Este año teníamos la sana costumbre de años anteriores de escapar de la fiesta de Terrassa hacia algún lugar de playa con cierta tranquilidad. A esto se fue sumando que nos hacía especial ilusión si era posible pasar un finde todos juntos hij@s y niet@s, que una comida es relativamente fácil reunirnos pero un par de días enteros es más complicado. Así que sin pensarlo mucho y con tiempo suficiente reservé en el hotel que habitualmente vamos en Roses, habitaciones para todos en estas mismas fechas.
Por suerte, todos pudieron venir, aunque Carlos lo hiciera con cierto jet-lag, pues nada más aterrizar de su vuelo de México, se subió al coche y hacia la Costa Brava. Luego ya vino el hecho de aprovechar la proximidad de mi cumpleaños y que estuviésemos todos reunidos para hacer la celebración del mismo, con un poco de adelanto, pero es igual porque no soplé las velas.
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Roses de noche |
La llegada de las tropas al hotel fue escalonada, Pili y yo fuimos los primeros, y el mismo viernes ya comimos allí, en uno de los sitios que luego fuimos todos a hacer una paella. El año pasado habíamos estado y nos gustó mucho, con lo que ya estaba testado el establecimiento, lo que nos permitió ir con unas ciertas garantías de que el arroz estaría bueno, salvo cambio de cocinero, que estos sitios de playa y turismo, de repente te cambian un cocinero y te fastidian toda la experiencia. De todas maneras lo que en ese momento pensaba yo era en la cena, pues no sabía los horarios de llegada del resto del grupo y sobre todo cómo llegarían Claudia y Roger.
Después de llegar Manel, Mónica y Claudia, que lo hicieron pasadas las seis de la tarde decidimos que sería prudente cenar no muy lejos del hotel, pues los niños tampoco podían hacer muy tarde a la hora de acostarse, son muy pequeños todavía para experiencias nocturnas.
Una vez decidido que la cena sería en La Tagliattela, que está a un paso del hotel y después de averiguar los horarios del barco de visión submarina del día siguiente en que habíamos previsto una excursión, tras contactar telefónicamente con Izarbe que nos dijo que llegarían en una hora aproximadamente (la salida de Barcelona en viernes e inicio de mes de julio, les hizo retrasar bastante). Con estas premisas decidimos que por horario ya tocaba ir a cenar, ya casi había pasado la hora que nos anunciaron de retraso, de manera que se fueron todos al restaurante y yo me quedé esperándolos para hacer el "check-in".
Apenas unos minutos después llegaron los que faltaban, les explique el plan a seguir, uno hizo los trámites de entrada, otro fue a aparcar y Roger y yo nos fuimos al restaurante donde esperaba el resto de la familia. Antes de que nos sirvieran decidimos esperarlos con el fin de cenar todos juntos. Alguna pizza para compartir, algo de pasta, también compartida y poca cosa más y cada uno a su habitación a descansar, no sin antes programar el viaje en barco a conocer el Cabo Norfeu y ver peces desde el catamarán con visión submarina. Decidimos comprar los tickets en la recepción del hotel, pero no pudimos porque a aquellas horas no tenían forma de comprobar si había sitio. Nos dijeron, que a partir de las ocho de la mañana lo podríamos hacer, así que a dormir y a esperar a día siguiente.
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Los postres |
A las ocho en punto Pili y un servidor estábamos en recepción con el fin de comprar los billetes. A la recepcionista le pareció excesivamente temprano para la reserva, pero la insistencia por nuestra parte, bueno más por parte de Pili, en que su compañero de noche nos había citado a esa hora, llamó con poca fe en que hubiese alguien al otro lado del teléfono, pero para su sorpresa y nuestro contento, pudo reservar los asientos en el barco y nosotros felices a desayunar.
Nos encontramos que el resto de la familia ya estaba instalada también en el comedor, cada uno en su mesa, y nosotros hicimos lo mismo en una contigua a las suyas. Yo para no variar con mi costumbre me comí unos huevos con bacon, zumo de naranja, pastita de chocolate y café (es lo que repetí cada día). Pili se fue más hacia la fruta pues según que cosas no se atrevía debido a una tos persistente de casi un mes de duración, aunque a la baja eso sí, pero que le molestó durante todo el fin de semana.
Con tiempo más que suficiente nos acercamos al embarcadero donde salía el barco, con los niños algo nerviosos y expectantes del acontecimiento. El barco llegó a la hora prevista y tras una breve parada en el centro de la villa para recoger a más pasajeros nos lanzamos a la conquista de los mares cual aventureros de siglos pasados. En el camino vamos pasando por el fuerte, edificación defensiva de siglos pasados, por el faro, pequeño pero que se hacía ver sobre todo cuando no había tantas edificaciones como hay ahora.
