Después del estrés de la Navidad, al que había precedido el de las obras de la casa del pueblo, optamos con Pili por una especie de desintoxicación de fiestas, obras y lugares cotidianos para hacer una escapada a la llamada Navarra Húmeda. Aprovechamos así una excelente oferta de una web de la materia y llegamos a Irurtzun.
Las Dos Hermanas |
La intención inicial era hacer un par de recorridos por la zona, pero nuestra falta de previsión, nos dejamos en casa las botas de montaña, a pesar de sí haber incluido en el equipaje la ropa adecuada, nos llevó a hacer recorridos algo menos complejos e incluso alguno con el apoyo inestimable del coche.
Así pues, una vez instalados en el hotel, nos lanzamos, tras un breve reposo a la conquista del camino que llevaba a la ermita de San Miguel de Aralar. Siguiendo las instrucciones de la amable recepcionista del hotel accedimos a la carretera que va por Madotz, buen paisaje pero excesivamente estrecha y teniendo en cuenta las vistas una vez en la ermita, quizá sea más práctico ir por la autovía hasta Lekumberri y allí coger el desvío hacia Baraibar para seguir luego hasta San Miguel. Ni que decir tiene que este camino lo hicimos en coche, pues para hacerlo a pie era excesivamente largo.
Esplanada de San Miguel de Aralar |
Lástima que leímos la leyenda después de salir de la ermita y no pudimos hacer el ritual. Otra vez será...
Con un viento helador y un frío que apenas podíamos combatir con nuestras ropas, fue cayendo la tarde y sin casi darnos cuenta era de noche, así que después de un breve paseo por la zona volvimos al hotel, donde nos esperaba una cena gastrónomica de degustación que iba incluida en el paquete turístico. Lo mejor la chistorra, un paté casero y el pastel vasco de postre.
Chupito y a descansar que mañana toca excursión circular sin soporte mecánico.
Amaneció, más o menos con la misma temperatura que nos acostamos, bajo cero, poco, pero bajo cero. Tras un desayuno completo también incluido en el paquete salimos dirección a Lekumberri, esta vez por la autovía y nos desviamos dirección a San Miguel, para abandonar en pocos kilómetros la carretera y desviarnos hacia Iribas. Allí aparcamos el coche y tras unas pequeñas dudas encontramos el inicio del sendero.
Nacedero de Iribas |
El camino es muy ameno por los continuos cambios de senda, por los paisajes y por lo recogido del mismo, como si estuvieses aislado del resto del mundo rodeado de bosque y de escarcha... Difícil de perderse si sigues bien las marcas y alguna parte algo deteriorada por el paso del tiempo y el no demasiado mantenimiento. Como postre al sendero que durante todo su recorrido es de bajada, al final te regala una pequeña ascensión, sin excesivos problemas, para llegar al inicio del recorrido ya que se trata de una caminata circular.
Sin perder tiempo apenas, nos dirigimos a Zarautz, lugar que habíamos escogido para comer. No pudo ser en el Arguiñano, porque estaba cerrado por vacaciones. Ya lo sabíamos antes de salir, pero siempre que hemos estado en el País Vasco, hemos comido muy bien y casi en cualquier sitio hasta el punto que resulta difícil equivocarte a la hora de elegir: la oferta gastronómica es tan variada y tan rica...
Playa de Zarautz |
Acertaron de pleno, tanto en la calidad de la comida como en el coste. Destacar un variado de setas salteado con gulas y gambones. Excelente.
Antes de comer habíamos paseando por la playa y después decidimos dar un paseo más interior, para ver un Belen gigante, que estaba cerrado pero que pudimos observar a través de las vallas y sin perder mucho tiempo fuimos a buscar el coche, pues en el parking nos advirtieron que a partir de las seis no podríamos sacarlo pues se cerraban las calles para permitir el paso de la Cabalgata Real, que había de repartir los regalos a los niños y no tan niños de Zarautz.
Aún nos dio tiempo de llegar a Irurtzun y ver a los Reyes Magos, que estaban repartiendo los regalos a los niños en la iglesia del pueblo.
Después de tanto jolgorio real, y con escaso apetito decidimos comer algunas tapas, antes de retirar al hotel. Ya se sabe que yo no perdono una comida, pero la del mediodía estuvo tan bien que solo pedí tres medias raciones... Tuve que rectificar y suplicar que se llevasen una. Con dos medias fui mas que sobrado...
Iglesia de Irurtzun |
Así que ni cortos ni perezosos nos subimos al coche y empezamos el viaje de vuelta, en el que dadas las características del mismo, nos coincidió la hora de la comida cerca de Fraga y como que en algún sitio había que comer, llamamos a nuestros amigos Luisa y José Ramón, que allí viven y los liamos para comer algo en el Armando. Buenos amigos y colegas que renunciaron a una paella casera para acompañarnos a nosotros. De premio, una mesa de conocidos suyos que están celebrando la festividad y se habían llevado un roscón de Reyes, nos invitaron a participar con ellos en el consumo del referido pastel.
Después, carretera y manta y sin prisa pero sin pausa a casa.
Fin de la escapada.
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