martes, 16 de abril de 2024

Bretaña y las Islas del Canal. Y parte Cinco

Nos despertamos, como casi siempre a buenas horas, o sea temprano y tras hacer el "check-out", por cierto que tenían todo el sistema informático estropeado, con el coche en la misma puerta del hotel, cargamos nuestro equipaje y nos dirigimos a nuestra próxima parada en territorio galo que no era otra que la ciudad de Burdeos (Bordeaux), expreso deseo de Pili en esta aventura.

Catedral 
Bordeaux

Estábamos a unos 650 kilómetros de nuestro destino, y la intención era llegar a comer, así que cogimos la ruta con gran interés y buena marcha. Por fortuna para los viajeros, el transporte también necesita alimentarse de gasolina, a casi, 2,20 euros/litro, con lo que aprovechamos la parada para poder desayunar algo en la misma estación de servicio. Todo muy rápido y hasta frugal.

Desde allí, como digo a buen ritmo, fuimos desgranando kilómetros que poco a poco nos acercaron a una de las regiones vinícolas más importantes de Francia y casi diría yo, que del mundo, o eso es lo que seguramente piensan todos los nativos de la comarca, y claro esto hace que sus vinos los vendan a precios prácticamente imposibles para la mayoría de los mortales. No obstante hay que decir que con un poco de paciencia y sin grandes esfuerzos se pueden beber buenos caldos a precios aceptables (bueno siguen siendo algo caros).

A la hora de comer, un pelín pasada para los franceses llegamos a la ciudad. Aparcamos en un céntrico y profundo parking (planta -6) y nos dirigimos con las maletas a un no menos céntrico hotel. No era profundo gracias a Dios pero sí un poco hippie, y con un cierto encanto, todo hay que decirlo. Otra vez buena elección del jefe de operaciones.

También en un céntrico restaurante, al lado de todo, parking, hotel, etc..., conseguimos que nos diesen una buena comida, sobre todo porque nos costó un poco más de lo habitual entendernos con el camarero, hasta el final que nos dijo que hablaba aceptablemente castellano. ¿De qué nacionalidad debíamos hacer pinta los cuatro viajeros...?

Vidrieras de la Catedral
Tras un muy breve descanso postprandial, o sea siesta, nos fuimos a ir conociendo algo de lo que es la ciudad, pues está claro que en una tarde por muy ajustado que vayas no da tiempo de verla. En cualquier caso ayuda la ubicación del alojamiento pues en pocos minutos y por una calle peatonal que solo circula un moderno tranvía, llegamos a la plaza de la Catedral, donde se halla ubicada la misma. Se trata de la Catedral de San Andrés de estilo gótico, que es la iglesia más importante de la ciudad y desde 1998 forma parte del Patrimonio de la Humanidad.

Desde allí, primero por la calle Pasteur y girando luego por la de Victor Hugo accedimos a la Puerta de la Grosse Cloche, que se trata de una campana del siglo XVIII de 7,75 toneladas de peso, ubicada sobre una antigua mazmorra para jóvenes y que hacen sonar en ocasiones especiales, que bien no sé cuando son.

Paseando por callejuelas estrechas y algo enrevesadas, llegamos a la conocida como Porte de Cailhau, un monumento de finales del siglo XV que recuerda un castillo y que fue durante muchos años la puerta de entrada principal a la ciudad. Aquí nos hicimos una foto con Pili para enviarla a Izarbe y Carlos que poco tiempo antes en su visita a la ciudad nos habían enviado ellos.

Luego paseando por el muelle Richelieu llegamos a la Puerta de Borgoña, que se construyó en 1750 como entrada simbólica a la ciudad: se trata de un arco de piedra de estilo romano.

Justo frente a esta puerta se encuentra el Puente de Piedra, monumento emblemático de la ciudad, ya que fue el primer puente que atravesó el río Garona y que mandó construir Napoleón I entre 1810 y 1822, al parecer con no pequeñas dificultades por las corrientes del agua en esa zona. Tiene 17 arcos, según parece porque 17 son las letras que componen el nombre de Napoleón Bonaparte. No tuvimos tiempo de pasarlo, en principio era nuestra intención, y desandando el muelle Richelieu nos dirigimos hacia la plaza de la Bolsa, un enclave espectacular con edificaciones del siglo XVIII básicamente y que en su centro dispone de una magnífica fuente, así como un espejo de agua, que hace las delicias de todos los fotógrafos que por allí se dan cita, los profesionales y los aficionados. Lástima que en el momento que la vimos, la zona de agua estaba vacía y no pudimos dar rienda suelta a nuestras habilidades fotográficas.

Porte de Grosse Cloche
En un abrir y cerrar de ojos y por singulares callejuelas llegamos a la Plaza del Parlamento, al parecer punto de encuentro de jóvenes de la ciudad, que está rodeada de múltiples terrazas de establecimientos de hostelería, y que por cierto aprovechamos la ocasión para tomar un refresco y reponer líquidos, tarea importante cuando viajas y caminas más de la cuenta.

Ya con las pilas justas seguimos caminando por zonas de calles antiguas y algún boulevard más moderno para llegar a la plaza de "La Comedie", donde se encuentra el Teatro de la Ópera de Burdeos, con una fachada de 1780 y en la que aparte del "Bel Canto" se ponen en escena espectáculos de música y de danza. En la misma plaza se encuentra instalada la llamada "Sculpture Sanna", obra de Jaume Plensa, que también tiene en otras ciudades del mundo esculturas más o menos similares.

Este fue el final de nuestro tour turístico improvisado, pero menos, de la ciudad de Burdeos. Por una calle peatonal y bastante comercial, con tiendas de todo tipo de marcas, pijillas y no, regresamos al hotel, donde Mayte y Pili se quedaron a descansar mientras Enrique y un servidor fuimos cenar algo, que no es bueno perdonar refrigerios.

Después de un merecido descanso y tras un aceptable desayuno, recogimos los bártulos y nos metimos en camino de regreso a casa, eso sí con el correspondiente atasco de una gran ciudad en hora punta y con la intención de llegar pronto a destino.

Plaza de la Bolsa
Como sí o sí había que comer algo antes de llegar a casa, aprovechamos para visitar un sitio singular, que ahora nuestros amigos y compañeros de viaje han decidido poner entre sus objetivos de conocer mundo, y que no era otro que Llivia, un enclave español (o catalán) que se encuentra incrustado en pleno territorio francés. Aprovechamos para ver la farmacia más antigua del país y de paso también degustar uno de los magníficos condumios que preparan en Cal Cofa.

