jueves, 27 de noviembre de 2025

La Ruta de la Plata. Parte Primera

Y resulta que de plata, nada. Bueno o al menos muy poco. Que el nombre viene del árabe "balat", que viene a significar camino empedrado. Llevo toda la vida engañando al personal con la historia del tráfico de plata desde Sevilla hasta Gijón. Sin mala intención, eso sí, porque alguien me lo debió explicar a mí, que no me veo yo con semejante imaginación como para inventarlo. Es igual tampoco se lo he explicado a tanta gente como para que sea un problema.

En cualquier caso, con nuestros amigos Mayte y Enrique iniciamos este periplo partiendo de Villanueva de Sijena el domingo a primera hora con la intención de llegar a nuestro primer destino a la hora de cenar, previo paso por Oropesa (de Toledo) donde calculamos que tocaría comer.

Zafra

Tras reponer fuerzas en un bar/restaurante de carretera de la citada localidad toledana, que por cierto ese mismo día tenía una concentración de caminantes que nos impidió ir al restaurante que teníamos previsto, llegamos con tiempo suficiente a Zafra como para empezar la visita.

Plaza Corazón de María con el Parador
El primer edificio que pudimos ver fue el Palacio de los Duques de Feria, actualmente Parador de Turismo en el que íbamos a pernoctar. Obviamente hicimos el check-in y nos lanzamos a las calles hasta la hora de cenar.

Tocando la Plaza en que se encuentra y atravesando el Arco del Azebuche, que era la antigua entrada desde la villa al palacio ducal, llegamos a la calle Sevilla, peatonal, comercial y que acaba llevándote a la plaza Grande. Desde un pequeño callejón pasamos a la Plaza Chica. Tampoco hace falta mucha explicación acerca de ello, las dos son porticadas, las dos tienen su historia y explicar las diferencias podría resultar insultante para vosotras queridas paredes.

Seguimos callejeando y tras pasar por algunos arcos y callejuelas pintorescas fuimos a dar con el Convento de Santa Clara, en cuyo interior iban a hacer un concierto de música sacra al que solo acudimos después para poder ver la iglesia y hacer unas fotos de rigor. Volvimos sobre nuestros pasos y acertamos a llegar a la iglesia de la Candelaria, a la que también tuvimos que esperar puesto que estaba cerrada y solo abría más tarde para la celebración de un oficio religioso.

Plaza Grande
Alguien nos dijo que en la referida iglesia había un Zurbarán y con las prisas y que a veces estás pendiente de otras cosas, alguien supongo que asoció que el oficio religioso que se iba a realizar era una "funeral". El equívoco nos sirvió durante casi todo el viaje como anécdota con la que reirnos. Hasta que vinieron otras.

Después de esta visita y de fotografiar el Zurbarán, seguimos callejeando pasando por diversas zonas con caserones impresionantes, un espléndido arco conocido como el "de Cubo", alguna farmacia especial con un retablo cerámico espectacular para finalmente irnos recogiendo hasta nuestro hotel donde teníamos una cena exquisita y abundante, preámbulo de los muchos ágapes que disfrutaríamos a lo largo de la ruta de las mismas características, exquisitos y abundantes.

Bien alimentados nos dirigimos a nuestras habitaciones a descansar, con solo una visita pendiente para la mañana siguiente en la ciudad antes de partir con destino a la siguiente parada de nuestro particular recorrido. Se trataba del edificio que albergaba la Casa Consistorial de la villa.

Olivenza

Tras un recorrido por carreteras comarcales no especialmente largo, que en algunos momentos me recordó a mi tierra, Los Monegros, llegamos a Olivenza, ciudad con una historia que merece una breve referencia como mínimo.

