martes, 14 de mayo de 2019

Otra Semana Santa

Casi sin quererlo, a pesar de que este año ha llegado algo más tarde, entramos en la Semana Santa, época de reposo y recogimiento en algunos momentos de nuestra vida, pero en la actualidad únicamente periodo de vacaciones para escapar de la rutina diaria y del juicio del "proces" en este año concreto. Pero como en el viejo chiste de los leones que escuchaban a un violinista en medio de la selva, amansados por su música hasta que uno de ellos que acababa de llegar le da aun zarpazo al músico y lo deja destrozado y entonces uno de los leones le comenta al de al lado: "Ya te decía yo, que cuando llegase el sordo, se acabaría el concierto". Pues eso que los "sordos" de turno decidieron convocar elecciones generales y nos llenaron nuestras vacaciones de mítines, propaganda, debates, etc. Por suerte en el mundo más rural en que pasamos los días de asueto esto es menos invasivo.
La "Pilarica" en Semana Santa
Mis hijos y parejas respectivas viajaban a Lisboa en este periodo vacacional, así que a modo de celebración de estas fiestas el domingo de ramos, comimos juntos. El lunes preparamos el viaje al pueblo con la intención de acabar algunas de las compras de equipamiento que faltaban en la nueva casa. Espero que algún día acabemos con nuestro particular proceso, que nada tiene que ver con el otro.
Una vez instalados en el pueblo, aprovechamos para acercarnos a Zaragoza, donde es difícil ir y no pasar por El Pilar, aunque fuese después de visitar el centro comercial Puerto Venecia, en donde puedes comprar todo lo que seas capaz de imaginar y pagar. Así que recorrimos más o menos todas las tiendas y grandes almacenes en que podíamos comprar algunos de los complementos que necesitábamos para ir acabando la casa: lámparas, colgadores, toalleros, fundas nórdicas, etc. etc.
Aprovechamos una vez finalizada la compra para ir a comer a uno de los sitios que nos gustan en la capital: en la plaza San Felipe Neri, en concreto a los ultramarinos Montal, donde disfrutamos una vez más de los magníficos productos que tienen.
Una habitación de la casa, ya terminada
Regresamos al pueblo y  tras colocar algunos de los complementos que hemos mercado, aquellos que no requieren de ninguna habilidad especial para ello, dejamos los restantes para cuando Martín, manitas de cabecera de la familia, disponga de algo te tiempo para ayudarnos en tan ardua tarea. Después ya  nos integramos definitivamente en la dinámica popular, con las cervecitas previas a la cena, y una vez después del pequeño refrigerio, vuelta al "Barbero", para tomar los gin-tonics preceptivos hasta que el cuerpo nos pida descanso y cama. Cada vez ocurre más temprano...
El día siguiente, todavía laborable, lo dedicamos a pasear y a realizar algunas compras más domésticas, visitar como cada año a familiares y conocidos y empezar a elaborar las necesidades que tendremos, tanto de infraestructura, como de consumo para la mona, que como cada año celebraremos el sábado en el Refugio del monte, para el que Luisa, ya tiene la reserva desde hace casi un mes.
Jueves y viernes son festivos en la comunidad y por tanto la actividad está centrada en torno a la mesa y un poco también a las procesiones que desde hace unos años son más vistosas y sobre todo sonoras por la participación del grupo de tambores de Sena. Lejos en la memoria quedan aquellas vigilias y ayunos estrictamente establecidos por la jerarquía eclesiástica, así como aquel silencio y aquellas visitas al "monumento" de la iglesia. El tal "monumento" es un altar decorado con los símbolos de la Semana Santa, colocado fuera de lo que es el altar mayor de la iglesia. Dispone además de dos reclinatorios desde los que el personal rezaba de manera continuada, es decir no te podías ir sin que alguien tomase el relevo de tus oraciones. Se hacían turnos con el fin de que se cumpliese esta premisa, aunque luego los podías cambiar, los jóvenes siempre con la intención de que el compañero o compañera de oración fuese alguien que te gustase o por el o la que tuvieses un especial interés. No sé si todavía sigue esta tradición, pero creo que no...
La paella de la mona
Poco a poco se va configurando el listado de asistentes a la mona, que entre los fijos más algunos variables acabaremos siendo una veintena de personas, con la presencia de algunos jóvenes, que acaban siendo los que animan el cotarro entre tanto jubilado, prejubilado y con ganas de jubilarse.
Así, concretamos con Luisa que los víveres serán para veinte y siempre con la variante de que "más vale que sobre, que no que falte" y con la idea de que lo que sobre lo aprovecharemos con poca cosa más para volver a reunirnos y cenar en la peña. También esto es el ritual de cada año, al que creo que no estamos dispuestos a renunciar, pues el arroz, aunque completo en poco tiempo se baja y a la hora de cenar el apetito, al menos en algunos de nosotros, está intacto.
El día "D", sábado de Semana Santa, desde primera hora y una vez hechas las últimas compras nos reunimos poco a poco en la peña, donde se van cargando los utensilios necesarios en los coches: las ruedas de gas, las bombonas de butano, los platos, cubiertos, vasos y demás vajillería, incluidas las paelleras y las parrillas en que se cocinaran los suculentos manjares, esperando siempre a que lleguen Pili y Pedro que son los encargados de comprar los frutos del mar que componen la paella junto con el sofrito, el arroz y sobre todo "el conejo", que cada año entra en debate si es pertinente o no su uso. La intención mientras yo cocine es que sea imprescindible, pero me consta que en ocasiones, debido a mi ausencia se ha hecho sin ese magnífico ingrediente, con resultados idénticos y en alguna otra que recuerdo algunos de los comensales partidarios de su expulsión del plato, lo escondió y no quedó más remedio que cocinar sin él. En aquella ocasión todos negaron la tropelía, pero yo tengo mis sospechosos...
Una vez distribuidos en los coches para subir al Refugio, nos lanzamos a la aventura, sabiendo de antemano que algo se nos olvidará, pero también con el convencimiento de que habrá algún voluntario que volverá al pueblo a recoger lo olvidado. Como uno se puede imaginar, así fue y no se si alguien fue a por ello o bien se llamó a los últimos en subir para que recogiesen los que nos faltaba.
El grupo, una vez comidos
El primer debate es decidir si se ponen o no las medias cabezas del conejo en la paella. Puesto que hay algún comensal al que le encantan se decide que sí, y empieza la elaboración del plato. El resto del personal ha ido a recoger leña para brasear algo de carne de cordero y alguna longaniza que completen el plato principal.
Como siempre se nos hace algo tarde por lo que el mérito del cocinero es relativo pues hay hambre  y todo el mundo dice que esta muy bueno. Previamente hacemos un poco de vermut, con olivas, algo de embutidos y chips de patatas, aperitivo estrella, encargado a la fábrica de Badalona que las hace como nadie.
Después ya todo va sobre ruedas, comida, buenos caldos, postres exquisitos, café, licores y para los pocos aficionados que quedamos un buen habano. Fotos de recuerdo, debates político-festivos, risas fáciles por los motivos expresados, los chistes habituales de Pedro, la visita de los quintos que vienen de cortar los pinos y poco a poco, recogida de tomillo y otras plantas aromáticas por parte de las chicas (en realidad van a "la toilette"), adecentamiento del local y hacia la peña en el pueblo.
Reposo ligero de algunos y tras una breve visita a las casas de "las quintas" para ver el pino que les han plantado en la puerta, todos nos volvemos a congregar en torno a la mesa, para cenar los excedentes de la comida y tomar los gin-tonics de rigor. Como hacemos cada año y que dure muchísimos más...

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