martes, 8 de noviembre de 2022

Apurando el largo verano del 22: Logroño

Parece ser que este año no se va a acabar el verano, con las consecuencias que ello tiene a nivel global y que será algo en lo que no entraré de momento, pero sí, en lo que respecta a la vida cotidiana a nivel más personal. Y no es otra cosa, que como es verano hay ganas de salir y cualquier excusa es buena, como la que estoy intentando fabricar en este párrafo. 

Un rincón de Tudela
No obstante, la realidad es otra, las ganas de salir están sea otoño o invierno y en este caso, esta escapada es la prolongación de algo que Pili hacía tiempo que quería hacer: la visita a su primo Eli, en Tudela. Durante la pandemia y derivados estuvieron comunicándose por diversos medios y allí nació el propósito de vernos una vez libres del "mal", y comer y charlar largo y tendido sin limitaciones por las prisas.

Aprovechando el puente de Todos los Santos, montamos un "programa de festejos", pues bien colocados nos salían cinco días de asueto, que empezamos con una fiesta de jubilación, la de Caio en Ullastrell. Como no pudo celebrarla a los 65 lo hace este año a los 66. Novedades respecto al guión de estas fiestas es que éramos casi 100 personas y que se celebraba en una granja de cabras. Bueno en la entrada de la granja que tenía un terreno al aire libre de casi medio campo de fútbol, de un cuidado césped, donde se instalaron las mesas. Por no alargarme más, los condumios, la compañía y la fiesta perfectas, salimos casi de noche cerrada de la comida. Ah! y participamos en un "Silent Party". O sea, una discoteca en que cada uno lleva sus cascos y no suena la música en el exterior, que permanece silencioso. Lo divertido es cuando te los quitas y ves a todo el personal moviéndose a su aire sin ningún concierto ni orden, y ya el colmo es cuando algunos intentan emular a sus artistas preferidos y cantan sin escucharse a si mismos: desafinan los cantos y van totalmente descoordinados, con auténticos gritos y gallos cuando lo hacen.

Pues acabada la fiesta, al día siguiente a primera hora nos pusimos en marcha con la intención de llegar a comer a una hora prudente a Tudela, lugar donde vive nuestro primo, cosa que conseguimos sin excesivos apuros ni prisas. Como estaba previsto fuimos a comer a un sitio que no recuerdo su nombre, pero que era uno de los clásicos de la ciudad, de aquellos de toda la vida y de varias generaciones. Excelente idea.

Monumento a Espartero
La verdad es que teníamos apetito pues el desayuno había sido frugal, así que la comida entre la compañía que era inigualable y la calidad de los productos de proximidad de la zona que es lo que se lleva ahora fue una pasada, pues hasta yo, que soy más bien carnívoro pude degustar unas alcachofas como no recuerdo haberlas probado nunca de buenas y de bien hechas. Hasta me lancé a probar unos piquillos rellenos de verduras, pero lo que estuvo bueno fueron unas pochas con perdiz increíbles de las que apenas dejé los huesecillos del ave.

Después nos fuimos a tomar café a su casa, previo paseo turístico por la zona de la catedral y del casco antiguo de Tudela con la catedral y otros edificios de interés arquitectónico y otros con más interés casi sentimental, pues fueron los lugares diversos de la ciudad en que nuestros anfitriones fueron viviendo a lo largo de los muchos años que allí llevan haciéndolo, no sé si ya más de cuarenta.

En su casa como digo, tomamos el café con unos panellets que habíamos llevado nosotros para celebrar algo de la castañada y empezamos una animada conversación, con las idas y venidas de nuestros hijos, y en nuestro caso también nietos, así como los recuerdos de cuando eran niños y adolescentes y nos veíamos en la playa de Sant Salvador en El Vendrell. Un poco más de conversación acerca del presente y futuro de cada uno de nosotros, cada cual con sus achaques y un pequeño concurso de quién toma más pastillas al día.

En esta compañía tan agradable y casi sin darnos cuenta de lo rápido que pasa el tiempo cuando estás a gusto, fue cayendo la noche, hasta el punto que tuve que llamar al hotel de Logroño para decir que llegaríamos más tarde del horario previsto. Lo dicho, nos pusimos en marcha ya de noche y en una hora más o menos llegamos a nuestro destino. Gracias Eli y gracias Concha por un día tan bueno como el que pasamos en vuestro pueblo. El próximo toca en el nuestro.

Por la mañana en Logroño habíamos contratado un free-tour por la ciudad, pues se trata en mi opinión de un buen sistema para hacerte una idea global de lugar que visitas y conseguir las pistas para continuar la visita por tu cuenta de las cosas que más te interesen.

La Concatedral de Logroño

Vistamos la concatedral y la plaza del mercado, lugar donde se realizaron autos de fe y se quemaron por parte de la Santa Inquisición a un número no pequeño de personas acusadas de brujería y otros delitos de la época, que provenían en su mayoría del valle del Baztán y de Zugarramurdi, de la vecina comunidad de Navarra. Lo que se me olvidó preguntar por qué exactamente tuvo que ser esta ciudad el lugar y no alguna otra de su región. A mi no se me ocurre nada, a no ser que al ser de otra zona no tendrían altercados provenientes de sus familiares y amigos, que se tendrían que haber desplazado lejos de sus domicilios. En fin, es solo un invento mío, seguramente sin ningún viso de realidad.

El tour siguió por las huellas del Camino de Santiago Francés, entre callejuelas y bodegas subterráneas, alguna iglesia o convento y eso sí, muchos albergues de peregrinos, hasta que llegamos a la zona de la antigua muralla y visitamos el puente de tres torres, ahora inexistentes, pero que dan forma al escudo de la ciudad. 

El final estaba justo en la zona del casco viejo donde se inicia una de las calles más emblemáticas de la ciudad, la  del Laurel. Y sin casi tiempo de digerir las enseñanzas del tour nos dirigimos a comer de tapas, cosa muy típica de la zona, en la citada calle. 

Empezamos con un matrimonio (Bocatina de anchoa, boquerón y pimiento verde), para luego seguir con unas croquetas variadas, otra bocatina de carrillera a la brasa y finalmente dos raciones, una de chocos y otra de gambones en el mismo local, que si no hay que tomar un vino o caña con cada cosa y puedes acabar sufriendo las consecuencias que han dado a veces nombre a la calle, que es la senda de los elefantes. El café lo reservamos para tomarlo en un local cerca del hotel, con alguna dulzaina, y sobre todo sentados, pues la comida es genial pero eso sí, no hay manera humana de poder reposar las posaderas, y esto a determinadas edades se convierte en un pequeño problema difícil de resolver.
Calle Laurel

Tras una breve siesta, salimos a continuar la visita de las zonas recomendadas en el tour por las que no se pasaba, aunque había bajado algo la temperatura e incluso lloviznaba algo, cosa que no nos arredró para poder echarnos a la calle y hacer algunas compras, cosa que siempre solemos hacer cuando visitamos una ciudad. Somos, como diría yo... un poco consumistas.

A la hora oportuna llamamos para hacer una reserva y poder cenar sentaditos, aunque también en un asador de la misma calle Laurel. Nos trataron maravillosamente y aunque compartimos con Pili una ensalada tibia de calamarcitos y langostinos, ella siguió con unas almejas gallegas a la marinera y a un servidor no le quedó más remedio que "zamparse" un excelente cochinillo al horno. Hacía casi tres años que no lo probaba. Luego un paseo tranquilo y digestivo hasta el hotel y a descansar.

Al día siguiente, desayunamos temprano y sin prisa pero sin pausa emprendimos el regreso a casa, con parada en Fraga a comer un bocadillo, que acabó siendo otra cosa y que nos permitió tomarnos un café y hacer una "charradita" con Pili Porta y Pedro, que allí viven.

