martes, 29 de octubre de 2019

Perú: Puno y Cuzco

La sorpresa a la que me refería en la entrada anterior, no era precisamente agradable. Me desperté sobre las 2 de la madrugada con una sensación terrible de ahogo. Me senté al borde de la cama y pude recuperar un poco el aliento, pero seguía con dificultades para respirar. No me negué a que Pili llamase al médico, pues no acababa de encontrarme bien. Lo cierto es que un profesional veterano que apareció a los pocos minutos de llamarlo, nos sacó del apuro: un chute de corticoides y oxígeno a tope durante un rato me dejó como nuevo. Debe ser común este tipo de incidentes pues el hotel tenía oxígeno y no te cobraba los primeros minutos que eran de cortesía.
Islas flotantes en el Titicaca
En estas condiciones Pili y yo decidimos no acudir a la excursión programada a las islas de los uros y a Taquile, habitada por nativos quechua. A medida que iba avanzando la mañana yo iba encontrándome mejor y tras un desayuno en una cafetería cerca del hotel, pensamos que era un poco desperdicio estar allí y no visitar al menos las islas flotantes  habitadas por los uros. Decidimos hacerlo, paseando despacio eso sí que la ciudad está a 3.800 metros, yendo hacia el puerto del lago y allí pudimos negociar lo que vendría a ser una barca-taxi, que previo acuerdo económico de acompañante y pseudo-guía, nos llevó a las islas.
Allí fuimos a una de ellas, donde nos recibió la presidenta de la isla, que nos estuvo explicando el proceso de fabricación y anclaje de las mismas al fondo del lago. Luego las diversas capas de tótora, que es una especie de junco muy grueso, que conforman el suelo sobre el que hemos desembarcado. Nos explico también como es la vida allí, la dedicación a la artesanía de sus habitantes como principal fuente de ingresos y en general todo lo relativo al turismo. 
Aprovecharon para mostrarnos esos bordados y otras obras de artesanía, que compramos en parte como agradecimiento a su explicación para solo dos personas y en parte porque era realmente bonito.
Una de las salas del museo
Luego por un módico precio nos dieron una vuelta por el lago, subidos en una de sus barcas, fabricadas del mismo material que las islas y con ello dimos por finalizada la visita a los uros, regresando en nuestro particular taxi a la ciudad, para comer algo y luego hacer un poco de siesta y esperar a que llegasen nuestros amigos que habían ido a la excursión completa.
Cuando llegaron Pancho y Elvira, aprovechamos para dar una vuelta por el centro histórico de Puno y entonces fue Pili la que empezó a notar el malestar de la altura, así que se fueron con Elvira al hotel y Pancho y yo nos quedamos buscando unos pantalones tejanos que yo quería comprarme y que no pudimos encontrar en las tiendas que visitamos, que fueron más de dos y más de tres.
Recogimos a Elvira en el hotel y fuimos a cenar a la misma cafetería de la mañana, que no recuerdo como se llama, y lo siento porque era totalmente recomendable. La única pista que puedo dar es que estaba en la planta primera y era pastelería en la planta baja y que estaba cerca del hotel La Hacienda. A Pili le llevamos unos pastelitos por si tenía apetito. Algo cenó.
A primera hora de la mañana vinieron a recogernos para emprender viaje hacia Cuzco, y también pasando por diversas localidades de interés cultural y turístico. La primera parada fue en Pucará, si no recuerdo mal, donde estaba el museo lítico, en el que destacaban monolitos dedicados a los dioses incas, algunos de ellos de gran valor histórico, tanto por su antigüedad como por lo que representaban dentro de la cultura preincaica según nos explico nuestro guía. En la plaza al lado del museo se alzaba una iglesia con dos torres, una de ellas, aparentemente inacabada.
