viernes, 28 de octubre de 2022

TURQUÍA Y JORDANIA 2022: SEXTA

Jordania y Petra

En la llegada a Ammán, lo que fue realmente sorprendente y muy agradable por cierto, es la acogida por parte del personal de la agencia y desde aquí nuestro reconocimiento. Nos recogió en la misma zona de llegadas del aeropuerto, nos acompañó a pasar el control de pasaportes, se encargó de hacer los visados y una vez recogidas las maletas nos llevó al hotel, de una manera diligente y profesional.

Mezquita Al-Hussein. Amman
Una vez en el hotel nos planteamos las alternativas que nos quedaban durante toda la tarde, que en realidad eran pocas, pues la posibilidad de viajar por nuestra cuenta al mar Muerto a hacer un baño, se esfumó al momento pues no había tiempo suficiente.

Finalmente decidimos ir de paseo al centro histórico de Amman, para lo que después de varias opciones tomamos un taxi del hotel que nos dejó en el centro de la ciudad, con un precio pactado, que a decir verdad a la vuelta al hotel resultó ser el doble. No sé bien si por motivos idiomáticos de mal entendimiento o por morro del conductor.

Lo cierto es que el centro histórico de Ammán se organiza en torno a dos calles supercomerciales, parecen un inmenso bazar, donde puerta sí, puerta también hay una comercio del tipo que sea, hasta desembocar en la mezquita de Al-Hussein, no sé si ya decorada para Navidad, si es que lo celebran.

José Ramón y un servidor estábamos necesitados de bermudas, pues el día siguiente, el calor en Petra prometía llegar a altas cifras, y animados por nuestras compañeras de viaje nos pusimos a la tarea de comprarlos. Por resumir, yo acabé con unas bermudas blancas y un polo rojo para que no me perdieran de vista durante la excursión y José Ramón más prudente se compró unos tejanos también bermudas. Al final además acabamos comprando algo para los chicos.

Mapa mosaico de Iglesia San Jorge
Aún nos quedó tiempo para tomar algo antes de que viniese el taxi a buscarnos y paramos en un lugar donde la verdad es que la limpieza brillaba por su ausencia, y tomamos un refresco, con pajita eso sí, que daba un poco de "yuyu" pedir un vaso o beber "a morro". Lo acompañamos con unos cacahuetes tostados calientes que vendían en un chiringuito cercano al local, y que para ser justos, estaban buenísimos.

Después de cenar, no mucho en el hotel, a descansar que el día siguiente prometía horas de autocar hasta llegar a Petra, otro de los destinos "fetiche" del grupo.

A primera hora, y como casi siempre después de un desayuno suficiente, nos metimos en el autocar e iniciamos la ruta, con una primera parada en Madaba, también conocida como la ciudad de los mosaicos bizantinos, que tiene unos 60.000 habitantes de los cuales casi el 40% son de religión cristiana, cosa significativa en un país de predominio musulmán.

Como decía una de las cosas más interesantes de la parada es la visita a la iglesia ortodoxa de San Jorge, donde se puede ver el mapa de Madaba, mosaico-mapa de la era bizantina con la representación cartográfica más antigua que se conserva, data del siglo VI, de Jerusalén, Tierra Santa y el Delta del Nilo. No dio tiempo a mucho más pues el viaje debía seguir a la vista de los kilómetros que quedaban por recorrer hasta llegar a Petra.

Pequeña Petra
La siguiente parada fue en el Monte Nebo, lugar en el que Moisés se quedó, pues según la Biblia, castigado por la falta de fe, no se le permitió pisar la Tierra Prometida. Aquí tiene su monasterio dedicado y un monumento que recuerda la historia, junto con una réplica monumental del palo que llevaba y que acabó convirtiéndose en el símbolo de la medicina y la farmacia. Desde el monte se puede ver el río Jordán, el Mar Muerto y dicen que en días especialmente despejados la mismísima Jerusalén.

Ante la visión de la Tierra Prometida Pili se quedó un poco estupefacta y se atrevió a hacer un comentario del tipo, que vaya tierra, que era un secarral, que podía haberles dado algo más verde..., y como consecuencia de ello y según nos decían en nuestra infancia, "Dios la castigó" y se torció la rodilla al bajar del promontorio donde estaba mirando y tuvo que ir con ella vendada lo que quedaba de viaje.

Desde allí fuimos a comer a un restaurante muy "cuco" y muy decorado con motivos árabes, aunque el pollo no acababa de ser lo deseado al menos por mí. Acabado "el festín" con un aceptable café expreso seguimos camino hacia Wadi Musa. 

Aún antes de llegar hicimos una parada para visitar lo que se llama Pequeña Petra, que no es otra cosa que otro complejo de la época de los nabateos, que se asemeja mucho en el estilo y en la construcción al que tantas ganas tenemos de llegar y visitar. Parece como si se tratase de un aperitivo de lo que veremos mañana, aunque hay que reconocer que tiene un gran valor arqueológico y turístico en esta misma zona. Luego ya descubrimos que no era exactamente lo mismo que la Petra "Grande", por decirlo de alguna manera. Desde allí ya nos dirigimos al hotel a descansar, tras una cena aceptable en las mismas instalaciones, y aún nos dio tiempo de tomar un cervecita en una terraza que había en la entrada. La cerveza, poco buena por ser complacientes.

Petra: El desfiladero
Madrugando como ya es una constante en este viaje, bueno en casi todos, nos dirigimos a la visita de Petra, esperada tanto que hasta estábamos algo emocionados. Nada más llegar a la entrada del complejo, tras las indicaciones del guía para todo el grupo, ya empezamos a ver cosas, algo sorprendentes aunque hasta cierto punto lógicas, pues permiten que cualquier persona pueda visitar los tesoros y maravillas que esconde la ciudad.