Fin del viaje y otra manera de celebrar la Castañada, que habitualmente ocurre en la Bodeguiya de Viladecavalls con la peña de Terrassa. Otra vez será...

jueves, 3 de noviembre de 2022

Narbonne. Les Grands Buffets. Septiembre 2022

Cuando el año pasado nuestros hijos regalaron en el cumpleaños a su madre una comida o cena en Les Grands Buffets de Narbonne, no teníamos la percepción de lo que esto significaba en todos sus aspectos. De una parte acabó integrando la comida en sí y el viaje y visita a la ciudad francesa. Para ser justos, excelente idea y mejor regalo: la experiencia es única y repetible, pero con algún pequeño matiz.

Ayuntamiento y torre del obispo

El viaje decidimos hacerlo en tren, de alta velocidad en teoría, porque durante el trayecto español, sí es alta velocidad, en el francés diría que no tanto. Lo que también quedó claro es que en territorio patrio con mascarilla y en llegar a Francia, fuera la misma. Y a la vuelta al revés, sin mascarilla hasta llegar a La Junquera. Como si los virus entendiesen de legislaciones y de que la Unión Europea es unión pero menos.

El hotel, 4 estrellas rezaba en la entrada y a la hora de hacer la reserva, pero claro, in situ, todo cambia, la recepción regular, a partir de las 10 de la noche se van y tienes que buscarte la vida si necesitas algo, ni que sea una botella de agua. La habitación bien y el desayuno también, pero la sorpresa viene el segundo día, cuando algo indignados pero muy correctos reclamamos en la misma recepción que no nos habían hecho la cama. La respuesta es contundente: esto es un aparthotel y solo la hacen cada 5 días (???), cuando cambian la ropa de cama. Bueno no lo sabíamos, aunque algo intuíamos del funcionamiento visto el día anterior. Pero como el objetivo no era disfrutar del hotel sino de otros placeres más primarios, lo damos por bueno, nos hacemos nosotros las camas y a otra cosa mariposa.

El Arco de la Catedral

El día de la llegada, nos dedicamos después de comer de manera razonablemente buena en la plaza del ayuntamiento en Le Petit Moka, con servicio rápido y agradable así como una gran variedad de platos que facilita las cosas.

Después de comer empezamos a pasear por la zona de los alrededores, que incluía la torre del Obispo, la Catedral, a la que se accede por un arco y en la que destaca un bonito claustro, así como unas magníficas vidrieras que van ocupando todo el perímetro de la misma y que son de una gran belleza y complejidad.

También hay en el mismo complejo un precioso jardín adyacente a la misma Catedral, y ya en la plaza delante del ayuntamiento se conserva una parte de la calzada romana que por allí discurrió desde la época de los mismos. Han tenido una muy buena idea para hacer visible este monumento, pues está rodeado de una pequeña pared de piedra de escasos centímetros y por la noche esta iluminada de manera que se ven muy bien las piedras que componen la vía. También se puede acceder dentro del pequeño recinto que componen las paredes del monumento.

La Catedral

Una vez realizada la visita de esta zona más céntrica volvimos a nuestro hotel, que lo cierto es que estaba muy bien ubicado, a escasa distancia de la estación de ferrocarril y un poco más alejado pero también cerca de la plaza del ayuntamiento.

Tras un breve descanso en nuestra habitación volvimos a la carga a buscar un lugar en el que poder cenar, algo ligero, que tampoco hacía tanto que habíamos comido, así que en una de la riberas del Canal de Robine que atraviesa la ciudad, encontramos un sitio donde poder tomar un bikini, o un sandwich mixto o un croque-monsieur que es como lo llaman aquí. Todo y que a mí lo que me apetecía era un croque-madame, pero no tenían en el local. Lo cierto es que estaba muy bueno y eso fue suficiente para que pudiera calmar las ganas que yo tenía del huevo frito que adorna el croque-madame. Qué le vamos a hacer, no todo sale bien.

Después de un breve paseo por las mismas zonas que habíamos pasado por la mañana y de tomar un helado en el mismo paseo que habíamos cenado, nos dirigimos a nuestro hotel y a descansar, que mañana es el día D de la cena en Les Grands Buffets y antes hay que hacer una visita a la ciudad.

Empezamos la visita de manera autónoma guiándonos por lo que más o menos habíamos podido leer acerca de la ciudad y en algunos folletos turísticos de la zona. Empezamos por la Iglesia de San Sebastián, gótico flamígera del siglo XV, con un claustro  aceptable y que fue utilizada como capilla hasta la Revolución. De allí fuimos a L'Horreum, galerías romanas subterráneas bien conservadas pero que no pudimos acceder por encontrarse cerrado.

Luego fuimos paseando y una vez cruzado el canal a visitar Les Halles de Narbonne (el mercado), instaladas en un edificio singular tanto por la arquitectura exterior como por la resolución de sus espacios interiores. Saliendo del mismo nos dirigimos a ver Notre Dame de Lamourguier, la iglesia que queda de un antiguo priorato de Narbonne, que fue lapidario hasta 2018, en que se cerró definitivamente.

Quesos

Paseando por la zona llegamos al muelle de Dillon, en el canal de Robine, que es una rama del Canal du Midi, lugar donde se encuentra la pasarela entre las dos villas, una a cada lado del Canal. En esta misma zona se encuentra la esclusa que facilita la navegación de las embarcaciones por esta vía. Interesante en esta zona es el Puente de los Mercaderes (Pont des Marchands).

Viene a ser este puente un poco como el Ponte Vecchio de Florencia, ya que cuando lo atraviesas no tienes la sensación de estar haciéndolo pues es como una calle comercial llena establecimientos que no te dejan ver las aguas que atraviesa. Después de pasarlo en la dirección que quieras y alejándote por la orilla del canal puedes apreciar bien que se trata de un puente.

Después de este paseo, en medio del cual hicimos una parada reparadora para comer, poquita cosa y en hora bastante temprana incluso para los franceses, volvimos al hotel donde procedimos a cambiarnos de ropa con el fin de ofrecer un aspecto elegante en la cena que nos esperaba y que en parte era una de las razones de este viaje.

Tras no pocos intentos, el recepcionista del hotel, antes de marcharse nos consiguió un taxi, o un transporte, pues parecía más un amiguete suyo que hacía servicios "clandestinos" que un taxista en si. En cualquier caso no llevó y además concertamos que nos vendría a buscar a la salida del evento.

El lugar, Les Grands Buffets, desde fuera parece un pabellón deportivo o algo similar, en un espacio de gran superficie, con un aparcamiento inmenso, o sea, cualquier cosa menos glamurosa. Luego una vez que te vas acercando a la puerta de acceso parece mejorar algo, hasta el punto que pedimos que nos hiciesen una foto en la entrada.

Te reciben muy amablemente, comprueban tu reserva y te adjudican un camarero que será el que te acompañe a tu mesa y te explique de la mejor manera posible el funcionamiento del invento. Así pues, acomodados en nuestra mesa en uno de los cuatro comedores que dispone el establecimiento, procedemos a una primera incursión en lo que será nuestra cena.

Los mariscos

En mi opinión, es demasiado todo, no sabes donde acudir, todo te sorprende y todo es excesivo y ostentoso. Desde los pescados, mariscos en su mayoría: gambas, cigalas, bogavantes, centollos, etc. hasta las carnes, de todo tipo y de todas las presentaciones posibles: plancha, brasa, estofadas, al vapor, de cocción a baja temperatura y en forma de tartars. Jamones de ocho o diez denominaciones de origen y de diversas nacionalidades y embutidos y patés de diversas clases. Los postres son también inacabables, lo mismo que los quesos, el plato estrella, que son récord Guinness de variedades con más de cien distintas.

Procuramos comer del mayor número de cosas posibles, pero como comprendereis queridas paredes, es imposible llegar a un mínimo porcentaje de productos por lo dicho anteriormente. La calidad de las viandas también es excelente, hasta el punto, que un servidor cometió el "error" de repetir un foie, de lo bueno que estaba, cuando podía haber probado otros muchos.

La conclusión que sacamos con Pili, una vez terminada la cena y que nuestro "taxista particular" nos devolviese sanos y salvos al hotel, es que la experiencia fue excelente, la cena especial y que vale la pena el esfuerzo del viaje, e incluso que vale la pena repetirla. Eso sí, con alguna condición.

