Casi sin tiempo material para darle una mínima pausa al sufrido aparato digestivo de tanta fiesta, encaramos la segunda quincena de agosto con el programa que ya viene siendo habitual los últimos años: cenas de grupo y escapadas a "la montaña" (así llamamos al Pirineo en la zona).
La primera salida es nocturna y también habitual: Cenar toro estofado en Huesca, al hilo de las fiestas de San Lorenzo. Desde hace bastantes años el lugar de encuentro era el Bar Brasil, en las mesas de la terraza en medio del Coso, calle que atraviesa de este a oeste la Huesca vieja y arteria principal durante muchos años, hasta que llegaron los ensanches y posteriormente la burbuja inmobiliaria. Este año, supongo que por un cierto conservadurismo hemos optado por un lugar más cómodo, sin tanto ruido ni tanta juerga. El Bodegón por la plaza Lizana, más o menos, nos ha proporcionado lo dicho, menos gresca, pero igual o mejor calidad del guiso. El próximo año, Dios mediante, tendremos que decidir por una de las dos opciones, ambas buenas.
Monasterio de Obarra |
Pasados unos días de reposo en casa, nos
lanzamos con Paco y José al descubrimiento de algunos lugares del
Pirineo, que tenían especial interés en conocer. La primera salida es a
Roda de Isábena, en el valle del mismo nombre. Salimos temprano y
llegamos a almorzar (entiéndase desayuno completo) a Graus, cuna del
ilustre Joaquín Costa, prohombre altoaragonés y visionario en el futuro
de la agricultura y los riegos, a quien poco caso se le hizo mientras
vivió, para luego darle la razón muchos años después, cuando no vivía:
en este país les hacemos las estatuas a los muertos con las piedras que
les hemos tirado mientras vivían...Y evidentemente don Jaoquín tiene una
magnífica estatua en el centro de su pueblo natal, donde inicia su
cuenca el espectacular embalse de Barasona.
Recuperado
el pulso nos dirigimos en primer lugar al monasterio de Obarra, unos
kilómetros por encima de Roda, con la intención de una vez visitado ir
bajando hasta que sea la hora de la comida que tenemos reservada en el
Restaurante de la Hospedería.
El
monasterio, pese a su dimensiones pequeñas es una maravilla, desde donde
se puede ver una magnífica vía ferrata y unos esforzados montañeros que
intentan coronarla. El río Isábena a estas alturas es pequeño, con un
caudal razonable para la sequía que se esta padeciendo, que aún permite
caminar sobre las rocas y atravesarlo una y otra vez sin apenas mojarse.
Desde allí bajamos en coche hasta Roda, una maravilla de pueblo medieval, con una colegiata espectacular y una hospedería con un restaurante habilitado en el refectorio del claustro, imposible de describir con un adjetivo. Ni con una imagen. Así que no pongo ninguna foto e invito a cualquier lector de este blog que no haya estado a que lo descubra por sí mismo y a los que han estado, que repitan... Yo lo he hecho así y cada vez descubres algo nuevo, desde los capiteles de dicho claustro hasta los meandros del río en esta altura. No os lo perdais.
El claustro de San Juan de la Peña |
Después de este día resulta difícil mejorar la salida, pero el Pirineo oscense es tan rico en espacios espectaculares que se puede intentar, así que sin mucho buscar, nos ponemos en marcha hacia el Monasterio de San Juan de la Peña, cuna del reino de Aragón.
Después del viaje y el almuerzo de rigor, esta vez en El Cobertizo, en Plasencia del Monte, camino hacia Jaca por la carretera vieja, llegamos no sin antes pasar por sinuosas carreteras de no fácil acceso al monasterio nuevo de San Juan de la Peña, donde está el aparcamiento para vehículos privados. Vemos el monumento y la nueva Hospedería y sacamos las entradas para el monasterio viejo, al que nos conducen unos microbuses, incluidos en la entrada y prácticamente sin tiempo empezamos la visita guiada. Hay una teatralizada también, pero la obviamos por motivos de tiempo. El monasterio viejo es otra maravilla, con un magnífico claustro encastado en la roca de la montaña y con unos capiteles tan bien conservados que se puede seguir perfectamente la historia de la cristiandad, solo con unas pequeñas indicaciones de la guía. Esta lleno de leyendas e historias del reino de Aragón, que también contaré en otra entrada. Hoy, solo volver a animar a que no os lo perdáis: Yo la primera vez que estuve fue en el año 1969... Y curiosamente ha mejorado notablemente.
Después de estas excursiones tan culturales y a la vez gratificantes, empieza en el pueblo las denominadas "cenas de agosto de la peña". Son en general cenas en diversos restaurantes de la zona. Este año hemos tenido la intención de conocer algunos nuevos, que son pocos los que nos quedan por arrasar después de tantos años de la costumbre.
El primero que decidimos probar es una casa rural que tiene además restaurante en un pueblecito de unos 50-60 habitantes cerca de Sariñena: "Los chicos de Lastanosa" Mejor la comedia que la comida, que diría Pili. Y sobre todo la habilidad de uno de los chicos por colocarnos un vermut antes de empezar que grababa con unos 80 € la cuenta final, antes de probar bocado. En fin... experiencias que vamos adquiriendo.
Otro de los nuevos, en Torrente de Cinca, el Atenea: Aceptable relación calidad precio, pero a mi entender y por lo visto en la clientela, lo que hacen mejor es el chuletón, pero al ser cena no nos atrevimos con él, y creo que nos perdimos un buen plato, al menos los más carnívoros del grupo. De todas maneras es una buena excusa para volver.
