martes, 8 de noviembre de 2022

Apurando el largo verano del 22: Logroño

Parece ser que este año no se va a acabar el verano, con las consecuencias que ello tiene a nivel global y que será algo en lo que no entraré de momento, pero sí, en lo que respecta a la vida cotidiana a nivel más personal. Y no es otra cosa, que como es verano hay ganas de salir y cualquier excusa es buena, como la que estoy intentando fabricar en este párrafo. 

Un rincón de Tudela
No obstante, la realidad es otra, las ganas de salir están sea otoño o invierno y en este caso, esta escapada es la prolongación de algo que Pili hacía tiempo que quería hacer: la visita a su primo Eli, en Tudela. Durante la pandemia y derivados estuvieron comunicándose por diversos medios y allí nació el propósito de vernos una vez libres del "mal", y comer y charlar largo y tendido sin limitaciones por las prisas.

Aprovechando el puente de Todos los Santos, montamos un "programa de festejos", pues bien colocados nos salían cinco días de asueto, que empezamos con una fiesta de jubilación, la de Caio en Ullastrell. Como no pudo celebrarla a los 65 lo hace este año a los 66. Novedades respecto al guión de estas fiestas es que éramos casi 100 personas y que se celebraba en una granja de cabras. Bueno en la entrada de la granja que tenía un terreno al aire libre de casi medio campo de fútbol, de un cuidado césped, donde se instalaron las mesas. Por no alargarme más, los condumios, la compañía y la fiesta perfectas, salimos casi de noche cerrada de la comida. Ah! y participamos en un "Silent Party". O sea, una discoteca en que cada uno lleva sus cascos y no suena la música en el exterior, que permanece silencioso. Lo divertido es cuando te los quitas y ves a todo el personal moviéndose a su aire sin ningún concierto ni orden, y ya el colmo es cuando algunos intentan emular a sus artistas preferidos y cantan sin escucharse a si mismos: desafinan los cantos y van totalmente descoordinados, con auténticos gritos y gallos cuando lo hacen.

Pues acabada la fiesta, al día siguiente a primera hora nos pusimos en marcha con la intención de llegar a comer a una hora prudente a Tudela, lugar donde vive nuestro primo, cosa que conseguimos sin excesivos apuros ni prisas. Como estaba previsto fuimos a comer a un sitio que no recuerdo su nombre, pero que era uno de los clásicos de la ciudad, de aquellos de toda la vida y de varias generaciones. Excelente idea.

Monumento a Espartero
La verdad es que teníamos apetito pues el desayuno había sido frugal, así que la comida entre la compañía que era inigualable y la calidad de los productos de proximidad de la zona que es lo que se lleva ahora fue una pasada, pues hasta yo, que soy más bien carnívoro pude degustar unas alcachofas como no recuerdo haberlas probado nunca de buenas y de bien hechas. Hasta me lancé a probar unos piquillos rellenos de verduras, pero lo que estuvo bueno fueron unas pochas con perdiz increíbles de las que apenas dejé los huesecillos del ave.

Después nos fuimos a tomar café a su casa, previo paseo turístico por la zona de la catedral y del casco antiguo de Tudela con la catedral y otros edificios de interés arquitectónico y otros con más interés casi sentimental, pues fueron los lugares diversos de la ciudad en que nuestros anfitriones fueron viviendo a lo largo de los muchos años que allí llevan haciéndolo, no sé si ya más de cuarenta.

En su casa como digo, tomamos el café con unos panellets que habíamos llevado nosotros para celebrar algo de la castañada y empezamos una animada conversación, con las idas y venidas de nuestros hijos, y en nuestro caso también nietos, así como los recuerdos de cuando eran niños y adolescentes y nos veíamos en la playa de Sant Salvador en El Vendrell. Un poco más de conversación acerca del presente y futuro de cada uno de nosotros, cada cual con sus achaques y un pequeño concurso de quién toma más pastillas al día.