Templo de Viracocha
Seguimos el periplo que nos había de conducir a Cuzco, con una parada en Raqchi, donde visitamos el espectacular templo de Viracocha. Pudimos apreciar la precisión en la construcción del mismo con las milimetradas entradas y ventanas, así como sus calles internas que permitían ver desde el inicio el final de las mismas, todo ello en base a una mejor defensa del templo en caso de necesidad.
Siguiendo en la misma ruta nos encontramos en el camino, una vez repuestas las fuerzas en el bufet de turno con la localidad de Andahuaylillas, capital del distrito del mismo nombre, y que tiene una población de poco más de 1.500 habitantes. El espacio más relevante es la iglesia de San Pedro, un relativamente pequeño templo que tiene el honor de ser denominado, la Capilla Sixtina de Sudamérica, debido a las decoraciones de sus techos y sus paredes, totalmente recargados y con la sensación de que gastaron todo lo que tenían y más en pan de oro, entremezclando estilos de todo tipo. En fin, como decían dos turistas italianos que nos acompañaban en el recorrido, "e bello, ma non come la Sistina".
Sin entrar en más debates al respecto, continuamos con nuestro viaje  hasta la capital del imperio inca, donde llegamos ya entrada la tarde, y apenas pudimos instalarnos en el hotel y eso sí, salir a dar una vuelta por la plaza de armas, que estaba realmente cerca del hotel y que de noche ofrecía un espectáculo muy bien iluminado y con multitud de puntos de luz de las zonas más altas de las ciudad que rodean a la parte del centro histórico.
La Capilla Sixtina de Sudamérica
A lo largo del viaje habíamos conocido a varios compañeros con los que compartíamos experiencias, restaurantes donde comer o cosas que visitar. Una pareja de Vigo, otra de Valencia, las cuatro Marías de La Rioja y sobre todo una pareja de recién casados de Palencia con lo que a pesar de las diferencias de edad fue con los que nos entendimos mejor. Son Estefanía y Gonzalo con los que luego compartimos paseos, compras y comidas.
Aquella primera noche cenamos en una pizzería, con el fin de poner algún paréntesis a la comida peruana, pero para no dejarla del lado del todo pedimos una Inca-Cola, bebida original de Perú, pero que la multinacional Coca-Cola compró para no tener competencia: En mi opinión no creo que la tuviese, era malísima. Lo peor de todo era que la masa de la pizza tampoco mataba, así que la primera cena en Cuzco fue gloriosa.
Al día siguiente teníamos previsto un tour turístico por la ciudad, pero teníamos la mañana libre para poder pasear a nuestro aire por la ciudad. Accedimos en primer lugar a la Plaza de Armas, comprobando a la luz del día que la belleza de la misma por la noche no era producto de la iluminación, sino que se trataba de un precioso lugar.
Plaza de Cuzco por la noche
Como suele pasar en cualquier ciudad, aunque no siempre, la vida cotidiana gira en torno al mercado de abastos y hacia allí nos dirigimos. No tenía el orden que tenía el de Arequipa, era algo más caótico, las paradas de venta y los puestos de comida se agolpaban unos con otros y lo sorprendente al menos para mi, era que la elaboración, cocción o asado de los "manjares" era en el mismo lugar, todo junto con las mesas en que se servían.
Allí pudimos ver por primera vez a la venta, perfectamente pelado y ordenado el cuy, uno de los platos imprescindibles en Perú. Lo cierto es que cocinado no sé el aspecto que tienen, pero en crudo desanima a probarlos.
Yo seguía sin conseguir comprar mis pantalones tejanos y los que llevaba ya pedían el cambio, así que siguiendo las instrucciones de una amable recepcionista del hotel donde nos alojábamos encontré por fin una tienda, que no vendía nada ni de alpaca ni de llama, y pude adquirir el repuesto. Un poco largos, pero nada que un buen doble hacia fuera no pudiese arreglar.
En el recorrido también pudimos pasar por unos establecimientos en que vendían ropa al corte, o sea de aquellos que había antiguamente en España, y con los que sabían o los sastres elaboraban magníficos trajes y vestidos. Paramos en un pues a Pancho le traían recuerdos de su infancia. Después de una comida frugal en una pequeña cafetería, tenía tres mesas, nos dirigimos al punto de encuentro para iniciar la visita guiada.