Desde allí, el viaje hasta Manresa ya se hizo breve y llevadero, dando por finalizado el mismo en el momento en que pusimos el pie en tierra. Pero la aventura no acaba aquí, quedan las fotos, los comentarios, y las risas de los recuerdos de lo vivido... Es lo que tienen estas actividades viajeras.

Por ponerle fin a esta crónica apresurada, queridas paredes, agradecer a Mayte y Enrique su compañía, la organización del viaje, la paciencia en momentos, agradecer a la Porsche que haga vehículos tan cómodos y eficientes, agradecer a los franceses, que aún siendo como son, la inmensa mayoría nos trató adecuadamente, y por fin agradecer al que controla el tiempo, que salvo alguna gota nos permitió hacer las visitas secos y sin mojarnos.

viernes, 12 de abril de 2024

Bretaña y las Islas del Canal. Parte Cuatro

Una vez más, a la intempestiva hora de las ocho de la mañana todos en el parking del hotel para cargar las maletas y empezar nuestra nueva aventura diaria con el estómago como si nos fuésemos a hacer una vulgar analítica, o sea en ayunas.

Mont Sant Michel

A esas horas como digo, tardamos poco más de media hora en llegar al parking de Mont Saint Michel, que como era de esperar estaba vacío a esas horas, con la cantidad de gente que se metió en las siguientes  parece casi imposible. Rápidamente encontramos la lanzadera que accede al puente de la ciudad y como no podía ser de otra manera, solo con una chica que se subió en una de las paradas, llegamos al destino.

Mont Saint Michel
Allí, tras las fotos de rigor con el fondo de la montaña y la abadía, empezamos la visita al recinto amurallado, buscando como objetivo prioritario, el primer establecimiento abierto en que pudiésemos meter algo sólido en el cuerpo. Lo cierto es que estaban todos prácticamente cerrados, así que como pudimos convencimos a uno de los camareros de que nos sirviese algo, aunque él siguiese preparándose para la avalancha que le venía encima. Todo después de preguntar en uno que nos dijeron que solo atendían a clientes de no sé que hotel que había cerca de allí.

Con los cuerpos más templados iniciamos la subida a la abadía por estrechas callejuelas en las que íbamos viendo bonitas casas en su mayoría dedicadas a negocios relacionados con el turismo. Hasta llegar a la abadía el recorrido es empinado y aunque no se hace especialmente pesado a estas alturas del viaje ya todos los esfuerzos se van notando en las piernas. El caso es que llegamos a la taquilla, aquí hay que pagar entrada, y para nuestra sorpresa estaba cerrada. No por nada en especial, es que somos unos madrugadores impenitentes.

La construcción parece ser que viene como en tantos monumentos de la aparición del arcángel San Miguel a un obispo que le dijo que le erigiera una iglesia en su nombre, para poco después ir creciendo y aumentando su volumen. Tomó gran importancia en la guerra de los Cien Años en que se convirtió en un signo del Reino de Francia. Con el paso de los años, la pérdida de peregrinos y la revolución se convirtió en una prisión que cada vez albergaba más gente. Esto la salvó de desaparecer, pues cuando cerró la cárcel a finales del siglo XIX se convirtió en un monumento histórico, se restauró y hasta la fecha, que se ha convertido en uno de los focos de turismo más importante de la zona.

Saint-Mère Eglise

Dentro de la Abadía a mí personalmente lo que más me impresionó fue un magnífico claustro de columnas dobles perfectamente alineadas. También son interesantes las diversas salas, unas de gran amplitud y otras más pequeñas que configuraron los espacios de vida de la abadía. Y por cierto lo que es memorable desde alguna de las terrazas del edificio son las espectaculares vistas a la bahía, que hoy lucían con la marea baja, pero en las ocasiones en que está alta y se acerca al puente-pasarela de madera que da acceso al complejo deben ser todavía más impactantes.

Normandie

Desde allí nos dirigimos sin prisa pero sin pausa, pues casi hora y media de camino nos separaba de Utah Beach, la primera parada de la visita a Normandia. Esta playa fue de gran importancia en el desembarco de las tropas aliadas pues se produjo tanto por vía aérea, las fuerzas de paracaidistas, como por tierra desde las famosas lanchas que tantas películas nos han enseñado a lo largo de los años.

Impresiona la imaginación de cada uno solo la vista de unas estatuas que conmemoran estos hechos. Se hace difícil pensar en la magnitud de la tragedia para todos aquellos participantes de uno u otro bando, más para los que dejaron sus vidas en la playa y en los bunkers, pero también para los que sobrevivieron a aquel desatino de la humanidad, las cifras de muertos y heridos se cuentan por miles y con una cierta sensación de anonimato para todos ellos. Con el tiempo que ha pasado, lo que parecía que era una lección magistral para el mundo, solo fue una etapa más para aprender a como matarse más y mejor. Lástima...

Cementerio alemán
Pudimos ver también el museo del desembarco que una vez has imaginado como fue aquello se queda muy corto y solo un  pequeño testimonio de todo lo que allí sucedió. A pesar de ello pasan un documental con imágenes reales del momento que es realmente interesante y hasta clarificador.

La próxima parada es el pueblo de Saint-Mère Eglise, a tan solo quince kilómetros. Aquí destaca de manera importante la iglesia del pueblo porque de su torre quedó colgado el soldado John  Steele de las fuerzas aerotransportadas al engancharse su paracaídas en una de las gárgolas del templo. Un muñeco ataviado como en su momento iban los soldados se encuentra colgado en el lugar de los hechos como recuerdo y homenaje a las tropas aliadas.

Aquí ya teníamos ganas de comer y obviamente para el país en el que estábamos era demasiado tarde para este menester, así que después de muchos intentos y deliberaciones decidimos entrar en uno que parecía lleno de paisanos y no sin algún sufrimiento conseguimos que nos dieran de comer y la verdad es que bastante bien. Hasta compre un purito para fumarlo más tarde.