En principio sería casi ineludible hacer la experiencia a la hora de la comida y no de la cena, como fue nuestro caso. En segundo lugar, ganaría mucho hacerla en un grupo entre seis y ocho personas, la posibilidad de probar cosas aumentaría y probablemente también las risas, derivadas de los comentarios acerca del lugar y de las comidas.

Al día siguiente y previo al embarque en el tren de vuelta, nuevo paseo por la ciudad y el Puente de los Mercaderes, donde hicimos algunas compras como viene siendo habitual en todas nuestras escapadas. Llegada a casa y fin de la aventura, anterior al viaje a Turquía y Jordania, aunque mi organización mental me haya hecho publicar esta entrada después de las del viaje. 

viernes, 28 de octubre de 2022

TURQUÍA Y JORDANIA 2022: SEXTA

Jordania y Petra

En la llegada a Ammán, lo que fue realmente sorprendente y muy agradable por cierto, es la acogida por parte del personal de la agencia y desde aquí nuestro reconocimiento. Nos recogió en la misma zona de llegadas del aeropuerto, nos acompañó a pasar el control de pasaportes, se encargó de hacer los visados y una vez recogidas las maletas nos llevó al hotel, de una manera diligente y profesional.

Mezquita Al-Hussein. Amman
Una vez en el hotel nos planteamos las alternativas que nos quedaban durante toda la tarde, que en realidad eran pocas, pues la posibilidad de viajar por nuestra cuenta al mar Muerto a hacer un baño, se esfumó al momento pues no había tiempo suficiente.

Finalmente decidimos ir de paseo al centro histórico de Amman, para lo que después de varias opciones tomamos un taxi del hotel que nos dejó en el centro de la ciudad, con un precio pactado, que a decir verdad a la vuelta al hotel resultó ser el doble. No sé bien si por motivos idiomáticos de mal entendimiento o por morro del conductor.

Lo cierto es que el centro histórico de Ammán se organiza en torno a dos calles supercomerciales, parecen un inmenso bazar, donde puerta sí, puerta también hay una comercio del tipo que sea, hasta desembocar en la mezquita de Al-Hussein, no sé si ya decorada para Navidad, si es que lo celebran.

José Ramón y un servidor estábamos necesitados de bermudas, pues el día siguiente, el calor en Petra prometía llegar a altas cifras, y animados por nuestras compañeras de viaje nos pusimos a la tarea de comprarlos. Por resumir, yo acabé con unas bermudas blancas y un polo rojo para que no me perdieran de vista durante la excursión y José Ramón más prudente se compró unos tejanos también bermudas. Al final además acabamos comprando algo para los chicos.

Mapa mosaico de Iglesia San Jorge
Aún nos quedó tiempo para tomar algo antes de que viniese el taxi a buscarnos y paramos en un lugar donde la verdad es que la limpieza brillaba por su ausencia, y tomamos un refresco, con pajita eso sí, que daba un poco de "yuyu" pedir un vaso o beber "a morro". Lo acompañamos con unos cacahuetes tostados calientes que vendían en un chiringuito cercano al local, y que para ser justos, estaban buenísimos.

Después de cenar, no mucho en el hotel, a descansar que el día siguiente prometía horas de autocar hasta llegar a Petra, otro de los destinos "fetiche" del grupo.

A primera hora, y como casi siempre después de un desayuno suficiente, nos metimos en el autocar e iniciamos la ruta, con una primera parada en Madaba, también conocida como la ciudad de los mosaicos bizantinos, que tiene unos 60.000 habitantes de los cuales casi el 40% son de religión cristiana, cosa significativa en un país de predominio musulmán.

Como decía una de las cosas más interesantes de la parada es la visita a la iglesia ortodoxa de San Jorge, donde se puede ver el mapa de Madaba, mosaico-mapa de la era bizantina con la representación cartográfica más antigua que se conserva, data del siglo VI, de Jerusalén, Tierra Santa y el Delta del Nilo. No dio tiempo a mucho más pues el viaje debía seguir a la vista de los kilómetros que quedaban por recorrer hasta llegar a Petra.

Pequeña Petra
La siguiente parada fue en el Monte Nebo, lugar en el que Moisés se quedó, pues según la Biblia, castigado por la falta de fe, no se le permitió pisar la Tierra Prometida. Aquí tiene su monasterio dedicado y un monumento que recuerda la historia, junto con una réplica monumental del palo que llevaba y que acabó convirtiéndose en el símbolo de la medicina y la farmacia. Desde el monte se puede ver el río Jordán, el Mar Muerto y dicen que en días especialmente despejados la mismísima Jerusalén.

Ante la visión de la Tierra Prometida Pili se quedó un poco estupefacta y se atrevió a hacer un comentario del tipo, que vaya tierra, que era un secarral, que podía haberles dado algo más verde..., y como consecuencia de ello y según nos decían en nuestra infancia, "Dios la castigó" y se torció la rodilla al bajar del promontorio donde estaba mirando y tuvo que ir con ella vendada lo que quedaba de viaje.

Desde allí fuimos a comer a un restaurante muy "cuco" y muy decorado con motivos árabes, aunque el pollo no acababa de ser lo deseado al menos por mí. Acabado "el festín" con un aceptable café expreso seguimos camino hacia Wadi Musa. 

Aún antes de llegar hicimos una parada para visitar lo que se llama Pequeña Petra, que no es otra cosa que otro complejo de la época de los nabateos, que se asemeja mucho en el estilo y en la construcción al que tantas ganas tenemos de llegar y visitar. Parece como si se tratase de un aperitivo de lo que veremos mañana, aunque hay que reconocer que tiene un gran valor arqueológico y turístico en esta misma zona. Luego ya descubrimos que no era exactamente lo mismo que la Petra "Grande", por decirlo de alguna manera. Desde allí ya nos dirigimos al hotel a descansar, tras una cena aceptable en las mismas instalaciones, y aún nos dio tiempo de tomar un cervecita en una terraza que había en la entrada. La cerveza, poco buena por ser complacientes.

Petra: El desfiladero
Madrugando como ya es una constante en este viaje, bueno en casi todos, nos dirigimos a la visita de Petra, esperada tanto que hasta estábamos algo emocionados. Nada más llegar a la entrada del complejo, tras las indicaciones del guía para todo el grupo, ya empezamos a ver cosas, algo sorprendentes aunque hasta cierto punto lógicas, pues permiten que cualquier persona pueda visitar los tesoros y maravillas que esconde la ciudad.

Me explico, puedes alquilar un caballo que te lleve desde la entrada y a través del desfiladero hasta el mismísimo Tesoro de Petra. Si no te fías demasiado del animal y prefieres algo más moderno puedes tomar una especie de taxi eléctrico como un carrito, que también te deja en el mismo destino. Existe además la opción del camello que hace las mismas funciones y luego una vez en el tesoro para desplazarte por allí existen unas calesas, tiradas por un caballo y conducidas por un nativo de la zona.

Lo cierto es que nosotros tomamos la decisión de hacerlo a pie, pero sin descartar ninguno de los otros medios en caso de que fuese necesario, pues el primer tramo desde la entrada al Tesoro supera los tres kilómetros, incluido el desfiladero.

Con este ánimo empezamos el trayecto acompañados por un guía que nos fue explicando la historia de los nabateos y de cómo crearon esta ciudad tan importante en su origen como en la actualidad. A mí personalmente los nabateos estos me parecieron unos piratas: Algo así como los peajes de hoy en día, que no me negareis que no son piratas. Cobraban a las caravanas de las rutas comerciales que por allí pasaban, sólo por el hecho de pasar y además se debían quedar y también les cobraban el parking, la comida, el alojamiento, etc. A los que no pagaban se los cargaban y les robaban todo lo que llevaban. Buena gente.

