lunes, 21 de enero de 2019

Personajes y albalatilleros II: Don Simón

Ahora ya sí inicio las serie de personajes y albalatilleros que se ajustan al perfil que explicaba en la primera entrada, es decir con un cierto grado de anonimato para la mayoría de la población pero no así para los que compartimos el honor de ser también albalatilleros y también una cierta edad. Repito lo de la primera entrada de la serie: ojalá algún joven descubra a estas personas, que a mi parecer, merecen ser conocidas

Don Simón (maestro de escuela)


Una escuela de los años 50
Ya tiene mérito que el primer personaje de los que llamo anónimos, que me viene a la memoria sea alguien, que no nació en Albalatillo: Simón creo que nació en Castejón de Monegros, aunque desde muy joven se vino a vivir a Albalatillo para ejercer el noble oficio de maestro rural en una época difícil para los maestros y en general para todo el mundo de la zona. Y si no nació, pues vivió hasta una edad de tres dígitos en el pueblo, donde en la actualidad descansa junto a su esposa. Curioso: Doña Simona.
Tengo un vago recuerdo, cuando mi padre, también alumno suyo, me llevó a su casa, en la bajada al río, para proponerle mi incorporación a la escuela. No sé los años que tenía pero creo que le parecí demasiado joven para empezar, pero no obstante a él tampoco le venía de uno más. Así conocí a nuestro personaje.
Ya en la escuela, la sorpresa fue mayúscula. Todos estábamos juntos, de 4 a 14 años, o quizá menos y todos "estudiábamos" a la vez. Don Simón apenas podía controlar la situación pues los mayores se desmadraban y los pequeños no sabíamos que hacer, excepto el breve rato en que se dedicaba a intentar que aprendiésemos a leer y a escribir, cosa que los mayores ya dominaban.
Algo llamativo para mí, no solo en aquellos días, sino incluso en la actualidad fue descubrir a que se debían las prisas con que a la una en punto nos soltaba a la calle a todos, cortando en seco cualquier actividad que estuviésemos haciendo. Tenía un huerto, que debía cultivar y cuidar para poder ayudar al exiguo sueldo de los maestros en aquella época. Hoy todavía parece que no hemos superado esa barrera salarial, si se tiene en cuenta la faena que hacen.
Tareas del campo de la época
Parece ser que se iba directamente al huerto, donde Doña Simona le acercaba un bocadillo a modo de comida, y él, sin más medios que una azada (en mi pueblo, jada) tenía el campo en perfecto estado y se nutría de todos las verduras y hortalizas que su subsistencia necesitaba. Recuerdo también que en los meses de mayo y junio antes de las vacaciones volvía a las tres de la tarde a reanudar las clases sudado como un pollo y lleno de polvo: Venía directamente desde el huerto sin pasar por casa.
Supongo que, gracias a su paciencia y dedicación fui aprendiendo a leer y a escribir en aquellos años como he dicho difíciles, pero que para un niño como yo no tenían gran dificultad: comer, jugar e ir al cole, que a mi me gustaba. Muchas fueron las travesuras que recuerdo de aquella época, todas bastante inocentes hay que decir, aunque alguna con cierta "mala baba", pero como que es sabido que la memoria nos engaña a los seres humanos, acabamos haciendo un correlato de las épocas anteriores bastante agradable y hasta feliz.
El final de la vida laboral de Don Simón coincidió con la llegada de un jovencísimo maestro de Huesca, Miguel Angel, que inició una "reforma pedagógica" en aquella escuela de pueblo que para alguno de nosotros, especialmente para mí, supuso una gran oportunidad.
Don Simón, ya liberado de los deberes laborales y con una jubilación, supongo que pequeña como las de aquel momento, aunque creo que esto también sería aplicable a nuestro glorioso siglo XXI, se dedicaba al huerto y a pasear por el pueblo, no como algún día nos había comentado que lo haría con un sombrero y un bastón, pero al fin y al cabo a pasear sin otro motivo disfrutar.
Albalatillo en el siglo pasado
Así fueron pasando los años de aquel maestro, hasta que ya centenario dejo este mundo, quizá un poco mejor de lo que lo encontró y como todo en la vida, es decir con luces y sombras nos dejó un recuerdo amable.
Tengo que añadir, sobre todo por el agradecimiento que se merece por mi parte, que cuando acabé de estudiar en la Facultad de Zaragoza se presentó en nuestra casa y me regaló un estupendo maletín que conservé con gran cariño y que utilicé además en el ejercicio profesional los primeros años, hasta que un "desalmado" me abrió el coche y me robó todo lo que tenía dentro, incluido el maletín.
Creo que el se sentía orgulloso de los alumnos que tuvo y de ver como iban saliendo adelante. Nosotros también nos sentíamos orgullosos de él, que nos facilitó los primeros pasos en nuestra formación personal, aunque como suele suceder a menudo con nuestros maestros, no solemos decírselo casi nunca o casi siempre tarde.
En mi caso sirva este recuerdo de agradecimiento. Bueno..., un poco tarde también.




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