Plaza de Armas de Cuzco
desde el Cristo Blanco
El tour se inicia en la espectacular fortaleza de las afueras de Cuzco: La de Sacsayhuaman, una increíble construcción militar, se supone que para defensa de la ciudad, aunque también esta salpicada de templos o zonas de culto en la que esta muy presente el sol. El guía nos hace especial mención en el ensamblaje de las piedras, con diversos ángulos y diversas formas que hacen de esta construcción única, según él, y pionera en las técnicas arquitectónicas de entonces y precursora de todas las posteriores del mundo mundial. El colega era peruano, inca y mestizo según nos explico, y además bastante hostil con los de nuestra nacionalidad, y bastante militante de la causa peruana, y no me refiero a la comida. En la visita que hicimos a la catedral, cuando nos explicaba una pintura de la santa cena, en la que por cierto había un plato de cuy, en tono amistoso y de broma le pregunté si también Judas era español, pero se hizo un poco "el loco".
Luego hicimos una pequeña parada en lo que llaman el Cristo blanco, que no es otra cosa que un monumento coronado por una estatua de color blanco en lo alto del monte y desde el que se puede apreciar una magnífica vista de Cuzco.
Una vez de regreso al centro de la ciudad, nos dirigimos al Convento de Santo Domingo, un edificio maravilloso que tiene como gran interés el hecho de estar construido sobre el templo inca de Coricancha. Se puede apreciar perfectamente en lo que vendrían a ser los cimientos, la construcción inca con grandes piedras ensambladas al mismo estilo que en Sacsayhuaman. Continúa la pared luego con elementos constructivos coloniales, que proporcionan una visión realmente interesante.
Claustro del Convento de Santo Domingo
Lo que realmente es también de interés es el espléndido claustro del convento, de unas dimensiones espectaculares y con dos plantas con arcadas, y una fuente en medio del mismo.
Con esta visita y la ya referida de la catedral se dio por finalizado el recorrido turístico, nos devolvieron a nuestros hoteles y tras un breve descanso fuimos a recoger a nuestra pareja de amigos palentinos y después de quedar con Pili en donde podían comprar algunos regalos y recuerdos por precio razonable, empezamos a buscar un lugar donde reponer fuerzas. Por cierto que como después de ir a Machu-Pichu teníamos otra tarde en la ciudad, quedaron para entonces para realizar las compras, pero esa historia será para otro día.
Bueno, lo dicho, que buscando sitios en la misma Plaza de Armas, vimos un restaurante italiano que tenía muy buena pinta y quizá por el recuerdo no excesivamente bueno del día anterior, decidimos repetir tipo de comida. La verdad es que no había color y los platos estaban realmente buenos, y hasta cambiamos la inca-cola por una "cusqueña", una muy buena cerveza dorada de elaboración peruana. Yo incluso me atreví a pedir unos "tagliatelle a l'Alfredo", que no superaban obviamente a los de Roma, pero se acercaban bastante.
Con una buena cena en el cuerpo, nos dirigimos de nuevo al hotel a descansar. Mañana tocaba madrugar para emprender el camino hacia El Valle Sagrado y Machu-Pichu, uno de los objetivos principales de toda la aventura peruana.
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sábado, 26 de octubre de 2019

Perú: Arequipa y cañón de Colca

Como estaba previsto, madrugamos para coger el vuelo a Arequipa, la segunda ciudad de Perú con poco más de un millón de habitantes, cuyo nombre proviene de tres interpretaciones distintas que me limito a transcribir y que cada uno se quede con la que quiera. La primera de origen inca y en quechua, Ari qhipay y que vendría a significar algo como "sí, quédaos", otra defendida por el inca Garcilaso en aimara, Ari qquepan, que vendría a ser algo como "trompeta sonora" y finalmente una tercera también en aimara, defendida por algún que otro historiador, Ari qhipaya, y que significaría "detrás del pico", en relación al volcán Misti, omnipresente desde cualquier punto de la ciudad.