Petra: El Tesoro
Entre estas disquisiciones y adentrándonos el desfiladero llegamos como por una rendija al Tesoro: Una maravilla, me resulta difícil hacer una descripción, en principio te quedas un poco embobado y luego ya reaccionas y empiezas a mirar y ver con calma cada detalle, una vez que has disparado "todo un carrete" de fotografías.

No haré muchas descripciones de los monumentos que vimos a lo largo del complejo porque es realmente difícil esta tarea. Desde aquí recomiendo que a quien quiera y a quien pueda no deje de hacer esta visita y verlo en directo: cualquier descripción o foto se queda corta.

Una vez pasados los primeros minutos y recuperado el aliento proseguimos adelante por el camino que nos había de conducir hasta la zona de inicio de la subida al Monasterio, otra de las bellezas de la zona para lo que solo había que subir unos 900 escalones.

Por el camino  hacia esa zona a un lado y otro del recorrido se pueden admirar los restos arqueológicos de la tumba de un nabateo muy importante que no recuerdo su nombre. Así mismo se ven complejos de tumbas, llamadas Reales, que son donde al parecer iban a parar los reyes. El resto se supone que los enterraban en sitios más modestos y que todavía no han sido excavados. Parece ser que la cantidad de cosas que quedan por excavar es interminable.

También en el mismo camino se puede apreciar los restos de un anfiteatro nabateo, justo antes de llegar al punto en que hay que tomar una decisión: Subir al monasterio por sus 900 escalones o seguir disfrutando de los paisajes y restos arqueológicos que hay en la zona. En este momento se toma la decisión de que Marta y Pili pasan de escalones y el resto se aventura a subirlos. Un servidor antes de llegar a la mitad del camino se vuelve hacia atrás, las piernas no lo suben, y Maria Luisa y José Ramón continúan hasta el final llevándose el premio de la maravillosa vista del Monasterio. Por suerte hacen fotos.

El Tesoro y nosotros
El premio de las que se quedan es ni más ni menos que buscar un lugar en una terraza de los dos bares/restaurantes que hay en la zona y tomarse una cervecita cada una bien fresca con unas patatitas fritas, que con el calor que hace les supo a gloria (20 euros en total). Yo me quedé sin vistas y sin cervezas, pues arriba no pude y abajo no llegué a tiempo.

Cuando regresaron los dos intrépidos, en la misma terraza pedimos mesa para comer y allí dimos cuenta de un menú aceptable que regamos ya todos juntos con otras tantas cervezas bien frías. Todo iba bien hasta que caímos en la cuenta que había que volver al autocar, recoger las maletas y un nuevo transporte que nos conduciría a Ammán. Y quedaban unos 4-5 km. hasta la zona de embarque.

En estas condiciones, la primera decisión es que Marta y Pili cogen un carruaje para ir hasta el Tesoro. El resto a pie. Escogen bien el vehículo, con un conductor como una "cabra". Solo salir ya empiezan a oírse los gritos de Pili por los saltos que da el carromato. Según nos cuentan luego, Marta cogió las riendas mientras el conductor hacía una carrera con otra de las calesas que transportaba gente.

A la llegada al tesoro, decidimos coger un coche eléctrico que nos conduzca hacia el autocar, pero nuestros intrépidos exploradores Luisa y José Ramón deciden hacerlo a pie. Creo que se les hizo un poco largo. Camino hasta Ammán, llegada al hotel, cena más que aceptable en un local en el mismo hotel y a descansar que mañana espera día largo de aeropuertos. Ah! No había que madrugar!

Al día siguiente llegamos a Barcelona a la hora prevista, previo retraso en el vuelo de Ammán y carrera de obstáculos en el aeropuerto de Estambul. Embarque por los pelos en el vuelo de regreso a casa. Ni siquiera dio tiempo de comprar souvenirs y gastar las liras turcas sobrantes.

Fin del cuento. Magnífico viaje, como dije al inicio de esta serie de entradas, magnífica compañía y perfecto desarrollo del mismo. Quizás habría que hacer alguno más. No sé donde... 

jueves, 20 de octubre de 2022

TURQUÍA Y JORDANIA 2022: QUINTA

Estambul (segunda visita)

Esta vez la llegada con el vuelo desde Esmirna fue relativamente rápida la etapa en el aire, la parte circulando por tierra por las pistas se hizo interminable, no sé si fue tan larga como la del aire. La salida del aeropuerto también fue mejor y más rápida que la del primer día. Era un vuelo doméstico.

Atardecer en Estambul

Llegamos ya con la noche entrada, bastante cansados, pues aunque el vuelo fue corto, veníamos de kilómetros a nuestras espaldas en autocar los días anteriores. Pili aprovechó para hacer un poco de colada, ya que permaneceremos dos días en el hotel en esta nueva incursión a Estambul. No creo o no recuerdo haber cenado mucho, aunque seguro que algo si cenamos, que este grupo no perdona una comida. 

Así pues, tras el merecido descanso amaneció la ciudad con un sol radiante y también con un calor por encima de lo esperado, cosa que viene siendo una constante en el viaje. Y mejor que sea así. En un microbús a la hora pactada apareció el guía en la puerta de nuestro hotel, eso sí, después haber desayunado contundentemente, que el día prometía ser largo. Recogimos después a otros cuatro pasajeros y nos fuimos a la primera visita del día.

El Bazar de las Especias

Con un tráfico bastante fluido para lo que yo recordaba de la primera visita llegamos al Bazar de las Especias, muy cerca del puente Galata y del embarcadero del Bósforo. La primera parada en el Bazar fue en la Tienda de Jordi, donde nos ofrecieron una degustación de unos dulces y un té no sé de qué clase. La parada parece ser de un compatriota que se instaló en Estambul y que según nos explicaron tenía varias delegaciones en la ciudad.

Bazar de las especias

Lo cierto es que saben vender bien. Explican que sus productos nos los envasan al vacío y no tienen ningún problema ni en aduanas ni en aeropuertos (hasta ahí cierto, compramos y llegaron a casa bien). Después la cosa ya se va complicando con los datos de lo vendido. A mí, me vieron algo gordo, por no darle más vueltas ni eufemismos, y me colocaron unas hierbas que infusionadas en forma de té, rebajaría considerablemente mi barriga. Bueno, ya veremos. A fecha de hoy he probado una vez y está realmente malo. Si es eficaz, ya os contaré.

A una señora del grupo, que debido a un traumatismo craneal había perdido el olfato y el gusto, también le recomendaron una infusiones que obrarían milagros. Yo, metiendome donde no me llaman, le comenté a la sufrida paciente que después de más de dos años del traumatismo y sin ninguna mejora de su dolencia iba a ser muy difícil curarla. Pero que bueno, si quería probar nada perdía, pues ya todo lo tenía perdido. Al final creo que compró las hierbas pero con un cierto tono de resignación. Visto ahora, me tenía que haber estado callado, que la fe mueve montañas.

Aún dio tiempo para pasear y visitar otras tiendas y paradas de otros productos, tanto de especias como de abalorios y textiles de diversos tipos. La verdad es que es mucho más pequeño que el gran bazar, pero está mucho más ordenado y con menos barullo, lo que hace las compras más agradables.

El Bósforo

Desde allí y a cuatro pasos fuimos a embarcar en la nave que íbamos a recorrer con nuestro guía el Bósforo prácticamente desde el puente Galata hasta el Puente Fatih Sultan Mehmet.

Por el Bósforo

Desde el primer momento y tras seguir las instrucciones de nuestro guía se empieza a apreciar desde el estrecho, lo que en realidad es la ciudad. Un mundo de palacios y edificios, todos a cual más esplendoroso instalados en primera línea del mar.

Casi no te da tiempo de apreciarlos y eso que reservamos para el regreso, que el viaje es de ida y vuelta, los de la otra margen del estrecho. Así que cuando llegamos al puente de final de recorrido, no tuvimos ni que cambiarnos de sitio pues nuestra visión ya estaba enfocada hacia la otra orilla. En esta, la cantidad de edificaciones era algo menor y alguna de estructuras más nuevas o dicho de otra manera más modernas. En cualquier caso en una u otra dirección espectaculares las edificaciones.