Salimos como siempre a buen paso para continuar la visita a unos veinte minutos de camino del Cementerio Alemán de La Cambe. Lo cierto es que como nos había dicho nuestro sobrino Miguel es estremecedor, sobre todo por la austeridad del mismo y por el silencio que se apodera del ambiente solamente roto por algún visitante y algún cortacésped que se encarga de dejar un aspecto ideal del mismo. 

Más sobrecoge cuando te acercas a las pequeñas lápidas del suelo, en la que constan el nombre, el grado militar y las fechas de nacimiento y fallecimiento de los que allí descansan. Una pequeña resta mental entre las dos fechas te va dando números escalofriantes: 18, 19, 20, y alguno de 32, en cualquier caso todo criaturas que si había un sitio en el que nunca debieron estar es allí donde se encontraron con la muerte.

Cementerio Americano
Con el tiempo pisándonos los talones llegamos al cementerio Americano de Colleville-sur-Mer y con la advertencia por parte de los encargado de allí de que disponíamos de tan solo de 10-15 minutos pues las instalaciones tenían hora de cierre, entramos en el recinto.

Aunque sirven las mismas reflexiones para este cementerio que para el alemán, supongo que las películas de Hollywood sobre las guerras, esta y posteriores nos han familiarizado más con los verdes campos de cruces blancas, lugar de reposo de fallecidos en las contiendas casi permanentes en que siempre se encuentra metido el pueblo norteamericano, pues por mucho que nos pese, a europeos y de otros continentes son o eran hasta hace poco los policías del mundo. Cuando hay conflicto se llama y acuden en la mayoría de ocasiones, no sé si es que les gusta este papel, o como diría algún conocido no demasiado bienpensante es que hacen negocio. Lástima, otra vez... 

A partir de aquí nos dedicamos a visitar, ya sin la presión del horario de cierre de recintos diversos, los lugares que por una cosa u otra fueron emblemáticos en aquellos días del desembarco y de la liberación de los territorios ocupados por el gobierno que entonces tuvieron los alemanes.

Pudimos ver un monumento de homenaje a los Rangers, una compañía de soldados de élite que entretuvo a los alemanes en una maniobra de despiste para que el desembarco fuese un éxito, resistiendo como pudieron en unas posiciones que fueron frecuentemente atacadas.

También pasamos por Omaha Beach una de las famosas playas del desembarco desgraciadamente porque los primeros oleajes de asalto a las defensas alemanes son salvajemente eliminados y cuando llega el siguiente oleaje no encuentran más que cadáveres y material destruido. Solo la llegada por retaguardia de tropas aliadas hace que no se convierta en una nueva masacre, que no es que se acabe pero cambia de protagonistas, esta vez los cadáveres son alemanes. Una vez más, que lástima... una vez muertos todos son iguales o por lo menos lo parecen.

Bayeux
Cansado, al menos yo, de tanta guerra y tanta desgracia, aún con la reflexión a flor de piel de que no hacía y falta ir tan lejos en el tiempo, pues entre Gaza, Ucrania y las de África, siempre olvidadas, ponemos rumbo hacia Bayeux donde pensamos cenar.

Bayeux

Los 25 kilómetros que separan las playas donde todavía se conservan aceptablemente las defensas, las baterías y los bunkers alemanes, y Bayeux se hacen bien cortos y una vez instalados en el hotel, aún nos da tiempo de reposar un poco. La primera opción que surge es cenar en el mismo hotel, pero la lectura del menú nos deja un poco fríos y pensamos, que ya que no tenemos prevista una visita a la ciudad en este viaje, bien valdría la pena arriesgarnos a ir al centro y buscar un sitio para la ocasión. A fin de cuentas era mi santo y tenía ganas de celebrarlo.

Así entre google y tripadvisor encontramos un lugar que nos pareció adecuado para el evento, La Taverne des Ducs, en una céntrica plaza, aunque no muy iluminada. Cenamos bien, al menos yo que tomé una lubina, prácticamente el mejor plato del viaje.

Después mientras volvíamos al hotel a pie, pude fumarme uno de los puritos que había comprado al mediodía, que se me antojaba lejísimos en el tiempo y tan solo habían pasado una horas. Eso parece que pasa cuando haces muchas cosas y muchas visitas seguidas. Es lo que habíamos hecho. A descansar que mañana iniciamos el penúltimo día aventura.

miércoles, 10 de abril de 2024

Bretaña y las Islas del Canal. Parte Tres

Como estaba previsto, con las maletas a rastras y con una especie de "sirimiri" que apenas humedecía nuestros rostros y en el tiempo previsto llegamos al puerto de Saint Malo de donde partía un primer ferry con destino a Jersey, para posteriormente enlazar con otro que nos conduciría a Guernsey. Aprovechamos el primero para desayunar unos magníficos "bocatas" de bacon, del hotel nos habíamos ido sin probar un bocado.  

Catedral de Guernsey

Guernsey

Sin prácticamente contratiempos derivados de la navegación, todos excepto un servidor, que no es que sea un lobo de mar pero no me mareo, se tomaron su correspondiente "biodramina", llegamos al puerto de ferrys de la Isla de Guernsey, conocido como St. Peter Port.

Dada la cercanía del alojamiento, como siempre a lo largo de este viaje en el centro, con nuestra maleta a cuestas nos dirigimos por céntricas y peatonales calles hasta el Hotel The Duke Of Normandie, donde llegamos antes de la hora del "check-in", por lo que tuvimos que esperar a que tuviesen preparada al menos una habitación para poder dejar el equipaje de las dos parejas. Como creo que son un poco cuadriculados, no nos entendieron o no nos expresamos bien y justo a la hora en punto nos dieron las dos habitaciones a la vez. Cosas del idioma? vaya usted a saber.

Total que una vez instalados nos fuimos a dar una vuelta con la intención de visitar la Catedral y la casa donde vivió medio exiliado, medio enfadado el autor Victor Hugo. Y lo de la catedral bien pero la casa estaba algo lejos por unas calles bastante empinadas y difíciles de caminar. A pesar de todo llegamos sin problemas, aunque estaba cerrada por reformas. Desde allí estaba previsto visitar una torre para la que había que seguir subiendo pero mi pie dijo que no podía ser, así que con Pili regresamos al hotel y Mayte y Enrique siguieron hasta ella (se iban a perder nada los colegas).

