lunes, 23 de marzo de 2020

3.- Al-Andalus, los pasos y el covid-19. Sevilla

En un abrir y cerrar de ojos nos plantamos en Sevilla, pues el viaje en AVE desde Córdoba dura un suspiro. Nos dirigimos al hotel que esta vez, pese a estar céntrico no estaba en el meollo de la ciudad, pero como ya advierto en los títulos de las entradas, este viaje era entre otras cosas de "pasos", así que una vez hecho el ingreso, con el mismo transporte que en las ciudades anteriores nos dirigimos al centro histórico: o sea a pie. A pesar de que las tropas andaban algo justas de fuerzas.
La Giralda
Pero el equipo estaba por la labor así que tras un primer error al mirar el mapa al revés, callejeando de la manera más corta posible que nos sugería el Google Maps, atravesando parte del barrio de Santa Cruz nos plantamos delante de la Giralda. Conseguido el objetivo nos relajamos y nos dedicamos disfrutar del buen tiempo que hacía y de todo el importante patrimonio monumental que nos ofrecía el entorno.
Resulta muy agradable pasear por lugares así sin prisas, sin horarios de entradas a museos o edificios, solo mirando y observando todo lo que se mueve a tu alrededor. Hasta tiene cierta gracia las múltiples invitaciones que te hacen los conductores de carruajes para hacer un tour, como si se acabase el mundo y mañana ya fuese imposible ese paseo. 
Así poco a poco aún nos dió tiempo de acercarnos a la orilla del Guadalquivir, ver la Torre del Oro y al otro lado el barrio de Triana. De todas manera la tarde iba cayendo y tanto paseo nos había abierto el apetito. Yo tenía un recuerdo de Santa Cruz, algo mitificado según los compañeros de viaje, de una bodega en la Plaza de los Venerables, al lado de la Hostería del Laurel: Casa Román. La verdad es que no me defraudó y yo cené la mar de bien con algunas tapas de jamón y queso que son su especialidad. Entre otras cosas esta plaza tiene el encanto de la historia del alojamiento en la citada hostería de José Zorrilla en un viaje a Sevilla y parece ser que las primeras escenas de su novela universal Don Juan Tenorio están inspiradas en este establecimiento.
Con pocas ganas de caminar más, aún pudimos llegar al hotel en nuestro mismo medio de transporte, los zapatos, y allí descansar pues nos tocaba madrugar un poco ya que habíamos contratado un free-tour para el día siguiente a las 10 de la mañana. Visto el programa se me podía haber ocurrido contratarlo un poco más tarde. Paciencia.
La torre del Oro
A las diez en punto quedamos en la Plaza de España donde empezaba nuestro tour. Ya se hacía patente en el ambiente la presencia del coronavirus: había menos gente por la calles y el grupo de la visita era algo más pequeño de lo habitual. También las conversaciones previas al inicio entre unos y otros iban sobre el mismo tema y se respiraba entre la gente un cierto tono pesimista, incluidos nosotros cuatro, aunque solo era el principio de lo que sería el día siguiente que teníamos previsto el regreso a Zaragoza.
En cualquier caso el paseo empezó por una explicación de la Plaza España, en la que no faltaron referencias a la Exposición Iberoamericana para la que fue diseñada. Entre una explicación y otra nos dedicamos a buscar el banco con nuestra provincia de origen. Es sabido que la plaza tiene asientos de cerámica, cada uno de ellos dedicados a una provincia de las cincuenta y algo que componen el estado. Nos hicimos fotos en las de Huesca, Barcelona y Teruel, así como en la puerta de Aragón, una de las tres que representaban los reinos de España.
Luego continuamos por los aledaños del Parque Maria Luisa, que tiene origen en el año 1848 cuando el Duque de Montpensier y su esposa Luisa Fernanda de Borbon se instalaron en Sevilla a vivir, comprando el palacio de San Telmo y sus jardines, el originario parque. Luego varias compras de terrenos de alrededor y diversas edificaciones destinadas a la Exposición Iberoamericana de 1929, junto con algunos edificios anexionados después del evento configuraron la fisonomía actual del parque, que en su día fue donado a la ciudad de Sevilla para uso y disfrute de sus vecinos.
