jueves, 8 de octubre de 2020

EL VERANO 2020: ULTIMOS COLETAZOS

Pues cuando ya parecía finiquitado el verano de 2020, en vista del buen tiempo y una cierta "relajación" en las medidas anti-covid y sobre todo aprovechando algún cumpleaños que nos daba pie a una nueva degustación gastronómica que sumar a las muchas que el verano ha tenido, nos acercamos al pueblo a tratar de disfrutar dentro de los límites, de los últimos días de este raro estío.

Siempre con el ánimo de que cuantos más seamos más reiremos y sin pasarnos de las normas, invitamos amablemente a nuestros amigos Ana y Joan a que participasen en el proyecto, que empezaría de manera ineludible con una cena de celebración del cumpleaños de Marta. Así pues, cada uno en su coche, unos antes y otros después salimos dirección al pueblo el día 11 de septiembre. Por aquello de ser los anfitriones, los primeros que salimos y llegamos fuimos nosotros que aprovechamos para comer con la familia, pues en esta fecha es el cumpleaños de mi hermana. Hasta un pastel de cumple llevamos, pero eso sí, sin soplar velas.

La Campana de Huesca
Por la tarde, y previo viaje a Alcubierre que casi requiere otra entrada, contactamos con la Peña y preparamos ya con todos en el pueblo, la mesa para la cena, que tras muchas bromas durante el verano conseguimos enredar a Marta para que preparase unas carrilleras, que, pese a ser la primera vez que las hizo, le quedaron excelentes. Las regamos con buen vino y después de cenar procedimos a tomar el gintonic de rigor y luego a descansar ya que habíamos previsto el día siguiente ir a visitar Huesca ciudad, que no conocían algunos del grupo.

A primera hora, bueno a las 09:30, salimos dirección Huesca en dos coches a fin de optimizar el transporte, pues con siete no daba para ir en uno. Una vez aparcados en la ciudad, los coches quiero decir, nos dirigimos a nuestra primera visita: paseando desde el parking hacia la plaza Navarra, subiendo por los Porches de Galicia llegamos a la plaza López Allué, donde se encuentra "La Confianza" una tienda de ultramarinos de las más antiguas que se conocen y que tuvo el honor de salir en una reseña del New York Times, donde se explicaban todas las bondades y bellezas de la misma. Se trata de una tienda con la misma decoración de los años en que fue creada, en la que se pueden ver aparatos tan clásicos y que tanto nos llevan a la niñez, al menos a mi generación, como una cortadora de bacalao en salazón que todavía está en uso. Luego exquisiteces procedentes de cualquier sitio que se nos ocurra y en los sótanos un espacio gastronómico para alquilar y realizar banquetes, decorado con cantidad de juguetes autómatas con unas músicas que recuerdan películas "de miedo" y que dan un poco de "yuyu". Compramos algunas cosas, que son el precio de la entrada y que ademas te autoriza a hacer fotos. Un pequeño paréntesis para decir que las alubias que compró Ana, a los pocos días las cocinó y nos invitó a probarlas y estaban excelentes.

Ultramarinos La Confianza

Caminado unos 100 metros si llega accedimos a la visita al Monasterio de San Pedro el Viejo, una edificación románica del siglo XII. Parece ser que al conquistar la ciudad los cristianos en el siglo XI, descubrieron un templo visigodo dedicado a San Pedro y que fue utilizado por los mozárabes durante la ocupación de la ciudad de Huesca (Wasqa se llamaba entonces) por ellos mismos. Luego en el siglo siguiente fue cuando por deseo de los benedictinos, se produjo una remodelación o quizás una reconstrucción del templo adecuándose a los cánones del románico de la época y desde entones hasta la fecha. El edificio tiene dos partes: la iglesia y el claustro. La primera se trata de una edificación típica del estilo con tres naves con sus respectivos ábsides. Y el claustro, rectangular rodeado de capiteles, algunos originales y otros restaurados, de gran valor artístico y arquitectónico, tiene ademas varias capillas a su alrededor, una de las cuales ejerce de Panteón Real donde reposan los reyes de Aragón, Alfonso I el Batallador y Ramiro II el Monje, del que también hablaremos en esta entrada. Para más información y confirmación de la misma hablar con José Ramón, que también venía en la salida y es un pozo de ciencia al respecto.