Cuando nos reagrupamos en el hotel decidimos ir a buscar un sitio donde cenar pasando por la calle más comercial, donde Pili encontró una joyería en la que le gustó mucho un anillo al módico precio de 700 libras. Suerte que en la negociación la dependienta le hizo ver que no eran 700 sino 7.000 libras, con lo que abandonó su idea de compra. Por cierto cenamos bastante bien en un restaurante italiano. Sorrento es su nombre.

Acceso a Mirus Battery
Tras un merecido descanso iniciamos el tour que habíamos contratado con antelación para recorrer la isla con una guía que resultó ser excelente (hasta hablaba castellano) y en un vehículo solo para nosotros cuatro. Así que en estas condiciones nos dirigimos a nuestra primera parada del día, cerca del aeropuerto de la isla: La Little Chapel.

Esta es una reproducción en pequeño del Santuario de Lourdes en Francia, construida con cerámicas de varios colores y formas en el que se recrea el altar de la virgen y hasta una cripta subterránea, de acceso complicado. Nos explicó que tuvo que ser reformada hasta en tres ocasiones, una de ellas porque al ser las puertas tan pequeñas, no cabía el obispo para poder hacer la bendición del templo. Por cosas bastante obvias a partir de aquel momento empezaron a llamarme "bishop".

Desde allí nos dirigimos al Museo de la Ocupación Alemana, un empeño de una familia, que a través de recoger materiales e historias ha montado una exposición permanente de cómo fueron aquellos años de ocupación por parte de las tropas alemanas. El museo es muy interesante y te puedes hacer una idea bastante clara de las vivencias de la gente de a pie en aquella situación tan dura.

Llegado este momento habrá que aclarar que las Islas del Canal fueron el único territorio británico invadido por el ejército alemán en la segunda guerra mundial al mismo tiempo que fueron los únicos enclaves de la corona que no fueron liberados por las tropas aliadas. Al parecer cuando todo acabó, alguien llamó a las autoridades invasoras para comunicarles que la guerra había terminado y que la habían perdido. Es de suponer que sabiendo eso, se fueron y aquí paz y luego gloria...

Batería de defensa ¿o ataque? en Guernsey
Sin perder mucho tiempo nos dirigimos a una zona cercana al mar donde se encontraba el conocido como Cañón de Pleinmont, que jugó un importante papel en la defensa de la isla, una vez ya ocupada contra los ataques aéreos que sufrió por parte de las tropas británicas a lo largo de toda la contienda. Toda la zona está plagada de bunkers y defensas, más grandes o más pequeños, de mayor o de menor calibre, pero muchos.

Después de todas estas visitas la misma guía nos llevó a reponer fuerzas en un sitio especialmente agradable, con vistas al mar y muy cuidado. Aprovechamos la ocasión para no irnos de territorio británico sin comer los famosos "fish&chips", que por cierto estaban bastante buenos.

Desde allí nos dirigimos a la Mirus Battery, un auténtico complejo militar bien conservado, aunque queda todavía faena por hacer, en el que destacaba una batería de gran potencia y de gran alcance (no sé si con intención de poder bombardear Gran Bretaña desde allí) que estaba servida por más 46 hombres entre soldados y oficiales.

Fueron muy importantes la vicisitudes que el ejército alemán tuvo para lleva allí semejante batería y están reflejadas en las fotos que se pueden ver en el recinto o que la guía nos enseña. Bajo tierra hay una pequeña ciudad, con sus dormitorios, enfermería, talleres, almacenes de munición, etc. De hecho los suministros llegaban en vagones por raíles como se puede ver en la foto que adjunto.

Tras la visita de un dolmen famoso en la zona que nuestros amigos querían ver, a mí ya me daba lo mismo, nos fuimos a embarcar en el ferry que nos habría de conducir a Jersey. Y allí la única aventura reseñable es que cenamos todos a bordo, excepto Pili que tuvo a bien marearse y lo pasó solo regular, tirando a mal.

Entrada al puerto de Jersey

Jersey

Ya noche cerrada llegamos al puerto de Jersey, y dadas las condiciones tomamos un taxi que nos condujo hasta el hotel Savoy, donde pasaremos las dos próximas noches. La verdad es que al día siguiente no parecía tan alejado del puerto como el día anterior. Descanso merecido y preparados para el día siguiente que también habíamos contratado un tour.

No obstante, antes de salir tomamos un espléndido desayuno en el hotel con la idea de que nos había de proporcionar fuerzas para el tour, que se antojaba sería más largo porque mayor superficie y población tenía esta isla que la anterior. Lo cierto es que un guía nos recogió a la hora prevista y luego fuimos a otro hotel a buscar otras dos personas que también participaban en el mismo. Total que las primeras impresiones de que no sería igual que el anterior se cumplieron: No íbamos solos, el guía no decía ni una palabra en castellano y no se acordaba que era fiesta y tenía que trabajar.

Con estas premisas empezamos el tour, en que Mayte iba traduciendo como mejor podía las explicaciones del guía-conductor. Así llegamos a lo que era la primera parada, el Castillo de Mont Orgueil. Se trata de un edificio de más de 800 años de antigüedad que es el símbolo de identidad de la isla. Su historia es la historia que va desde la conquista normanda hasta la invasión francesa y la larga conexión con la corona inglesa. En su interior, se amontonan historias de brujería y otros aspectos médicos medievales como la rueda de la orina o incluso de presencia de fantasmas que defienden el castillo.

Seguimos el recorrido por carreteras estrechas y rodeadas de plantaciones de patatas en las laderas de las montañas, a semejanza de las terrazas de vides del río Sil en Galicia. Lo cierto es que son muchos en cantidad estos cultivos y en superficies especialmente grandes para una isla relativamente pequeña. Así llegamos a una zona de playa, donde se veían las entradas a los túneles que fueron muchos y con diversos usos durante la ocupación alemana en la segunda guerra mundial, desde hospitales, hasta refugios y zonas de comunicaciones.

Castillo de Mont Orgueil
Antes de esta última visita habíamos parado en una especie de centro comercial de la perla, donde además de poder admirar algunas joyas de este material, pudimos hacer un pequeño tentenpié. Después fuimos bordeando el mar parando en algunos parajes especiales por su paisaje o por la presencia de bunkers y más túneles excavados en la roca, pero que no eran visitables en estos momentos.

También pudimos admirar el maravilloso Faro de La Corbiere, llamado así por la presencia en la zona de muchos cuervos en épocas pasadas, pues en la actualidad está bastante dominado por las gaviotas sin que se pueda ver prácticamente ninguna de las aves que le dieron nombre.