Me explico, puedes alquilar un caballo que te lleve desde la entrada y a través del desfiladero hasta el mismísimo Tesoro de Petra. Si no te fías demasiado del animal y prefieres algo más moderno puedes tomar una especie de taxi eléctrico como un carrito, que también te deja en el mismo destino. Existe además la opción del camello que hace las mismas funciones y luego una vez en el tesoro para desplazarte por allí existen unas calesas, tiradas por un caballo y conducidas por un nativo de la zona.

Lo cierto es que nosotros tomamos la decisión de hacerlo a pie, pero sin descartar ninguno de los otros medios en caso de que fuese necesario, pues el primer tramo desde la entrada al Tesoro supera los tres kilómetros, incluido el desfiladero.

Con este ánimo empezamos el trayecto acompañados por un guía que nos fue explicando la historia de los nabateos y de cómo crearon esta ciudad tan importante en su origen como en la actualidad. A mí personalmente los nabateos estos me parecieron unos piratas: Algo así como los peajes de hoy en día, que no me negareis que no son piratas. Cobraban a las caravanas de las rutas comerciales que por allí pasaban, sólo por el hecho de pasar y además se debían quedar y también les cobraban el parking, la comida, el alojamiento, etc. A los que no pagaban se los cargaban y les robaban todo lo que llevaban. Buena gente.

Petra: El Tesoro
Entre estas disquisiciones y adentrándonos el desfiladero llegamos como por una rendija al Tesoro: Una maravilla, me resulta difícil hacer una descripción, en principio te quedas un poco embobado y luego ya reaccionas y empiezas a mirar y ver con calma cada detalle, una vez que has disparado "todo un carrete" de fotografías.

No haré muchas descripciones de los monumentos que vimos a lo largo del complejo porque es realmente difícil esta tarea. Desde aquí recomiendo que a quien quiera y a quien pueda no deje de hacer esta visita y verlo en directo: cualquier descripción o foto se queda corta.

Una vez pasados los primeros minutos y recuperado el aliento proseguimos adelante por el camino que nos había de conducir hasta la zona de inicio de la subida al Monasterio, otra de las bellezas de la zona para lo que solo había que subir unos 900 escalones.

Por el camino  hacia esa zona a un lado y otro del recorrido se pueden admirar los restos arqueológicos de la tumba de un nabateo muy importante que no recuerdo su nombre. Así mismo se ven complejos de tumbas, llamadas Reales, que son donde al parecer iban a parar los reyes. El resto se supone que los enterraban en sitios más modestos y que todavía no han sido excavados. Parece ser que la cantidad de cosas que quedan por excavar es interminable.

También en el mismo camino se puede apreciar los restos de un anfiteatro nabateo, justo antes de llegar al punto en que hay que tomar una decisión: Subir al monasterio por sus 900 escalones o seguir disfrutando de los paisajes y restos arqueológicos que hay en la zona. En este momento se toma la decisión de que Marta y Pili pasan de escalones y el resto se aventura a subirlos. Un servidor antes de llegar a la mitad del camino se vuelve hacia atrás, las piernas no lo suben, y Maria Luisa y José Ramón continúan hasta el final llevándose el premio de la maravillosa vista del Monasterio. Por suerte hacen fotos.

El Tesoro y nosotros
El premio de las que se quedan es ni más ni menos que buscar un lugar en una terraza de los dos bares/restaurantes que hay en la zona y tomarse una cervecita cada una bien fresca con unas patatitas fritas, que con el calor que hace les supo a gloria (20 euros en total). Yo me quedé sin vistas y sin cervezas, pues arriba no pude y abajo no llegué a tiempo.

Cuando regresaron los dos intrépidos, en la misma terraza pedimos mesa para comer y allí dimos cuenta de un menú aceptable que regamos ya todos juntos con otras tantas cervezas bien frías. Todo iba bien hasta que caímos en la cuenta que había que volver al autocar, recoger las maletas y un nuevo transporte que nos conduciría a Ammán. Y quedaban unos 4-5 km. hasta la zona de embarque.

En estas condiciones, la primera decisión es que Marta y Pili cogen un carruaje para ir hasta el Tesoro. El resto a pie. Escogen bien el vehículo, con un conductor como una "cabra". Solo salir ya empiezan a oírse los gritos de Pili por los saltos que da el carromato. Según nos cuentan luego, Marta cogió las riendas mientras el conductor hacía una carrera con otra de las calesas que transportaba gente.

A la llegada al tesoro, decidimos coger un coche eléctrico que nos conduzca hacia el autocar, pero nuestros intrépidos exploradores Luisa y José Ramón deciden hacerlo a pie. Creo que se les hizo un poco largo. Camino hasta Ammán, llegada al hotel, cena más que aceptable en un local en el mismo hotel y a descansar que mañana espera día largo de aeropuertos. Ah! No había que madrugar!

Al día siguiente llegamos a Barcelona a la hora prevista, previo retraso en el vuelo de Ammán y carrera de obstáculos en el aeropuerto de Estambul. Embarque por los pelos en el vuelo de regreso a casa. Ni siquiera dio tiempo de comprar souvenirs y gastar las liras turcas sobrantes.

Fin del cuento. Magnífico viaje, como dije al inicio de esta serie de entradas, magnífica compañía y perfecto desarrollo del mismo. Quizás habría que hacer alguno más. No sé donde... 

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