"Torrezno peruano"
Bueno, en cualquier caso Arequipa es una ciudad con un casco histórico precioso, en torno a una espléndida Plaza de Armas, aunque hay que decir que acercándose desde el aeropuerto, uno tarda en descubrir esa belleza y por momentos pone en duda la veracidad de las guías. Lo importante es que la ciudad no defrauda pese a esas periferias tan caóticas.
Nos instalamos en nuestra casa  de los próximos dos días, y nunca mejor dicho porque nuestro hotel se llamaba Casa Andina de Arequipa. Antes de salir a buscar un lugar donde reponer fuerzas, mis compañeros de viaje se tomaron ya una infusión de coca para mitigar los efectos de la altura, aunque en este lugar la media solo es de 2.400 metros. Algo de vicio hay en estas bebidas, pues no solo no abandonaron esta costumbre en todo el viaje, sino que también se trajeron de vuelta un par de cajas de las mismas.
Siguiendo un poco las instrucciones de la guía que acompañaba al transporte desde el aeropuerto, después de visitar la Plaza de Armas, en un claustro cercano a uno de los vértices de la misma, descubrimos un lugar donde comer al más puro estilo arequipeño, la Benita. Así que sin pensarlo mucho nos instalamos y pedimos un menú para compartir de platos peruanos y de platos vegetarianos. Mentiría si dijese que no me dio una gran alegría un plato similar a los torreznos, que llaman chicharros de cerdo. Y estaban buenísimos. También comimos un plato de Causa, otro de Palta y no recuerdo que más, a parte de probar la Chicha Morá Arequipeña, que añadía a la típica un tiempo de fermentación. También estaba buenísima.
Plaza de Armas de noche. Arequipa
Después visitamos el claustro que en realidad son dos, en que se encuentra el restaurante, y pudimos apreciar las diferencias entre uno más austero y otro más recargado o más rico por decirlo de alguna manera. Desde allí nos dirigimos a la catedral en la plaza de Armas pues a partir de las 5 de la tarde pasa de ser un museo a una iglesia de culto, con lo que la entrada es libre, a no ser que vayas con pantalón corto como le pasó a Elvira, que tuvo que fabricarse una falda larga con su polar y con el de Pili. Fueron tales las risas que nos dimos, que casi no apreciamos la belleza del templo: en fin lo uno por lo otro.
Animados y risueños por la aventura localizamos una terraza en las inmediaciones de la plaza, y me refiero a terraza de terrado, desde la que se apreciaban unas espectaculares vistas de la puesta de sol en la ciudad. Allí tomamos unos pisco sour y otras mojitos en un ambientillo algo hippye, pero muy agradable, hasta que empezó a notarse la bajada de temperatura tras la puesta del sol y decidimos regresar al hotel. Un pequeño descanso, una infusión y un breve refrigerio fueron suficientes para mandarnos a la cama, descansar y prepararnos para una visita guiada el día siguiente.
Tan pronto nos habíamos retirado, que amanecimos también temprano así que decidimos, tras un buen desayuno ir por nuestra cuenta a dar una vuelta por la ciudad hasta que fuese la hora del tour contratado. Volvimos a la Plaza de Armas, pues estaba apenas a 10 minutos del hotel, si ibas poco a poco o si eras indeciso a la hora de cruzar calles, al margen del tráfico. Por aquello de haz lo que vieres, pronto nos adaptamos a cruzar las calles con cierto riesgo, pero no más del que corrían los nativos del lugar y esto nos permitió acortar el tiempo entre un lugar y otro.
