viernes, 18 de noviembre de 2016

EL Baztán II

Tras el ritual del desayuno y comprobar que la situación meteorológica es la misma del primer día, ponemos rumbo hacia el paraje conocido como "Embalses de Leurtza".
Paseo entre los árboles
Aquí el viaje en coche es algo más largo, pero la belleza del paisaje tampoco permite que se te haga pesado. Tras un breve "intercambio de pareceres" (estábamos un poco perdidos, si es que perdido se puede estar "un poco"), encontramos la desviación que nos conduciría hasta el inicio del paseo de hoy. Aparcamiento en lugar privilegiado, al pie mismo de la senda, y como no podía ser de otra manera a esas "tempranas" horas coincidimos en la salida con una pareja, él de chaqué y ella de blanco, largo y tules. Sí, eran unos novios vestidos de boda...
Luego, gracias a nuestra insaciable sed de conocimientos, nos comentaron que venían a hacerse el reportaje fotográfico de su boda en estos parajes, donde el chico la traía a pasear cuando todavía no se habían casado. No nos contó qué venían a hacer a estos lugares..., y no porque no se lo preguntáramos, que no se había perdido esa sed de conocimiento. En fin, una anécdota simpática previa a la caminata.
Llegando a la cota más alta
A diferencia del bosque de Bertiz, aquí el camino se empina desde el minuto cero, y supongo que debido a que la musculatura no está caliente, los primeros metros se hacen duros (bueno "durillos") y dado que hay mas espacio para el sol y el terreno está más seco, a los diez minutos ya estábamos con sed, aunque esta vez no de conocimientos.
En la primera parte de este camino, el sendero ascendente, como he dicho, está rodeado de arbolado, aunque algo menos tupido que el del día anterior, lo cual deja entrar al sol con mayor comodidad y de paso el terreno está más seco, las hojas de suelo también más secas y por tanto la sensación de calor es considerable para esta época del año (maldito calentamiento, otra vez).
Una vez superada la zona de bosque aparece como por arte de magia una especie de pradera inmensa, como si de un campo de golf o algo parecido se tratara. La limpieza del cielo y la ausencia de árboles permite una visión espectacular de todo el valle. También nos permite ver como unos padres, supongo que aficionados a la montaña intentan contagiar sus gustos a sus hijos de corta edad, 6-7 años la niña y 2-3 el niño (la apreciación no tiene la mínima posibilidad de acertar, pero es lo que hay).
Obviamente esta circunstancia (ver como suben los niños, o incluso el padre con uno a cuestas) hace que nos envalentonemos y sigamos nuestro camino, todavía de subida, a un excelente ritmo, con ánimo obviamente de alcanzar al grupo familiar, cosa que conseguimos ya en la cota más alta de la ruta de hoy. Hacemos la foto de rigor y paramos un momento. A nuestro frente, el valle con los típicos caseríos y pueblos, detrás de nosotros el bosque que hemos atravesado hace unos momentos y una panorámica impresionante de montañas, bosques, arbolados, cielo azul brillante y el seco embalse que da el nombre al paraje. A nuestra derecha un pico que no recuerdo su nombre y a nuestra izquierda la senda que debíamos tomar para seguir nuestra aventura.
Lesaka
El camino que queda, llano y bajada en su mayor parte, bordea el río y los embalses hasta llegar a un pequeño puente de madera que ayuda a atravesar el minúsculo torrente que va a desembocar a la cabecera del primer embalse. Antes del puente hemos pasado en la bajada por una calzada romana, sí, sí, una calzada romana por extraño que pueda parecer.
Siguiendo el borde del embalse, casi sin agua (calentamiento?) llegamos a la presa que atravesamos por el corredor que tiene encima para poder comprobar una vez más la escasez de un bien tan preciado. Ya en un sendero bien marcado y bien amplio reencontramos a los novios (casi nada la sesión de fotos...) y nos disponemos a reparar fuerzas en Lesaka, donde llegamos después de otro breve "intercambio de pareceres".
De Lesaka, me queda el conjunto del pueblo, la iglesia, un pequeño riachuelo que se cuela por el centro del pueblo, la cantidad de flores que adornan sus casas y sobre todo la tortilla de patata del Kasino de Lesaka. Imperdonable pasar por allí y perdérsela, aunque haya que reservar.
La tortilla
Luego regreso a "nuestra casa", siesta digestiva? y reparadora, relax en el salón y como que los domingos Merche y Julián se toman su más que merecido día libre y no hay servicio de cenas, no nos queda más remedio que volver a Irurita y cenar un maravilloso bocadillo de "tocino" como reza la carta (ni panceta, ni bacon). Tampoco tuvimos otra alternativa que acudir a un bar/pub/local, difícil de catalogar en el que nos sirvieron un excelente gintónic, que funciona tan bien o mejor que cualquier hipnótico o inductor del sueño. Bona nit...

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