Nada más desembarcar cogimos el minibus que nos estaba esperando para trasladarnos a la zona de las mezquitas donde pudimos visitar el Hipódromo de Constantinopla o mejor dicho sus restos. Junto a él la famosa Columna de la Serpiente y un estupendo mirador con una fuente, que está en el lado opuesto a la columna. También pudimos ver las mezquitas por fuera, justo antes de acceder a unas calles estrechas pero llenas de tiendas y actividad entre las que destaca un restaurante en el que dimos buena cuenta de una comida típica turca eso sí acompañada con una excelente cerveza fría.

Las Mezquitas

Sin mucha pérdida de tiempo en sobremesas, nos dirigimos en primer lugar a la Mezquita Azul, y tras admirarla desde fuera y con el preceptivo ceremonial de descalzarse y con los zapatos a cuestas entramos con la considerable decepción de que está en obras y han colocado un falso techo y forrado las columnas de manera que no se ve prácticamente nada. Una lástima que no nos desanimó para nada, en nuestra cabeza solo cabía pasarlo bien y no había espacio para desencantos.

Desde allí, nos dirigimos a Santa Sofía con ánimos redoblados, pero la realidad es bastante cruel y nos encontramos con una cola kilométrica bajo un sol de justicia. Después de un debate acalorado, por el calor, decidimos ponernos en la fila y rezar para que algún milagro nos ayudase a hacer la espera más llevadera. Primero fueron unas botellas de agua fresca compradas a precio de oro en uno de los kioscos que rodean el lugar. Luego los gorros y los abanicos aportaron su granito de arena y todo parecía mejor. Ahora bien el detalle que acabó de arreglar un poco el desaguisado fue el abandono de la cola de un número importante de personas, que estaban de crucero y que la salida del barco no les permitió quedarse más tiempo.
Santa Sofía fuera

Así conseguimos llegar a la entrada bastante antes de lo que teníamos previsto para alegría general del grupo. Bueno, de todos, no. Una señora del grupo perdió a su marido y empezó a decirnos que había que encontrarlo, que no veía casi y a la vez era muy despistado. Ya en la puerta de entrada nos quedamos esperando y dejando pasar la cola, pues nuestro guía se fue a la búsqueda del marido desaparecido.

Al poco rato, el guía volvió sin éxito en su misión y decidió que el grupo debería entrar y en todo caso que la señora esperase a su señor. En estas disquisiciones estábamos cuando el interfecto apareció con su cámara en ristre haciendo fotos a diestro y a siniestro.

Ya todos juntos, entramos en el templo, previo ritual de quitarse los zapatos y esta vez llevarlos a cuestas pero en bolsas, porque no debía verse los calzados ???.

Por cierto que para dejar constancia de nuestra visita los cinco no colocamos en la entrada interior y a qué no sabéis a quién pedimos que nos hiciese una foto. Pues sí, al despistado que casi no veía. Y así salió la foto, que no la pongo porque enfocó a todo menos a nosotros.

En fin, que pasado este incidente curioso y divertido después, nos dedicamos a visitar el interior de Santa Sofía, un templo que fue mezquita, catedral, museo y ahora finalmente mezquita de nuevo, con algún inconveniente derivado de la norma religiosa, como el hecho de tener que tapar algunas pinturas y mosaicos de gran belleza. En cualquier caso "lo que sea" es precioso con una cúpula espectacular y unos laterales del cuerpo central de la edificación, también increíbles.

Santa Sofía dentro
Podría pasar tiempo haciendo la descripción pero seguro que me quedaría corto y no sabría transmitir lo que vamos viendo, así que desde aquí recomiendo que el que pueda se escape a Estambul y la visite en directo que le valdrá la pena.

Acabada la visita, teníamos que regresar al hotel, pero nuestro grupito decidió quedarse por la zona, de una parte para visitar la Cisterna y de otra dar una nueva pasada por el Gran Bazar.

Nuestro guía, después de hablar con el resto del grupo se quedó por la zona, que estaba más cerca de su casa que el hotel, y de paso nos acompañó a la Cisterna, donde nos libró gracias a su pase de Turismo de hacer la cola para sacar las entradas e incluso para saltarnos la de entrada una vez sacados ya los tiquets.

La Cisterna

El monumento es espectacular con una iluminación cambiante a lo largo de todo el recorrido y con alguna referencia a la película Inferno rodada en una parte dentro de la misma. También se hace difícil describir lo que allí se ve, así que siguiendo la recomendación dada para Santa Sofía y teniendo en cuenta la cercanía de la misma, pues eso, que bien vale un viaje a Estambul.

Una vez acabada la visita, decidimos darnos un pequeño respiro y tomar una cerveza fría en uno de los muchos locales que rodean el complejo, y emprender marcha paseando hacia el Gran Bazar. No recuerdo que hiciésemos muchas compras, pero estuvimos un buen rato paseando por el mismo. Luego salimos y con las instrucciones recibidas de nuestro guía, en los mismos aledaños del bazar nos subimos al tranvía hasta la finalización del recorrido, donde cogimos un funicular para llegar a la plaza Taksim.

La Cisterna
La aventura de sacar el billete del funicular fue espectacular: Una máquina que los vendía de tres en tres sin posibilidad de cambiar en número de tiquets. Bueno eso era lo de menos. La máquina, con instrucciones en turco daba la opción de otros idiomas, lo que pasa es que en cada paso del proceso volvía al idioma original, o sea al turco. Luego dos japoneses, que nos intentan ayudar en inglés. Ni siquiera ellos supieron sacar los billetes. Finalmente, un nativo que ante la cola que estábamos formando se apiadó de nosotros y nos sacó los tiquets y nos acompañó a la entrada hasta que nos colocó a los cinco en el andén del funicular. A todo esto, el vigilante de la estación rascándose los cataplines. Y otra cosa, lo que nadie entendía es porque nos estábamos riendo los cinco...

Una vez en la plaza Taksim, tras el incidente de que justo cuando subíamos por las escaleras mecánicas "petaron" con un ruido estruendoso y dejaron con un buen susto a parte del grupo, que al final se volvió a convertir en risas de todos, nos dirigimos a nuestro hotel.

Al día siguiente teníamos por la mañana el vuelo que había de conducirnos a Petra, la última parte de nuestro viaje, pero antes de ello y tras una ducha reparadora, nos cambiamos de ropa y bajamos al restaurante del hotel, donde Pili había reservado una mesa y nos invitó a cenar para celebrar su cumpleaños que había sido el día anterior.

Cenamos bien y aún nos dio tiempo de salir a la terraza del restaurante a tomarnos un té o lo que cada uno quiso, que acompañado con un cigarrillo que me pasó Marta, hizo todavía más agradable y divertida la estancia en Estambul y la celebración del cumpleaños. 

martes, 18 de octubre de 2022

TURQUÍA Y JORDANIA 2022: CUARTA

 Pamukkale e Hierápolis

También aquí madrugamos, pues el programa del día era apretado y además incluía un vuelo a la tarde desde Izmir (Esmirna) a Estambul. Así que después de desayunar, copiosamente como cada día, recogimos todas las maletas y al autocar, pues nos escindimos del grupo como digo para seguir otro tour que al final nos llevaría a Petra.

Piscinas de Pamukkale
La primera visión del castillo de algodón, que es la traducción del turco de "pamukkale", es espectacular sobre todo porque el sol no ha acabado de salir todavía y lo hace más inquietante. Una vez abandonado el transporte nos dirigimos a la zona de las piscinas naturales creadas a través de múltiples terremotos de tiempos pasados, que liberaron aguas termales ricas en bicarbonatos y calcio. Es la precipitación del bicarbonato la que da ese color blanco tan intenso y deslumbrante.

Parece ser que sucesivos terremotos a lo largo de la historia fueron secando algunas fuentes y creando nuevas, siendo estas capas de piedra caliza y travertino las que dan la sensación de estar en unas cataratas congeladas. En tiempos de los frigios nació la creencia de las supuestas propiedades medicinales de estas aguas, cosa que se ha ido manteniendo hasta la actualidad. Hasta tal punto fue así, que hasta la mismísima Cleopatra se hizo construir una piscina en la ciudad de Hierápolis para poder bañarse con toda tranquilidad y beneficiarse de los efectos terapéuticos del agua.