Mercado de Arequipa
Fuimos a visitar en primer lugar el Mercado de Abastos, en el que nos quedamos con la zona de frutas por su colorido y por el especial cuidado en cada día colocan las mismas en una especie de escalinata a la que acceden por un pasillo entre estantes que dispone de una escalera pequeña. Pili, pensando que se nos acababa el tiempo en Perú, y llevábamos tres días contados, aprovechó para comprar algún regalo para sus amigas, que no fue otra cosa que bolsas de hoja de coca, perfectamente etiquetadas y con registro de sanidad incluido.
Para su "desgracia" al día siguiente uno de los guías le comunicó la prohibición de sacar hojas de coca del país y que seguramente tendríamos que dar alguna explicación en la aduana.
Cierto todo lo que le dijo, pues en el vuelo de regreso a Madrid, al parecer uno de esos conocidos como "vuelos calientes", tuvimos a los perros de la policía oliéndonos una y otra vez nuestras maletas, las de mano y las de facturar.
Después del mercado nos fuimos a callejear y visitar una de las primeras casas coloniales de la ciudad, la casa del Moral, en la actualidad sala de exposiciones, no sin antes pasar por la Iglesia de la Compañía, en la que se celebraba una fiesta muy colorida, con cintas y banderas lilas y blancas y que tienen que ver con el mes de octubre y alguna cofradía o algo por el estilo, ya que algunas de las feligresas iban vestidas íntegramente de ese color.
Con la mente llena de cultura, los pies algo cansados del paseo y el estómago con el desayuno olvidado nos dedicamos a buscar un lugar donde dar solución a nuestras tres circunstancias, y bien cierto que lo encontramos pues nuestra mente se pudo dedicar a consolidar lo visto, nuestros pies descansaron al sentarnos y nuestro estómago una vez estimulado por el olor a brasa del local y posteriormente saciado con unos magníficos sandwichs volvió a su trabajo de proporcionar energía a todo lo demás. Por cierto el local se llama La Lucha, y tiene diversas sucursales en otras ciudades, incluida Lima, que es donde en días posteriores volvimos a comer.
Convento de Santa Catalina.
Acudimos a nuestra Casa Andina, lugar en que habíamos sido citados para iniciar la visita programada al Convento de Santa Catalina. A la hora prevista acudimos al convento, que se trata de una especie de ciudadela rodeada por un muro de unos 4 metros de altura y que se encuentra justamente en el centro. Ocupa una superficie de más de 20.000 metros cuadrados y queda totalmente aislada del resto de las edificaciones de la ciudad por los referidos muros.
A través de una portada se accede al interior, donde a parte de las celdas de las monjas, se pueden ver rincones de gran belleza, como el patio del silencio, el claustro mayor, el claustro de los naranjos, la torre del campanario y la iglesia. Como casi siempre en estos complejos religiosos, hay una gran diferencia entre las celdas de las hermanas de origen noble y de origen plebeyo, o menos noble. En el caso de las últimas son habitáculos correctos, pero modestos y en general pintados de blanco, mientras que en las primeras disponen de gran superficie, están mejor decorados y equipados, incluido horno para cocinar y espacio para la sirvienta que acompañaba a la monja de linaje. La pintura de estas es de color azul, al parecer más caro, ya que necesitaba pigmentos y solo estaba al alcance de las pudientes. En la foto que adjunto del convento puede apreciarse una de las estancias de las monjas con mayor capacidad económica.
El Chicha by Gastón Acurio
Con las vistas desde la terraza de uno de los edificios, en que se puede ver prácticamente toda la ciudad, abandonamos la visita guiada y seguimos nuestra exploración particular encontrando rincones que no están en ninguna guía, pero que son especialmente bonitos. Y además puedes encontrar algún sitio en que te sirven un café expreso digno de la mejor cafetería italiana. Y si te animas a comprar en alguna joyería un recuerdo para tus amigos o familiares, hasta te dan unos vales canjeables en un pequeño establecimiento por unos pisco sour, que están buenísimos. Siempre que el gasto realizado sea el suficiente como para no hundir el negocio. Lo digo por animar al posible viajero que lea esto, a callejear por los aledaños de la Plaza de Armas.
