martes, 29 de agosto de 2017

Las fiestas de Albalatillo 2017. Segunda parte

Como bien anuncia el programa de festejos hoy toca tiro al plato y almuerzo comunitario. Pepito y yo hicimos algunas indagaciones el día anterior, sobre las condiciones del almuerzo, y ante la poca experiencia de los cocineros, decidimos poner la venda antes de la herida y nos largamos solos a almorzar, entre otras cosas, huevos fritos con patatas, panceta a la plancha y oreja frita, regados con una buena cerveza, que ya hacía calor y selladas con un cafelito y un chupito de orujo.
Con las primeras necesidades cubiertas, nos dirigimos al tiro al plato, y a mirar de completar el almuerzo con los guisos de los cocineros noveles. Habían elaborado una enorme perola de judías blancas con chorizo. Lamentablemente no pudimos valorar mucho la valía del plato: a mi no me entraron más de dos cucharadas y Pepito creo que ni llegó a probarlas.
El tobogán acuático
Haciendo la digestión poco a poco, empezó el concurso de tiro al plato, no sin antes haber probado la punteria tirando a una lata con la pistola de José. Se cansaron de tirar antes de acertar ninguno a la dichosa lata. No sé si era el preludio de la tirada al plato. La verdad es que estuvieron todos fallones y hasta fallona, porque se apunto al conurso una chica, Natalia. Comparado con años anteriores, la ruptura de platos fue inferior, igual porque el público, no excesivo, se dedicaba a distraer y poner nervisosos a los tiradores con comentarios de todo tipo... En fin, que el tiro no fue tan esplendoroso como otros años, y abandonamos el concurso antes de su finalización.
Como no podía se de otra manera, al menos en mi pueblo, la escapada del concurso fue para ir a tomar vermut al bar. Hay que ver como se agradece el invento del aire acondicionado después de horas al sol en un descampado a las 12 del mediodía en plenos Monegros... Diría que hasta las tapas y la bebida fresca pasan a un segundo plano.
La tortilla
Comida en casa y siesta merecida o no, pero larga. Luego, bien arregladitos a ver como los chicos y no tan chicos disfrutaban tirandose por un tobogan acuatico en la bajada al río, al tiempo que se refrescaban de los todavía rigores del calor, aun siendo ya las ocho de la tarde.
Poco después, una tortilla gigante saciaba las ganas de comer y daba sedimento al estómago para afrontar los gintonics nocturnos, escuchando a la orquesta de turno hacer las delicias de una mayoría de sujetos pasivos, no por jubilación, sino por falta de ganas de bailar y unos pocos que disponían de toda la plaza para ellos para ejercitar ese arte que es bailar "aparejadamente".
Poco a poco fueron pasando las horas y como dice la canción, "nos dieron la una, las dos y las tres" y tomamos la firme decisión de ir a descansar, no por la fiesta del día siguiente sino por un enlace matrimonial familiar que se coló en estas fechas.
La Batucada
Al día siguiente, después de la referida boda aún nos dio tiempo de llegar al final de la batucada, un espectáculo de corte brasileño que recorre las calles del pueblo a ritmo de tambores, seguida por todo el personal del pueblo, con paradas intermitentes para refrescarse en el sentido más amplio de la palabra. En las zonas de las peñas reparten de manera gratuita, melocotón con vino y cervezas, que ayudan a reponer líquidos a los esforzados "batuqueros/as" y a los nativos que bailan a su ritmo. Además es costumbre arraigada, que llegados a determinadas zonas del pueblo, un vecino, misericordioso con la gente, ayude a sofocar las calores que a esas horas todavía son grandes, regando con una manguera a todo el que va por la calle, sin el menor respeto ni por niños, mayores o abuelos. La verdad es que como sufridor de estos baños tan típicos hay que decir que se agradece, pasado el primer impacto del chorro de agua.
La plancha portátil
Casi sin tiempo de respiro y sobre todo con poco apetito por las circunstancias del banquete nupcial familiar acudimos a la plaza del pueblo, donde se instala desde el año pasado una sidrería ambulante. Excelente idea: Se trata de un equipo móvil, como he dicho, que dispone de los siguientes elementos. Un tonel con un grifo, que no para de escanciar sidra, hasta que uno se harta. Y quiero decir uno multiplicado por el padrón de habitantes y visitantes, en edad de consumir bebidas alcohólicas. Después una plancha portátil en la que se hace una buena longaniza para pasar la sidra. También dispone de una freidora en la que se cocina una excelente chistorra, que se coloca en montaditos con el mismo fin anterior. Y para acabar lo que si es un auténtico artilugio, que no se como, pero a manera de una hormigonera pequeña, elabora migas de pastor, que como dice alguno de los del pueblo, "para ser industriales no están nada mal..."
En fin, pasados estos momentos toca, café, chupito, gintonic, baile, traca final de fiestas, nombramiento de la comisión de fiestas del año próximo, y a descansar, esperando que pasen pronto y bien los 362 días que faltan para la fiesta de 2018.

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