Unos pocos Kilómetros más de carreteras estrechas y fuimos a dar a un cementerio, perfectamente cuidado y con vistas a la playa, así como con una capilla bien particular sobre todo con los techos interiores, bien labrados y decorados. Una vez visitado volvimos al coche para acercarnos a una zona de playa, con gran cantidad de establecimientos de restauración para poder calmar nuestro apetito que a estas horas, ya estaba hecho.

Comimos en una hora, o más, porque el conductor le dió a Enrique una buena reprimenda porque nos habíamos excedido del tiempo que había fijado para comer. Como os podéis imaginar queridas paredes a mi amigo le encantó el debate con el guía, así que sin excesivos comentarios pusimos rumbo a la ciudad y llegamos a nuestro hotel con tiempo suficiente para un breve descanso y luego cenar en el mismo restaurante-pub del alojamiento y tomar una cervecita, que estaba buena.

Faro de Corbiere

Por la mañana del día siguiente no teníamos nada previsto, así que fuimos haciendo un paseo turístico por la zona más céntrica de la ciudad, donde por calles peatonales pudimos ir viendo alguna librería en la que algunos se engancharon e incluso compraron algún libro.

Después nos enteramos que nos habían adelantado la salida del ferry con destino a Saint Malo. No era una mala noticia del todo pues lo que había que ver en la isla más o menos lo habíamos visto ya.

Así pues, recogimos las maletas que habíamos dejado en la consigna del hotel y nos acercamos al puerto en un taxi, dispuestos a embarcar para el último tramo marino del viaje, el cuarto por cierto, con la esperanza de que esta vez no hubiese mareados. Y efectivamente así fue, llegamos al hotel "des armateurs", donde nos guardaban parte del equipaje y además nos guardaron la misma habitación de tres días antes. Todo un detalle por su parte. 

Aún nos dió tiempo de un paseo por extramuros de la ciudad, viendo alguna de las atracciones que no pudimos ver en la anterior visita e incluso después de evaluar algunos de los establecimientos de la zona pudimos cenar en el mismo sitio que días atrás: La Duchesse Anne. 

A descansar que mañana empezamos la penúltima fase del viaje y como ya sabe todo el mundo se madruga para poder estirar la jornada lo más posible...

lunes, 8 de abril de 2024

Bretaña y las Islas del Canal. Parte Dos

Es temprano, como así será ya cada día de la ruta, un desayuno aceptable en el hotel y con las maletas preparadas casi desde la noche anterior nos dirigimos como protagonistas de novelas de caballería a nuestro carruaje, dispuestos a la conquista de la Bretaña...

Rochefort en Terre.

Tras poco más de una hora de viaje, incluida la salida de la ciudad de Nantes en un día laborable, es lo que tiene estar en el centro, que luego tienes que salir de él, llegamos a la bonita ciudad de Rochefort en Terre, aparcamos maravillosamente en un lugar ideal, que luego tuvimos que cambiar, pues nos percatamos que pese a nuestra apariencia caballeresca no estaba reservado para nosotros. Una minucia fácilmente superable aparcando en uno de pago.

Rochefort en Terre. Plaza Mayor

Se trata de un pueblecito que no llega a los 700 habitantes, maravillosamente conservado, que se desarrolló por allá por el siglo XII en torno a un castillo, en el que previamente ya había unas ruinas romanas y que en la actualidad se encuentra parcialmente conservado, y que fue propiedad de los Señores de Rochefort.

Durante bastante tiempo fue una zona dedicada a la elaboración de productos derivados del cuero y de la pizarra, hasta que a principios del siglo XX, el propietario del castillo, organizó unas jornadas artísticas y desde entonces encuentra en el turismo su principal fuente de vida.

Los principales atractivos arquitectónicos del pueblo son el ya referido castillo, que aunque solo esté parcialmente conservado, vale la pena visitar y unas casonas de los siglos XVI y XVII, bien cuidadas y especialmente bellas.

El otro monumento digno de resaltar es la Colegiata de Notre Dame de la Tronchaye (gracias wikipedia) con restos del siglo XII, pero que se construyó prácticamente toda en el XIV. Está considerada como monumento histórico y bien vale la pena su visita.

Tras desandar el camino hasta el lugar de aparcamiento, pasando por unas calles conservadas como si de un pueblo medieval se tratase, después de las visitas programadas, accedimos a nuestro "carruaje" y pusimos rumbo a nuestra siguiente parada.

Vannes

Apenas media hora de viaje y nos plantamos en un céntrico parking de la ciudad de Vannes, en bretón Gwened (de aquí el lío con los navegadores y las señales de tráfico en el viaje), de unos 50.000 habitantes su núcleo principal, aunque con su área metropolitana llega a las 140.000 almas.

Aunque parece ser que el enclave es del siglo I antes de Cristo, no se desarrolla como auténtica ciudad hasta el siglo V de nuestra era, y sabemos ¿por qué?. Obviamente, en el momento en que se convirtió en sede episcopal.

Vannes. Ayuntamiento
Pues bien, una vez desembarcados empezamos a deliberar intensamente sin que el agua llegase al río sobre la dirección a tomar para la visita turística. Al final, mientras una aliviaba sus necesidades fisiológicas, la otra preguntó a un paisano que nos orientó adecuadamente. El uno y el otro, no entramos en debate y esperamos pacientemente la finalización de las actividades de las referidas.

El recorrido por las atracciones monumentales de la ciudad, aunque no necesariamente fuese en el orden que las explico en esta entrada fue el siguiente: La zona de las murallas medievales, magníficamente conservadas, con unos cuidados jardines que acompañan al río, perfectamente canalizado en todo su recorrido por el entorno urbano. Es de suponer que fuera de él irá a su bola, aunque no lo vimos.

La catedral de San Pedro es otro de los monumentos a visitar, en cuyo interior se encuentra la tumba de San Vicente Ferrer, valenciano de origen y que supongo que en su honor la ciudad tiene una plaza dedicada a Valencia, muy cerca de la casa de Vannes & wife (nos vamos entrenando para las islas), que parece ser fue una posada y en su fachada tiene una escultura del referido matrimonio.