Poco a poco fue cayendo la tarde y llegó la hora de cenar. A mí, me hacía especial ilusión cenar en uno de los restaurantes del chef Gastón Acurio, así que Pancho había reservado mesa en el Chicha.
Yo tenía ganas de probar un ceviche, tan ensalzado en nuestro país cuando se habla de cocina peruana, así que aprovechamos un sitio de garantía como el que habíamos elegido para el evento. La verdad es que la experiencia fue magnífica, comí uno de corvina y aproveche para probar el de langostinos que había pedido Pili, con los mismos resultados: buenísimo. Eso no quitó que los otros platos no estuviesen buenos, sobre todo una "causa" con gambas y un lomo saltado, que también probé, porque lo cierto es que hicimos un menú de "degustación a nuestro aire", o sea que de lo que pedimos todos probamos de todo, incluido un buen vino del valle de Ita, creo, que es la zona vinícola del Perú.
Nos retiramos a nuestros aposentos, contentos por haber incluido la ciudad de Arequipa en la ruta del viaje, y nos preparamos para la siguiente etapa del mismo: El Cañón de Colca.
A la hora prevista, vinieron a recogernos al hotel para salir con destino a Chivay, en pleno cañón y lugar elegido por la agencia para pasar la noche. Los primeros kilómetros de camino se hacen largos, entre otras cosas, porque salir de Arequipa no es fácil, no tiene una vía rápida y tienes que tragarte todo el centro y toda la periferia por calles estrechas y bastante congestionadas por el tráfico diario de una ciudad de esas dimensiones. Alguno aprovechó para hacer "una cabezadita".
Camélidos en la zona de los volcanes
Pasado un buen tramo iniciamos el recorrido por el cañón con una primera parada en el mirador de los volcanes, donde ya nos avisa el guía de que dispondremos de una infusión de coca, que nos ayudará a sobrellevar las complicaciones de la altura en las próximas visitas. Lo cierto es que todos los compañeros de viaje aprovechan para hacerlo, pero un servidor por aquello de la hipertensión que tiene desde hace años y a recomendación del entendido, se abstiene y piensa que no será para tanto. Pues eso, que la parada primera todo va bien, pero en la segunda, cuando bajamos del autocar la sensación de cierto mareo, de que el suelo se mueve bajo tus pies y una cierta sensación de falta de oxigeno es más que patente, aunque creo que para todos, los consumidores y los abstinentes. Es lógico estamos a una altura aproximada de 4.900 metros sobre el nivel del mar, la más elevada de todas las previstas en el viaje. Pese a todo, el paisaje con el volcán de Sabancaya de 5.976 metros al fondo es espectacular y a pesar del mareo, el fresco de la altura que estamos te despeja y te deja disfrutar de las vistas.
Después de alguna parada más para seguir disfrutando de los volcanes, llegamos a Yanque, creo, donde disfrutamos de una comida estilo peruano en forma de buffet libre. Tras unos cafés y unos estiramientos que buena falta nos hacían, continuamos camino hacia Chivay y desde allí en un taxi a un hotel en forma de pueblecito andino maravilloso, pero escondido entre los valles hasta el punto que parecía imposible encontrar algo allí. La verdad es que finalmente estuvo muy bien y Pancho y Elvira incluso pudieron darse un baño en unas termas al costado del hotelito. Son valientes, porque calor, mucho no hacía...
Terrazas del Cañón del Colca
Tras el correspondiente madrugón, el día siguiente iniciamos el camino que nos llevaría a la próxima meta de nuestro particular maratón en Puno. El viaje se prometía largo, aunque eso sí estaba salpicado de paradas para poder seguir disfrutando de los paisajes que el cañón ofrece al visitante.
Una de las más concurridas, supongo que por la espectacularidad de la fauna fue la cruz del cóndor, donde pudimos apreciar la majestuosidad de estos animales, igual a la hora de volar que a la de aterrizar en las zonas rocosas de las montañas que envuelven el paraje.
