martes, 11 de octubre de 2022

TURQUIA Y JORDANIA 2022: PRIMERA

Previas.

La idea de este viaje es de José Ramón y tenía dos objetivos básicos, uno de ellos visitar todo lo que visitamos y el otro que no pasase de 11 días de duración. Y con estas premisas se puso manos a la obra con el éxito que a continuación podréis ver, queridas paredes. Que Maria Luisa se sumaría al proyecto estaba cantado así como Marta, con la que ya habían compartido otras aventuras viajeras. Luego quedaban otros elementos de la Peña que estaban interesados en el viaje, pero finalmente solo Pili y un servidor acabamos uniéndonos al grupo, eso sí dejando a José Ramón el peso de la organización de la aventura.

Y casi sin enterarnos llegó el momento de ponerse en marcha, previas reuniones diversas para tratar los temas relativos a logística y otros aspectos domésticos pero imprescindibles. Y ya sin esperar al final como hacen en las pelis para los agradecimientos, los hago desde el inicio: Gracias a todos los viajeros por hacer un proyecto tan fácil de digerir, siempre con una sonrisa en el rostro y siempre con auténticas carcajadas en cualquier momento, complicado o sencillo que pasamos en el viaje y que no fueron pocos: Ver las maravillas que hemos visto, reir como hemos reído y  en la compañía que hemos tenido..., no tiene precio.

Mezquita de la plaza Taksim

Estambul (o Istambul).

A las cinco de la mañana todos como un clavo en el aeropuerto de Barcelona, y tras los siempre pesados, aunque dicen que necesarios, trámites de facturación, seguridad, aduanas, embarque, etc., nos vimos inmersos en un plácido y relativamente corto vuelo de Turkish Airlines, nuestra compañía durante todo el viaje, aterrizando en Istambul a la hora prevista.

Era nuestra primera visita a la ciudad, aunque no para Marta y María Luisa que la conocían de viajes anteriores. Íbamos a permanecer durante un día previo a iniciar el tour que nos habría de conducir a los otros destinos del programa. El aeropuerto de la ciudad, inaugurado en 2018 y con vocación de llegar a ser uno de los más grandes del mundo impresiona justamente por esas dimensiones y por la organización, que si no lo arreglan también será uno de los más "espesos" de la tierra. Ni sé el tiempo que vas rodando por las pistas desde que aterrizas hasta que abandonas la aeronave y desde luego el que vas caminando sí, porque te lo indican: "A control de pasaportes para extranjeros: 19 minutos" y luego vuelve a recogida de equipajes a desandar los 19 minutos que has hecho en la otra dirección: Total que cuando llegamos a recoger las maletas facturadas la cinta ya había parado y estaban "abandonadas" en medio del pasillo. Lo que pasa es que las ganas de pasarlo bien hacen que nos tomemos el incidente como una anécdota más del periplo. Pero, vamos, que se piensen la funcionalidad del lugar.

En el hall del "nuevo" hotel
Llegamos al Occidental Taksim, nuestro hotel contratado y con una agradable sonrisa, nos dijeron que estaba completo, pero que la misma cadena hotelera disponía de plazas en uno de mayor categoría a tan solo dos minutos caminando y que ellos se encargarían de acercarnos el equipaje. Lo dicho, lo que son las ganas de disfrutar, que cualquier contratiempo se convierte en aventura. Así que nosotros contentos y encantados de ir a un alojamiento de más lujo. La verdad es que la molestias del cambio fueron mínimas.

Instalados ya, nos lanzamos a las callejuelas cerca del hotel y que rodean la plaza Taksim, hasta que encontramos un restaurante donde hacer una comida-merienda, que el tentempié del avión, después de las caminatas por el aeropuerto estaba en los pies. Rápidamente encontramos en uno de los chaflanes de una de las calles un lugar en que en un perfecto castellano se nos dirigió un joven ofreciendo cerveza y la comida que quisiéramos en es orden. ¿Nos vio cara de cerveceros?. Por una u otra cosa nos sentamos en la terraza y allí tomamos la primera comida del viaje. Muy buena por cierto. Ah! y las cervezas también, hasta el punto que ya pedimos de la misma (Efes Pilsen) el resto del viaje en todos los establecimientos que paramos.

Calle Istikal
Desde allí nos dirigimos a pasear por la calle Istikal, probablemente una de las más concurridas de la ciudad, con un tranvía que se va abriendo paso como puede entre la multitud y con una cantidad ingente de comercios a uno y otro lado de la misma, abiertos todos al margen de que fuera domingo por la tarde. El caminar se hace a veces dificultoso, sobre todo en las zonas en que músicos de diversos estilos aprovechan para cantar sus composiciones y darse a conocer a la gente. También es complicado cuando pasa el tranvía que no queda más remedio que apartarse y apelotonarse cerca de las paredes de los edificios.

En un momento determinado y tras ver la tienda de ZARA que no falla vayas donde vayas del planeta, y visitar la iglesia católica de San Antonio de Padua, tomamos unas callejuelas adyacentes con la idea de abreviar el camino para llegar a la Torre Galata, uno de los objetivos de la tarde, pues las dos visitantes que ya conocían la ciudad nos había hablado de las maravillas de la misma.

Con algún que otro debate respecto a la dirección que tomábamos en cada callejuela o placita, nos encontramos de frente con la torre. Magnífica construcción del siglo XIV, hecha como expansión de la colonia genovesa en Constantinopla, consta de nueve plantas y con una altura que roza los 70 metros ofrece una de las vistas más codiciadas de Istambul y del Bósforo. Y una de la colas más grandes que hemos visto para acceder al mirador de la planta superior.