Plaza de España
Siguiendo la ruta llegamos a la Puerta de Jerez, una de las puertas que daban acceso al recinto amurallado de la ciudad y que recibe su nombre por ser la que llevaba al camino que conducía a la ciudad de Jerez de la Frontera. Desde allí nos adentramos a la zona de la Catedral y la Giralda, así como la de los Reales Alcázares que pudimos ver desde fuera, pensando en dejar la visita del interior para la tarde con más calma. Luego nos acercamos a la plaza del Ayuntamiento donde se afanaban unos operarios por montar las graderías que ocupan los sevillanos en la semana santa para ver pasara a sus pasos, esta vez no de zapatillas. Nos adentramos ligeramente por la calle de las Sierpes y acabamos el tour frente a la iglesia del Divino Salvador. Luego paseamos por la zona pausadamente hasta la hora de comer. En este punto había ya cosas que empezaban a estar claras, como que los monumentos los iban a cerrar debido a la pandemia. Pronto empezó también a flotar en el ambiente la suspensión de la Semana Santa, así que todas las gradas tendrían que desmontarlas y ya finalmente se coló por arte de magia en el mismo el cambio de fecha o retraso, si no cancelación, de la Feria de Abril. Todo esto no ayudaba mucho al optimismo de los cuatro a medida que pasaban las horas.
Comiendo en Triana
No obstante hay una cosa que es difícil de obviar y es el hecho de que pase lo que pase comer hay que comer, así que no fuimos poco a poco, con tiempo excelente a Triana, a comer unas frituras en el Kiosko de la Flores del cual yo tenía un excelente recuerdo, y que la verdad es que esta vez estaba por encima de la realidad. No es que estuviese mal, sino que lo recordaba con más encanto. En cualquier caso comimos bien y tomamos unas cervecitas frías que acompañaban perfectamente al calorcito que hacía. Después nos fuimos paseando hacia el centro y aprovechamos para tomarnos un helado caminando hasta llegar al Hotel Alfonso XIII, que a Pili se le había metido entre ceja y ceja tomar un café y aprovechar para ver su patio interior y los cuidados arcos que lo rodean a modo de claustro. No pudimos tomar café porque había una boda y estaban preparando los aperitivos en el patio y la cafetería estaba cerrada. No obstante mereció la pena la visita. El hotel es espectacular.
Un poco cansados de caminar y sin poder entrar en ningún monumento a visitarlo, decidimos cenar pronto, unos bocatas en un bar de estos modernos y por primera vez en el viaje pedimos un taxi para volver al hotel. Creo que más que el cansancio nos abrumaba el cariz que estaba tomando la pandemia en las últimas horas, hasta el punto de las dudas de si el AVE saldría o tendríamos que quedarnos confinados en Sevilla.
Descansamos como pudimos, cada uno con sus pensamientos más o menos pesimistas y a la mañana siguiente tras desayunar fuimos a dar una última vuelta a la ciudad por aquello de que no falten pasos a la aventura andaluza y tras un breve refrigerio, taxi y a la Estación de Santa Justa, destino Zaragoza, aliviados por haber podido subir al tren, pero preocupados por lo que nos esperaba una vez en nuestras casas. Nada  de lo que yo me imaginaba en ese momento tiene que ver con la dureza y crudeza de la realidad en que estamos inmersos estos días que seguramente marcaran nuestras vidas y difícilmente olvidaremos, aunque con toda seguridad saldremos adelante y con suerte seremos un poco más fuertes y un poco mejores.
Fin de las operaciones y al confinamiento.

jueves, 19 de marzo de 2020

2.- Al-Andalus: Los pasos. Córdoba

Con un madrugón considerable aparecimos en Córdoba sobre las 8:30 de la mañana y nos dirigimos al hotel con la sana intención de dejar el equipaje en la consigna hasta que pudiésemos hacer el ingreso en el mismo. Para nuestra sorpresa la amable recepcionista nos comunicó que había habitaciones ya disponibles, así que pudimos instalarnos a primera hora y acabada esta tarea dirigirnos al punto de inicio de la visita, no sin antes reponer fuerzas en una cercana cafetería, pues el desayuno en el hotel de Granada fue una pequeña pasta y algunos un café.