Y como es evidente que nuestro grupo no es menos que Cleopatra y una vez que paseamos por alguna de las pozas que todavía quedan con agua, con grave riesgo por los resbalones que se acumulan al pisar el fondo de las piscinas, nos colocamos en fila india en una especie de acequia de piedra por la que circulan las aguas medicinales a una temperatura bastante elevada, aunque una vez dentro es bastante llevadero.

Baño de pies
Es conocido también que el desarrollo turístico de la zona fue muy perjudicial para el complejo, aunque no así para los inversores de la zona, que rápidamente construyeron hoteles y complejos de baños que de alguna manera agotaron los manantiales, al tiempo que degradaron bastante las piscinas por el uso indiscriminado de tanto turista.

Al final, creo que con la intervención de la UNESCO, algunos hoteles fueron derruidos y se intentó restablecer el ecosistema, aunque parece ser que algunas de las piscinas son artificiales para calmar el ansia de turistas y visitantes. Lo que sí es cierto es que muchas de estas pozas a día de hoy están vacías y se nota en el paisaje, que en su día y con todas ellas en activo, o sea con agua, debió ser más impresionante de lo que es en la actualidad.

Una vez recompuestos y aparentemente algo más sanos por el baño de pies, nos dirigimos desde la zona más baja en que están las piscinas hacia lo que era en centro neurálgico de la ciudad de Hierápolis, que entre otros monumentos destaca el Teatro, magníficamente conservado y que da pistas sobre la grandeza de la ciudad.

También la ciudad tenía un magnífico templo dedicado a Apolo, una fuente monumental, baños romanos y hasta tres puertas de acceso a la ciudad, alguna de origen bizantino y otra romano con las características arquitectónicas de cada época.

Teatro de Hierápolis
Muy interesante es el Plutonio, que la leyenda lo recoge como la entrada al Inframundo, y en la que los sacerdotes hacían sacrificios en honor a Plutón, que los peregrinos que llegaban de otras zonas a la ciudad pagaban religiosamente. Lo que parece cierto es que en la cueva sea por los movimientos tectónicos o por la acumulación de gases y mezcla de sustancias se generaron gases muy tóxicos que mataban a cualquiera que se metiese en la cueva. Con estas expectativas parece claro que la creencia en la leyenda se fuese afianzando y haciéndose hasta creíble para los visitantes.

Finalmente ya en el siglo XXI y con las excavaciones llevadas a cabo por diversos arqueólogos modernos se pudo deducir tras encontrar cantidad de cadáveres de aves en la entrada de la cueva, producto de los gases tóxicos que se trataba del Plutonio de la leyenda y explicar la muerte de los que intentaban acceder al Inframundo. 

Éfeso

A parte de lo dicho la ciudad alberga tres necrópolis colocadas estratégicamente al norte, al este y al sudoeste del grupo de edificaciones principal. Al fin abandonamos la ciudad por la puerta bizantina en busca del autocar, pues aún quedaba por ver Efeso, otra de las ciudades romanas marcadas en la agenda de José Ramón como una de las perlas a visitar. O sea que la ración de piedras no estaba completa.

Efeso

La verdad es que muy cerca no estaba la siguiente parada en Éfeso y el viaje en autocar ya se empezaba a hacer pesado, llevábamos varios días en el mismo y a pesar de las múltiples explicaciones de la guía intentando amenizar el trayecto, la mayor parte del pasaje dormitaba, excepto en la zona trasera en que un grupito de revoltosos entre cervezas y gintónics pasaba el viaje de lo más animado. Y así llegamos al siguiente objetivo.

Lo cierto es que la ciudad romana ya impresiona desde el primer momento. Te das cuenta que estás posiblemente en una de las ciudades más prósperas que existieron en su momento. La fundación de la ciudad se remonta al siglo VII antes de Cristo y fue llevada a cabo por los hititas, aunque en ese momento no tenía la trascendencia que adquirió en siglos venideros.

La ciudad pasó por diversos periodos, que van desde el arcaico y clásico, pasando por el helenístico, luego por el romano, que fue el más esplendoroso, para posteriormente el conocido como de los antiguos cristianos. En este periodo circularon por allí cristianos digamos que famosos, como el apóstol San Juan y el conocido como Saulo de Tarso, más famoso como San Pablo.

Anfiteatro de Efeso
Finalmente el de la edad media, en que la ciudad estuvo permanente hostigada por ataques árabes. Ya en el siglo XIX fue redescubierta por decirlo de alguna manera y un equipo austríaco se hizo cargo de las excavaciones, que continuaron en el siglo XX e incluso en la actualidad en pleno siglo XXI en que un equipo del mismo país sigue con los trabajos de excavación.

Nada más empezar la visita ya se nos avisa de que la gran artería en torno a la que se articula la ciudad y sus monumentos es larga y algo dificultosa de caminar, pero que tiene una pequeña ventaja, que es de bajada y como se sale por otra zona distinta a la que se entra, no se ha de volver a subir lo bajado. Se agradece con el calor que hace.

Ni que decir tiene que los focos de interés de la ciudad son interminables, los que se pueden ver y los que se supone que estuvieron y no queda rastro de ellos. Sería muy difícil enumerarlos todos, entre otras cosas porque no me acuerdo de todos ellos, y además igual os resultaba pesado a posibles lectores del blog.

En cualquier caso, hay algunos que por su belleza, por su conservación, por su interés histórico o porque José Ramón me mata si no los nombro, que tendremos que describir.

Casa de la Virgen María
Posiblemente la Biblioteca de Celso sea uno de los más espectaculares de la ciudad, aunque no se queda atrás el gran teatro, que domina desde lo alto gran parte de las zonas urbanas cercanas al puerto. Otro monumento de interés es el pequeño teatro Odeón, al parecer destinado a las actividades del canto.

Destacaría también la fuente de Trajano y el templo de Adriano también el casco urbano sin olvidar el templo de Artemisa del que ya solo queda en pie una columna. Aquí se rendía culto a la Artemisa efesia también llamada "polimastia" por el gran número de pechos que la estatua tiene. El original está en el Museo Arqueológico de Éfeso.

La última visita de la zona fue a la casa de la Virgen María, cerca de Éfeso, donde según la leyenda el apóstol San Juan "escondió" a la Virgen tras la crucifixión de Jesús y hasta que se produjo la Ascensión a los cielos de la misma. La historia de la casa tiene que ver con una visión de una religiosa alemana, que al parecer hizo una descripción de la casa tan fidedigna que nadie dudó que aquella era la casa donde la virgen pasó los últimos tiempos de su vida. Desde entonces, siglo XIX , el lugar se ha convertido en un punto de peregrinación de los cristianos católicos.

Desde allí nos dirigimos a Esmirna, o Izmir, donde nos acompañan a una exposición y desfile de modas de prendas de piel, pues la empresa trabaja para la principales marcas europeas y occidentales. La verdad es que tenía muy buena pinta, pero se alió el tiempo con nosotr@s y llegó el taxi para conducirnos al aeropuerto. Seguro que nos libramos de alguna compra...

Mañana otra vez Estambul.


lunes, 17 de octubre de 2022

TURQUÍA Y JORDANIA 2022: TERCERA

Capadocia

Lo dicho anteriormente, sin madrugón especial empezamos la visita de la Capadocia, una de las etapas estrella de nuestro viaje sobre todo por el esperado y deseado vuelo en globo sobre las montañas chimeneas al amanecer, un espectáculo que todo el mundo que lo había disfrutado nos recomendó con gran insistencia.

Las tres Bellezas

Pero esto, por cambios inesperados en el guión del trayecto sería al día siguiente, así que la cosa empezó con un tour en autocar, en que en primer lugar y previo paso por la zona comercial visitamos las Tres Chimeneas de las Hadas o Las Tres Bellezas, que de las dos maneras se conocen en el argot de los guías turísticos de la zona. 

