas de participación: Un día nos fuimos al fútbol José Ramón y un servidor a ver el inicio de la Liga entre el Huesca y el Eibar. Buen resultado para los nuestros y bastante sed que pasamos, a quien se le ocurre un estadio sin bar. Lástima que en los siguientes encuentros el Huesca no siguiese la senda del inicio.
En el Alcoraz |
Otro día nos escapamos los mismos con Luisa y Pili a dar una vuelta por Zaragoza, a ver si seguía en su sitio, entre otras cosas, como fue la visita al museo Pablo Gargallo, que se encuentra en la plaza San Felipe en el antiguo palacio de Argillo, que fue casa de Francisco Sanz de Cortés. Lo cierto es que teníamos ganas de visitarlo pues en un par de ocasiones anteriores que lo habíamos intentado estaba cerrado. Lo allí expuesto no defrauda y en más de una ocasión sorprende. El talento de este hombre es impresionante y no sé si suficientemente divulgado y reconocido.
Luego, con un cierto tono perezoso, el calor no perdona en Zaragoza ni a los visitantes ni a los turistas, y con los depósitos llenos de comida que invitan más a la siesta que al paseo, nos dirigimos sin perder mucho tiempo a otro de los objetivos el viaje: El museo del Origami o de la Papiroflexia. Como digo cansinamente llegamos a las puertas del mismo y para nuestro desconsuelo no había abierto todavía. Menos mal que la espera fue corta y nos refugiamos en una de las zonas de sombra de la plaza donde se encuentra.
Museo Pablo Gargallo |
Al final fuimos siete los elementos que iniciamos la ruta en dos coches desde Villanueva. Sin excesivas dificultades y con el horario previsto cumplido llegamos a la zona donde debíamos validar las entradas pues por las características de la excursión van dando horas hasta completar los cupos. Aquí tuvimos un primer "handicap": Teníamos hora para las 10:20, cuando nosotros pensábamos que era a las 11:00, con lo cual ya llegábamos tarde. A paso ligero alcanzamos la entrada real de las pasarelas y toda la "angustia" inicial se disipó en segundos: No hay problema, pasen cuando quieran, nos comunicó uno de los encargados de la ruta. Donde le llegó la angustia a alguna fue a la hora de pasar el primer puente colgante, básicamente porque se movía, a pesar de que es arquitecta y debería saber que no todo lo que se mueve se cae. Luego todos más tranquilos continuamos el recorrido con una vistas espectaculares y sin ninguno de los peligros que pudiesen esperarse del tránsito por las pasarelas.
Llegado el momento de acabar la instalación metálica y continuar el camino, unos más aguerridos se dirigieron hacia Panticosa pasando por un terreno más abrupto y escarpado y por uno de los bunkers del recorrido y otros más conservadores, bordeamos por los prados la montaña para llegar al final al mismo destino.
Las Pasarelas de Panticosa |
Llegamos a comer a la hora prevista al Meson Lavedán, un trocito de Donosti en medio del Pirineo de Huesca, al menos a mi parecer. Desde este día no he hecho más que recomendarlo a unos y otros de amigos y conocidos que tengo. La carta es extensa y a modo de resumen solo citaré algunos de los platos que comimos: Anchoas del Cantábrico con mermelada de piquillos, Garbanzos con bogavante, Pochas con alcahofas y langostinos, Huevos rotos con bogavante a la andaluza y ajetes tiernos, Migas de pastor, etc... Y sin entrar en todo lo que vi pasar a otras mesas: Cogote de merluza con almejas, entrecot a la plancha, chuletón a la brasa, etc. Bueno lo dejo, pero sobre todo si pasáis alguno cerca o no tan cerca de allí, haced un alto en el camino que vuestro cuerpo os lo agradecerá. Otra cosa es luego volver a casa a 150 Km más o menos.
Después de estos eventos, Pili y yo nos volvimos a casa para ejercer de "canguros" de nuestra nieta Claudia, pero una vez acabada la tarea, encantadora por cierto, aún nos quedó un fin de semana veraniego para organizar otro sarao. Resulta que María y Rafael llevaban casi 30 años sin venir al pueblo y Aurelia y Rafa no habían estado nunca. Así que quedamos con ellos y decidimos ir a pasar esos días al pueblo.
En el Parque de Huesca |
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