Torre Galata

Pero como casi todo en esta vida tiene solución, una vez tomada la decisión de no hacer semejante cola descubrimos un hotel que ofrecía en su entrada vistas excelentes desde su terraza, pero no nos dejaron entrar por ser solamente para sus clientes. Pero insisto, también esto tuvo solución, pues descubrimos el Konak Café en la terraza de uno de los edificios antiguos que rodean la plaza de la torre y allí ya sí pudimos acceder y disfrutar de las maravillosas vistas que ofrecía en aquel inicio de atardecer el perfil de la ciudad con el de sus mezquitas más famosas y las luces de pequeños barcos y de cruceros turísticos que estaban amarrados en las orillas del Bósforo.

Haciéndonos un poco el remolón porque lo cierto es que se estaba de lujo, sentados en una mesa, tomando algo y hasta fumándonos un cigarillo (Marta y servidor), fuimos bajando del mirador con la intención de llegar al puente Galata y desde allí coger un taxi y volver al hotel, pues entre el madrugón para el vuelo y el paseo que llevábamos a cuestas era lo más recomendable.

Así pues, llegamos a la avenida que recorre el tranvía y que va paralela al Bósforo y cerca del referido puente, un lugar donde por lógica debían pasar muchos taxis y la tarea no sería difícil para volver al hotel. Nada más lejos de la realidad, en principio y al estar los cinco juntos no nos hacían ni caso los taxistas, así que decidimos hacer dos grupos, uno de tres y otro de dos para facilitar la tarea. En un principio así fue y a los poco minutos a Marta, Pili y a mi nos paró un taxi, que abordamos de manera rápida colocandonos dentro los tres de un golpe.

En ese mismo momento y tal como mejor pudimos le dimos la dirección del hotel al taxista, que aludía a su manera que no nos entendía, luego le pedimos que nos llevase a la plaza Taksim desde donde estaba cerca el hotel, pero tampoco entendía lo que le decíamos y decidió echarnos del taxi, cosa a la que inicialmente nos negamos, al tiempo que leíamos de una tarjeta la dirección exacta del hotel y finalmente le dimos la tarjeta del mismo para que procediera. La excusa fue que no veía bien (???). Visto lo visto y que el coche no se movía de donde lo habíamos parado, decidimos abandonar. Es la primera vez que nos echan de un taxi a cualquiera de los tres. El siguiente taxi, ya fue más fácil y pese al paseo que nos dió llegamos a la plaza Taksim a un precio más que razonable.

El Gran Bazar, recién abierto
Alguna de las expedicionarias, Pili en concreto perdonó la cena y la cambió por un merecido descanso. El resto no perdona tanda y pese al cansancio acumulado en uno de los locales próximos al hotel decidimos tomar un tentempié antes de ir a dormir. Tortilla francesa para todos. Espectacular, en la vida habíamos visto algo peor. Hasta tal punto que el supuesto dueño o encargado nos trajo otra tortilla, algo mejorada pero no para tirar cohetes a coste cero. Bueno al final nos reímos porque la Efes estaba buena...

El día siguiente habíamos contratado un pequeño tour guiado por la ciudad de Estambul, que prácticamente se centró en una primera aproximación al Gran Bazar, uno de los grandes atractivos turísticos de la ciudad que casi ha eclipsado a muchos de los otros monumentos que la componen. Se trata de uno de los bazares más grandes del mundo, como el aeropuerto, y fue construido en el siglo XV, siendo posteriormente reconstruido en el siglo XIX después del terremoto que asoló la zona. 

El recinto tiene acceso por 22 puertas y se estructura en torno a 64 calles o avenidas con 16 patios, ofreciendo al visitante cerca de 4.000 tiendas, con un personal trabajando entre servicios del propio bazar y dependientes en torno a las 20.000 personas. Dicho queda, según datos de la wikipedia.

La visita no dio tiempo a realizar grandes compras, pues en nuestro trayecto entraban antes de salir para Jordania, otras dos noches en Istambul y pese a lo apretado del programa, todos pensamos que tendríamos la ocasión de visitarlo de nuevo y realizar las compras pertinentes.

Palacio Topkapi
Acabada la visita al Gran Bazar nos dirigimos al Palacio Topkapi, sede y vivienda del Gran Sultán hasta que se le quedó pequeña y tuvo que desplazarse a un nuevo palacio en las orillas del Bósforo.
El complejo está organizado casi de forma concéntrica en cuatro patios que albergan diversas dependencias, desde la zona de recibimiento o acogida, pasando por las salas de reuniones, hasta los aposentos, incluida biblioteca del Sultán y con la zona denominada el Harén. Tampoco dentro podía faltar la mezquita y las colecciones de tesoros y riquezas procedentes de todo el mundo. Tiene especial curiosidad ver el que parece ser es el diamante más grande del mundo que se encuentra en el museo, así como una daga de oro y brillantes, también de gran espectacularidad. Pero lo que más llama la atención a mi parecer es la tranquilidad que se respira en todo el recinto, obviamente en los espacios que están libres de turistas como nosotros. Y otro aspecto que nos impactó son las vistas que ofrece el palacio al Bósforo, y que son prácticamente inigualables desde ningún otro lugar de la ciudad.

La mañana no daba para mucho más, así que a orillas del Bósforo, nos recogió el autocar que habría de conducirnos a la segunda etapa de nuestro viaje: Ankara, la capital administrativa de Turquía.

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