No obstante, a pesar de lo dicho a mí personalmente lo que me pareció más espectacular son las terrazas de cultivo agrícola que acompañan al río Colca en gran parte de su recorrido, entre otras cosas por la precisión con que están hechas y por el pensamiento de la dificultad de sembrar y cosechar cualquier tipo de especie en ese terreno. A nuestros acompañantes, Pancho y Elvira seguro que les recordó la Ribeira Sacra, un espacio similar salvando las distancias donde cultivan un excelente vino, recolectado con sistemas tradicionales y elaborado con gran pulcritud. A mí, me lo recordó.
Una comida bufet, alguna parada más, como el pueblecito de Maca y quizá demasiados kilómetros después y superada una zona de gran belleza paisajística llamada Lagunilla, llegamos a Puno, donde nos recibió una fiesta de no sé bien qué, pero que eran comparsas de diversas zonas ataviadas con trajes típicos que cantaban alegremente por las calles, cada una a su bola. Colorido y entretenido sí lo era.
Una pizza de tamaño intermedio para los chicos y otra pequeña para las chicas y al hotel, que había que descansar para la excursión del próximo día y que nos depararía sorpresas que explicaré en la próxima entrada.

lunes, 21 de octubre de 2019

Perú: Capítulo Uno

Todo llega... y el viaje a Perú, destino fetiche de Pili, empezaba con una pequeña escala de dos días en Madrid, producto más de una excesiva  prudencia que de un análisis ajustado de la realidad, pero como siempre la capital del reino te descubre y te ofrece algo nuevo, así que valió la pena el adelanto de las operaciones, sobre todo por descubrir un lugar donde meterse entre pecho y espalda una ración de jamón Maldonado a un precio justo. No recuerdo como se llama pero está en la Puerta de Alcalá.
Parque Kennedy. Lima
Llegamos a Barajas con todo el tiempo del mundo, así que una vez facturada la maleta grande nos dirigimos a la puerta de embarque para allí esperar a nuestros compañeros de viaje, Elvira y Pancho que enlazaban desde Vigo. El azar y el buen hacer de una veterana empleada de Iberia nos colocó a los cuatro en dos filas contiguas, así que una vez pasados los abrazos y saludos y la cena de a bordo, nos ajustamos las almohadas y mantitas y dispuestos a dormir hasta la madrugada en que aterrizaríamos en Lima, capital del estado peruano.
Ese era el plan, pero a las tres horas de vuelo cuando ya solo los más impenitentes devoradores de series y películas quedaban despiertos o semidespiertos, sonó un aviso acústico y la voz seria de la sobrecargo: "Se ruega que si viaja algún médico a bordo, se identifique y contacte con el personal". Uno piensa que somos muchos los que tenemos o teníamos esa noble profesión y tarda en reaccionar a la espera de que alguien con más competencias salga y solucione el problema. Nada de nada, a los pocos segundos piden "algún enfermero/a" o "algún personal sanitario", así que no me queda más remedio que salir, en parte por cierta responsabilidad y en parte por la presión de los amigos que te miran como diciendo, "... pero  a que esperas, sal del asiento". 
Al final todo quedo en un susto, una señora que se había "sobredopado" de Tramadol, porque le dolía la espalda, y estaba en un estado lamentable de sedación. Tras comprobar o intuir como pude que todo el problema era ese, nos la llevamos a una zona intermedia y allí la estuve acompañando hasta que más o menos empezó a poder hablar de manera inteligible y con las constantes que pude medir aparentemente normales. Me fui a descansar con la cabeza llena de ideas de lo que podía ser lo que le pasaba, hasta que casi a la hora de llegar a Lima, apareció por el pasillo dando las gracias como una rosa, prometiendo no pasarse de medicación en un futuro, pasase lo que pasase. Entonces pensé, aún tengo casi dos horas para dormir antes de aterrizar. Y lo hice.