También pasamos por Cala Montjoi donde estuvo el famoso restaurante el Bulli, ahora museo gastronómico para finalmente llegar al cabo Norfeu, previa parada en otra cala, donde una parte del pasaje pudo darse un chapuzón y otros nos dedicamos a ver peces de diversos tamaños y colores a través de las ventanas de visión submarina que dispone la nave, incluidos Claudia y Roger que disfrutaron como niños que son con el espectáculo submarino.
Una vez de regreso a la zona de Santa Margarita, pasamos a comer en un restaurante que el día anterior habíamos reservado y tras un breve paseo hasta el hotel a hacer una siesta reparadora, que bien nos habíamos ganado, sobre todo los chic@s. Bueno los adult@s también.
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Cap Norfeu |
Tras esa siesta, decidimos pasear con un tiempo muy agradable pues en ningún momento las temperaturas fueron extremas. El paseo es largo, pero entretenido, sobre todo por los establecimientos que se van sucediendo, las mantas en el suelo con todo tipo de artículos para comprar y gentes que te hacen un peinado "afro" por un módico precio.
A poco más de un kilómetro y medio de nuestro hotel, estaba el lugar que habíamos decidido para cenar, pues Pili y yo teníamos un excelente recuerdo del mismo de un anterior viaje a Roses. El sitio era tranquilo a lado de una piscina libre de bañistas en aquel momento, con música brasileña en directo y nos colocaron a los ocho en varias mesas juntas. Comimos casi en plan merienda con unos "bikinis" excelentes y tortilla de patata y cebolla recién hecha. Además alguno comió calamares a la romana, muy tiernos y buenos pues el que los pidió nos dejó probar a quien quiso. Agua, cerveza y algún refresco y vuelta al hotel paseando.
Este proceso ya fue un poco más complicado, pues había que recorrer de nuevo el kilómetro y medio y a los niños les costaba, así que aprovechando el carrito de Roger, un rato uno y otro rato otra, conseguimos llegar, nos sentamos en la terraza y nos tomamos un refresco, momento en que sonaba "Sweet Caroline" en la animación del hotel y Claudia y Roger, como si hubiesen recargado pilas, se pusieron a bailar, para alegría y regocijo de toda la concurrencia. La verdad es que lo hacían a buen ritmo. Acabada la incidencia a descansar que aún quedaba una mañana en este caso de playa.
Lo dicho, tras el desayuno, Pili fue a alquilar unas hamacas y una sombrilla y toda la familia con sus atuendos de baño a la playa. Un servidor se excusó como pudo de la actividad y entre leer el periódico y tomar un café en la terraza del hotel, desde donde veía a toda la tribu, se pasó la mañana. La mayoría hizo el "check-out" pues el lunes era día laborable para todos, excepto para los "jubiletas", y fuimos tomar una paella de marisco, no todos, en el lugar ya probado a que hacía referencia al inicio de esta entrada.
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La familia |
Tras el ágape, cada uno cargó su coche y sin muchas dilaciones se pusieron en marcha cada uno hacia su casa y como nos comentaron luego, el viaje fue tranquilo y sin especiales embotellamientos, tan comunes a la entrada de las ciudades los domingos por la tarde. Pili y yo paseamos un rato y tomamos un tentempié en el centro del pueblo, volviendo luego paseando hasta el hotel.
El lunes madrugamos algo menos, pues actividades programadas no teníamos ninguna. Pili se fue a la playa y yo a caminar por el paseo marítimo. Bueno ella también caminó pero por la arena. Hicimos la salida del hotel y ya con el coche cargado fuimos a la zona más comercial de Roses, donde hicimos como cada año algunas compras, de ropa básicamente, que hemos encontrado dos establecimientos que nos gustan y las compras de anteriores años fueron resultonas.
Luego, comida ligera en el buffet del hotel y camino hacia casa, donde curiosamente y a pesar de ser lunes encontramos algún atasco que nos retrasó más de media hora. Menos mal que teníamos pocas obligaciones, así que todo fue una anécdota.
Magnífico final de semana, en compañía de la familia, con ratos especiales con los niet@s y con los hij@s y sus parejas. Para el que escribe y creo que también para Pili una maravilla poder disfrutar de todos vosotros. Ha sido un gran regalo de cumpleaños y que esperamos poder repetir en otros momentos. Eso sí, sin agobiaros, que todo el mundo tiene su vida. Pero lo dicho, ojalá podáis hacernos este regalo otra vez. Nosotros agradecidos por ello.
Fin del capítulo.
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