Tras el ritual matutino, un poco más tarde que los días anteriores nos dirigimos sin prisa pero sin pausa a Elizondo, capital de Baztán. Seguimos bendecidos por un tiempo excelente y tras aparcar cerca del camino que lleva al cementerio, nos acercamos a la plaza del ayuntamiento para iniciar nuestra aventura del día.
El Ayuntamiento |
Lo dicho, en la plaza empiezan a aparecer corrillos de dos-cuatro personas que de manera inequívoca van a ser nuestros compañeros de visita. En un momento dado aparece una joven, que por la libreta que lleva, el altavoz típico de los maestros, y porque saca una lista de personas que han reservado el evento y va comprobando en los corrillos quien está o no en esa lista, deducimos que será nuestra guía, y nos acercamos para dar nuestros nombres. ¡Una aficionada es Amaia Salazar a nuestro lado en estas lides deductivas!
Pues bien, resulta que Elizondo tiene un río maldito, venerado, temido y hasta idolatrado y además una presa que genera un ruido espantoso y genuino, todo ello en la novela. En realidad hoy es un riachuelo con cuatro gotas de agua en el que el rebosar de la presa ni se oye.
No obstante a medida que avanza la visita guiada, descubrimos que la primera impresión de cierto desprecio a la nimiedad del río, es una trampa, cuando se desborda y hace pocos años que así ocurrió es capaz de desmontar medio pueblo, así que prudencia con las primeras apreciaciones.
El río |
En esta novela y visita con cantidad de matices mágicos, en la visita al cementerio ocurrió uno de ellos.
Busqué la tumba de un personaje de mi pueblo (en los Monegros), que había sido enterrado recientemente en este cementerio, y para mi sorpresa encontré poniendo un ramo de flores a una pareja con una niña adolescente. Sin ningún preámbulo me dirigí a él, que era la cara que recordaba como más familiar y... efectivamente, se trataba de uno de los hijos del finado, con quien yo había compartido juegos y veranos en mi pueblo, en Albalatillo en Huesca.
El momento, sin duda, fue algo mágico, hacía más de 45 años que no lo había visto. Luego la racionalización de las cosas se apoderó una vez más de mí. ¿Que hay de mágico, que en nuestra cultura un hijo lleve unas flores a la tumba de su padre, en el día de Todos los Santos? ¿Y, qué hay de mágico que alguien como yo haga una visita al Valle de Baztán? Pues eso, nada...
El momento, sin duda, fue algo mágico, hacía más de 45 años que no lo había visto. Luego la racionalización de las cosas se apoderó una vez más de mí. ¿Que hay de mágico, que en nuestra cultura un hijo lleve unas flores a la tumba de su padre, en el día de Todos los Santos? ¿Y, qué hay de mágico que alguien como yo haga una visita al Valle de Baztán? Pues eso, nada...
El puente |
Acabada la visita, necesitábamos reponer fuerzas y para seguir con el discurrir de la propia novela, nos fuimos a Santxotena, restaurante preferido de la protagonista de la novela, donde Laura había conseguido también una de las mesas preferidas de Amaia Salazar, con vistas a la cocina. Allí los cuatro dimos cuenta de una excelente comida, de la que un servidor se queda con unas excelentes judías pochas con almejas.
Luego, el reposo de la tarde y un paseo más comercial por la villa de Elizondo, donde aprovechamos para comprar algunas cosas de recuerdo del viaje, no sin antes desmontar una de las tiendas más típicas del pueblo, sin ningún herido grave en el intento.
Cena suave y a descansar que mañana hay que volver a la rutina diaria en casa.
Fin de las operaciones.
Gracias a todos los participantes por estos días (Laura, Jordi, Pili, Merche, Julián, Dolores, el gremio de restauración y en general a todo el pueblo de Baztán).
Cena suave y a descansar que mañana hay que volver a la rutina diaria en casa.
Fin de las operaciones.
Gracias a todos los participantes por estos días (Laura, Jordi, Pili, Merche, Julián, Dolores, el gremio de restauración y en general a todo el pueblo de Baztán).
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