Desde allí y por las estrechas callejuelas del barrio antiguo, nos dirigimos a la Plaza de la Catedral, donde además de ella se encuentra el Ayuntamiento y el Palacio Episcopal. No pudimos acceder al templo, pues se encontraba cerrado por algún tipo de culto que se realizaba en aquel momento. Sería excesivamente largo tratar de explicar en estas líneas lo que es la Catedral. Solo una reseña, que intento que sea breve. Se empezó a construir en el siglo XIII sobre una pequeña iglesia dedicada a Santa María de los Gozos, que se ubicaba al lado de la mezquita arábiga de la taifa de Huesca. Tras no pocos apuros se acabo de construir a principios del siglo XVI y a pesar de sus muchos valores artísticos y arquitectónicos, destaca sobre todos, la portada principal en el exterior y el magnífico retablo, obra de Damian Forment, en el interior. También para más información recurrid al mismo sistema que el anterior monumento.

El Claustro de San Pedro el Viejo

Sin dejar la zona y por una pequeña travesía accedimos a la plaza de la Universidad, donde se encuentra el museo de Huesca y también el Seminario Conciliar donde un par de los visitantes pasamos días, meses y años de nuestra infancia/juventud, pero esa es otra historia y hoy no toca. El museo está compuesto por dos edificios, uno en torno a un patio de planta octogonal, del siglo XVII en donde se encontraba la Universidad Sertoriana, una de las más antiguas de España; y otro, el Palacio de los Reyes de Aragón construido en el siglo XII. No podemos entrar en los detalles de todo lo existente en el museo, aunque sí destacar dos cosas, la sala de la reina Petronila y el salón donde se sitúa la leyenda de la Campana de Huesca. 

Las Pajaritas de Huesca
  Intento explicar de forma breve la misma: Ramiro II el Monje tenía soliviantados y levantiscos a todos los nobles del reino hasta el punto de hacerle imposible su gobierno, así que mando un emisario a su antiguo maestro, abad de San Juan de la Peña. Este hizo llegar al huerto al enviado y allí fue cortando las coles que sobresalían más de todo el sembrado y le dijo que explicase al rey lo que había visto. La versión más popular de la leyenda dice que el monarca convoco a todos los nobles para que viesen una campana tan grande que se oiría en todo el reino de Aragón. Según iban llegando, a los más importantes les iba cortando el cuello y fue colocando las cabezas en círculo en el suelo y colgando de una cuerda a modo de badajo la del obispo de Jaca, uno de los más rebeldes del grupo. Esta campana evidentemente llego a oídos de todos los restantes nobles de la corte y de fuera de ella, logrando así el rey pacificar sus dominios. Hay otras versiones pero en general la esencia es la misma.

Aún tuvimos tiempo de hacer un vermut en la terraza del quiosco del Parque Miguel Servet, auténtico pulmón verde de la ciudad, aunque mucho no lo necesita, pues la ciudad, pequeña y coqueta está rodeada de verde y a poco que camines y te despistes te sales de la misma y apareces en el monte. Vimos la escultura de las típicas pajaritas de papel y desde allí nos dirigimos al restaurante El Bodegón a por una merecida reposición de fuerzas, que todos necesitábamos, unos más y otros menos. 

Así acabó resumidamente la escapada a Huesca, todo y que Huesca es muchísimo más de lo que cuento. Lo pasamos bien y a veces resulta muy interesante comportarse como un auténtico turista aunque sea en sitios que hemos visitado muchas veces, pero nunca con esa visión. Ahí lo dejo!

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