En la espera vimos como se iban formando varios grupos en torno a los guías, y Martín rezando para que nos tocase uno de ellos más "gordito", pues pensaba que iríamos más tranquilos y no nos haría caminar tanto. Hasta el punto que se lo comentó, pero para nuestra decepción el referido hacía su tour en inglés y nos tocó unos de los más altos y atléticos del grupo. Qué se va a hacer.
El Zoco
Empezamos bajando por el barrio de la judería y pasando por las estrechas callejuelas fuimos a dar con una de las mezquitas más pequeñas y que todavía se conserva en activo, como lugar de cultos y rezos de sus fieles. Luego el recorrido va pasando por diversas calles más o menos amplias y vamos parando por los rincones de la ciudad antigua con espacios privilegiados por su belleza y localización como el Zoco Municipal.
También nos vamos adentrando en plazas más menos grandes en las que se rinde homenaje a los muchos cordobeses ilustres, que desde los inicios hasta la fecha habitaron por estos lares.
Así descubrimos en el paseo la estatua dedicada a Averroes, médico y filósofo y relativamente cerca la del también entre otras cosas, médico y filosofo Maimónides. En otra zona descubrimos la del pensador Séneca, maestro y educador de algún emperador romano, que a la vista de lo sucedido poco aprendió del sabio cordobés sobre todo de su ética a prueba de bombas por decirlo de alguna manera. Siguiendo por nuestro camino fuimos descubriendo las iglesias denominadas fernandinas, por haber sido mandadas erigir por Fernando III el Santo, la mayoría de ellas sobre las antiguas mezquitas, y que ejercían de lugar de culto y a la vez de lo que ahora serían los distritos municipales. Creo que llegaron a haber hasta 12 de estos templos.
Siguiendo el recorrido también encontramos la casa natal de Luis de Góngora, poeta y dramaturgo del Siglo de Oro español, oponente permanente de Francisco de Quevedo. También pasamos por un busto del ilustre torero cordobés Manuel Rodriguez "Manolete" y dejamos para el día siguiente la visita al museo de otro ilustre: Julio Romero de Torres.
La Mezquita-Catedral
Paseando con nuestro guía llegamos al Puente Romano, que da la impresión de estar magníficamente restaurado o al menos no lo recuerdo tan impactante de la última vez que visité la ciudad. Recorrimos el exterior del Alcázar de los Reyes Cristianos, otra de las maravillas de la ciudad, para acabar el circuito en el patio de los naranjos de la Mezquita-Catedral, y dejar su visita al interior para la tarde.
Antes de ello fuimos a comer a un clásico cada vez que vamos a Córdoba, a Casa Rafaé. No sé si es que me hago mayor pero me parecieron los platos excesivos en cantidad, eso sí manteniendo la calidad de siempre. Comí cogollos fritos con ajillo, no los pude acabar, y un flamenquin que acabé por vergüenza torera. Eso sí, ni postre ni nada parecido, un café y a reposar el ágape al hotel, que igual que en nuestro anterior destino estaba en el centro histórico de la ciudad o a pocos minutos para ser precisos.
Nos dirigimos después directamente a la Mezquita-Catedral, donde la verdad es que no había demasiada gente, el preludio de lo que vendría después se empezaba a notar, como bien nos dijeron en el restaurante. A estas alturas hablar o explicar cosas de la mezquita es un atrevimiento, porque no queda ni un solo halago que no se haya dicho ya, ni un solo detalle que no se haya comentado ya. No obstante, siempre encuentras un rincón que no es que no hubieses visto, sino que simplemente en su momento no te percataste de su belleza. Lo cierto es que ver obras de arte como es el caso, a veces dependen del estado de ánimo y la perspectiva personal de cada momento, así que pudimos disfrutar cada uno a nuestra manera del monumento. Y la recomendación desde aquí no puede ser otra que hay que ir a Córdoba y a la Mezquita. Cuando se pueda, pero al menos una vez en la vida.
Alcázar de los Reyes Cristianos
Volviendo de nuevo al Puente Romano desde donde se ve una de las múltiples columnas que sostienen la imagen del arcángel San Rafael, protector y custodio de la ciudad, llegamos a la entrada del Alcázar de los Reyes Cristianos. Por cierto que creo que el patrón de Córdoba es San Acisclo.
