jueves, 19 de marzo de 2020

1.- Al-Andalus, los pasos y el covid-19. Granada.

Ni en los peores sueños, pensábamos el día que tomamos el AVE camino de Granada que las cosas irían como realmente han ido sobre todo en relación al coronavirus. Supongo que las ganas del viaje y las múltiples y divergentes informaciones sobre el mismo siempre nos hicieron quedar con el escenario más benévolo del proceso. Error por cierto en nuestra apreciación. Pero como eso lo supimos después, el viaje, excepto el último día que ya se mascaba la tragedia, fue interesante, divertido y sobre todo caminado.
Para empezar, los pasos a que me refiero en el título, son pasos de pasear, no de Semana Santa, que tan populares son por estas tierras. No obstante Marga y Martín tuvieron la paciencia que no tuvimos los otros y pudieron ver el traslado de uno de ellos en Granada. Vista la suspensión de las celebraciones de las procesiones en todo el país igual vieron un hecho excepcional, el único paso que salió en procesión en todo el año 2020. Los otros pasos, los de caminar, fueron según nuestro podómetro particular, 118.158. Resumiendo 68,4 kilómetros.
Capilla Real
Granada fue la primera etapa de nuestro viaje. Llegamos con el tiempo justo para hacer la entrada en el hotel antes de ir a comer. Era el domingo 8 de marzo y las manifestaciones del día de la mujer hacían un poco complicada la llegada al centro de la ciudad, donde se encuentra ubicado nuestro alojamiento. Por indicación del amable recepcionista del hotel fuimos a comer al mercado de San Agustín, en el mismo casco antiguo y como se ha hecho popular en muchas ciudades, se trata de elegir lo que quieres en la parada, te lo cocinan y tú das cuenta de ello. La cosa es como he dicho, que en domingo al no estar las paradas abiertas el género era el que quedaba del sábado. Aún así un aceptable arroz de marisco y una fritura variada fueron más que suficientes para nuestras expectativas de recién llegados.
Tras una breve sesión como le gusta decir a Pili de yoga ibérico, o sea siesta, salimos a dar una vuelta por el centro de la ciudad a modo de reconocimiento, pues para el día siguiente habíamos concertado un free-tour de dos horas por la ciudad. La verdad es que nos sirvió al menos para poder acercarnos a la plaza donde comenzaría la actividad y empezar a ver algunos establecimientos que podrían servirnos de avituallamiento de los próximos días y en la próxima noche.
La verdad es que el hotel no podía estar mejor situado, en el meollo de la restauración, del ocio y hasta de los "follones" nocturnos. Con esta premisa, tras un breve recorrido por la carrera del Darro, en dirección al Paseo de los Tristes encontramos en un maravilloso patio, lo que es el museo de los Perfumes, que expone la historia y la variedad de las fragancias de manera muy didáctica y obviamente aprovechan para comercializar algunos de los aromas que fabrican. Desde allí fuimos a buscar un lugar donde reponer fuerzas con un pica-pica básicamente de ensalada, jamón ibérico y las famosas berenjenas con miel de la zona. En este momento mientras íbamos a buscar mesa fue cuando Margarita y Martín pudieron apreciar la referida y excepcional bajada del paso de Semana Santa.
La Alhambra desde el Albaicín
A primera hora de la mañana teníamos que ir a recoger las entradas físicas de la Alhambra, la joya de la ciudad e incluso más, pues tenía que cambiar las que me proporcionó la agencia de viajes por las oficiales que además venían acompañadas de una audioguía para cada uno. Siendo poco trascendente sí me creó algo de inquietud. La dirección de recogida estaba cerrada, ni asomo de vida en la casa que coincidía con el número y con el cartel exterior de la compañía que habíamos contratado. Pensé que empezábamos no con muy buen pie, y dado que en una hora teníamos "el recorrido gratis" por la ciudad había que empezar a poner remedio. Por fortuna una simple llamada al teléfono de referencia de las entradas me salvó del problema. Me dieron otra dirección en la que estaba la agencia y además a poco más de 200 metros de allí. Habían hecho el cambio de domicilio el viernes anterior.
