jueves, 9 de febrero de 2017

Los emoticonos y el Barça

No es que tengan que ver unos con otro, pero un día dije que explicaría como inicié mi sentimiento "culé", primero simpatizante, luego seguidor, después forofo y finalmente socio. Y claro cuando intento poner en orden el nacimiento de esa pasión blaugrana, me voy al tiempo en que yo creo que se inventaron los emoticonos, aunque nunca nadie reconoció ese descubrimiento a la persona que lo hizo, entre otras cosas porque esto sucedía en Los Monegros, en Albalatillo, un pueblo de poco más de 200 habitantes.
El Mundial 1966
Iremos por partes, como decía Jack el Destripador. El año era 1966 y me acuerdo porque era el Mundial de Fútbol de Inglaterra, el primero que yo tenía conciencia de su celebración, ya que las teles en blanco y negro ya se habían asentado en algunas casas y el resto lo podíamos ver en el cafe-bar del pueblo.
Antes de entrar en materia del tema de la entrada, no puedo dejar de contar una maravillosa e inocente anécdota, que ocurrió en el día de la final del mundial, que ganó como muchos aficionados al fútbol saben la selección inglesa en un partido dramático, con prórroga, gol fantasma, etc., etc. También es sabido que en aquella época en este país la tendencia germanófila de la población era mayoritaria, al menos en mi pueblo.
Resumiendo, que una vez acabado el partido, todos los chavales salimos a la calle, a reproducir las jugadas y goles, en la plaza del pueblo, en aquel momento de dura tierra y gravilla. En esta tesitura apareció uno de los niños del pueblo, obviamente seguidor de Alemania, en el momento en que acabábamos el juego y alguien con voz de locutor de radio, soltó a grito pelado: "Y así finaliza el encuentro... victoria de Inglaterra por 3 a 2 en la prórroga" (el resultado no sé ahora mismo si fue ese exactamente). Casi sin tiempo para acabar la frase, nuestro amigo recién llegado, nos dejó a todos con la boca abierta y definitivamente perplejos, sin saber que responderle: "En la tele de mi casa ha ganado Alemania". Cosas de chicos de 10-11 años en una época en que nos costaba entender como era eso de la tele...
La Plaza de Albalatillo
Bueno pues ese mismo año, una unidad móvil de televisión española de Madrid, tenía que venir al pueblo para explicar como era la vida rural en aquel momento. Yo estaba con mi tío (un hermano de mi padre), esperando la llegada de la tele, que unos cuantos vecinos habían ido en coche a recibir a Bujaraloz, en la misma carretera N-II en el que se cogía el desvío a la comarcal que conducía a mi pueblo. Tampoco había GPS en la época, y la gente, amablemente había ido a esperarlos con el fín de que no se perdiesen y nos quedásemos sin programa.
Todos se pusieron las mejores galas, traje, corbata, zapatos, etc. Aquel día era un día soleado pero con un cierzo (viento del noroeste), que como solía ser frecuente azotaba el pueblo de manera brutal, casi costaba avanzar en su contra. Aquí empezaron las decepciones: No les hizo gracia a los de la tele, la modernidad del personal, esperaban gente con pantalones viejos, camisas desgastadas y "albarcas rotas" (calzado que se utilizaba para ir al campo). Total, que no se pudo grabar lo que fuese que venían a grabar. A mi edad no conseguía entender bien que pasaba, y además con el cierzo que hacía empezaba a estar destemplado.
Finalmente mi tío, sarcásticamente dijo: "Entre el cierzo y los de Madrid, acabarán con nuestra tierra". Yo, ya entendía que contra el cierzo poco podía hacer, pero Madrid, para mí era el equipo de fútbol de la época, y no se me ocurrió otra cosa que decidir hacerme para siempre del Barcelona, lo de Barça vino más tarde, como manera de lucha contra los que iban a acabar con mi pueblo.
El emoticono
Ese mismo año, antes de irme al internado, por recomendación del maestro del pueblo, mi madre me encargó una misión que tampoco entendía mucho. Vivían en uno de los pajares del pueblo una familia gitana, a la que hacía unas semanas que la Guardia Civil había arrebatado uno de sus miembros (hijo del jefe, y esposo de una de las chicas), para llevarlo a "la mili".
Mi misión era la siguiente: Le había llegado a la desconsolada esposa una carta, que alguien había escrito por el marido. Yo tenía que leérsela a la mujer, y después a modo de secretario, escribir la contestación para remitirsela al cuartel al chico.
Hasta ahí, la cosa era rara, pero entendible, ninguno de los dos sabía ni leer, ni escribir. Lo sorprendente: Cuando me disponía a cerrar el sobre de la carta que "había escrito" la chica para poner la dirección en el mismo, me dice: "Espera, no cierres aún...". Se levanta de la mesita en que me estaba dictando y va hacia el armario en que guardaba la vajilla, abre un cajón y saca un pintalabios rojo vivo, se pinta los labios y estampa un beso en la cuartilla. Quedaron marcados los labios en el papel, y tras mirarlos un rato, me dice: "Ahora ya lo puedes cerrar". Dicho y hecho, cerrado, escrita la dirección y yo sin percatarme que había asistido al momento histórico de la invención de los emoticonos..., tal como se conocen ahora. Creo que antes, ya los egipcios y otros pueblos los tenían incorporados a su escritura.

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