Lo del paso por la zona comercial lo digo porque no sé cómo lo consiguen, pero de hecho para pasar a la zona donde se pueden ver mejor el paisaje hay que atravesar un estrecho pasillo con tiendas de todo tipo a un lado y otro del mismo. Cosas del turismo.

Los paisajes de estas formaciones son espectaculares. Se trata de rocas que nacieron producto de la erosión del agua y del viento en la parte de lo que podríamos llamar su cuerpo, pero que no llegó a afectar  a la parte superior dejandoles este aspecto tan particular y bello.

Las tres + cinco bellezas
De todas maneras esta belleza de las tres hadas, se ve notablemente mejorada cuando añades al paisaje otras cinco bellezas naturales que no están ancladas en el terreno y que excepcionalmente pudimos ver en esta visita, además de poder dejar constancia del acontecimiento en una fotografía, que adjunto a este escrito para deleite de vosotras, queridas paredes y de toda aquella persona que se le ocurra aterrizar en este blog.

Una vez disfrutado de este paisaje extraordinario regresamos al autocar y por si no habíamos tenido bastante parada comercial con el pasillo de acceso, paramos en una fábrica de alfombras de la zona, donde pudimos disfrutar de un magnífico desfile de alfombras de todo tipo y condición, que podíamos comprar en ese momento y posiblemente cuando regresásemos a nuestra casa la compra ya estaría allí. De todas maneras fuera del carácter comercial fue muy interesante ver el proceso de fabricación artesanal de las mismas, aunque me quedan ciertas dudas si en la actualidad lo siguen haciendo así. En todo caso también nos invitaron a degustar un té, que estaba realmente bueno. 

Con el tiempo justo de pasar de nuevo por la tienda de la fábrica de alfombras, continuamos camino hasta llegar al Museo al aire libre de las iglesias de Göreme. Se trata de unos acantilados naturales que albergan iglesias y monasterios escondidos entre las rocas y que fueron excavados en el siglo IX.

Iglesia de Santa Bárbara
Las iglesias son muchas y de diversos tamaños, pero algunas destacan por su historia, como la de Santa Bárbara, que creo más una leyenda pues la referida se convirtió al cristianismo y su padre ante semejante decisión la encerró y la asesinó posteriormente por lo que fue castigado por Dios que lo fulminó con un rayo. En su honor se cavó esta Iglesia, al margen de que la santa acabó siendo patrona de los arquitectos y albañiles y supongo que por el rayo, de los ejércitos de artillería.

Otras tienen menos glamour, como la de la Serpiente, que se debe al hecho de que se encontraron unos frescos con el referido ofidio, representando al Demonio. Además hay otras muchas iglesias más pequeñas que mi cabeza no da para recogerlas todas. Dejo a modo de recuerdo el ábside de una de ellas, la de Santa Bárbara, que como comentaba es una de las más famosas de la zona, a parte de una con los frescos policromados mejor conservados de todos los que pudimos ver, pues de hecho no accedimos a todos. También en este museo al aire libre y a modo de curiosidad comentar que Pier Paolo Passolini, rodó las escenas de una famosa ópera en la que participó las mismísima Maria Callas.

Desde allí nos dirigimos a la llamada "Fortaleza Turca de Uchistar", una espectacular formación rocosa horadada por múltiple entradas y que conformaba en su interior una gran cantidad de habitáculos y viviendas trogloditas. 

Castillo de Uchistar al fondo
La historia de esta fortaleza, también llamada Castillo, por su semejanza a los torreones de los mismos y a la forma de las murallas, no está del todo clara aunque se tiene certeza que en los siglos XV y XVI sirvió de defensa contra los ataques e invasiones que otros pueblos llevaron a cabo contra los habitantes nativos de esta zona. 

Tras la comida y esta breve parada, en el programa teníamos la visita a uno de los monasterios o algo parecido en que ejercen su ministerio una especie de secta espiritual llamada derviches giradores o giróvagos y que ofrecen al público en general una danza en que los actuantes (hombres todos) giran sobre si mismos al son de músicas de tambor y flauta.

Esta "peña" apareció sobre el siglo XIII, y fue fundada por los discípulos de un poeta sufí de nombre larguísimo y casi imposible de recordar y pretenden a través de este baile giratorio alcanzar el éxtasis mediante la ascendencia espiritual hacia la verdad, acompañados del amor y de la liberación total del ego. Parece que lo consiguen porque con tantas vueltas lo lógico sería pensar que se mareasen como sopas y se diesen un buen tortazo, pero en la realidad no es así. 

Cargados de energía positiva, a la que también colaboró alguna "cabezada" durante el espectáculo, que se hace con una luz bastante tenue, nos dirigimos de nuevo a nuestro hotel a cenar de manera ligera, y tras un paseo digestivo por los jardines y piscina del hotel, a dormir tempranito que el próximo día se madruga bastante para ir a una de las actividades estrella de nuestro viaje: ver la Capadocia desde un globo.

Globos en Capadocia
Todavía noche cerrada cuando pusimos el pie en el suelo, y tras un más que frugal desayuno, un transporte pasó a recogernos al hotel para trasladarnos a la zona de despegue de los globos.

Una vez en tierra nos dirigimos caminando hasta el globo que nos correspondía, y allí antes de subir a las cestas pudimos comprobar in situ y de primera mano cómo era toda la mecánica de llenar el globo, calentar el aire y ver también cómo poco a poco el ingenio tomaba la forma que tan bellas imágenes dejó en nuestra retina.

Cuando ya el globo empieza a estar casi recto, viene la operación de subir todos a las cestas, seis personas en cada uno de los cuatro compartimentos que tiene la zona de pasajeros, a las que hay que sumar otros dos más, el piloto y el copiloto, que el vuelo tiene también sus medidas de seguridad. Lo de subir parece fácil, pero no sé si por el nerviosismo o por las horas tempranas, aun con los músculos entumecidos, la cosa se complica y los esfuerzo se notan en el personal. Al final, todos arriba y a volar.

La sensación de volar en globo es espectacular, ni se mueve aparentemente aunque va subiendo, el silencio solo se rompe por algún sonido de admiración de los viajeros o por los fogonazos que el piloto lanza hacia el globo a fin de seguir calentando el aire y así dirigirlo a izquierda o a derecha o arriba y abajo. 

Tanto como volar es espectacular la visión de las decenas de globos que en la madrugada de la Capadocia llenan su cielo. De todos los colores posibles, que cambia cuando cada piloto enciende los fogones para manejar el aparato. Luego la salida del sol todavía añade más matices y coloridos al paisaje. En fin una experiencia totalmente recomendable para cualquier viajero que se acerque a la zona.

Sulthanhani Caravanserai
Y si la subida al globo fue un espectáculo también lo fue la bajada con dificultades más o menos para todos, pero ya más relajados y mezcladas con las risas que todos nos dimos de ver a unos y otros en la operación de descargue. Luego las fotos de rigor con el piloto, ya en tierra y la recogida de los diplomas acreditativos de haber volado en globo. Comer algo, que falta hacía y sin más dilaciones al autocar que el camino hacia Pamukkale no era demasiado corto.

Tras las primeras horas de carretera hicimos una parada en el Caravanserai Sulthanhani, de la que dejo memoria gráfica, y que se trata de lo que vendría a ser una posada para los que hacían rutas comerciales en caravanas. Este se trata de uno de los más grandes y espectaculares de toda la ruta comercial que se establecía en el siglo XIII entre Turquía y Persia. A pesar de haber sufrido un incendio al poco de sus construcción, fue rápidamente restaurado y vuelto a poner en funcionamiento.

Tras reponer fuerzas para comer y una merecida siesta en el autocar, ya casi apagándose la luz del sol llegamos a Pamukkale, al hotel y por recomendación de nuestra guía, decidimos cenar algo y después al spa de aguas sulfurosas naturales dentro del mismo hotel. Como siempre nos reímos mucho, a pesar de que la organización de este era un poco lamentable, no había taquillas, se les habían acabado las toallas y solo les quedaban gorros, eso sí, pagando. 