También visitamos una famosa puerta, de San Vicente creo, que abre la ciudad al puerto de mar que fue muy importante en el desarrollo de la urbe, pero lo que más me sorprendió, fueron las casas con las estructuras de madera en forma de cruz de San Andrés en sus fachadas. Están por todo el casco antiguo, en las calles y plazas de la zona.

El apetito ya empezaba a hacer presencia en algún miembro de la expedición, pero decidimos que lo ideal sería esperar a Rennes para calmar tal instinto, porque total solo estábamos a poco más de una hora de camino y entre aparcar y unas cosas y otras igual lo encontrábamos todo cerrado. Esperamos pues como buenos caballer@s, quien va a decir que no a una buena aventura...

Rennes. Plaza típica
Rennes

Teniendo en cuenta que quisimos aparcar cerca del centro de la ciudad para tener a mano todas las visitas programadas, la hora se hizo algo más que larga. El objetivo de aparcar estaba conseguido, ahora bien el de comer se antojaba difícil, prácticamente todos los bares y establecimientos estaban o cerrando o con la cocina cerrada. 

Pero la suerte estaba de nuestra parte y después de solicitar mesa y esperar a ver si nos la daban conseguimos una en un lugar pintoresco, con una cocina muy elaborada y de aspecto muy moderno.

La ciudad es un conglomerado de unos 200.000 habitantes, a los que podemos sumar su área urbana que casi llega a los 700.000. Dispone de una área de desarrollo tecnológico importante que se multiplicó exponencialmente después de la segunda guerra mundial.

El primer monumento que pudimos disfrutar fue la catedral de San Pedro, estaba al lado del restaurante, de estilo neoclásico, que acabó de construirse a mediados del siglo XX, sobre templos de los siglos XII y XIV de diversos estilos.

Paseando con cierta tranquilidad, llegamos a una de las plazas más típicas por su forma de construcción que es la del Champ-Jacquet (en la foto). Pudimos apreciar algún pequeño resto de lo que fueron las murallas que rodearon a la ciudad y finalmente accedimos a la plaza del ayuntamiento, donde se encuentra el singular edificio que alberga las instituciones municipales y justo enfrente en la misma plaza el maravilloso edificio de la Ópera de Rennes.

Saint Malo. Catedral

Desde allí y pasando por el magnífico Palacio del Comercio, en la actualidad sede de Correos, fuimos a dar con el parking donde nos esperaba nuestro transporte para salir con destino a Saint Malo, última etapa del día de hoy.

Saint Malo I

En menos de una hora de camino estuvimos en el casco antiguo, dentro de las murallas en la puerta del hotel La Maison des Armateurs, que recomiendo para quien quiera visitar la ciudad, y no solo por lo céntrico y cómodo que es, sino por el servicio amable y eficiente que nos dieron no solo ahora sino tres días después cuando regresamos de la aventura de las Islas del Canal.

Había que cenar, pero teníamos tiempo suficiente, así que en un ejercicio previo al viaje del día siguiente nos fuimos caminando hasta la salida del ferry a Jersey para calcular el tiempo con el que habíamos de salir del hotel para no perder el enlace.  Tuvimos que hacer algunas correcciones puesto que el día siguiente iríamos arrastrando maletas y la previsión del tiempo era de lluvia. En cualquier caso nosotros a lo nuestro y con esa información nos fuimos a pasear.

Lo primero que vimos fue la catedral, estaba a pocos pasos del hotel, luego nos refugiamos en unos soportales de una bonita plaza cuyo nombre no recuerdo en este momento. Cuando amainó un poco la lluvia, la verdad es que no era mucha, paseando por diversas callejuelas llegamos a la muralla, con vistas al mar y que recorrimos disfrutando de un excelente arco iris doble sobre el Atlántico.

Seguimos por la zona llegando al Hotel casa natal de Chateaubriand y finalmente por la calle que va pegada a la muralla y zona de ocio y restauración importante decidimos cenar en la creperie La Duchesse Anne, antes de retirarnos a descansar.

Mañana viaje en Ferry con destino final en Guernsey y paso intermedio por Jersey.

sábado, 6 de abril de 2024

Bretaña y las Islas del Canal. Parte Una

Pues ya tocaba este viajecito por diversos motivos, pero principalmente porque teníamos ganas de visitar la Bretaña y Normandía desde hacía tiempo y por una cosa u otra siempre se acababa posponiendo. Así que un buen día, cenando con nuestros amigos Mayte y Enrique, viajeros impenitentes que han pisado los 195 países reconocidos por la ONU, se gestó esta pequeña aventura.

Las condiciones quedaron muy claras desde el primer momento y las establecieron como no podía ser de otra manera Pili y Enrique, aunque yo reconozco que puse una sin gran trascendencia: conducir lo menos posible, que al final fue nada.

Camino a Nantes
Pili, aparte de las zonas referidas puso como condición visitar Burdeos y Enrique las Islas del Canal (Jersey y Guernsey). Aprobado por unanimidad dejamos en manos de nuestro amigo la organización del viaje y en pocos días tuvimos en nuestras manos un folleto con toda la información y costos del viaje y casi sin darnos cuenta llegó el día del viaje en que debíamos estar en su casa en Manresa a la 07:00 horas para iniciar nuestro periplo.

Nantes

La primera parada del recorrido fue la ciudad de Nantes, donde pasamos la primera noche. Pero esto que parece sencillo dicho así tiene una pequeña complicación, nos separaban más de 900 kilómetros desde el punto de partida y aunque el conductor fue eficiente desde el minuto cero, yo empecé a colaborar como pude, llegando tarde a la hora de salida, pues tuve a bien equivocarme en la salida de Terrassa a Manresa. El otro pequeño retraso tiene que ver con la fisiología de alguno del grupo. Un buen inicio.

Sin más pausas empezamos el camino en el coche de nuestros amigos, primero por la autovía hasta pasar el túnel del Cadí y posteriormente desde Puigcerdá pasamos a Francia y enfilamos con varios navegadores a la vez nuestro primer día de viaje. El camino se hace corto y los kilómetros van pasando a buen ritmo, excelente diría yo, hasta que nuestros vacíos estómagos nos dan la señal de alerta para hacer una parada técnica (desayuno, estirar piernas, eliminación de líquidos y recarga de gasolina).