En este Alcázar, a parte de los palacios, que poco se conservan en la actualidad, lo realmente impresionante son los jardines, en los que pasear con la temperatura que hacía por aquellos pasillos rodeados de agua y vegetación es una auténtica delicia. Como pasaba en La Alhambra el tiempo se va volando pues quedas ensimismado viendo la perfección y la pulcritud con que están cortados los setos que rodean los paseos. Las fuentes, no demasiadas, también están impecables y las flores que están recién plantadas empiezan a dar una visión de conjunto espectacular. Resumiendo que ya que está tan cerca de la Mezquita no conviene perdérselo bajo ningún concepto.
Después de semejante atracón de belleza, nos apetecía comer alguna cosa antes de ir a descansar al hotel. Primero pensamos en las Tendillas, plaza que Martín recordaba de cuando estuvo en "la mili", como el lugar donde había cabinas de teléfonos desde las que llamaba a Margarita y donde según él, gastaba todo su presupuesto. Ni para una cerveza le quedaba... Eso dice.
Yo hice la sugerencia de caminar solo un poquito más para ir a tomar algo a la Plaza de la Corredera en la que recordaba de otros viajes haber tomado vermú en los establecimiento que hay bajo los soportales y que ponen sus mesa en medio de la plaza. Aún recuerdo un día en que atravesaba la plaza en diagonal el último califa, y la admiración que todo el personal allí presente le profesaba. Era Julio Anguita, en pensamiento de muchos de sus convecinos el mejor alcalde que ha tenido la ciudad.
Plaza de la Corredera
Como los chicos son obedientes, optaron por aceptar mis sugerencias y paramos a cenar allí, con buen ojo, pues entre lo difícil que es adivinar a que bar corresponde cada mesa y cual es el camarero aterrizamos en uno italiano. Lo cierto es que sólo de nombre pues las viandas, patatas bravas, montaditos de queso azul y otros de jamón con huevo frito no son los más típicos del país transalpino.
Acabadas las operaciones, las chicas se fueron al hotel, estaban cansadas, lo de los pasos seguía siendo una realidad y los hombres nos fuimos a tomar un café delante del Ayuntamiento y de vuelta a casita. 
Nos levantamos temprano, desayunamos en el hotel y tras dejar las maletas en la consigna nos lanzamos a las tres ocupaciones que teníamos previstas para esta mañana. Visitamos el museo de Bellas Artes y el de Julio Romero de Torres, la verdad con poco público, y después nos acercamos paseando a la plaza donde se encuentra el Cristo de los Faroles. 
Los nervios se empezaban a apoderar del personal, pues cuando tienes que coger un tren toda precaución es poca. Comimos cerca del hotel en un restaurante en el que daban unas raciones espectaculares como el día anterior. Por cierto que por no irnos de Córdoba sin probarlo, Martín y un servidor nos "trincamos" una ración de rabo de toro de la solo dejamos los huesos bien raídos.
Al hotel a buscar las maletas, a la estación del AVE donde tuvimos que caminar lo que no está escrito para llegar a la posición en que paraba nuestro vagón... casi llegamos a Sevilla sin subirnos. Fin de la estancia en Córdoba y destino hacia la última de las capitales andaluzas que íbamos a visitar en este circuito de vacaciones.

1.- Al-Andalus, los pasos y el covid-19. Granada.

Ni en los peores sueños, pensábamos el día que tomamos el AVE camino de Granada que las cosas irían como realmente han ido sobre todo en relación al coronavirus. Supongo que las ganas del viaje y las múltiples y divergentes informaciones sobre el mismo siempre nos hicieron quedar con el escenario más benévolo del proceso. Error por cierto en nuestra apreciación. Pero como eso lo supimos después, el viaje, excepto el último día que ya se mascaba la tragedia, fue interesante, divertido y sobre todo caminado.
