viernes, 16 de diciembre de 2016

Sitios reales... II

El día amaneció frío, incluso desde la ventana de nuestra habitación se podían observar las cercanas lomas teñidas de blanco por la nieve que había caído durante la noche. Desayunamos en un precioso patio cubierto dentro del Parador y nos lanzamos en busca de la Real Fábrica de Cristales, que al  margen de fábrica ejerce a la vez de museo del cristal.
Bóveda en el Horno de la Fábrica de Cristales
Las adecuadas recomendaciones de la persona de recepción nos indican el horario en que los artesanos del vidrio paran a desayunar a fin de que podamos organizarnos la visita sin coincidir en la zona de trabajo con el horario del bocadillo. Es tanto nuestro interés que empezamos la visita antes de que enciendan las luces de las salas y hasta nos encontramos con un grupo de trabajadoras que nos preguntan de donde hemos salido y por donde hemos entrado.
Una vez en marcha la fábrica-museo, disfrutamos de las maravillas en vidrio que allí tienen y de la visión en directo de la actividad de los sopladores y sopladoras de cristal, así como de la habilidad en una especie de torno, para configurar las copas que en aquel momento están realizando. Luego pasamos por la tienda exposición y pese a las tentaciones decidimos no comprar nada. Con lo que nos queda de viaje, corría el peligro de no llegar integro a casa.
Dejamos la Granja y de nuevo a la carretera en dirección a Tordesillas, acompañados como no, con viento, nubes, agua y algunos claros. No podremos quejarnos de la diversidad de tiempo que hemos tenido estos días, más no se puede pedir.
Plaza Mayor de Tordesillas
A la llegada a la ciudad del Tratado, el cielo está bien cubierto con unas nubes grises que le dan un aspecto casi encantado. Nos instalamos en el Parador, una hacienda o casa señorial en el campo, a algo menos de un kilómetro del puente romano del río Duero, que da acceso a la ciudad.
Sea por la sensación de frío, aunque el termómetro marque más grados que en La Granja, por la amenaza de lluvia, o por un poco de pereza, decidimos ir al centro en coche, aparcando eso sí, en la parte alta del pueblo y desde allí empezar la visita.
Primero paseo por la arteria principal del centro histórico, que desemboca en una plaza porticada, que pese a no ser tan impactante como la de Chinchón, también tiene un encanto especial. Está "decorada" con varias pancartas relativas a la reivindicación que una parte de la población mantiene acerca de una "fiesta taurina", que ha alcanzado relieve nacional y pienso que hasta internacional.
Las Casas de Tratado
Continuando por la calle central se llega al puente del que ya he hecho referencia y según se mira al mismo a nuestra izquierda esta el convento de Santa Clara y a nuestra derecha las Casas del Tratado.
Reponemos fuerzas en La Lonja, un restaurante del todo recomendable en la parte alta del pueblo, donde sorprenden los pescados de mar, pese a la distancia de este.
La tarde la dedicamos a ver el convento de Santa Clara, excelente complejo que consta de diversos edificios y patios, al que solo podemos poner una pega, y es a modo de aviso a posibles visitantes que lean estas líneas; los horarios de las visitas guiadas son muy espaciados y hay pocas horas disponibles. Igual en épocas de temporada alta de turismo hay más disponibilidad. Dicho queda.
Desde allí nos dirigimos a las Casas del Tratado, que tienen frente a ellas una estatua en honor a una reina llamada Juana, hija de los reyes Católicos y si hemos de hacer caso a la historia con la cabeza necesitada de una adecuada puesta a punto.
Las casas convertidas en museo, biblioteca y salas de exposiciones, recrean con mapas y con diversas imágenes, la historia del Tratado de Tordesillas, en el que al parecer portugueses y españoles se repartieron el nuevo mundo que iban descubriendo, tanto Colón por parte española, como otros navegantes por parte portuguesa.
Resumiendo, trazaron una línea ficticia, hoy sería virtual, en torno a un meridiano del que no recuerdo el número, de manera que todo lo que se descubriese hacia oriente sería luso y todo lo que se descubriese hacia occidente sería hispánico. El rey de España, o quien tocase en ese momento, se reservó las Islas Canarias, pues estas ya estaban descubiertas antes del tratado. Así pues si nos fijamos en un mapa entederemos porque Azores, Madeira, Brasil, tienen las raíces portuguesas y el resto de sudamérica españolas.
Se cuenta, y no sé si coincide con la versión de nuestros vecinos peninsulares, que los españoles sabían que había todo un continente al oeste del meridiano del tratado y los portugueses no, por lo que aceptaron el meridiano que se estableció en el mismo. Vaya usted a saber, que sabían... unos y otros.
Carretera de Soria
Después de esta inmersión histórica, nos dirigimos a descansar, tras un cena frugal, con la intención del día siguiente hacer el camino de vuelta a casa en una sola etapa. Así lo hicimos y así terminó nuestro periplo por los reales sitios, no sin antes acabar de degustar toda la meteorología posible en estos días de temporal. Una granizada y para acabar una nevada en Soria.
Diría para poner un final meteorológico feliz, que llegamos a casa con sol espléndido, pero sería mentira, llegamos de noche. Eso sí, con el cielo despejado.

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