lunes, 14 de mayo de 2018

Zaragoza, bien vale una... visita

Rememorando la famosa frase de "Paris bien vale una misa", pronunciada al parecer por Enrique IV de Navarra, aspirante al reino de Francia tras la muerte de Enrique III y su heredero natural, le sirvió para justificar su conversión al catolicismo, ya que de seguir siendo protestante, ni España ni la Liga Católica lo hubieran aceptado como rey francés. Pues aunque yo no tenga que aspirar a ningún reino la frase viene a justificar nuestra escapada de fin de semana a la capital del Ebro. Y que tengo la intención de hacer alguna más, que la tenía un poco abandonada.
Parque José Antonio Labordeta
Pues bien, Cesaraugusta y un servidor compartieron seis años de vida juntos, y aunque para ella solo son unos segundos de su larga existencia, para mí, ya es un periodo razonable si tenemos en cuenta la esperanza de vida de los varones en esta España diversa. Así que procuro tenerlo presente y de esta manera evitaré un periodo de tiempo tan largo sin mantener con ella una relación razonable.
Lo cierto es que yo no soy como el que era en aquellos seis años de convivencia, era distinto, ni mejor ni peor. Ella también ha cambiado y aunque en esencia es la misma, ahora es más grande, mas moderna, con otros nombres y sobre todo con muchas circunvalaciones, que para llegar al Coso, donde teníamos el hotel, recorrimos kilómetros de autovías, rondas, avenidas, etc., muchas de ellas cuando yo la conocí eran campos de cultivo. Eso sí, el 4G o el satélite, o lo que sea funcionan de maravilla y aparecí en la puerta del hotel..., pero no se podía parar ni para dejar las maletas. Tuve que dar una vuelta y entrar por el parking de una calle adyacente.
Antes de llegar a instalarnos, pasamos la mañana en el Parque José Antonio Labordeta, en otros tiempos con nombre de recuerdos dictatoriales. Habrá gustos para todo, pero a mí me parece una buena idea el cambio, admiro al personaje y a la persona que le da ahora nombre: Lo conocí en un concierto por los años setenta en un colegio mayor, y desde entonces hasta que la vida se lo llevó, no se movió un ápice de sus principios e ideas, a parte de ser la única persona pública que se atrevió "en sede parlamentaria" que dicen ahora, a enviar a ciertos políticos a un lugar, que comparto con él, estarían mejor que en el poder...
Colegio Mayor Cardenal Xavierre
Bueno, pues salvado el nombre, el parque está prácticamente como estaba, algo más cuidado, en honor a la verdad, con algunos cambios, también de nombre: el pabellón Salduba, donde yo había jugado a balonmano, ahora de llama Perico Fernández, y el jardín botánico actual no consigo recordar como era, pero salvo replantación, creo que debería ser bastante parecido. 
También recuerdo haber presenciado en una de las calles que rodean la zona central del parque, una etapa contra-reloj de la vuelta ciclista a España. Creo que si no la ganó, era al menos el más conocido de los ciclistas un tal Txomin Perurena, o algo así...
Después del paseo por el parque dimos una vuelta por la plaza San Francisco y entrada de la zona universitaria. Tuve ocasión de ver, el Cerbuna, colegio mayor dentro del campus, el Nevada, excelente hamburguesería, aunque cambiada de sitio, el Munich, cerrado y con un cartel de alquiler: aquí comí por primera vez en mi vida un "chuletón". Una franquicia de marisquería que ocupa el lugar donde estaba la librería "más roja" de la ciudad en mis tiempos, el Faustino, restaurante que en aquella época no estaba a nuestro alcance y también La Rinconada de Lorenzo, que había estado una vez en 1974, gracias a la generosidad de un compañero portorriqueño de la Facultad, que cuando recibía dinero de sus padres, como era en cantidad, nos invitaba a comer en sitios de prestigio.
Las bombas del Pilar
Y ya por acabar fui al Xavierre, colegio mayor en que pasé los primeros años de universidad. Tampoco ha cambiado mucho: han hecho un polideportivo subterráneo y donde estaba el bar en que reinaba el Sr. Tomás, han hecho la sala de profesores.