Para empezar, los pasos a que me refiero en el título, son pasos de pasear, no de Semana Santa, que tan populares son por estas tierras. No obstante Marga y Martín tuvieron la paciencia que no tuvimos los otros y pudieron ver el traslado de uno de ellos en Granada. Vista la suspensión de las celebraciones de las procesiones en todo el país igual vieron un hecho excepcional, el único paso que salió en procesión en todo el año 2020. Los otros pasos, los de caminar, fueron según nuestro podómetro particular, 118.158. Resumiendo 68,4 kilómetros.
Capilla Real
Granada fue la primera etapa de nuestro viaje. Llegamos con el tiempo justo para hacer la entrada en el hotel antes de ir a comer. Era el domingo 8 de marzo y las manifestaciones del día de la mujer hacían un poco complicada la llegada al centro de la ciudad, donde se encuentra ubicado nuestro alojamiento. Por indicación del amable recepcionista del hotel fuimos a comer al mercado de San Agustín, en el mismo casco antiguo y como se ha hecho popular en muchas ciudades, se trata de elegir lo que quieres en la parada, te lo cocinan y tú das cuenta de ello. La cosa es como he dicho, que en domingo al no estar las paradas abiertas el género era el que quedaba del sábado. Aún así un aceptable arroz de marisco y una fritura variada fueron más que suficientes para nuestras expectativas de recién llegados.
Tras una breve sesión como le gusta decir a Pili de yoga ibérico, o sea siesta, salimos a dar una vuelta por el centro de la ciudad a modo de reconocimiento, pues para el día siguiente habíamos concertado un free-tour de dos horas por la ciudad. La verdad es que nos sirvió al menos para poder acercarnos a la plaza donde comenzaría la actividad y empezar a ver algunos establecimientos que podrían servirnos de avituallamiento de los próximos días y en la próxima noche.
La verdad es que el hotel no podía estar mejor situado, en el meollo de la restauración, del ocio y hasta de los "follones" nocturnos. Con esta premisa, tras un breve recorrido por la carrera del Darro, en dirección al Paseo de los Tristes encontramos en un maravilloso patio, lo que es el museo de los Perfumes, que expone la historia y la variedad de las fragancias de manera muy didáctica y obviamente aprovechan para comercializar algunos de los aromas que fabrican. Desde allí fuimos a buscar un lugar donde reponer fuerzas con un pica-pica básicamente de ensalada, jamón ibérico y las famosas berenjenas con miel de la zona. En este momento mientras íbamos a buscar mesa fue cuando Margarita y Martín pudieron apreciar la referida y excepcional bajada del paso de Semana Santa.
La Alhambra desde el Albaicín
A primera hora de la mañana teníamos que ir a recoger las entradas físicas de la Alhambra, la joya de la ciudad e incluso más, pues tenía que cambiar las que me proporcionó la agencia de viajes por las oficiales que además venían acompañadas de una audioguía para cada uno. Siendo poco trascendente sí me creó algo de inquietud. La dirección de recogida estaba cerrada, ni asomo de vida en la casa que coincidía con el número y con el cartel exterior de la compañía que habíamos contratado. Pensé que empezábamos no con muy buen pie, y dado que en una hora teníamos "el recorrido gratis" por la ciudad había que empezar a poner remedio. Por fortuna una simple llamada al teléfono de referencia de las entradas me salvó del problema. Me dieron otra dirección en la que estaba la agencia y además a poco más de 200 metros de allí. Habían hecho el cambio de domicilio el viernes anterior.
A la hora concretada nos personamos en la plaza Bib Rambla, que significa Puerta del Río, pues desde allí en siglos pasados se veía el río Darro ahora prácticamente soterrado hasta la carrera de su nombre por la que paseamos el día anterior. Desde allí fuimos a la zona de la Alcaicería, zona a modo de zoco con estrechas y laberínticas callejuelas que facilitaban su defensa y que en su día estuvo habitada por musulmanes para luego ser incorporada a la zona regia de la ciudad, pues esta muy cerca de la Catedral y la Capilla Real, que pudimos ver por fuera, dadas las características de recorrido. Al día siguiente volvimos y previo pago pudimos apreciar las bellezas que esconden en su interior. Antes de dirigirnos al Albaicín Bajo todavía pudimos apreciar la belleza de La Madraza, escuela o universidad de la época.
