miércoles, 10 de abril de 2024

Bretaña y las Islas del Canal. Parte Tres

Como estaba previsto, con las maletas a rastras y con una especie de "sirimiri" que apenas humedecía nuestros rostros y en el tiempo previsto llegamos al puerto de Saint Malo de donde partía un primer ferry con destino a Jersey, para posteriormente enlazar con otro que nos conduciría a Guernsey. Aprovechamos el primero para desayunar unos magníficos "bocatas" de bacon, del hotel nos habíamos ido sin probar un bocado.  

Catedral de Guernsey

Guernsey

Sin prácticamente contratiempos derivados de la navegación, todos excepto un servidor, que no es que sea un lobo de mar pero no me mareo, se tomaron su correspondiente "biodramina", llegamos al puerto de ferrys de la Isla de Guernsey, conocido como St. Peter Port.

Dada la cercanía del alojamiento, como siempre a lo largo de este viaje en el centro, con nuestra maleta a cuestas nos dirigimos por céntricas y peatonales calles hasta el Hotel The Duke Of Normandie, donde llegamos antes de la hora del "check-in", por lo que tuvimos que esperar a que tuviesen preparada al menos una habitación para poder dejar el equipaje de las dos parejas. Como creo que son un poco cuadriculados, no nos entendieron o no nos expresamos bien y justo a la hora en punto nos dieron las dos habitaciones a la vez. Cosas del idioma? vaya usted a saber.

Total que una vez instalados nos fuimos a dar una vuelta con la intención de visitar la Catedral y la casa donde vivió medio exiliado, medio enfadado el autor Victor Hugo. Y lo de la catedral bien pero la casa estaba algo lejos por unas calles bastante empinadas y difíciles de caminar. A pesar de todo llegamos sin problemas, aunque estaba cerrada por reformas. Desde allí estaba previsto visitar una torre para la que había que seguir subiendo pero mi pie dijo que no podía ser, así que con Pili regresamos al hotel y Mayte y Enrique siguieron hasta ella (se iban a perder nada los colegas).

Cuando nos reagrupamos en el hotel decidimos ir a buscar un sitio donde cenar pasando por la calle más comercial, donde Pili encontró una joyería en la que le gustó mucho un anillo al módico precio de 700 libras. Suerte que en la negociación la dependienta le hizo ver que no eran 700 sino 7.000 libras, con lo que abandonó su idea de compra. Por cierto cenamos bastante bien en un restaurante italiano. Sorrento es su nombre.

Acceso a Mirus Battery
Tras un merecido descanso iniciamos el tour que habíamos contratado con antelación para recorrer la isla con una guía que resultó ser excelente (hasta hablaba castellano) y en un vehículo solo para nosotros cuatro. Así que en estas condiciones nos dirigimos a nuestra primera parada del día, cerca del aeropuerto de la isla: La Little Chapel.

Esta es una reproducción en pequeño del Santuario de Lourdes en Francia, construida con cerámicas de varios colores y formas en el que se recrea el altar de la virgen y hasta una cripta subterránea, de acceso complicado. Nos explicó que tuvo que ser reformada hasta en tres ocasiones, una de ellas porque al ser las puertas tan pequeñas, no cabía el obispo para poder hacer la bendición del templo. Por cosas bastante obvias a partir de aquel momento empezaron a llamarme "bishop".

Desde allí nos dirigimos al Museo de la Ocupación Alemana, un empeño de una familia, que a través de recoger materiales e historias ha montado una exposición permanente de cómo fueron aquellos años de ocupación por parte de las tropas alemanas. El museo es muy interesante y te puedes hacer una idea bastante clara de las vivencias de la gente de a pie en aquella situación tan dura.

Llegado este momento habrá que aclarar que las Islas del Canal fueron el único territorio británico invadido por el ejército alemán en la segunda guerra mundial al mismo tiempo que fueron los únicos enclaves de la corona que no fueron liberados por las tropas aliadas. Al parecer cuando todo acabó, alguien llamó a las autoridades invasoras para comunicarles que la guerra había terminado y que la habían perdido. Es de suponer que sabiendo eso, se fueron y aquí paz y luego gloria...

Batería de defensa ¿o ataque? en Guernsey
Sin perder mucho tiempo nos dirigimos a una zona cercana al mar donde se encontraba el conocido como Cañón de Pleinmont, que jugó un importante papel en la defensa de la isla, una vez ya ocupada contra los ataques aéreos que sufrió por parte de las tropas británicas a lo largo de toda la contienda. Toda la zona está plagada de bunkers y defensas, más grandes o más pequeños, de mayor o de menor calibre, pero muchos.

Después de todas estas visitas la misma guía nos llevó a reponer fuerzas en un sitio especialmente agradable, con vistas al mar y muy cuidado. Aprovechamos la ocasión para no irnos de territorio británico sin comer los famosos "fish&chips", que por cierto estaban bastante buenos.

Desde allí nos dirigimos a la Mirus Battery, un auténtico complejo militar bien conservado, aunque queda todavía faena por hacer, en el que destacaba una batería de gran potencia y de gran alcance (no sé si con intención de poder bombardear Gran Bretaña desde allí) que estaba servida por más 46 hombres entre soldados y oficiales.

Fueron muy importantes la vicisitudes que el ejército alemán tuvo para lleva allí semejante batería y están reflejadas en las fotos que se pueden ver en el recinto o que la guía nos enseña. Bajo tierra hay una pequeña ciudad, con sus dormitorios, enfermería, talleres, almacenes de munición, etc. De hecho los suministros llegaban en vagones por raíles como se puede ver en la foto que adjunto.