En cualquier caso y tras el baño más o menos relajante nos fuimos a las habitaciones por uno de los atajos más directos y prácticos que el camino por el que nos habían hecho ir a la entrada. Mañana más...

miércoles, 12 de octubre de 2022

TURQUÍA Y JORDANIA 2022: SEGUNDA

Ankara

Después de un viaje en autocar, bastante largo, aunque no fuese el más largo que nos esperaba en este tour y con las correspondientes paradas higiénicas y anti-trombóticas cuando ya caía la noche llegamos a Ankara, capital administrativa del estado turco. Ya en la entrada se aprecian avenidas y bulevares más amplios y nuevos que los de Istambul. Se nota que es una ciudad nueva y con una población bastante joven, excepto los jerifaltes del gobierno que allí ejercen su función.

Alrededores del hotel. Ankara

La llegada al hotel Grand Mercure, también moderno y bien equipado, estaba en una zona no muy residencial, más bien de oficinas y algo de ocio pues estaba rodeado de pubs, restaurantes y espacios donde sonaba una música en directo en uno de los locales que invitaba a escuchar e incluso mover el esqueleto.

Como que a la mañana siguiente nos esperaba un apretado programa de visitas en la capital, solamente bajamos a dar una vuelta y estirar las piernas en los alrededores del hotel para luego retirarnos a nuestras habitaciones para un merecido descanso.

El día amaneció con un sol radiante, un poco demasiado teniendo en cuenta que nos esperaban alguna visitas al aire libre. Como cada mañana acudimos al comedor a desayunar, cada uno con nuestras características especiales: los de la fruta, los del salado, los mixtos, los de todo y los de las dulzainas. Por suerte en la mayoría de los hoteles hemos podido todos dar rienda suelta a nuestras preferencias.

Y dicho esto al autocar a visitar el Museo de las Civilizaciones de Anatolia, primera parada del día, ubicada en el llamado Castillo de Ankara, en la remodelación de un antiguo bazar. Fue al parecer deseo expreso del mismísimo Atatürk, recoger y exponer los vestigios disponibles hasta la fecha de las civilizaciones Hitita, Frigia y Lidia.

"El disfraz"
Son muchas las piezas de todo tipo que componen el museo hasta el punto que se hace muy difícil resumir la importancia y calidad de las mismas. También son muy variadas las civilizaciones que por allí pasaron y por tanto se hace incluso en la visita también complicado seguir el hilo de la historia de la zona. Igual es que andaba un poco despistado y no entendí la estructura del museo. En cualquier caso interesante, y como de costumbre le sacamos jugo a la visita con alguna foto de los componentes "disfrazados" de romanos o vaya usted a saber.

Desde allí nos dirigimos sin perder tiempo excesivo al Mausoleo de Atatürk, situado en la llamada Colina de la Observación que al parecer es visible desde prácticamente toda la ciudad de Ankara.

Se trata de una edificación destinada a ser la "tumba conmemorativa" del que fue líder de la Guerra de la Independencia, fundador y primer presidente de la república turca Mustafá Kemal Atatürk. Su construcción se inició en 1944 y se finalizó el primero de septiembre de 1953. Es una construcción monumental, simétrica y con secciones lisas que parece ser fueron los elementos arquitectónicos típicos de la época, aunque este añade elementos otomanos, como los aleros de las torres.

Destaca la grandiosidad de la plaza, se supone que para grandes eventos, tanto civiles como militares. De hecho cada cierto tiempo se lleva a cabo un protocolario cambio de guardia, que pudimos presenciar en alguno de los puestos, mientras celebrábamos la visita. Se puede acceder a la tumba del fundador, pero a una que no contiene los restos, pues estos están en una cripta subterránea.

El complejo también dispone de un museo dedicado básicamente a Atatürk, en el que se pueden apreciar desde los trajes y uniformes que utilizó durante su vida hasta los regalos que recibió de parte de los líderes mundiales que lo visitaron, pasando por recreaciones de escenas bien reales de los episodios de la guerra de la independencia, de la que nació la actual República Turca. 

Como que la intención era llegar a dormir a Ürgüp, en plena Capadocia, donde teníamos la siguiente aventura, sin muchas pérdidas de tiempo todos al autocar, con los rezagados de turno que hay en todos los grupos y que a estas alturas del viaje ya habían dado la cara.

Mausoleo con una celebración
Lo dicho, carretera y manta y hasta la primera parada para comer, que la hora ya estaba más que pasada y el lugar decidido por nuestra guía de esta parte del viaje, Shelma, fue una especie de área de servicio de la carretera, eso sí, al lado de uno de los más famosos lagos de sal del país. La comida con el apetito ya hecho estaba buena, pues comimos una especie de paella, al menos lo parecía, de carne, aunque ahora mismo tengo dudas si llevaba arroz o no.

José Ramón se empeñó en pasearse descalzo por el lago salado y todos le seguimos, que para eso era el líder del grupo, pero obviamente sin descalzarnos, total agua no había ni gota, solo sal. En la siguiente parada fuimos a descubrir un pueblo de beduinos o bereberes, no recuerdo bien, que habitaban unas viviendas subterráneas bien angostas y bien escondidas para defenderse de las muchas invasiones que por allí circulaban en tiempos pretéritos.

Lo cierto es que vivimos un incidente bien especial, un señor de una edad avanzada, casi como la nuestra, de otro grupo tuvo un percance que le dejó inmovilizado en una zona en que era casi imposible ni seguir adelante ni volver atrás. No tendría mayor importancia si no fuera por la actitud del grupo y la guía del mismo. Llamar a una ambulancia, ya está bien, pero dejarlo solo, con su esposa más asustada casi que el propio accidentado no es de recibo en mi opinión. Con las diferencias idiomáticas y en un pueblo un poco perdido en medio de la nada, creo que la guía hubieran estado mejor con el accidentado. Seguro que ni me va ni me viene, pero como me pareció mal, ahí lo dejo.

"Fiesta Turca"
Ya sin más incidencias llegamos al hotel de Ürgüp, donde después de una frugal cena, nos trasladamos a una supuesta "fiesta turca" en una cueva, con bailes de todas las regiones del país, que nuestra guía hábilmente nos había vendido durante el viaje, como un acontecimiento que a los bailes sumaba un pica-pica, y bebidas de todo tipo, incluidas las alcohólicas, wodka, ginebra y todo tipo de combinados.

Ni que decir tiene, que a nosotros nos convenció el folcklore turco más que ninguna otra cosa. Como siempre y debido a los rezagados de siempre llegamos un pelín tarde con lo que el lugar que nos tocó estaba bastante alejado del escenario central. De todas maneras, mejor, que así no pudieron sacarnos a imitar a la bailarina que ejecutaba la danza del vientre, mientras que otros si tuvieron que salir, pues los tenía más a mano. Del pica-pica poco puedo decir, excepto que lo único que probé, seguramente porque fue lo único que identifique fueron frutos secos, maíz, cacahuetes y no sé si algún garbanzo.

Y lo de las bebidas ni os cuento queridos muros, pues lo más parecido a algo de lo que aquí tomamos fue un wodka de muy baja graduación con zumo de naranja de tetrabrik. Creo que me tomé tres y como si hubiesen sido vasos de agua. El resto del tiempo lo pase fuera de la cueva con Marta, aprovechando ella para fumar un cigarrillo y yo un purito que conseguí en una de las tiendas de una de las múltiples paradas que tenía el recorrido.

Desde allí nos fuimos a descansar, pues aunque no teníamos que madrugar mucho, pues hubo un cambio de planes y el vuelo en globo se pospuso un día, sí que los horarios de las actividades previstas requerían levantarse a buena hora.

Bretaña y las Islas del Canal. Y parte Cinco

Nos despertamos, como casi siempre a buenas horas, o sea temprano y tras hacer el "check-out", por cierto que tenían todo el siste...