La Caracolada |
Ahora bien, este año la cena que se ha llevado la palma ha sido "La Caracolada" que prepara Marta por segundo año consecutivo y de la que damos cuenta en la Peña. Los caracoles están excelentes, igual el año pasado que el actual, pero la historia es algo más rocambolesca este.
La cosa empieza con la preparación, tenemos la cocinera, el condimento, el picante, el chorizo, la longaniza y la costilla, pero hay un pequeño "handicap": No tenemos caracoles.
Aparentemente ningún problema: Todos conocemos a alguien, del pueblo o "forastero", que tiene siempre caracoles.
Después de los correspondientes contactos, llamadas y visitas, cada uno a su "camello", resulta que nadie tiene, al menos en la cantidad y condiciones que se requieren. Total que son las cuatro de la tarde y la cena es para las diez y no hay caracoles.
En este momento con mi amigo Manolo tomamos la decisión de lanzarnos a la búsqueda del caracol. Me dice que conoce unos "negretes" que estan en unos pajares en Albalate que siempre tienen. El término "negrer o negretes" se refiere a personas emigrantes de raza negra y tiene una conotación casi cariñosa y que utilizan mucho en la zona, hasta que se estableza una denominación más adecuada a los tiempos: no sé si siguiendo el ejemplo de los "afroamericanos" tendríamos que llamarlos "afroibéricos". Total que como esto no es un debate lingüístico, nos acercamos a Albalate y nos dirigimos a los pajares donde están y solo encontramos un vecino del pueblo, "blanquer él", que nos dice que se han trasladado a otra zona. Por camino de tierra y piedra accedemos al lugar que nos indica y nos encontramos algo muy parecido a la peliculas americanas (del norte), un bidón con lo que parece un fuego eterno de mantenimiento, porque en estas fechas y con este calor lo que menos imagina uno es que sea para calentarse. Seis o siete individuos salen a nuestro encuentro aparentemente un tanto desconfiados, momento en que Manolo aprovecha para decir la palabra mágica: "Caracoles". Todo se relaja y aparece de dentro del pajar uno de ellos, que nos entiende y entendemos y nos dice que tiene. Nos anima a que le sigamos por entre los edificios en ruinas, a pie, hasta que llegamos a uno en que están los caracoles en sacos de malla. Yo no entiendo mucho, pero ellos dos llegan a la conclusión que como son cogidos de ayer, no están en condiciones de ser cocinados. Nos recomienda que si queremos hacer una cena que vengamos con 4-5 días de antelación. De vuelta al coche pasamos por la zona en que tienen una docena de bicicletas equipadas con una caja de plástico de las de fruta, que junto con una linterna de minero, son las herramientas de trabajo para coger caracoles.
Las horas pasan y no encontramos caracoles, así que decidimos visitar en Fraga varios establecimientos que nos dicen que tienen caracoles. El resultado el mismo, unos cerrados y otros no tienen. Cuando ya tenemos decidido que si hace falta iremos a Lleida a por ellos, Manolo recuerda un señor que en su tiempo vivía en parte del caracol y que estaba en las huertas de Fraga. Así que nos lanzamos a buscarle y con más suerte que habilidad, lo encontramos, y pese a que él no tenía nos recomendo un pequeño almacén de fruta en el que solían tener. Dicho y hecho, allí tenían caracoles y aunque a un precio algo subido, pudimos conseguirlos en condiciones de ser consumidos esa misma noche.
La Ronda de Boltaña desde la ventana |
Al hilo de esta aventura me explicaron que parece ser que hay una legislación autonómica aragonesa, que solo permite coger caracoles "para consumo propio" y no se pueden comercializar, excepto si son de granja. En Catalunya creo que no existe y por eso la alternativa de ir a Lleida a buscarlos directamente.
El caso es que la caracolada fue un éxito a pesar de toda la aventura.
Otra de las actividades del verano es la salida que toda la Peña hacemos juntos, en general a lugares de interés turístico que no estén a más de dos horas del pueblo.
Este año hemos ido Boltaña, donde a parte de que Luisa y J. Ramón tienen unos amigos desde los inicios de su carrera profesional en la enseñanza, a los que también Pili y yo concemos de andanzas en Barcelona en esa primera epoca, tienen un magnífico grupo folclorico "La Ronda de Boltaña".
Es costumbre en las fiestas de la localidad, y este día era de fiesta, que el grupo ronde todo el pueblo.
Así que para no perdermos el evento, fuimos a comer lo más lejos que se nos ocurrió para luego volver a Boltaña.
Excelente la música y las letras de la ronda, así como los aperitivos, postres y bebidas que en cada casa que se ronda sacan para consumo de todos lo que vamos siguiendola. Ya casi con la ronda acabada nos dirigimos a casa de los amigos, Antonio y Teresa, que nos invitaron a bebidas y un picoteo diverso que nos sirvió de "merienda-cena", y ya con noche entrada abandonamos Boltaña con destino a nuestro pueblo de orígen.
Esta fue una de las últimas salidas de verano por este año. Pensamos volver el próximo, como dice José Miguel Monzón con "más pero no mejor".
¡¡¡Los caracoles!!! Yo no sabía semejante aventura...¡qué bueno! Ves como no pueden estar buenos de ninguna de las maneras...
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