En todo este recorrido llegó la hora de comer y después de ello, fuimos a descansar un poco en el hotel  en pleno Coso como dije antes. Tras un breve reposo, acudimos al Pilar que también es un lugar en el que una vez en Zaragoza es muy difícil dejar de entrar. Aproveché a parte de la vuelta habitual, para hacer una foto a las bombas que cayeron allí durante la guerra civil y que no explotaron, al parecer por gracia de la intervención de la Virgen. La hice para enviársela a Izarbe, que me dijo que no las había visto cuando estuvo en otras ocasiones. Luego me puso en lo cierto y parece ser que sí las vio en su ultima visita.
Después de dar unas vueltas por el centro de la ciudad y aprovechar para hacer algunas compras, hay una tienda que me encanta en la calle Alfonso y raro es pasar por allí y no mercar algo, nos encontramos con mi amigo Antonio, con el que habíamos quedado telefónicamente para vernos a la tarde y cenar juntos.
Monumento de Agustina de Aragón
Aprovechamos el tiempo que faltaba para la cena caminando por la ciudad para ver algunas cosas que se nos habían puesto en el punto de mira. Vimos el monumento homenaje de la ciudad a Agustina de Aragón, y descubrimos gracias a los conocimientos de mi amigo que en aquellos momentos, no fue solo ella la que se levantó contra el francés, sino todo un grupo de mujeres, de las cuales pudimos ver sus sepulturas en la iglesia de la plaza en que se encuentra el monumento a Agustina Zaragoza, que así se llamaba, pese a ser originaria de Fulleda, un pueblo de Les Garrigues, creo.
Seguimos el paseo pasando entre otros lugares por un hotel que no recuerdo, pero que estaba restaurado a partir de un edificio antiguo, creo que unos almacenes de la estación. También pasamos por el centro CaixaForum, lugar donde mis amigos suelen acudir periódicamente a tertulias culturales organizadas por diversas entidades. Finalmente pasamos por la Estación del Portillo, y aproveche para contarles una de las aventuras más curiosas de las muchas que me ocurrieron en los años que allí estuve viviendo. Era una tarde de 1974 creo, en que había una manifestación contra algo, nos apuntábamos a todas. En un momento vimos con mis amigos que nos perseguían "dos grises" (la policia de la época) y decidimos correr sin mirar hacia atrás cada uno en una dirección y yo lo hice hacia la Estación. Cuando llegué, casi asfixiado, recuperé la respiración e hice una evaluación de situación: Estaba delante de la estación y nadie venía detrás de mi, pero ah!, estaba justo delante del cuartel o lo que fuese de la Policía Nacional.
Ya digo, que nadie me perseguía, pero era tan grande el miedo a que te detuviesen, que me metí como un loco en la estación y de un salto subí al primer tren que estaba ya en marcha... Por suerte era un cercanías, y ya más tranquilo, me baje en Casetas, cambié de andén y de vuelta para Zaragoza y de nuevo al Colegio Mayor. Visto ahora es de risa, pero juro que yo pasé más miedo que otra cosa...
El grupo de COU de internos del Seminario
Hablando y paseando, nos fuimos acercando al lugar que yo había decidido que cenaríamos, no sin antes recoger a una de las hijas de Antonio, opositora ella y por tanto estudiando en la biblioteca hasta ya entrada la noche.
El lugar no era otro, que La Rinconada de Lorenzo, donde cenamos unas tapas, de las que no pudimos dar cuenta porque eran realmente abundantes y no era cosa de pasar mala noche por el atracón. Eso sí para ayudar tomamos unos digestivos después del café.
En la cena hablamos de lo divino y lo humano, de lo moderno y de lo antiguo y de lo bueno y lo malo. Una vez agotado "el procés", que allí lo viven de una manera distinta, con informaciones no siempre ajustadas a la realidad y que supongo que obedecen al interés del que las escribe. En cualquier caso la política no era el mejor cierre, así que haciendo memoria, Antonio y yo, ante la incredulidad del resto de la mesa nos metimos en faena y empezamos a recordar a la peña con la que habíamos pasado tiempo juntos en el Seminario. Yo pude rescatar una foto del dropbox en la que estamos el grupo que hizo COU, pocos días antes de abandonar para siempre el colegio.
Nos despedimos y nos retiramos, ellos a su casa, y nosotros al hotel. Al día siguiente tocaba comer en Terrassa con nuestros hijos y parejas respectivas.

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