Catedral de Nantes
La opción es parar en la única área de servicio que está en obras en toda la autovía, con lo que cada una de las cosas que habíamos de hacer son en un barracón distinto, con el de la tienda bajo mínimos de suministros, los WC en otro barracón, estirar las piernas en un terreno lleno de obstáculos con piedras y elementos de construcción diversos. Menos mal que la gasolina está a solo 2 euros/litro (a lo largo de los días la llegamos a encontrar a 2,20 euros/litro) y eso nos consuela de cuando tengamos que llenar el depósito en nuestro país. A pesar de todo el optimismo se impone y seguimos viaje como si nada hubiese pasado: Nantes nos espera, a más kilómetros de los que en ese momento creíamos...

Como digo, con la mayoría de la necesidades fisiológicas cubiertas, incluidas las del vehículo, a un ritmo muy bueno seguimos la marcha con diversas conversaciones de todo tipo, hablando a veces con los GPS que disponemos (3 en total: el del coche, el de google y el de waze) lo que hace el viaje más entretenido. Casi sin darnos cuenta salimos de la autovía y pasamos a circular por lo que aquí sería una nacional, en buen estado y con poco tráfico hasta la hora de reponer fuerzas, ya en serio esta vez.

Decidimos parar en una especie de "borda", que se veía de lo más típica de la zona en que estábamos en ese momento de la ruta, con solamente cuatro turistas, o sea nosotros, pues el resto eran nativos, lo cual nos dio la oportunidad de comer como se come en la zona. Pues nada, ocasión desperdiciada, no sé si por el lío del idioma o por acabar rápido el proceso, nos metimos entre pecho y espalda un burguer con lechuga, tomate y patatas fritas, plato obviamente típico de la France. Estaba bueno, por cierto.

Galerías comerciales
Sin demasiadas concesiones a cafés y otras bebidas espirituosas reanudamos la marcha, con el mismo optimismo que a la mañana, pero ya con algo más de ganas de llegar a Nantes. Esta era la etapa más larga de coche que teníamos prevista en todo el recorrido. Se entiende perfectamente que tuviésemos ganas de llegar.

Con más o menos precisión se iban cumpliendo los planes establecidos por Enrique y en los últimos tramos diría que incluso mejorando la previsión, lo que nos permitió llegar a nuestro destino antes de lo que todos pensábamos.

Nos instalamos en el hotel seleccionado por el organizador con una magnífica visión del viaje: estaba justo en el centro de la ciudad, a escasos metros de la catedral y del castillo. Eso nos permitiría hacer un buen recorrido turístico de la ciudad a pie antes incluso de ir a cenar (y eso que en este país cenan temprano).

El paseo se inicia en el magnífico castillo de los Duques de Bretaña, palacio medieval del siglo XIII, habitado por los referidos duques hasta el siglo XV. Luego en 1840, fue clasificado como monumento histórico pasó a ser público y se integró en el conjunto cultural de "Castillos del Loira". Luego fuimos a la Place Royale, considerada centro de la ciudad con una monumental fuente el centro, bastante dañada en la segunda guerra mundial pero restaurada idénticamente a como era en los años 50 y 60 del siglo pasado. En la actualidad es una zona de paseo peatonal muy agradable.

Castillo de Nantes
Aprovechando la proximidad visitamos el Pasaje Pommeraye, reconocido como uno de los mas bellos de Europa, que fue impulsado por un joven notario del mismo nombre para galerías comerciales, pero que dicho éxito arquitectónico no se tradujo en el mismo éxito económico y el referido notario acabó endeudado hasta las cejas y finalmente arruinado. A continuación y antes de buscar un lugar para la cena, que la comida estaba ya en los pies..., visitamos la Catedral de San Pedro y San Pablo.

Por abreviar diremos que se trata de una catedral de estilo gótico que se empezó a construir en el siglo V y que no se acabó hasta el siglo XIX, con lo que tardó casi quinientos años en estar terminada su construcción. La catedral alberga en su interior una cripta románica del siglo XI y otra más grande del siglo XIX que tiene una exposición permanente sobre la historia de la catedral.

Ya por la zona peatonal y más céntrica encontramos para cenar un lugar muy agradable, donde con alguna ensalada y algo de carne de "cochon" en que el establecimiento era especialista, regados con una buena cerveza dimos por finalizada la visita y regresamos al hotel a descansar, pues el día siguiente prometía más actividades y visitas. Por cierto el hotel a tres minutos de donde cenamos...

jueves, 4 de abril de 2024

La bodega del pueblo a pleno rendimiento

Lo cierto es que la bodega del pueblo, la de Villanueva de Sijena era un deseo antiguo, que hace unos años se convirtió en una realidad, pero que en los últimos meses ha pasado de esporádicos eventos a utilidades casi mensuales y descubriendo cada día más el valor que tiene y la capacidad de acoger a gente con ganas de disfrutar y de pasarlo bien, sobre todo riendo, que es uno de los valores que más me seducen de la vida a estas horas del partido.

Las madres y padres de la "colla pesigolla".

Así pues, este pleno rendimiento se inició con una escapada de fin de semana con los padres y madres de la "colla" a la que pertenece nuestra hija Izarbe y que viene desde los tiempos de la primaria y ahora, ya la mayoría madres se ha convertido en un grupo bien consolidado.
La mesa puesta

Puesto que no había camas para tanta peña, unos vinieron el viernes y otros el sábado y por tardíos se instalaron en el hotel de la vecina población de Sariñena, donde según nos cuentan les atienden divinamente y lo digo para que quede constancia por si alguna vez se nos llena la casa.

Los más aventajados, en tiempo de llegada, una vez sorteadas las habitaciones y con alguna trampilla de última hora, acordada eso sí, nos lanzamos a la cena, después que algunos del grupo fuesen a encargar los productos de panadería necesarios a casa de la familia de Pili, que siempre que viene alguien aprovecha para hacer publicidad de las bondades de las elaboraciones. 

Lo dicho, cenamos unos embutidos, pan con tomate, algunas tortillas de patata y algo de verde que siempre es saludable. Luego los bebercios habituales y a gusto de cada uno, vino blanco, vino tinto, cava y hasta agua para pasar la cena. Con los postres, los cafés y otras menudencias, aparecieron las bebidas espirituosas, desde combinados de ginebra y tónica hasta los chupitos, unos de güisqui y alguno hasta de vodka, se apoderaron del ambiente y no es de extrañar que los juegos y entretenimientos preparados o no para la ocasión apenas empezar, finalizaban por la incapacidad del personal de aguantar las risas. Así más o menos cada uno acabó en su cama y hasta mañana que habrá que desayunar.

