Como estaba previsto, con las maletas a rastras y con una especie de "sirimiri" que apenas humedecía nuestros rostros y en el tiempo previsto llegamos al puerto de Saint Malo de donde partía un primer ferry con destino a Jersey, para posteriormente enlazar con otro que nos conduciría a Guernsey. Aprovechamos el primero para desayunar unos magníficos "bocatas" de bacon, del hotel nos habíamos ido sin probar un bocado.
Catedral de Guernsey |
Sin prácticamente contratiempos derivados de la navegación, todos excepto un servidor, que no es que sea un lobo de mar pero no me mareo, se tomaron su correspondiente "biodramina", llegamos al puerto de ferrys de la Isla de Guernsey, conocido como St. Peter Port.
Dada la cercanía del alojamiento, como siempre a lo largo de este viaje en el centro, con nuestra maleta a cuestas nos dirigimos por céntricas y peatonales calles hasta el Hotel The Duke Of Normandie, donde llegamos antes de la hora del "check-in", por lo que tuvimos que esperar a que tuviesen preparada al menos una habitación para poder dejar el equipaje de las dos parejas. Como creo que son un poco cuadriculados, no nos entendieron o no nos expresamos bien y justo a la hora en punto nos dieron las dos habitaciones a la vez. Cosas del idioma? vaya usted a saber.
Total que una vez instalados nos fuimos a dar una vuelta con la intención de visitar la Catedral y la casa donde vivió medio exiliado, medio enfadado el autor Victor Hugo. Y lo de la catedral bien pero la casa estaba algo lejos por unas calles bastante empinadas y difíciles de caminar. A pesar de todo llegamos sin problemas, aunque estaba cerrada por reformas. Desde allí estaba previsto visitar una torre para la que había que seguir subiendo pero mi pie dijo que no podía ser, así que con Pili regresamos al hotel y Mayte y Enrique siguieron hasta ella (se iban a perder nada los colegas).
Acceso a Mirus Battery |
Batería de defensa ¿o ataque? en Guernsey |
Jersey
Ya noche cerrada llegamos al puerto de Jersey, y dadas las condiciones tomamos un taxi que nos condujo hasta el hotel Savoy, donde pasaremos las dos próximas noches. La verdad es que al día siguiente no parecía tan alejado del puerto como el día anterior. Descanso merecido y preparados para el día siguiente que también habíamos contratado un tour.
No obstante, antes de salir tomamos un espléndido desayuno en el hotel con la idea de que nos había de proporcionar fuerzas para el tour, que se antojaba sería más largo porque mayor superficie y población tenía esta isla que la anterior. Lo cierto es que un guía nos recogió a la hora prevista y luego fuimos a otro hotel a buscar otras dos personas que también participaban en el mismo. Total que las primeras impresiones de que no sería igual que el anterior se cumplieron: No íbamos solos, el guía no decía ni una palabra en castellano y no se acordaba que era fiesta y tenía que trabajar.
Con estas premisas empezamos el tour, en que Mayte iba traduciendo como mejor podía las explicaciones del guía-conductor. Así llegamos a lo que era la primera parada, el Castillo de Mont Orgueil. Se trata de un edificio de más de 800 años de antigüedad que es el símbolo de identidad de la isla. Su historia es la historia que va desde la conquista normanda hasta la invasión francesa y la larga conexión con la corona inglesa. En su interior, se amontonan historias de brujería y otros aspectos médicos medievales como la rueda de la orina o incluso de presencia de fantasmas que defienden el castillo.
Seguimos el recorrido por carreteras estrechas y rodeadas de plantaciones de patatas en las laderas de las montañas, a semejanza de las terrazas de vides del río Sil en Galicia. Lo cierto es que son muchos en cantidad estos cultivos y en superficies especialmente grandes para una isla relativamente pequeña. Así llegamos a una zona de playa, donde se veían las entradas a los túneles que fueron muchos y con diversos usos durante la ocupación alemana en la segunda guerra mundial, desde hospitales, hasta refugios y zonas de comunicaciones.
Castillo de Mont Orgueil |
También pudimos admirar el maravilloso Faro de La Corbiere, llamado así por la presencia en la zona de muchos cuervos en épocas pasadas, pues en la actualidad está bastante dominado por las gaviotas sin que se pueda ver prácticamente ninguna de las aves que le dieron nombre.
Unos pocos Kilómetros más de carreteras estrechas y fuimos a dar a un cementerio, perfectamente cuidado y con vistas a la playa, así como con una capilla bien particular sobre todo con los techos interiores, bien labrados y decorados. Una vez visitado volvimos al coche para acercarnos a una zona de playa, con gran cantidad de establecimientos de restauración para poder calmar nuestro apetito que a estas horas, ya estaba hecho.
Comimos en una hora, o más, porque el conductor le dió a Enrique una buena reprimenda porque nos habíamos excedido del tiempo que había fijado para comer. Como os podéis imaginar queridas paredes a mi amigo le encantó el debate con el guía, así que sin excesivos comentarios pusimos rumbo a la ciudad y llegamos a nuestro hotel con tiempo suficiente para un breve descanso y luego cenar en el mismo restaurante-pub del alojamiento y tomar una cervecita, que estaba buena.
Faro de Corbiere |
Por la mañana del día siguiente no teníamos nada previsto, así que fuimos haciendo un paseo turístico por la zona más céntrica de la ciudad, donde por calles peatonales pudimos ir viendo alguna librería en la que algunos se engancharon e incluso compraron algún libro.
Después nos enteramos que nos habían adelantado la salida del ferry con destino a Saint Malo. No era una mala noticia del todo pues lo que había que ver en la isla más o menos lo habíamos visto ya.
Así pues, recogimos las maletas que habíamos dejado en la consigna del hotel y nos acercamos al puerto en un taxi, dispuestos a embarcar para el último tramo marino del viaje, el cuarto por cierto, con la esperanza de que esta vez no hubiese mareados. Y efectivamente así fue, llegamos al hotel "des armateurs", donde nos guardaban parte del equipaje y además nos guardaron la misma habitación de tres días antes. Todo un detalle por su parte.
Aún nos dió tiempo de un paseo por extramuros de la ciudad, viendo alguna de las atracciones que no pudimos ver en la anterior visita e incluso después de evaluar algunos de los establecimientos de la zona pudimos cenar en el mismo sitio que días atrás: La Duchesse Anne.
A descansar que mañana empezamos la penúltima fase del viaje y como ya sabe todo el mundo se madruga para poder estirar la jornada lo más posible...
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