Estambul (segunda visita)
Esta vez la llegada con el vuelo desde Esmirna fue relativamente rápida la etapa en el aire, la parte circulando por tierra por las pistas se hizo interminable, no sé si fue tan larga como la del aire. La salida del aeropuerto también fue mejor y más rápida que la del primer día. Era un vuelo doméstico.
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Atardecer en Estambul |
Llegamos ya con la noche entrada, bastante cansados, pues aunque el vuelo fue corto, veníamos de kilómetros a nuestras espaldas en autocar los días anteriores. Pili aprovechó para hacer un poco de colada, ya que permaneceremos dos días en el hotel en esta nueva incursión a Estambul. No creo o no recuerdo haber cenado mucho, aunque seguro que algo si cenamos, que este grupo no perdona una comida.
Así pues, tras el merecido descanso amaneció la ciudad con un sol radiante y también con un calor por encima de lo esperado, cosa que viene siendo una constante en el viaje. Y mejor que sea así. En un microbús a la hora pactada apareció el guía en la puerta de nuestro hotel, eso sí, después haber desayunado contundentemente, que el día prometía ser largo. Recogimos después a otros cuatro pasajeros y nos fuimos a la primera visita del día.
El Bazar de las Especias
Con un tráfico bastante fluido para lo que yo recordaba de la primera visita llegamos al Bazar de las Especias, muy cerca del puente Galata y del embarcadero del Bósforo. La primera parada en el Bazar fue en la Tienda de Jordi, donde nos ofrecieron una degustación de unos dulces y un té no sé de qué clase. La parada parece ser de un compatriota que se instaló en Estambul y que según nos explicaron tenía varias delegaciones en la ciudad.
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Bazar de las especias |
Lo cierto es que saben vender bien. Explican que sus productos nos los envasan al vacío y no tienen ningún problema ni en aduanas ni en aeropuertos (hasta ahí cierto, compramos y llegaron a casa bien). Después la cosa ya se va complicando con los datos de lo vendido. A mí, me vieron algo gordo, por no darle más vueltas ni eufemismos, y me colocaron unas hierbas que infusionadas en forma de té, rebajaría considerablemente mi barriga. Bueno, ya veremos. A fecha de hoy he probado una vez y está realmente malo. Si es eficaz, ya os contaré.
A una señora del grupo, que debido a un traumatismo craneal había perdido el olfato y el gusto, también le recomendaron una infusiones que obrarían milagros. Yo, metiendome donde no me llaman, le comenté a la sufrida paciente que después de más de dos años del traumatismo y sin ninguna mejora de su dolencia iba a ser muy difícil curarla. Pero que bueno, si quería probar nada perdía, pues ya todo lo tenía perdido. Al final creo que compró las hierbas pero con un cierto tono de resignación. Visto ahora, me tenía que haber estado callado, que la fe mueve montañas.
Aún dio tiempo para pasear y visitar otras tiendas y paradas de otros productos, tanto de especias como de abalorios y textiles de diversos tipos. La verdad es que es mucho más pequeño que el gran bazar, pero está mucho más ordenado y con menos barullo, lo que hace las compras más agradables.
El Bósforo
Desde allí y a cuatro pasos fuimos a embarcar en la nave que íbamos a recorrer con nuestro guía el Bósforo prácticamente desde el puente Galata hasta el Puente Fatih Sultan Mehmet.
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Por el Bósforo |
Desde el primer momento y tras seguir las instrucciones de nuestro guía se empieza a apreciar desde el estrecho, lo que en realidad es la ciudad. Un mundo de palacios y edificios, todos a cual más esplendoroso instalados en primera línea del mar.
Casi no te da tiempo de apreciarlos y eso que reservamos para el regreso, que el viaje es de ida y vuelta, los de la otra margen del estrecho. Así que cuando llegamos al puente de final de recorrido, no tuvimos ni que cambiarnos de sitio pues nuestra visión ya estaba enfocada hacia la otra orilla. En esta, la cantidad de edificaciones era algo menor y alguna de estructuras más nuevas o dicho de otra manera más modernas. En cualquier caso en una u otra dirección espectaculares las edificaciones.
Nada más desembarcar cogimos el minibus que nos estaba esperando para trasladarnos a la zona de las mezquitas donde pudimos visitar el Hipódromo de Constantinopla o mejor dicho sus restos. Junto a él la famosa Columna de la Serpiente y un estupendo mirador con una fuente, que está en el lado opuesto a la columna. También pudimos ver las mezquitas por fuera, justo antes de acceder a unas calles estrechas pero llenas de tiendas y actividad entre las que destaca un restaurante en el que dimos buena cuenta de una comida típica turca eso sí acompañada con una excelente cerveza fría.
Las Mezquitas
Sin mucha pérdida de tiempo en sobremesas, nos dirigimos en primer lugar a la Mezquita Azul, y tras admirarla desde fuera y con el preceptivo ceremonial de descalzarse y con los zapatos a cuestas entramos con la considerable decepción de que está en obras y han colocado un falso techo y forrado las columnas de manera que no se ve prácticamente nada. Una lástima que no nos desanimó para nada, en nuestra cabeza solo cabía pasarlo bien y no había espacio para desencantos.
