Pues como reza el título de la entrada no fuimos a Cuenca, lugar previsto para el puente de la Constitución, sino a Murcia, destino de última hora tras comprobar que era el único sitio de España que no llovería durante esos días, todo ello con una gran fe en las predicciones de las diversas entidades, televisiones y apps que se dedican a esto de la "adivinación" meteorológica.
Elche. Huerto del Cura |
Arrancamos a la misma hora que teníamos previsto pues el tiempo de viaje tan solo era de unos 20 minutos más que a Cuenca. Lo que sí hicimos fue reservar en un restaurante de Elche para comer, que Joan nos recomendó y que conocía de las múltiples veces que ha asistido a un congreso de Oftalmología en dicha ciudad: El Granaíno. Porque no lo había dicho pero el viaje era de los cuatro: Joan al volante, y Ana, Pili y un servidor de asistentes de marcha. Por cierto que el restaurante que reservamos no era el que Joan recordaba de sus múltiples visitas a la ciudad, aunque eso no obvió que nos sirvieran un buen arroz con costra a pesar de que mi amigo me comentó que los había comido mejores en la ciudad. Tampoco importaba mucho pues era eso solo una parada técnica previa a nuestro destino definitivo, la comunidad y la ciudad de Murcia. Hicimos un breve paseo digestivo por el centro de la ciudad y visitamos casi como un relámpago el Huerto del Cura... y carretera y manta.
Llegamos a la hora prevista más o menos y tras realizar los trámites del hotel, muy agradable por cierto y bien situado, salimos a la calle en dirección al centro histórico de la ciudad que estaba a escasos cinco minutos y que ya lucía los adornos de Navidad en la mayoría de sus calles y plazas. Teníamos prevista una visita nocturna de la ciudad. Era un recorrido por las cosas tenebrosas ocurridas en la ciudad a lo largo de la historia.
Murcia. Ayuntamiento |
Después de esta visita, ya las ganas de cenar estaban hechas y siguiendo las recomendaciones de la guía y un poco también haciendo caso a nuestra intuición encontramos un lugar aceptable en una de las múltiples calles y plazas que componen el casco antiguo y que ofrecen un ambiente excelente con también excelentes locales donde poder cenar. Lamentable, no recuerdo el nombre.
Al día siguiente no teníamos nada previsto en concreto así que siguiendo la tradición viajera y de ruta de Joan decidimos hacer una pequeña excursión a Caravaca de la Cruz, que desde el año 1998 es una de las pocas ciudades que tienen el privilegio de celebrar a perpetuidad y cada siete años, uno jubilar, concedido por el Papa Juan Pablo II. Dentro del recinto del Castillo de Caravaca, se alza la basílica de la Vera Cruz, donde se venera la muy conocida Cruz de Caravaca.
Murcia. Casino Real |
En la ruta hacia Águilas hicimos una parada técnica en La Paca, un pequeño núcleo de población, dependiente de Lorca, donde pudimos tomar un café al tiempo que Pili se empeñó en comprar algunos dulces en la panadería del pueblo, todos ellos del tipo "light" que se dice ahora.
Ya no paramos hasta llegar al pueblo, donde guiados por nuestro maravilloso "GPS" conseguimos aparcar en una zona céntrica del puerto de pesca de la localidad, después de saltarnos direcciones prohibidas y calles en obras cerradas al tráfico. Eso sí, las indicaciones del aparato al pie de la letra las seguimos.
Después de pasear por la playa y/o paseo marítimo llegamos a un local, que nos pareció adecuado para reponer fuerzas, después de evaluar alguno más de la zona con la inestimable colaboración de las reseñas de google. Ya sé que no son fiables del todo, pero tampoco disponíamos de otra fuente de información para decidir dónde parar. Por suerte en esta ocasión y sin tirar las campanas al vuelo, encontramos un lugar aceptable, en donde la honradez del dueño o del encargado del local nos ahorró comer algún plato que su empleado o camarero nos había recomendado. Es de agradecer que queden personas que te ayudan a elegir los condumios aún siendo a la postre no beneficioso para su negocio.
Águilas. La Playa |
Tras la comida y un nuevo paseo digestivo otra vez por la playa, ante la presencia de unas amenazadoras nubes, decidimos volver a Murcia. No vaya a ser que después de escapar del temporal de lluvia de toda España fuésemos a ponernos como sopas en el lugar que habíamos elegido justamente porque no iba a llover en todos los días. Llegamos al hotel y tras una agradable cena cerca de la catedral, donde tomamos unas tapas, fuimos a dormir no sin antes observar la presencia en el alojamiento de una "celebrity" a la que habían dado un premio de una cofradía de no sé qué. Era el actor Antonio Resines.
El siguiente día estaba destinado a la visita de Cartagena, así que nos pusimos en marcha a una hora temprana, con la intención de visitar también la Manga del Mar Menor, tan famosa últimamente por la degradación que sufre su mar. Poco que decir al respecto: en estos días se ve bastante desolada con pocos habitantes y la mayoría de los negocios cerrados. Es de suponer que en verano todo debe cambiar.
Desde allí nos dirigimos a Cartagena, donde visitamos el Museo Naval, una auténtica sorpresa al menos para mí, de lo interesante e instructivo que puede llegar a ser una visita de estas características. Por un lado la historia del submarino de Isaac Peral y por otro poder de forma sencilla ver la evolución de la Marina, desde los primeros tiempos hasta las más sofisticadas maquinarias actuales en materia de navegación y defensa marítima. Del todo recomendable para quien se deje caer por la zona.
Con la ración de espíritu cultural sobradamente satisfecha, pasamos a alimentar otras de nuestras necesidades más terrenales, y paseando sin prisas pero tampoco perdiendo tiempo nos acercamos a la Tasca del tío Andrés, local que nos habían recomendado para comer y que hacía días que teníamos reservado. Comimos bien, en un local que parecía de toda la vida y que estaba lleno hasta la bandera de clientes y comidas de empresa prenavideñas. El chuletón, como bien puntualizó Joan, nos lo sirvieron un poco frío, única pega que poner a toda la comida, aunque no menor.
Manga del Mar Menor. Puente de la Risa |
En compensación, Pili pudo degustar unos paparajotes, postre murciano por excelencia y que en los días anteriores no había podido comer, pues no había en ninguno de los restaurantes que frecuentamos. Tras un nuevo paseo digestivo por el casco antiguo, con una tasa de población magrebí alta, al tiempo que se celebraba un partido de fútbol del mundial en el que jugaba Marruecos, llegamos a nuestro parking y pusimos sin dilaciones rumbo hacia la capital de la comunidad.
Repetimos lugar de cena del día anterior y después de tomar un cafetito, aún nos dio tiempo de ver el final del partido del mundial que daban en la cafetería del hotel, en donde pudimos comprobar las diferencias que marcan las "celebritys" con el séquito que les suele acompañar.
Tras el merecido descanso, ya con la mirada puesta en nuestra casa, iniciamos un viaje de vuelta, con la intención de poder llegar a comer a Terrassa, pues parar a comer y luego reemprender viaje con las colas que se presagiaba de la operación retorno no nos hacía mucha gracia. Aprovechamos, eso sí, la parada en tierras valencianas para repostar combustible, para comprar unas naranjas y unas mandarinas, que más las primeras que las segundas resultaron un gran acierto.
Fin de la aventura murciana y hasta la próxima, que sea donde sea, espero que sea pronto.
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