jueves, 4 de mayo de 2017

Semana... santa?

Llega la Semana Santa. Este año le toca algo más tarde y tiene como especial conotación que estamos a una semana de la boda de Manel (esa será otra entrada) y que tenemos que celebrar la boda de Pedro, el hijo de Pedro y Pili Porta.
Además este año en la primera parte de la semana, el grupo de GRmanía ha transitado por el "Camí de Cavalls" de Menorca, y con tantas celebraciones no hemos podido apuntarnos. Menos mal que el grupo dispone de excelentes fotógrafos, magníficos cronistas y maravillosos componentes, que entre unos y otros han hecho que hayamos participado en la aventura, al menos virtualmente. Gracias a todos por haberlo hecho posible.
El refugio
Hechos estos preámbulos, cargamos el coche con todo tipo de maletas, bolsas y paquetería, y el miércoles nos lanzamos después de comer, ligero por cierto, al "eix transversal" que sumado a una parte de la A-2 y otra de la A-131 (Carretera de Fraga a Huesca) nos depositó en Villanueva de Sijena, nuestro destino, en poco más de dos horas. Descarga, instalación en la casa, salutaciones de rigor a la familia, contacto con los amigos, y programación del primer almuerzo con los amigotes de mesa y bar. Antes de ir a cenar, las ya típicas cervezas con cacahuetes sin pelar, y después del ágape el insustituible gin-tonic a la carta del "Barbero".
El primer día, entre el almuerzo y las visitas a familiares y conocidos, más algún que otro encargo pendiente pasa relativamente rápido, pero sin prisas, ni nada que se parezca en lo más mínimo al estrés. Paseo vespertino ni que sea para mover las piernas un poco y desentumecer los músculos por las horas sentados en la mesa y en los taburetes del bar... Gin-tónic en el Barbero y cháchara hasta que la gente comienza a bostezar, que es la hora marcada para que cada uno vuelva a su casa... a descansar, que mañana hay que organizarse.
Los jóvenes
Total que una vez almorzados en Alcolea, un pica pica de salteado de longaniza y setas, morro frito, pulpitos en salsa y huevos frtios, regresamos al pueblo con la intención  de poner en marcha "la mona" del día siguiente. "La mona" por si alguien no conoce las costumbres de la zona es una comida en el monte, en un refugio, o en un mas, o masada, o masía, en la que se consume todo tipo de platos, eso sí, sin compasión ni mesura, y en la que no pueden faltar las costillitas y chuletitas de cordero a la brasa. En el caso concreto de nuestro grupo se le añade una paella de marisco, en la que tampoco puede faltar el conejo.
Los jóvenes
Hechas estas consideraciones hay que poner en marcha el evento: Mª Luisa suele encargarse de "alquilar" el refugio con meses de antelación y ya estaba hecho (precio asequible de 12 euros, por ser del pueblo). Después hay que comprar los carnicos (cordero, cerdo, conejo), los pescados (calamar, sepia, cigalas, almejas, gambas, mejillones...etc) y el resto de ingredientes (pan, aceite, ajo, patatas, olivas y un largo etcétera de otros productos). También se hace un repaso a la bodega de "la peña" (esta será otra entrada del blog), para evaluar el estado de reservas alcohólicas o no, y en consecuencia programar la compra de lo que haga falta. Otros productos imprescidibles son el café, el hielo... y los puros para completar el festín. También son imprescindibles la paellera, la parrilla y las ruedas de gas butano, así como la leña para cocinar todos estos manjares.
Pues eso que con esta ingente cantidad de trabajo que hacer y organizar, pensaba que necesitaríamos todo el día para sacarlo adelante, pero... sorpresa relativa porque quien más quien menos lo sabía: Pili Porta y Pedro se encargaban de todo, y lo más interesante, lo pagaban todo... Era ni más ni menos que la celebración de la boda de su hijo Pedro.
Los un poco menos jóvenes
Así que una vez concretado lo del butano y la paellera y parrilla, nos quedamos sin trabajo de preparación y no nos quedó más remedio que pasar la tarde otra vez en el Barbero, donde programamos la cocina del día de la Mona, ya que en esta ocasión se sumaban al festejo algunos de los hijos e hijas del grupo y de 18 habitualmente pasamos a 32 comensales. Decidimos que serían dos las paellas que haríamos a la vez en dos paelleras, Carlos David y yo mismo.
El día de autos, sábado por la mañana nos reunimos todos delante de la Peña como cada año. Cargamos los coches como mejor pudimos y cuando llegaron Pedro y Pili, los últimos, como casi cada año, aunque esta vez totalmente justificado por la faenada de hacerlo todo. Bueno otros años también está justificado porque se encargan de traer los pescados.
Los "paelleros"
Con más o menos disputas, casi siempre entre conyuges, llegamos al refugio. Unos a buscar leña que este año estaba cerca y era abundante, otros a preparar la paella. Tal como quedamos, ejercí de maestro paellero y Carlos de alumno. Iba haciendo los pasos del guiso y Carlos los repetía de manera mimética, para que todo quedase igual. El resto colaboraban en poner la mesa, el vermut, y preparar las brasas para la carne, que este año las hicimos en el hogar de fuera.
Así que empezamos a comer, a beber, a reir, a jugar, a fumar, como cada año, pasando un excelente día con la ya típica excursión de las chicas a buscar romero, tomillo y otras hierbas aromáticas, aunque en realidad creo que van a "la toilette". Recogida de trastos, adecentamiento del local (mejor que lo encontramos), y vuelta al pueblo, para... preparar la cena.
Epilogo: Día perfecto con amigos, a conservar mientras el cuerpo aguante. Por cierto y para poner a cada uno en su sitio, la paella de Carlos estaba más buena que la mía...

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