A la hora concretada nos personamos en la plaza Bib Rambla, que significa Puerta del Río, pues desde allí en siglos pasados se veía el río Darro ahora prácticamente soterrado hasta la carrera de su nombre por la que paseamos el día anterior. Desde allí fuimos a la zona de la Alcaicería, zona a modo de zoco con estrechas y laberínticas callejuelas que facilitaban su defensa y que en su día estuvo habitada por musulmanes para luego ser incorporada a la zona regia de la ciudad, pues esta muy cerca de la Catedral y la Capilla Real, que pudimos ver por fuera, dadas las características de recorrido. Al día siguiente volvimos y previo pago pudimos apreciar las bellezas que esconden en su interior. Antes de dirigirnos al Albaicín Bajo todavía pudimos apreciar la belleza de La Madraza, escuela o universidad de la época.
El Albaicín desde la Alhambra
El barrio del Albaicín es un entramado de callejuelas estrechas y empinadas que se supone que ya estuvo habitado en épocas iberas y romanas, aunque la importancia de este comenzó con los asentamientos de bereberes ziríes, que le proporcionaron vida y actividad convirtiéndose en uno de los núcleos de la Granada musulmana, junto a la Alhambra, el Realejo y el Arrabal de Bib-Rambla ya citado. En la actualidad es una zona turística con cantidad de pequeños comercios y teterías, además de algunos alojamientos, alguna iglesia como la del Salvador, y miradores espectaculares a la Alhambra y al río Darro.
Acabado el tour regresamos rápidamente hasta nuestro hotel no sin antes pasar por el Riviera, recomendación de Laura, la guía, para comer un poco y salir disparados a La Alhambra, pues nuestra entrada para los palacios Nazaríes era a las 17:00 horas y teniendo en cuenta que el monumento cierra a las 18:00 teníamos que hacer una visión previa al resto del complejo. Llegamos a la entrada principal poco antes de las 16:00 horas, así que sin pérdida de tiempo nos dirigimos a los jardines del Generalife, estupendos como siempre, luego a ver el Palacio de Carlos V, para acabar en la Alcazaba con unas vistas impresionantes de la ciudad, justo antes de iniciar la visita de los Palacios Nazaríes.
Aquí el tiempo pasa sin que te percates de ello. No sabes dónde mirar, todo es espectacular, las columnas, los techos, las estancias... pero si hay algo que supera toda esta belleza son los jardines interiores o patios.
El más conocido de ellos el de los leones, pero no por ello gana en belleza a los otros que componen el conjunto. No dejas de tirar fotos ni un momento, hasta que decides que lo ideal es disfrutarlo y guardarlo en la retina mejor que en la tarjeta de memoria de una cámara. De todas maneras todo vale y sin darte cuenta se hace la hora de irte y sin que tengas ningunas ganas de hacerlo. No me extraña que a alguien que allí vivió le costase lágrimas abandonarlo para siempre.
Palacios Nazaríes
Nosotros lo hicimos, ya digo que hubiéramos apurado más, pero que se va a hacer... Supongo que no lo moverán de allí y algún día podremos regresar. La bajada hacia nuestro hotel la hicimos por la Cuesta Gómerez hasta la Plaza Nueva, pasando por el Arco de la Orejas. Este arco requiere una pequeña explicación: estaba ubicado en la plaza de Bib Rambla en la época que era la entrada de la ciudad y posteriormente se trasladó al lugar en que se encuentra ahora. El nombre proviene de "la costumbre" de las autoridades de cortar la orejas a todos los que se apropiaban de lo que no era suyo y colgarlas visiblemente antes de que los visitantes entrasen a la ciudad, a modo de "el que avisa no es traidor". Parece ser que el hecho de cortarles las manos, tan común en la antigüedad no les parecía práctico, pues sin manos, no podían trabajar y se dedicaban a la mendicidad y algunos hasta tenían que ser alimentados por el gobierno de la ciudad. En fin una solución que no sé si les fue útil.
Cansados de tanto ajetreo y tantos pasos, cenamos en las Bodegas Castañeda, recomendables por el Joselito que sirven y nos retiramos a descansar.
El día siguiente era libre, así que madrugamos poco, fuimos de compras algunos, otros a dar una vuelta por el Paseo de los Tristes, llamado así por ser el camino hacia el cementerio y alguna hasta a la peluquería. Comimos en el Avila II, también recomendación de nuestra guía y tras algunas compras y paseos que se alargaron toda la tarde fuimos a cenar con Ana, que vive y trabaja en Granada, que conocemos desde que era una niña y que es hija de nuestro amigo Joan. Cenamos en la Picoteca 3 Maneras, una excelente ensaladilla y un no menos exquisito plato muy parecido al cachopo asturiano.
A dormir temprano que mañana hay que madrugar para tomar el AVE que nos llevará a la ciudad de los califas: a Córdoba.

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