Lo dicho, por la mañana ya con el equipo completo y después del desayuno, dulce o salado según el gusto de cada uno, tocaban las visitas de rigor de todos los amigos que se acercan por nuestro pueblo, que no son otras que el Monasterio de Sijena y la casa natal del ilustre sabio Miguel Servet, orgullo de toda la población y alrededores. Alguno como yo que ya ha disfrutado sobradamente de las dos actividades se quedó en casa para mantener el calor de la  bodega a base de quemar leños y de paso preparar la barbacoa del patio y la parrillas para la brasa que habría de cocinar la comida de este día.

Padres y madres "pesigolla"
Cuando regresaron "los turistas" ya casi era hora de montar las parrillas y preparar las viandas para la ocasión (costillitas de cordero, butifarra o longaniza, panceta y un poquito de chorizo), cosa que procedimos a hacer al tiempo que avivábamos la brasa para que todo estuviese en su punto y tomábamos el preceptivo vermú de cada vez que vamos al pueblo. 

La comida a la brasa resultó ser excelente, añadiendo el pan tostado, vicio de algunos, y unas berenjenas también a la brasa que hicieron las delicias de los menos carnívoros. Luego, los postres, los cafés, los chupitos, etc., y vuelta a la alegría del grupo con nuevos juegos y entretenimientos y hasta cánticos de diversa índole, desde los más atrevidos a los más recatados...

Y así terminó un fin de semana con el grupo, ya que la cena no para todos fue más que frugal y al día siguiente había que regresar a casa.

Un "mix" de parte de la Tascanna y parte de La Alegría.

Otra de las actividades de la bodega, siempre unida al entretenimiento y la gastronomía con maridaje para ser precisos, fue la organización de una "calçotada" con una parte de lo que fue el grupo de la Tascanna y una pequeña representación de lo que es la Peña La Alegría, a la que por cierto faltaron habituales como J. Ramón y M. Luisa por motivos de salud, ya felizmente solucionados y casi olvidados.

Pues la "calçotada" fue de lo más típica y tópica. Fuego para los calçots, de los que sobraron en abundancia pues como he dicho la previsión era para más comensales. No hubo problema pues al día siguiente teníamos comida familiar y algunos de los miembros dieron buena cuenta de los que sobraron (que estaban sin pasar por el fuego). 

Después como es común en este tipo de celebración las brasas para la carne de todo tipo incluidas unas butifarras negras que gustan especialmente a algunos de los comensales. Sin prisas pero sin pausas las viandas fueron pasando por los platos hasta llegar un momento en que todo el mundo dijo basta y se dio paso las típicas naranjas que forman el menú del evento, eso sí, sin la crema catalana de rigor que el cuerpo no daba para más.

En la barbacoa del patio
Lo que sí entraba todavía fueron los cafés de diversas variedades, algunas infusiones y unos chupitos de güisqui o de vodka que ejercieron de digestivos, con apuros por cierto pues la suma total de la ingesta era considerable.

Como no podía ser de otra manera, la cena fue de lo más frugal, limitándose a unas frutas, algunas pastas con café con leche y poca cosa más. El cuerpo da para lo que da a estas alturas del partido.

Al día siguiente y después del desayuno, los invitados regresaron a su casa y nosotros también pero después de comer con la familia, pues esta escapada también formaba parte de las visitas mensuales periódicas que hacemos para vernos con mi madre, mi hermana y resto de la parentela cuando están presentes.

Los de la Torre.

El grupo por llamarlo así viene desde hace casi cuarenta años, en que los padres de Pili tenían "una torre" en El Vendrell, cerca de la playa de Sant Salvador. Allí acudíamos con nuestr@s hij@s una familia del Baix Llobregat y la nuestra del Vallés Occidental que compartíamos plaza (la de Santa Gemma) en la que estaban ubicadas ambas viviendas. Otras familias también la compartían pero de hecho la conexión que se estableció entre las que cito primeras fue espectacular.

Pronto empezaron las cenas veraniegas en una u otra casa, al principio más con nuestros hijos y algunos otros de su edad de las casas colindantes. La excusa de los hijos sirvió para que los padres nos fuésemos añadiendo hasta que finalmente cualquier cumpleaños o aniversario fue una buena excusa para juntarnos en torno a una mesa, casi siempre. Ya después de abandonar nosotros la casa, seguimos viéndonos regularmente estableciendo una amistad que dura hasta la actualidad. Pero este grupo del que hablo, por años, por historia y por las risas de que hemos disfrutado merece otra entrada en este blog, que no tardaré en hacer.

Los de la torre
Pues bien, como que el tiempo vuela y los días y semanas van cayendo inexorablemente, resulta que desde la "reconstrucción" de la bodega no nos habíamos reunido en ella para una buena comida, como suelen ser todas las que hacemos este grupo. Por contraposición a las que hacemos en la playa, me prohibieron que llevase cualquier tipo de bebercio, que ellos lo traerían. El resultado no pudo ser mejor: excelentes caldos y buen cava como siempre.

Lo importante era la reunión y la compañía aunque los condumios no se quedaron atrás, buena brasa en la que colaboró con ideas, con trabajo y con experiencia como casi siempre Eugenio. Siempre aprendes algo cuando estás con él, sea de brasas o sea de la vida.

A la reunión como se puede ver en la foto se van añadiendo elementos, parejas de nuestros hijos y de igual importancia, nietos, sobrinos, sobrinos-nietos, etc. etc. Habrá que seguir con estos encuentros involucrando a los nuevos elementos a fin de que esta tradición se vaya manteniendo, así que desde estas líneas, larga vida al grupo de los de la Torre. Pero, ¡ojo!, hay que seguir trabajando para mantenerlo, que el fuego sin leña acaba apagándose. Tranquilos no lo dejaremos apagar.

Este es el resumen de algunas de las actividades de la bodega del pueblo que como digo en el título está a pleno rendimiento. También habrá que seguir trabajando para que se mantenga en estos niveles.

100 contra 10.000. Más que una comida

Año 1976 Maza, Benedicto, Atarés (Albalatillo), Leciñena (Pelarda), Del Valle, Ojeda, Frauca (Jabalí de Peñalba), León, Rojas (Waldo), Franc...