Este año, la Semana Santa llega con la aparente buena noticia de que las mascarillas dejarán de ser obligatorias una vez retornemos de la misma a nuestra vida diaria. Esta noticia, que ciertamente todos recibimos con cierto reparo nos ayuda a programar la mona, ya con expectativas de que el grupo será por lo menos más numeroso que en anteriores ediciones, casi inexistente. Y con este espíritu nos lanzamos a preparar un evento para el que nos sobraban ganas.
En la ruta de Orwell |
La ruta incluye paseos por las trincheras, así como visitas a las zonas de combate, entre las que están los puestos de mando, las alambradas defensivas, los lugares de descanso de las tropas, los polvorines, los refugios y un largo etcétera de lugares que componen la fotografía de lo que allí se sufrió en aquella contienda, pues no es difícil hacerse cargo de cómo era un día en el frente visitando esta ruta. Lo que ya es inimaginable, al menos para mí, cómo pudo ser aquello mismo durante los meses y meses que duró la actividad bélica en esta zona.
Una vez acabada la visita y previo paso a la comida en el Boira de Sariñena, "castigué" a mis invitados a hacer la imprescindible visita a Albalatillo, mi pueblo natal, con el que tanto doy la paliza a propios y extraños, al tiempo que no pierdo la ocasión de llevar a cualquiera que se acerque por la zona, para explicarles sin descanso ni piedad las grandezas y glorias del mismo.
La comida fue bien y sobre todo a mi me gustó el arroz seco de dos variedades, que al parecer es la especialidad de la casa y que ciertamente bordan. Luego aún nos dio tiempo de acercarnos a casa, a la bodega a tomar unos gintónics o chupitos diversos, que acompañamos con unos "farinosos" típicos de Villanueva, como si hubiésemos comido poco.... Luego, ya con la tarde acabada nuestros compis se volvieron a Zaragoza donde tenían su centro de operaciones y nosotros a continuar con la marcha con una cena que a última hora fue bastante frugal.
La paella de la Mona |
Y llegó el día de la mona, que aunque parezca muy fácil decirlo en este momento, para que llegase hicieron falta cosas, como que Pili y Pedro se encargasen de comprar los aditamentos imprescindibles para la paella del monte. También Marta y Maria Luisa tuvieron su parte de responsabilidad en el resto de las compras, que no solo de arroz vive el hombre, aunque teniendo en cuenta la comida del día anterior lo podría parecer.
Y el mismo día, José Ramón y Carlos hubieron de tener preparadas "las ruedas" y el butano para proceder al cocinado de la paella. Una vez en el Refugio de Piedrafita, se inicia la aventura colectiva de ir a buscar leña para que se puedan hacer suficientes brasas como para hacer el cordero, complemento indispensable para segundo plato, acompañado por suerte con una ensalada que ayuda a hacer más ligera la comida.
Después, los postres, los chupitos, las risas y los cuentos y chistes que tantas ganas teníamos todos de volver a celebrar, incluyendo así mismo, la búsqueda en el monte de plantas aromáticas, esta actividad más habitual para las chicas cada año, aunque yo siempre he pensado que aprovechaban para ir a "la toilette". Aquí también incluimos partida de guiñote que Antonio y Pedro nos ganaron a José Ramón y a un servidor, pero porque les llegaron cartas muy buenas...
Cuando ya va cayendo la tarde, toca recoger toda la parafernalia que subimos desde el pueblo y dejar el refugio como lo encontramos, aunque en realidad solemos dejarlo algo mejor, y regresar a la peña, donde tras un pequeño paseo por la villa, sobre todo con el fin de "observar" como quedan los pinos que los "quintos" plantan en cada casa en que vive una "quinta", hay que pensar en preparar la cena, que estamos necesitados todos...
Cena en la Bodega de casa |
Como que hemos hecho este año la intención de venir al pueblo al menos una vez cada mes en el periodo no veraniego y como que siempre tenemos ganas de celebrar lo que sea, porque sí, en una de estas escapadas preparamos con los que estábamos de la peña una cena en la bodega de casa.