En esta compañía tan agradable y casi sin darnos cuenta de lo rápido que pasa el tiempo cuando estás a gusto, fue cayendo la noche, hasta el punto que tuve que llamar al hotel de Logroño para decir que llegaríamos más tarde del horario previsto. Lo dicho, nos pusimos en marcha ya de noche y en una hora más o menos llegamos a nuestro destino. Gracias Eli y gracias Concha por un día tan bueno como el que pasamos en vuestro pueblo. El próximo toca en el nuestro.

Por la mañana en Logroño habíamos contratado un free-tour por la ciudad, pues se trata en mi opinión de un buen sistema para hacerte una idea global de lugar que visitas y conseguir las pistas para continuar la visita por tu cuenta de las cosas que más te interesen.

La Concatedral de Logroño

Vistamos la concatedral y la plaza del mercado, lugar donde se realizaron autos de fe y se quemaron por parte de la Santa Inquisición a un número no pequeño de personas acusadas de brujería y otros delitos de la época, que provenían en su mayoría del valle del Baztán y de Zugarramurdi, de la vecina comunidad de Navarra. Lo que se me olvidó preguntar por qué exactamente tuvo que ser esta ciudad el lugar y no alguna otra de su región. A mi no se me ocurre nada, a no ser que al ser de otra zona no tendrían altercados provenientes de sus familiares y amigos, que se tendrían que haber desplazado lejos de sus domicilios. En fin, es solo un invento mío, seguramente sin ningún viso de realidad.

El tour siguió por las huellas del Camino de Santiago Francés, entre callejuelas y bodegas subterráneas, alguna iglesia o convento y eso sí, muchos albergues de peregrinos, hasta que llegamos a la zona de la antigua muralla y visitamos el puente de tres torres, ahora inexistentes, pero que dan forma al escudo de la ciudad. 

El final estaba justo en la zona del casco viejo donde se inicia una de las calles más emblemáticas de la ciudad, la  del Laurel. Y sin casi tiempo de digerir las enseñanzas del tour nos dirigimos a comer de tapas, cosa muy típica de la zona, en la citada calle. 

Empezamos con un matrimonio (Bocatina de anchoa, boquerón y pimiento verde), para luego seguir con unas croquetas variadas, otra bocatina de carrillera a la brasa y finalmente dos raciones, una de chocos y otra de gambones en el mismo local, que si no hay que tomar un vino o caña con cada cosa y puedes acabar sufriendo las consecuencias que han dado a veces nombre a la calle, que es la senda de los elefantes. El café lo reservamos para tomarlo en un local cerca del hotel, con alguna dulzaina, y sobre todo sentados, pues la comida es genial pero eso sí, no hay manera humana de poder reposar las posaderas, y esto a determinadas edades se convierte en un pequeño problema difícil de resolver.
Calle Laurel

Tras una breve siesta, salimos a continuar la visita de las zonas recomendadas en el tour por las que no se pasaba, aunque había bajado algo la temperatura e incluso lloviznaba algo, cosa que no nos arredró para poder echarnos a la calle y hacer algunas compras, cosa que siempre solemos hacer cuando visitamos una ciudad. Somos, como diría yo... un poco consumistas.

A la hora oportuna llamamos para hacer una reserva y poder cenar sentaditos, aunque también en un asador de la misma calle Laurel. Nos trataron maravillosamente y aunque compartimos con Pili una ensalada tibia de calamarcitos y langostinos, ella siguió con unas almejas gallegas a la marinera y a un servidor no le quedó más remedio que "zamparse" un excelente cochinillo al horno. Hacía casi tres años que no lo probaba. Luego un paseo tranquilo y digestivo hasta el hotel y a descansar.

Al día siguiente, desayunamos temprano y sin prisa pero sin pausa emprendimos el regreso a casa, con parada en Fraga a comer un bocadillo, que acabó siendo otra cosa y que nos permitió tomarnos un café y hacer una "charradita" con Pili Porta y Pedro, que allí viven.

Fin del viaje y otra manera de celebrar la Castañada, que habitualmente ocurre en la Bodeguiya de Viladecavalls con la peña de Terrassa. Otra vez será...

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