Puerta de Alconchel
Se trata de una ciudad de unos 12.000 habitantes que en su día perteneció al entonces reino de Portugal a finales del siglo XIII, pero que posteriormente en un tratado del siglo XIX, después de la conocida como guerra de las naranjas pasó a ser española. Lo cierto es que pocos años después en un nuevo tratado se devolvió a Portugal, a lo que hasta la fecha España ha hecho caso omiso. Hoy no parece que eso suponga un problema diplomático entre los dos países, pero la ciudad rezuma cierto tono portugués e incluso las calles están doblemente rotuladas, en portugués y en castellano.

Para los ansiosos de conocimiento añadiré que la guerra de las naranjas debe su nombre a que Godoy cuando empezó el sitio a la ciudad le envió a modo de presente una cesta con naranjas a la reina María Luisa.

La ciudad, muy agradable de pasear y sobre todo muy bien cuidada, incluidas las zonas de callejuelas todas bien pintadas de blanco dispone de un buen abanico de monumentos y lugares que visitar.

Por no cansar con la descripción de todas ellas, dejo aquí la recomendación de pasarse por allí a cualquiera que por las circunstancias que sea pase cerca de la localidad. No se quedará defraudado. El primer punto de interés está en la Ciudadela Medieval y Alcázar a cuya zona se puede acceder por unas puertas con torreones de defensa como la que acompaño en este escrito (la de Alcochel).

Otra de las puertas de gran interés es la del Calvario, que da acceso a la ciudad y desde la que se pueden ver las magníficas fortificaciones abaluartadas y la huerta extramuros y además algún que otro nativo que a las horas de la mañana en que la vimos nosotros ya llevaba a tope la carga alcohólica. Espero que sea la excepción, no querría bajo ningún concepto que "el amigo" fuese símbolo de nada.

Plaza del Ayuntamiento
Entre las iglesias destacan la de Santa María del Castillo, que como por su nombre se puede adivinar se encuentra dentro de lo que serían las dependencias del propio castillo. Otra de ellas es la iglesia parroquial de la Magdalena que tiene como característica especial el estilo manuelino con que se construyó.

También de interés turístico está el convento de las Clarisas o de San Juan de Dios, que en aquel momento en que lo visitamos acogía unas jornadas, congreso o algo parecido en su claustro.

Además y también interesante arquitectónicamente hablando se puede ver la fachada de las Casas Consistoriales, con portadas del mismo estilo manuelino. En la misma plaza tomamos un reparador café en un local de la zona antes de emprender viaje a nuestro siguiente objetivo de la ruta con una mañana ganada al programa que habíamos previsto y que nos permitiría la visita de algún destino nuevo.

Mérida

Tras un apacible camino llegamos a Emérita Augusta, nombre romano de nuestra siguiente parada, en honor al fundador de la misma el emperador Octavio Augusto y que tenía como principal objetivo que allí pudiesen jubilarse (de ahí Emérita) los veteranos soldados de las legiones que habían servido bien al emperador, a parte de otros prohombres, políticos y gente bien del imperio romano.

Teatro romano
Llegamos temprano y tras hacer el ingreso en el Parador nos fuimos a dar un primer paseo por la ciudad, sin nada en concreto que visitar, por el placer de pasear en una ciudad que ya intuíamos e incluso sabíamos que no te la acabas fácilmente.

Después de este paseo retornamos al Parador a comer, como decía párrafos atrás de forma exquisita. Habíamos cambiado las cenas por comidas, lo que nos permitiría ir a cenar algo más frugal, pues el menú del parador no distinguía entre comida y cena. Por cierto que yo me comí un magnífico cochinillo al horno, en su punto de crujiente y de tierno. Luego ya sin reposo posible nos lanzamos a la visita más cultural de la ciudad que dió de sí bastante, incluso dejando cosas por ver. Otra vez será.

El primer elemento que pudimos visitar bajando desde nuestra "casa" en dirección al complejo Anfiteatro, Teatro y Museo Romano, fue el arco de Trajano, que daba entrada a la zona más alta de la ciudad.