Iglesia de Miraflores
Lima nos recibió a las 04:00 hora local con una neblina que parece ser típica de la ciudad y tras unas dos horas entre trámites de entrada y viaje hasta el centro de una ciudad que no sabía yo que tenía casi 12 millones de habitantes, llegamos al hotel en el barrio de Miraflores. Por cierto que en el trámite de aduanas te hacen unas preguntas: que viene a hacer?, cuanto tiempo estará?,  etc. y Elvira con el ánimo de abreviar y puesto que ella ya había pasado vino a ayudarme: Cuantos días durará su estancia? Yo respondí 16 y ella desde el otro lado contesta: No, 15, y de repente la funcionaria de aduanas algo seca, le dice: circule señora que la entrevista es personal...
Bueno, pues a la seis de la mañana nos lanzamos a la conquista de la ciudad, con el primer objetivo de desayunar y luego disfrutar de un free-tour que Pancho había contratado desde Vigo. Tras un primer intento fallido en una cafetería que intentaron tomarnos el pelo, o eso nos pareció, encontramos otra más asequible y con un buen resultado, desayunamos muy bien. Tras un breve paseo por el parque Kennedy y visitar la iglesia y el ayuntamiento del distrito de Miraflores nos acercamos a cambiar dinero en una de las múltiples casas que se dedican y comenzamos el tour, una vez identificados los guías que nos llevaron al centro histórico en transporte colectivo: lo que ellos llaman metropolitano, un autobús que circula por un carril exclusivo y que es lo más parecido que yo he visto o imaginado a una lata de sardinas.
Una vez en el centro la visita es limitada, el día anterior disolvieron el parlamento y por momentos tuvieron dos presidentes, así que está literalmente tomado por la policía, con unas vallas de 2 metros de altura que impiden el paso de peatones y tráfico. El buen hacer de nuestro guía consigue que nos dejen pasar y poder acceder a la Plaza de Armas, que está totalmente vacía, con lo que pierde un cierto encanto. Paseamos por calles donde nos enseñan magníficos edificios coloniales, hoy museos o sedes de bancos, hasta que nos conducen a una cata de pisco, bebida nacional del país que se puede preparar de miles de maneras. Por cierto que en la visita habíamos pasado por la coctelería del hotel donde según nuestro informador se había inventado la forma más popular, el pisco sour.
Plaza de Armas. Lima
Luego por no salir del recinto que continúa bloqueado por la policía, que nos impediría luego volver con facilidad al centro nos quedamos a comer en un restaurante "raro", una comida "rara", con unos mejicanos que participaban en el tour con nosotros. La primera experiencia gastronómica no fue especialmente brillante, aunque luego las posteriores sí.
Por la tarde seguimos callejeando por el centro o cercado como lo llaman, siempre bajo la atenta mirada de los policías, disfrutando de una cierta tranquilidad y yo personalmente de un cierto cansancio, la noche a bordo no había sido fácil. En estas circunstancias decidimos volver a subirnos al metropolitano, esta vez por cambiar el símil, como "piojo entre costura", y mientras nosotros nos retiramos al hotel El Tambo a descansar, Pancho y Elvira siguieron hasta el barrio bohemio limeño de Barranco para hacer una visita por su cuenta.
Regresaron al hotel tan cansados que ni ganas de cenar tenían y nos esperaba un cierto madrugón para coger el avión el día siguiente hacia Arequipa, así que se retiraron a sus habitaciones. Nosotros más descansados y arregladitos nos fuimos a cenar algo ligero a la misma cafetería que nos había atendido tan bien en el desayuno, y tras un breve paseo nocturno por Miraflores a descansar para la aventura del día siguiente.

100 contra 10.000. Más que una comida

Año 1976 Maza, Benedicto, Atarés (Albalatillo), Leciñena (Pelarda), Del Valle, Ojeda, Frauca (Jabalí de Peñalba), León, Rojas (Waldo), Franc...