Hacía tiempo que me hacía ilusión preparar un plato que descubrí en el Puerto de Mahón, en la época que pasé casi un año en Menorca, así que ni corto ni perezoso me puse a ello y quedamos para cenar con Marta, María Luisa y José Ramón. La cena estaba compuesta de una ensalada de pera con parmesano y el plato a que hacía referencia: Langosta a la andaluza sobre una base de patatas fritas en aceite con ajitos y acompañada de un huevo frito estrellado. La verdad es que quedó muy aparente, disfrutamos con la cena y además aprovechamos para dar cuenta de unas botellas de cava bien fresco de "Monasterio de Sigena", que hizo de complemento ideal de los alimentos elegidos para la cena. Luego café, chupitos y gintónics, que son el sello de la peña, y a descansar hasta el próximo jolgorio.
Y como lo que nos sobra son ganas de fiesta y escapadas, pensamos en ir con Pili a Narbonne a disfrutar de un Grand Buffet, que nos habían regalado los hijos para Navidad y que tenía como característica especial ser titular del récord Guinness de quesos distintos ofertados (más de cien tipos). Total que el lugar es famoso y yo con cierta ingenuidad pensé: haz la reserva, coge un hotel y busca un tren y el próximo fin de semana nos vamos. Por suerte seguí el orden que explico y al hacer la reserva en el restaurante he conseguido tenerla para el 12 de septiembre a la hora de la cena (15 días antes de que caduque el regalo).
Monumento al langostino |
Agradable sorpresa la del pueblo de Vinarós pues algunos amigos ya nos habían hablado de las excelencias del lugar, tanto de playa como de tranquilidad y gastronomía. También siguiendo sus consejos reservamos mesa en el Paseo Marítimo para comer una paellita en el restaurante El Barco. Elegimos la "del señorito", así no teníamos que perder mucho tiempo y además es menos pesado tener que limpiar los ingredientes, aunque a decir verdad es un poco de vagancia. Después de la comida nos dirigimos al hotel, base de nuestro recorrido a una siesta reparadora, antes de salir a dar una vuelta por el interior del pueblo, donde entre otras muchas cosas a mi me hizo especial gracia el monumento que tienen en honor al langostino, una de sus especialidades culinarias.
Una infusión y un agua con gas fueron suficientes para cenar, pues la comida con pica-pica incluido había sido bastante para colmar nuestro apetito y no por el famoso "ayuno intermitente". Así que, a descansar que mañana toca excursión a Castellón. Por cierto que la noche fue un poco "toledana" para mí, creo que por una navaja a la plancha que resultó ser algo más rebelde que las otras.
No obstante, nos levantamos bien a eso de las ocho y bajamos a desayunar en el hotel. Ya habíamos intuido el día de antes que el hotel albergaba un grupo muy numeroso de personas de turismo social, más conocido como el IMSERSO. ¡Como si nosotros no estuviésemos ya en edad de pertenecer al mismo!
Total que en aquel inmenso comedor estábamos unos doscientos comensales, calculé a groso modo, y creo que no llegaban a la decena entre el personal de cocina y el que nos atendía en la sala.
El Casino de El Grao |
Me dio como un escalofrío de pensar en que queda claro que necesitamos darle una vuelta de tuerca a nuestro sistema de protección social si no queremos colapsarlo en un tiempo breve. Por suerte, de momento se me fue el santo al cielo y me puse a pensar en la ruta que teníamos que hacer para ver Castellón así como reservar la comida en el lugar que habíamos decidido, en el restaurante Mediterráneo en El Grao. Por cierto más que recomendable en todo lo que probamos: la gamba roja, el rodaballo a la espalda, la corvina al horno con patatas panadera y sobre todo un postre excelente de helado de higos secos y orejones.
De la visita, pues vimos la Concatedral, el Fadrí, el Ayuntamiento, el Mercado Central y el Casino, a parte del paseo más o menos tranquilo por las calles más comerciales de la ciudad, la calle Mayor y la de Enmedio. Seguro que hay más cosas que ver, pero el tiempo se nos vino encima y con él la hora de comer en el citado Mediterráneo.
Regresamos a Vinarós y tras un descanso también merecido y un paseo por la zona marítima, acertamos a tomar unas tapitas en una terraza al aire libre y con vistas al mar, antes de recogernos al hotel, para al día siguiente tras el correspondiente desayuno volver a casa, pensando en que valen la pena estas escapaditas y a ver cuando montamos la siguiente. Espero que sea pronto.