Después fuimos al Teatro Romano, maravilla donde las haya y en activo como lugar de interpretación de todo tipo de textos hasta la actualidad y cuya creación fue promovida por el cónsul Marco Vipsanio Agripa e inaugurado hacia los años 16-15 a.C. Desde 1993 y merecidamente es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco como parte del conjunto arqueológico de Mérida (los años y los datos de wikipedia). Algún video me ha quedado de esta visita en dos "interfectas" bailando en el escenario del teatro.

Circo-hipódromo
Tocando se encuentra el anfiteatro, un espacio destinado al espectáculo de las luchas de gladiadores con el que se completaba la oferta cultural en la que por aquel entonces era la capital de la provincia de Lusitania, ni más ni menos que la mitad de lo que hoy es la península ibérica. Como curiosidad añadir que por el siglo IV fue abandonado en su uso y permaneció parcialmente enterrado hasta principios del siglo XX.

Desde allí, sin respiro posible porque el siguiente monumento que no era otro que el circo romano, cerraba al poco tiempo, y a la vez el sol iba cayendo, que con el cambio de hora, se hace de noche casi a la hora de merendar, al referido circo. Gran sorpresa nos produjo su visita a la que yo con una cierta molestia en el pie diríamos que entré por los pelos, y porque mis compis de aventura le comentaron al encargado tal circunstancia y este accedió a esperarme.

Todos quedamos impresionado de las medidas del circo, posiblemente uno de los más largos y anchos que los romanos construyeron (440 metros x 115 metros), solo superado por el circo Máximo de Roma. Enrique y Mayte que han visitado todos los del mundo quedaron también impresionados por las características del mismo. Y nosotros también, con lo que valió la pena el esfuerzo y el dolor para llegar hasta allí (me ha quedado un poco peliculero este final).

Luego ya sin prisas pero sin pausas nos dedicamos a recorrer los monumentos que no requerían entradas y que tampoco te puedes acabar. Hay que decir que en ese conjunto arqueológico nos quedó pendiente el museo romano, obra del arquitecto Moneo, que Pili estaba muy interesada, pero lo dicho todo no puede ser...

Templo de Diana
Vimos bien iluminado el Templo de Diana del que adjunto una fotografía, bajando de la basílica de Santa Eulalia, en la que tuvimos que esperar algo a que abriese para una celebración de culto (un funeral? que Zurbarán no había ninguno). Lo que sí pudimos ver en el exterior fue el "Hornito" que es una mini-capilla en el exterior de la basílica para que los peregrinos pudiesen rezar a cualquier hora sin dar guerra a la plantilla de la basílica.

Desde allí nos dirigimos a ver el puente romano de la ciudad, una maravilla, peatonal en la actualidad y por el que pudimos pasear un ratito también para poder observar el Puente de Calatrava iluminado.

Pasando por la plaza donde se encuentra la loba capitolina, momento en que se me pasó el dolor del pie (por eso lo de peliculero), que fue regalo de la ciudad de Roma a la de Mérida, llegamos a la plaza Mayor, donde en uno de sus vértices se encuentra la Concatedral de Santa María, sede de la archidiócesis de Badajoz-Mérida.

Ya se hizo tarde y quien más quien menos algo de apetito tenía, a pesar del cochinillo, así que nos pusimos a mirar por la plaza y alrededores un lugar para tomar algo. Yo tenía en mente un magnífico restaurante en la calle John Lennon, que en nuestro anterior viaje habíamos disfrutado en sobremanera y repetido en dos ocasiones, pero lamentablemente estaba desaparecido. Pinvierno se llamaba.

Afortunadamente el plato de jamón y alguna cosilla más de la cafetería del Parador colmaron nuestras necesidades, hasta la mañana siguiente para la que dejamos la visita del  Acueducto Romano de los Milagros que se encuentra en buen estado. Desde allí pusimos rumbo a nuestro nuevo destino y así damos por finalizada la primera parte de nuestra Ruta de la Plata, que seguiré llamando así aún sin el preciado metal.

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