El Albaicín desde la Alhambra
El barrio del Albaicín es un entramado de callejuelas estrechas y empinadas que se supone que ya estuvo habitado en épocas iberas y romanas, aunque la importancia de este comenzó con los asentamientos de bereberes ziríes, que le proporcionaron vida y actividad convirtiéndose en uno de los núcleos de la Granada musulmana, junto a la Alhambra, el Realejo y el Arrabal de Bib-Rambla ya citado. En la actualidad es una zona turística con cantidad de pequeños comercios y teterías, además de algunos alojamientos, alguna iglesia como la del Salvador, y miradores espectaculares a la Alhambra y al río Darro.
Acabado el tour regresamos rápidamente hasta nuestro hotel no sin antes pasar por el Riviera, recomendación de Laura, la guía, para comer un poco y salir disparados a La Alhambra, pues nuestra entrada para los palacios Nazaríes era a las 17:00 horas y teniendo en cuenta que el monumento cierra a las 18:00 teníamos que hacer una visión previa al resto del complejo. Llegamos a la entrada principal poco antes de las 16:00 horas, así que sin pérdida de tiempo nos dirigimos a los jardines del Generalife, estupendos como siempre, luego a ver el Palacio de Carlos V, para acabar en la Alcazaba con unas vistas impresionantes de la ciudad, justo antes de iniciar la visita de los Palacios Nazaríes.
Aquí el tiempo pasa sin que te percates de ello. No sabes dónde mirar, todo es espectacular, las columnas, los techos, las estancias... pero si hay algo que supera toda esta belleza son los jardines interiores o patios.
El más conocido de ellos el de los leones, pero no por ello gana en belleza a los otros que componen el conjunto. No dejas de tirar fotos ni un momento, hasta que decides que lo ideal es disfrutarlo y guardarlo en la retina mejor que en la tarjeta de memoria de una cámara. De todas maneras todo vale y sin darte cuenta se hace la hora de irte y sin que tengas ningunas ganas de hacerlo. No me extraña que a alguien que allí vivió le costase lágrimas abandonarlo para siempre.
Palacios Nazaríes
Nosotros lo hicimos, ya digo que hubiéramos apurado más, pero que se va a hacer... Supongo que no lo moverán de allí y algún día podremos regresar. La bajada hacia nuestro hotel la hicimos por la Cuesta Gómerez hasta la Plaza Nueva, pasando por el Arco de la Orejas. Este arco requiere una pequeña explicación: estaba ubicado en la plaza de Bib Rambla en la época que era la entrada de la ciudad y posteriormente se trasladó al lugar en que se encuentra ahora. El nombre proviene de "la costumbre" de las autoridades de cortar la orejas a todos los que se apropiaban de lo que no era suyo y colgarlas visiblemente antes de que los visitantes entrasen a la ciudad, a modo de "el que avisa no es traidor". Parece ser que el hecho de cortarles las manos, tan común en la antigüedad no les parecía práctico, pues sin manos, no podían trabajar y se dedicaban a la mendicidad y algunos hasta tenían que ser alimentados por el gobierno de la ciudad. En fin una solución que no sé si les fue útil.
Cansados de tanto ajetreo y tantos pasos, cenamos en las Bodegas Castañeda, recomendables por el Joselito que sirven y nos retiramos a descansar.
El día siguiente era libre, así que madrugamos poco, fuimos de compras algunos, otros a dar una vuelta por el Paseo de los Tristes, llamado así por ser el camino hacia el cementerio y alguna hasta a la peluquería. Comimos en el Avila II, también recomendación de nuestra guía y tras algunas compras y paseos que se alargaron toda la tarde fuimos a cenar con Ana, que vive y trabaja en Granada, que conocemos desde que era una niña y que es hija de nuestro amigo Joan. Cenamos en la Picoteca 3 Maneras, una excelente ensaladilla y un no menos exquisito plato muy parecido al cachopo asturiano.
A dormir temprano que mañana hay que madrugar para tomar el AVE que nos llevará a la ciudad de los califas: a Córdoba.

100 contra 10.000. Más que una comida

Año 1976 Maza, Benedicto, Atarés (Albalatillo), Leciñena (Pelarda), Del Valle, Ojeda, Frauca (Jabalí de Peñalba), León, Rojas (Waldo), Franc...