Tras la visita de un dolmen famoso en la zona que nuestros amigos querían ver, a mí ya me daba lo mismo, nos fuimos a embarcar en el ferry que nos habría de conducir a Jersey. Y allí la única aventura reseñable es que cenamos todos a bordo, excepto Pili que tuvo a bien marearse y lo pasó solo regular, tirando a mal.

Entrada al puerto de Jersey

Jersey

Ya noche cerrada llegamos al puerto de Jersey, y dadas las condiciones tomamos un taxi que nos condujo hasta el hotel Savoy, donde pasaremos las dos próximas noches. La verdad es que al día siguiente no parecía tan alejado del puerto como el día anterior. Descanso merecido y preparados para el día siguiente que también habíamos contratado un tour.

No obstante, antes de salir tomamos un espléndido desayuno en el hotel con la idea de que nos había de proporcionar fuerzas para el tour, que se antojaba sería más largo proque mayor superficie y población tenía esta isla que la anterior. Lo cierto es que un guía nos recogió a la hora prevista y luego fuimos a otro hotel a buscar otras dos personas que también participaban en el mismo. Total que las primeras impresiones de que no sería igual que el anterior se cumplieron: No íbamos solos, el guía no decía ni una palabra en castellano y no se acordaba que era fiesta y tenía que trabajar.

Con estas premisas empezamos el tour, en que Mayte iba traduciendo como mejor podía las explicaciones del guía-conductor. Así llegamos a lo que era la primera parada, el Castillo de Mont Orgueil. Se trata de un edificio de más de 800 años de antigüedad que es el símbolo de identidad de la isla. Su historia es la historia que va desde la conquista normanda hasta la invasión francesa y la larga conexión con la corona inglesa. En su interior, se amontonan historias de brujería y otros aspectos médicos medievales como la rueda de la orina o incluso de presencia de fantasmas que defienden el castillo.

Seguimos el recorrido por carreteras estrechas y rodeadas de plantaciones de patatas en las laderas de las montañas, a semejanza de las terrazas de vides del río Sil en Galicia. Lo cierto es que son muchos en cantidad estos cultivos y en superficies especialmente grandes para una isla relativamente pequeña. Así llegamos a una zona de playa, donde se veían las entradas a los túneles que fueron muchos y con diversos usos durante la ocupación alemana en la segunda guerra mundial, desde hospitales, hasta refugios y zonas de comunicaciones.

Castillo de Mont Orgueil


Antes de esta última visita habíamos parado en una especie de centro comercial de la perla, donde además de poder admirar algunas joyas de este material, pudimos hacer un pequeño tentenpié. Después fuimos bordeando el mar parando en algunos parajes especiales por su paisaje o por la presencia de bunkers y más túneles excavados en la roca, pero que no eran visitables en estos momentos.

También pudimos admirar el maravilloso Faro de La Corbiere, llamado así por la presencia en la zona de muchos cuervos en épocas pasadas, pues en la actualidad está bastante dominado por las gaviotas sin que se pueda ver prácticamente ninguna de las aves que le dieron nombre.

Unos pocos Kilómetros más de carreteras estrechas y fuimos a dar a un cementerio, perfectamente cuidado y con vistas a la playa, así como con una capilla bien particular sobre todo con los techos interiores, bien labrados y decorados. Una vez visitado volvimos al coche para acercarnos a una zona de playa, con gran cantidad de establecimientos de restauración para poder calmar nuestro apetito que a estas horas, ya estaba hecho.

Comimos en una hora, o más, porque el conductor le dió a Enrique una buena reprimenda porque nos habíamos excedido del tiempo que había fijado para comer. Como os podéis imaginar queridas paredes a mi amigo le encantó el debate con el guía, así que sin excesivos comentarios pusimos rumbo a la ciudad y llegamos a nuestro hotel con tiempo suficiente para un breve descanso y luego cenar en el mismo restaurante-pub del alojamiento y tomar una cervecita, que estaba buena.

Faro de Corbiere

Por la mañana del día siguiente no teníamos nada previsto, así que fuimos haciendo un paseo turístico por la zona más céntrica de la ciudad, donde por calles peatonales pudimos ir viendo alguna librería en la que algunos se engancharon e incluso compraron algún libro.

Después nos enteramos que nos habían adelantado la salida del ferry con destino a Saint Malo. No era una mala noticia del todo pues lo que había que ver en la isla más o menos lo habíamos visto ya.

Así pues, recogimos las maletas que habíamos dejado en la consigna del hotel y nos acercamos al puerto en un taxi, dispuestos a embarcar para el último tramo marino del viaje, el cuarto por cierto, con la esperanza de que esta vez no hubiese mareados. Y efectivamente así fue, llegamos al hotel "des armateurs", donde nos guardaban parte del equipaje y además nos guardaron la misma habitación de tres días antes. Todo un detalle por su parte. 

Aún nos dió tiempo de un paseo por extramuros de la ciudad, viendo alguna de las atracciones que no pudimos ver en la anterior visita e incluso después de evaluar algunos de los establecimientos de la zona pudimos cenar en el mismo sitio que días atrás: La Duchesse Anne. 

A descansar que mañana empezamos la penúltima fase del viaje y como ya sabe todo el mundo se madruga para poder estirar la jornada lo más posible...

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