domingo, 3 de febrero de 2019

Personajes y albalatilleros IV: Don Carmelo

Carmelo. Secretario de Ayuntamiento

Carmelo era natural de Aguas, un pueblecito de la Hoya de Huesca, que hoy pertenece al Ayuntamiento de Loporzano,  pero pronto aterrizó en Albalatillo, como secretario del Ayuntamiento. Parece ser por lo que me ha contado mi padre, mi primer contacto con él, fue el día que acudimos a inscribir en el Registro Civil del pueblo a mis dos hermanas. La verdad es que no me acuerdo de ello, pero confío en su memoria de cuando me lo explicó.
Botes de colonia de la época
Lo cierto es que durante décadas, Carmelo ejerció de Secretario del Ayuntamiento y de gestor 24 horas al día de la mayor parte de las necesidades que tenía toda la población en cuanto a cualquier requerimiento legal, oficial o administrativo.
Parte de mi recuerdo como he dicho al principio, va ligado al de mis hermanas, pues nuestro personaje tenía una hija, que era de la misma edad, o de la misma "quinta" como se decía entones por aquellos lares. Este recuerdo es de una persona extremadamente pulida que gustaba de que su alrededor compartiese esa misma cualidad.
Lo explico porque en algunas ocasiones, cuando el Seminario, donde yo estudiaba se abrió algo, no mucho, a la sociedad y permitió que los alumnos pudiésemos salir los fines de semana a nuestros hogares y visitar a nuestra familia, se planteó una necesidad: el transporte Huesca-Albalatillo-Huesca de cada semana.
En este contexto y coincidiendo con que Don Carmelo empezó a trabajar en una Gestoría de la capital a la que acudía en su 600 los días que le tocasen, los lunes nos llevaba a algunos de los estudiantes a la capital en su coche. Cuando llegábamos a la ciudad, nos peinaba con una colonia de un bote que siempre llevaba en el coche y nos soltaba a cada uno en su sitio. De hecho llegábamos a clase como dirían ahora "niquelados".
Radio transistor
Otro de los aspectos sorprendentes para unos niños como nosotros era el sistema de "audio" del vehículo: Se trataba de un pequeño transistor, que llevaba colgado del soporte del espejo retrovisor de la luna delantera. Se movía en cada subida, en cada bajada y en cada curva, con lo que era realmente difícil seguir cualquier emisión pues en cada movimiento del camino aparecían aquellas famosas interferencias, o "refritos" como se llamaban entonces. El conductor a veces fruncía el ceño, porque se perdía alguna noticia de su interés, porque eso sí, música ponía poca.
Otro de los momentos en que coincidía con él era cada primavera cuando se solicitaban las becas del ministerio de Educación, que ayuda a cumplimentar año tras año a mis padres. Siempre con la incógnita de como iría, ya que se vinculaba no solo a la economía de la familia sino también a las calificaciones académicas de cada solicitante.
Lo cierto es que se repetían año tras año las mismas consideraciones de Carmelo a mis padres: "Es difícil de conseguirlas estas becas, porque en la agricultura aunque ganéis poco dinero, tenéis propiedades y eso cuenta negativamente.." Y sin cambiar el tono algo pesimista de sus aseveraciones me decía a mí: "Y tu espabila, que como no tengas buenas notas, entre una cosa y otra se pierde la beca..."
Este apoyo se prolongó hasta la Universidad año tras año, hasta que un buen día se acabó la subvención, en parte porque mis padres fueron prosperando y sumando la ganadería a su actividad o en parte también porque mi expediente académico también iba inversamente a la situación familiar, o sea empeorando.
Luego ya fui perdiendo el contacto más directo con el personaje, aunque cada verano pasaba a saludarlo por indicación de mi madre, que siempre le estuvo agradecida. Y me consta también por ella, que Carmelo siempre le preguntaba por mi y por como me iban las cosas.
Después se jubiló, pero aún así siempre estuvo "al quite" de cualquier necesidad que tuviésemos, toda  la gente del pueblo en general, para aportar su granito de arena en la solución.

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