miércoles, 1 de febrero de 2017

Tenerife II

Día 3: Desayuno sin piedad, recogida del carruaje, consulta a nuestro hombre del tiempo (teléfono móvil) y rumbo hacia Punta Teno, Santiago del Teide e Icod de los Vinos. Poca información tenemos de la ruta, excepto el drago milenario y las recomendaciones de Carlos, amigo tinerfeño, acerca de la belleza de los parajes.
Por la autopista de Tenerife Norte, hasta la salida de  Puerto de la Cruz, y posteriormente por una aceptable carretera hasta Icod de los Vinos. De allí salimos en dirección Garachico, para continuar hacia Buenavista del Norte, población en la que se toma una carretera un poco más complicada que nos conducirá a la Punta Teno.
El faro de Punta Teno
En este mismo camino que se va estrechando llegamos a una barrera en la que nos indican que no hay acceso para vehículos privados, pero que si damos la vuelta, a unos doscientos metros hay un espacio en el que podemos aparcar y coger una "guagüita" que sale del último pueblo y podremos pasar. Ni lo pensamos, seguimos las instrucciones y con una puntualidad casi británica aparece el transporte colectivo y accedemos al parque de Punta Teno.
Una vez allí, respondemos amablemente a Antena 3 Canarias de lo que nos parece la limitación de visitas a turismos privados los fines de semana. Es justo el primer fin de semana que lo ponen en marcha y querían saber opiniones de los usuarios. Visto el parque, todos nosotros creemos sin duda que vale la pena proteger el paraje y obligar a acceder en transporte colectivo.
El paisaje es espectacular, un faro preside la zona, toda ella de tierra volcánica, propia de una película de ciencia-ficción, el mar golpea rítmicamente una zona de rocas, fácilmente accesible y en la que algunos valientes se atreven a darse un chapuzón. Desde un mirador a la izquierda se pueden ver desde otra perspectiva y a lo lejos los acantilados de Los Gigantes. Al frente el océano inmenso con una cierta neblina que lo hace más mágico y poderoso. A la derecha la silueta difuminada de la isla de la Gomera. Por detrás de nosotros unas montañas que son el aperitivo de lo que nos espera en Masca, en dirección a nuestra próxima parada.
Masca ¿Hawai..?
Haciendo caso de las recomendaciones del guía de la "guagüita" que nos conduce de nuevo al aparcamiento de nuestro coche iniciamos el camino hacia Santiago del Teide. Cumplimos las premisas que nos ha recomendado: queremos ver paisajes espectaculares, no tenemos mucha prisa y no hemos comido todavía.
En pocos kilómetros de la ruta entendemos perfectamente a nuestro consejero, no se puede correr, porque hay tantas curvas que si vas con prisa mejor darse la vuelta. Lo de no haber comido también cobra sentido, las tripas se revuelven un poco. Y finalmente donde se queda muy corto es en los paisajes. Son algo más que espectaculares. Pararías casi cada curva para poder verlos. Afortunadamente solo hay pequeños espacios para uno o dos vehículos, así que la tentación de muchas paradas desaparece sola. Con cierta angustia por la "peligrosidad" de la ruta en alguno de los miembros de la expedición, y eso sí, siempre despacio, llegamos a Masca. Increíble, el paisaje, la vista, la vegetación, la carretera, todo... Parece como si la última curva en una traslación geográfica nos hubiese hecho aparecer en otras islas... Hawai!!!. La foto que adjunto creo que da testimonio de que no exagero ni un pelo.
Luego la carretera sigue su curso, con las mismas características que hasta entonces, con rumbo a Santiago del Teide. No obstante se hace más llevadera, porque una parte ya es de bajada y las indicaciones kilométricas al destino van bajando inexorablemente.
Una vez en la población decidimos buscar el sitio para comer, que previamente habíamos reservado. Por desgracia lo encontramos, y aquí punto y final de la comida. Sin comentarios. Solo decir que en un plazo de dos horas descubrimos las dos cosas más sorprendentes de todo el viaje: la mejor, Masca, la peor, el restaurante. Y casi ni miramos el pueblo que era ciertamente bonito, pero la escaldada fue tal que salimos de allí como si nos persiguiese el mismísimo diablo...
Haciendo "el ganso"
EL Drago. Icod de los Vinos
Al final, el viaje a Icod de los Vinos se convierte en un trayecto en el que los cuatro acabamos riendo de la aventura del restaurante, y tras visitar el magnífico drago milenario, que es la principal atracción del pueblo, junto con el jardín que lo rodea, nos fuimos a catar unos vinos, en una de las múltiples tiendecitas que los venden junto con otros abalorios recuerdo de la visita. Llevados por el tono de risa del viaje, que no por los vinos catados, aún nos queda tiempo de hacer "el ganso", con fotografías divertidas en diversos lugares.
Acabada la visita, ponemos rumbo a Santa Cruz y tras dejar en el hotel el transporte, nos ponemos a la búsqueda de un restaurante para cenar, que nos haga olvidar la comida del mediodía. Y a ciencia cierta que lo encontramos. Hasta tal punto que lo hicimos base de operaciones culinaria para la cena de los días que nos quedaban en la isla. Por cierto, que sirvió para constatar una vez más el desastre de la comida.
Chupito de orujo, puro en la terraza y magnífica anécdota con uno de los camareros del lugar, antes de ir a descansar.
La Anécdota:
"Martín: Hemos salido a la terraza para poder irnos sin pagar, en un descuido.
Camarero: Bueno
Martín: Aunque sois muy jóvenes y teneis unas piernas muy largas y nos alcanzareis fácilmente.
Camarero: No crea, nosotros no vamos detrás de los que se van sin pagar.
Martín: Ah, bueno.
Camarero: Para estos menesteres tenemos contratado un Guardia Civil cojo.
Martín: Ah, pues es perfecto...
Camarero: Bueno el Guardia Civil tiene otras habilidades: Es campeón de Europa de Tiro..."

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