Esta vez sí. Después del fallido intento de acercarse a Cuenca en el pasado puente de la Constitución, fue el de la Diada el que cumplimos con nuestro objetivo: Revisitar una ciudad en la que ya habíamos estado dos veces, con el propósito de descubrir cosas nuevas y degustar algunas viandas que elabora uno de los concursantes de Masterchef y que nos cayó especialmente simpático.
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Catedral de Cuenca |
El viaje en coche desde casa se nos hizo un poco largo, supongo que se trata de salir algo más temprano para poder llegar a la hora de la comida a la ciudad, previa parada intermedia en la ruta. Con todo llegamos a comer, una vez instalados en el hotel que habíamos reservado. Eso sí a las tres y media de la tarde, un minuto antes de que cerraran la cocina.
Una vez terminado el ágape, nos dejamos envolver por una siesta reparadora hasta que más o menos se hizo la hora para un freetour que habíamos contratado acerca de las misterios y las leyendas de la ciudad.
Salimos del hotel con tiempo suficiente pues Cuenca es una ciudad bastante empinada y desplazarse caminando requiere en ocasiones un notable esfuerzo físico para acceder al centro histórico de la misma. Así pues decidimos previo al tour tomar una cervecita en una de las múltiples terrazas existentes en la plaza de la Catedral.
Nada más lejos de la realidad, resulta que eran las pre-fiestas de San Mateo, patrono de la urbe, y en la plaza no cabía un alfiler, pues había una recreación de la toma de la ciudad por parte del rey Alfonso VIII, así como un mercado medieval, con media ciudad o más visitando ambas actividades, de manera que ni cervecita, ni mesa en la plaza. En uno de los callejones adyacentes, si encontramos una mesa donde tomar algo, pero sin visión alguna a los eventos que hago referencia.
Entre una cosas y otras se hizo la hora de comenzar el recorrido, cuando ya el sol había decidido esconderse. Mejor porque frío no hacía mucho.
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Torre de Mangana |
Como la mayor parte de las ciudades de España y supongo que también de otros países de nuestro mismo entorno tienen una historia y una cultura bien mestiza: En todas ellas hay un barrio judío, una zona musulmana y otra cristiana, todas ellas con sus características especiales y sus historias y leyendas particulares.
El recorrido empezó en una placita a la que se accede por unas escaleras, próximas a lo que sería la entrada a la plaza de la catedral y en la que se encuentra el Convento de la Merced, cuyas dependencias se reparten actualmente entre el Seminario Conciliar y una comunidad de monjas que no recuerdo como se llaman. También existe un museo, antiguo palacio episcopal en el que se cuentan leyendas más o menos truculentas de las andanzas de la Santa Inquisición, mezcladas con enamoramientos imposibles con encanto especial y alguno con final desgraciado. Un clásico.
Desde allí pasamos a visitar la Torre de Mangana, una edificación del siglo XVI, según se tiene constancia que fue una torre de defensa y que tras diversas intervenciones en siglos sucesivos acabó como la conocemos actualmente una torre de planta cuadrada de estilo neomudéjar y que tiene un original reloj en la zona más alta de la misma.
Luego nos dirigimos a la zona más antigua de la ciudad, en la que estrechos y empinados callejones parten de la zona de la catedral hasta una de las hoces que la rodean. Aquí las leyendas son múltiples, unas basadas en los caballeros que los pateaban haciendo guardia para mantener la seguridad y el orden y otras de plebeyos que tuvieron que hacerse ricos en el ejército para poder casarse con sus doncellas de clase alta. Lo malo de uno de ellos es que regresó de la milicia, rico pero sin un ojo, sin una pierna y sin un brazo y sobre todo cuando su amada ya había contraído matrimonio con otro joven de su clase social.
El tour termina con la visita al Monasterio de los Franciscanos en cuyo atrio hay una mano esculpida, que pertenece a don Diego. Es la cruz del convertido pues cuenta la leyenda que doña Diana que era el diablo convertido en mujer llevó a don Diego a hacer un sinfín de fechorías. Una vez descubierto finalmente el engaño del maligno, volvió a la bondad que le precedía.
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Puente de San Pablo |
Desde el final del recorrido marchamos hacia un restaurante bastante periférico que era la zona desde la que se podía pedir un taxi para regresar al hotel sin tener que subir hasta la plaza desde el fondo de la hoz. Mientras esperábamos el transporte llegamos a la conclusión de que en la época medieval en esta ciudad eran un poco "cafres". Cuando alguien era merecedor de un castigo por la circunstancia que fuere iban a una de las hoces y lo despeñaban a la brava, con el agravante de que si al caer no acababa de fenecer, había encargados de volver a subirlo a lo alto de la hoz y tirarlo de nuevo. Y así hasta que el individuo pasaba a mejor vida.
Nos levantamos relativamente pronto pues habíamos contratado otro tour matutino para ver la ciudad más desde una perspectiva turística que de leyendas o misterios. Empezamos el recorrido por la parte alta cerca del castillo y del Arco de Bezudo. Desde allí fuimos descendiendo y apreciando las hoces que rodean la ciudad. Luego a la catedral, que pudimos ver desde fuera pues no estaba prevista la visita del interior, aunque nos la recomendaron encarecidamente y con razón, pues luego pudimos verla a la tarde y bien que merecía la pena.
Por los callejones que habíamos recorrido la noche anterior pudimos apreciar hasta llegar a la zona de las Casas Colgadas, el cambio que ofrece la visión diurna sobre la noctura. Y lo dicho, llegamos a las Casas más famosas de la ciudad, donde terminaba el tour.
Desde allí y atravesando el puente de San Pablo llegamos a las puertas del Convento del mismo nombre en la actualidad Parador de Turismo. Pedimos un taxi para regresar al hotel y cambiarnos de ropa para acercarnos al restaurante que teníamos reservado que no era otro que el 5 Sentidos de Fran Martínez, el del concursante que hacía referencia al inicio de la entrada. El resultado fue excelente: un menú de degustación muy bien conjuntado y sobre todo que estaba muy rico. No son muchos platos pero sí suficientes para valorar el mérito del mismo. Y es que aunque todas las bebidas, incluida el agua van a parte, la base de la comida es de 30 euros. Por poner alguna pega, que no me gusta hacerlo, el postre, la tarta de queso estaba un poquito fuerte, supongo que por la utilización de productos de la tierra y proximidad en su elaboración.
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Vista desde el Parador |
Regresamos al hotel haciendo un paseo digestivo, para luego hacer una siesta reparadora, tras la cual fuimos de nuevo a pasear por la zona más comercial del área que está en la zona nueva de la ciudad. O sea por la zona en que no había que hacer alpinismo para llegar.
Cuando ya caía la noche, en una amplia avenida peatonal, o al menos, conciliada con los coches, nos encontramos con una compañera de la visita matinal, que era más o menos vecina nuestra en Terrassa y compartimos mesa y un frugal refrigerio antes de retirarnos al hotel de nuevo, para descansar. Eso sí, previo al reposo un gintónic en la terraza del mismo, que ayuda a digerir y a dormir.
A la mañana siguiente, tras un buen desayuno, nos pusimos en marcha, pues la vuelta queríamos hacerla por los caminos de la Serranía hasta Albarracín, que mejoraba notablemente el viaje de ida por la autopista, aunque obviamente el trayecto fue más largo.
Breve parada en el área de los Monegros para hacer un tentempié entre comida y merienda y ya cerca de la puesta de sol llegamos a casa. Misión cumplida: Cuenca, sí.
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