domingo, 3 de marzo de 2019

El cumple de Miquel... y las grullas. Parte Primera

La verdad es que cualquier ocasión es buena para reunirse y pasar unas horas, o días con el grupo de la "La bodeguiya". Pero en esta ocasión fueron dos: el cumpleaños de Miquel, decano del grupo y el avistamiento de grullas que dicho así parece que el colega fuese un gran aficionado a la ornitología. Pues nada, que no es un apasionado de dicha ciencia. Lo que sí es cierto que en el grupo hay grandes amantes de la fotografía, y visto el resultado de la excursión, valió la pena y lo pasamos bien, como casi siempre... son muchos años de grupo.
Monasterio de Veruela
El plan era salir el sábado temprano en nuestros coches particulares para llegar a esa hora en que apetece una cervecita y unas aceitunas, dicho de otra manera al vermut. Muchas de nuestras reuniones y aventuras están ligadas a mesas y comidas, sin que por ello no haya otras más culturales y edificantes. Bueno la gastronomía también es cultura.
El destino era el pueblo de Tornos, en la provincia de Teruel, cerca de la laguna de Gallocanta, lugar de paso y avituallamiento de las grullas en sus idas y venidas del frío al calor y viceversa.
Jose, Paco, Pili y un servidor decidimos adelantar el viaje al viernes por la mañana con el objeto de visitar el monasterio de Veruela, famoso entre otras cosas porque fue desde una celda de él, desde la que Gustavo Adolfo Bécquer escribió sus famosas "Cartas desde mi celda". Al margen de esta curiosidad, el motivo de la vista era que en una ocasión con motivo de una subida al Moncayo unos no pudieron verlo y a otros se nos había olvidado más o menos la visita anterior.
El monasterio es una auténtica joya, rodeado por una muralla que se conserva íntegramente, fundado por D. Pedro Atarés en el lugar indicado por una aparición virginal que tuvo en un momento de su vida. La verdad es que en aquella época había gran hiperactividad de vírgenes que decían donde construir monasterios.
Acceso al interior del patio del claustro
El claustro es impresionante con un acceso al interior del patio del mismo muy poco común y espectacular, como se puede apreciar en la fotografía que adjunto. Destacable además el gran refectorio del cenobio que da una idea del volumen de monjes y demás personas que en su día debió tener. Son también dignos de ver la cocina, bien comunicada con el comedor y sobre todo la zona donde se supone que "los gobernantes" repartían las tareas a los obreros que acudían cada día al cuidado de los campos, tanto de dentro del recinto amurallado como de los exteriores, que debieron pertenecer a la Orden.
La iglesia es también impresionante por su valor artístico y por sus dimensiones y lo que es realmente impactante es la sacristía con un techo magníficamente decorado y sobre todo con una puerta de acceso a la misma espectacular.
Después de visitar una sala dedicada a los hermanos Bécquer, abandonamos el lugar no sin antes hacer una breve visita al museo del vino y del aceite, que se encuentra en el mismo recinto. Estamos entre dos comarcas de vinos bien conocidas: el campo de Borja y el campo de Cariñena.
Hicimos una breve comida en un mesón próximo al monasterio con vistas al Moncayo, estos días nevado, y partimos en dirección a Tarazona, segunda parada de este día y lugar de descanso antes del próximo destino.
Casas colgantes
Realizado el ingreso en el hotel que teníamos reservado, sin perder tiempo nos lanzamos a la visita de la ciudad, pues queríamos callejear y verla a la luz del sol. Nos dirigimos en primer lugar a la catedral y aunque estaba a punto de cerrar, pudimos hacer una breve visita, de su retablo, sus naves y sus capillas, así como un claustro, en este caso y según creo protegido del exterior por ventanas y paredes. Imagino que es una obra relativamente reciente. Después paseamos por el exterior, que ofrece un espectáculo impresionante sobre todo por el nivel de conservación que mantiene el edificio. Todavía hay andamiajes y zonas de restauración.
Seguimos nuestro paseo, cruzando el río para adentrarnos en el barrio judío de estrechas  y tortuosas callejuelas, donde se pueden observar vestigios de la época en que allí vivieron. Caminando llegamos a las conocidas como casas colgantes de Tarazona, espectaculares,  unas mejor conservadas que otras pero todas ellas impactantes por la dificultad de la arquitectura constructiva. Y en esta misma línea los pilares que sostienen el palacio episcopal, que hacen pensar en si realmente es segura su construcción. Intuyo que sí, porque el tiempo que lleva aguantando no es poco.
Visitamos también en este lado del río la flamante fachada del ayuntamiento, con unas decoraciones maravillosas y en la misma plaza, el monumento destinado a festejar el reconocimiento internacional de fiesta popular del famoso "cipotegato", que centra la cultura popular y festiva de esta ciudad.
Vista desde el mirador
Desde un mirador cerca de la catedral vieja y del citado Palacio Episcopal, pudimos hacernos una idea de toda la ciudad, donde destaca el perfil de su catedral, el río perfectamente canalizado que la atraviesa y la visión de la magnífica plaza de toros vieja, un monumento construido por iniciativa privada y popular en que sus palcos y gradas son viviendas. Supongo que no debe haber muchas con estas características en el mundo. Luego bajamos y pudimos verla desde dentro.
Paco y yo, ya de noche apuramos el paseo para ver alguna zona que nos queda fuera del recorrido, ya noche cerrada, pero interesante, pues los monumentos, como la torre del convento de la Concepción está iluminados y resaltan aún a oscuras su belleza.
Lo que da de sí una tarde si no paras de caminar: tuve tiempo de ir de compras, y tras consultar a diversos paisanos, fuimos a tomar unas tapas a un establecimiento muy cerca del hotel, El Travesía que además de estar muy buenas eran realmente baratas.
Luego a descansar que mañana tenemos que incorporarnos al redil del cumpleaños y algunos kilómetros por delante además de alguna idea para antes de llegar.


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