Desde allí, nos dirigimos a Santa Sofía con ánimos redoblados, pero la realidad es bastante cruel y nos encontramos con una cola kilométrica bajo un sol de justicia. Después de un debate acalorado, por el calor, decidimos ponernos en la fila y rezar para que algún milagro nos ayudase a hacer la espera más llevadera. Primero fueron unas botellas de agua fresca compradas a precio de oro en uno de los kioscos que rodean el lugar. Luego los gorros y los abanicos aportaron su granito de arena y todo parecía mejor. Ahora bien el detalle que acabó de arreglar un poco el desaguisado fue el abandono de la cola de un número importante de personas, que estaban de crucero y que la salida del barco no les permitió quedarse más tiempo.
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Santa Sofía fuera |
Así conseguimos llegar a la entrada bastante antes de lo que teníamos previsto para alegría general del grupo. Bueno, de todos, no. Una señora del grupo perdió a su marido y empezó a decirnos que había que encontrarlo, que no veía casi y a la vez era muy despistado. Ya en la puerta de entrada nos quedamos esperando y dejando pasar la cola, pues nuestro guía se fue a la búsqueda del marido desaparecido.
Al poco rato, el guía volvió sin éxito en su misión y decidió que el grupo debería entrar y en todo caso que la señora esperase a su señor. En estas disquisiciones estábamos cuando el interfecto apareció con su cámara en ristre haciendo fotos a diestro y a siniestro.
Ya todos juntos, entramos en el templo, previo ritual de quitarse los zapatos y esta vez llevarlos a cuestas pero en bolsas, porque no debía verse los calzados ???.
Por cierto que para dejar constancia de nuestra visita los cinco no colocamos en la entrada interior y a qué no sabéis a quién pedimos que nos hiciese una foto. Pues sí, al despistado que casi no veía. Y así salió la foto, que no la pongo porque enfocó a todo menos a nosotros.
En fin, que pasado este incidente curioso y divertido después, nos dedicamos a visitar el interior de Santa Sofía, un templo que fue mezquita, catedral, museo y ahora finalmente mezquita de nuevo, con algún inconveniente derivado de la norma religiosa, como el hecho de tener que tapar algunas pinturas y mosaicos de gran belleza. En cualquier caso "lo que sea" es precioso con una cúpula espectacular y unos laterales del cuerpo central de la edificación, también increíbles.
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Santa Sofía dentro |
Podría pasar tiempo haciendo la descripción pero seguro que me quedaría corto y no sabría transmitir lo que vamos viendo, así que desde aquí recomiendo que el que pueda se escape a Estambul y la visite en directo que le valdrá la pena.
Acabada la visita, teníamos que regresar al hotel, pero nuestro grupito decidió quedarse por la zona, de una parte para visitar la Cisterna y de otra dar una nueva pasada por el Gran Bazar.
Nuestro guía, después de hablar con el resto del grupo se quedó por la zona, que estaba más cerca de su casa que el hotel, y de paso nos acompañó a la Cisterna, donde nos libró gracias a su pase de Turismo de hacer la cola para sacar las entradas e incluso para saltarnos la de entrada una vez sacados ya los tiquets.
La Cisterna
El monumento es espectacular con una iluminación cambiante a lo largo de todo el recorrido y con alguna referencia a la película Inferno rodada en una parte dentro de la misma. También se hace difícil describir lo que allí se ve, así que siguiendo la recomendación dada para Santa Sofía y teniendo en cuenta la cercanía de la misma, pues eso, que bien vale un viaje a Estambul.
Una vez acabada la visita, decidimos darnos un pequeño respiro y tomar una cerveza fría en uno de los muchos locales que rodean el complejo, y emprender marcha paseando hacia el Gran Bazar. No recuerdo que hiciésemos muchas compras, pero estuvimos un buen rato paseando por el mismo. Luego salimos y con las instrucciones recibidas de nuestro guía, en los mismos aledaños del bazar nos subimos al tranvía hasta la finalización del recorrido, donde cogimos un funicular para llegar a la plaza Taksim.
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La Cisterna |
La aventura de sacar el billete del funicular fue espectacular: Una máquina que los vendía de tres en tres sin posibilidad de cambiar en número de tiquets. Bueno eso era lo de menos. La máquina, con instrucciones en turco daba la opción de otros idiomas, lo que pasa es que en cada paso del proceso volvía al idioma original, o sea al turco. Luego dos japoneses, que nos intentan ayudar en inglés. Ni siquiera ellos supieron sacar los billetes. Finalmente, un nativo que ante la cola que estábamos formando se apiadó de nosotros y nos sacó los tiquets y nos acompañó a la entrada hasta que nos colocó a los cinco en el andén del funicular. A todo esto, el vigilante de la estación rascándose los cataplines. Y otra cosa, lo que nadie entendía es porque nos estábamos riendo los cinco...
Una vez en la plaza Taksim, tras el incidente de que justo cuando subíamos por las escaleras mecánicas "petaron" con un ruido estruendoso y dejaron con un buen susto a parte del grupo, que al final se volvió a convertir en risas de todos, nos dirigimos a nuestro hotel.
Al día siguiente teníamos por la mañana el vuelo que había de conducirnos a Petra, la última parte de nuestro viaje, pero antes de ello y tras una ducha reparadora, nos cambiamos de ropa y bajamos al restaurante del hotel, donde Pili había reservado una mesa y nos invitó a cenar para celebrar su cumpleaños que había sido el día anterior.
Cenamos bien y aún nos dio tiempo de salir a la terraza del restaurante a tomarnos un té o lo que cada uno quiso, que acompañado con un cigarrillo que me pasó Marta, hizo todavía más agradable y divertida la estancia en Estambul y la celebración del cumpleaños.