Pamukkale e Hierápolis
También aquí madrugamos, pues el programa del día era apretado y además incluía un vuelo a la tarde desde Izmir (Esmirna) a Estambul. Así que después de desayunar, copiosamente como cada día, recogimos todas las maletas y al autocar, pues nos escindimos del grupo como digo para seguir otro tour que al final nos llevaría a Petra.
Piscinas de Pamukkale |
Parece ser que sucesivos terremotos a lo largo de la historia fueron secando algunas fuentes y creando nuevas, siendo estas capas de piedra caliza y travertino las que dan la sensación de estar en unas cataratas congeladas. En tiempos de los frigios nació la creencia de las supuestas propiedades medicinales de estas aguas, cosa que se ha ido manteniendo hasta la actualidad. Hasta tal punto fue así, que hasta la mismísima Cleopatra se hizo construir una piscina en la ciudad de Hierápolis para poder bañarse con toda tranquilidad y beneficiarse de los efectos terapéuticos del agua.
Y como es evidente que nuestro grupo no es menos que Cleopatra y una vez que paseamos por alguna de las pozas que todavía quedan con agua, con grave riesgo por los resbalones que se acumulan al pisar el fondo de las piscinas, nos colocamos en fila india en una especie de acequia de piedra por la que circulan las aguas medicinales a una temperatura bastante elevada, aunque una vez dentro es bastante llevadero.
Baño de pies |
Al final, creo que con la intervención de la UNESCO, algunos hoteles fueron derruidos y se intentó restablecer el ecosistema, aunque parece ser que algunas de las piscinas son artificiales para calmar el ansia de turistas y visitantes. Lo que sí es cierto es que muchas de estas pozas a día de hoy están vacías y se nota en el paisaje, que en su día y con todas ellas en activo, o sea con agua, debió ser más impresionante de lo que es en la actualidad.
Una vez recompuestos y aparentemente algo más sanos por el baño de pies, nos dirigimos desde la zona más baja en que están las piscinas hacia lo que era en centro neurálgico de la ciudad de Hierápolis, que entre otros monumentos destaca el Teatro, magníficamente conservado y que da pistas sobre la grandeza de la ciudad.
También la ciudad tenía un magnífico templo dedicado a Apolo, una fuente monumental, baños romanos y hasta tres puertas de acceso a la ciudad, alguna de origen bizantino y otra romano con las características arquitectónicas de cada época.
Teatro de Hierápolis |
Finalmente ya en el siglo XXI y con las excavaciones llevadas a cabo por diversos arqueólogos modernos se pudo deducir tras encontrar cantidad de cadáveres de aves en la entrada de la cueva, producto de los gases tóxicos que se trataba del Plutonio de la leyenda y explicar la muerte de los que intentaban acceder al Inframundo.
Éfeso
A parte de lo dicho la ciudad alberga tres necrópolis colocadas estratégicamente al norte, al este y al sudoeste del grupo de edificaciones principal. Al fin abandonamos la ciudad por la puerta bizantina en busca del autocar, pues aún quedaba por ver Efeso, otra de las ciudades romanas marcadas en la agenda de José Ramón como una de las perlas a visitar. O sea que la ración de piedras no estaba completa.
Efeso |
Lo cierto es que la ciudad romana ya impresiona desde el primer momento. Te das cuenta que estás posiblemente en una de las ciudades más prósperas que existieron en su momento. La fundación de la ciudad se remonta al siglo VII antes de Cristo y fue llevada a cabo por los hititas, aunque en ese momento no tenía la trascendencia que adquirió en siglos venideros.
La ciudad pasó por diversos periodos, que van desde el arcaico y clásico, pasando por el helenístico, luego por el romano, que fue el más esplendoroso, para posteriormente el conocido como de los antiguos cristianos. En este periodo circularon por allí cristianos digamos que famosos, como el apóstol San Juan y el conocido como Saulo de Tarso, más famoso como San Pablo.
Anfiteatro de Efeso |
Nada más empezar la visita ya se nos avisa de que la gran artería en torno a la que se articula la ciudad y sus monumentos es larga y algo dificultosa de caminar, pero que tiene una pequeña ventaja, que es de bajada y como se sale por otra zona distinta a la que se entra, no se ha de volver a subir lo bajado. Se agradece con el calor que hace.
Ni que decir tiene que los focos de interés de la ciudad son interminables, los que se pueden ver y los que se supone que estuvieron y no queda rastro de ellos. Sería muy difícil enumerarlos todos, entre otras cosas porque no me acuerdo de todos ellos, y además igual os resultaba pesado a posibles lectores del blog.
En cualquier caso, hay algunos que por su belleza, por su conservación, por su interés histórico o porque José Ramón me mata si no los nombro, que tendremos que describir.
Casa de la Virgen María |
Destacaría también la fuente de Trajano y el templo de Adriano también el casco urbano sin olvidar el templo de Artemisa del que ya solo queda en pie una columna. Aquí se rendía culto a la Artemisa efesia también llamada "polimastia" por el gran número de pechos que la estatua tiene. El original está en el Museo Arqueológico de Éfeso.
La última visita de la zona fue a la casa de la Virgen María, cerca de Éfeso, donde según la leyenda el apóstol San Juan "escondió" a la Virgen tras la crucifixión de Jesús y hasta que se produjo la Ascensión a los cielos de la misma. La historia de la casa tiene que ver con una visión de una religiosa alemana, que al parecer hizo una descripción de la casa tan fidedigna que nadie dudó que aquella era la casa donde la virgen pasó los últimos tiempos de su vida. Desde entonces, siglo XIX , el lugar se ha convertido en un punto de peregrinación de los cristianos católicos.
Desde allí nos dirigimos a Esmirna, o Izmir, donde nos acompañan a una exposición y desfile de modas de prendas de piel, pues la empresa trabaja para la principales marcas europeas y occidentales. La verdad es que tenía muy buena pinta, pero se alió el tiempo con nosotr@s y llegó el taxi para conducirnos al aeropuerto. Seguro que nos libramos de alguna compra...
Mañana otra vez Estambul.
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