lunes, 8 de abril de 2024

Bretaña y las Islas del Canal. Parte Dos

Es temprano, como así será ya cada día de la ruta, un desayuno aceptable en el hotel y con las maletas preparadas casi desde la noche anterior nos dirigimos como protagonistas de novelas de caballería a nuestro carruaje, dispuestos a la conquista de la Bretaña...

Rochefort en Terre.

Tras poco más de una hora de viaje, incluida la salida de la ciudad de Nantes en un día laborable, es lo que tiene estar en el centro, que luego tienes que salir de él, llegamos a la bonita ciudad de Rochefort en Terre, aparcamos maravillosamente en un lugar ideal, que luego tuvimos que cambiar, pues nos percatamos que pese a nuestra apariencia caballeresca no estaba reservado para nosotros. Una minucia fácilmente superable aparcando en uno de pago.

Rochefort en Terre. Plaza Mayor

Se trata de un pueblecito que no llega a los 700 habitantes, maravillosamente conservado, que se desarrolló por allá por el siglo XII en torno a un castillo, en el que previamente ya había unas ruinas romanas y que en la actualidad se encuentra parcialmente conservado, y que fue propiedad de los Señores de Rochefort.

Durante bastante tiempo fue una zona dedicada a la elaboración de productos derivados del cuero y de la pizarra, hasta que a principios del siglo XX, el propietario del castillo, organizó unas jornadas artísticas y desde entonces encuentra en el turismo su principal fuente de vida.

Los principales atractivos arquitectónicos del pueblo son el ya referido castillo, que aunque solo esté parcialmente conservado, vale la pena visitar y unas casonas de los siglos XVI y XVII, bien cuidadas y especialmente bellas.

El otro monumento digno de resaltar es la Colegiata de Notre Dame de la Tronchaye (gracias wikipedia) con restos del siglo XII, pero que se construyó prácticamente toda en el XIV. Está considerada como monumento histórico y bien vale la pena su visita.

Tras desandar el camino hasta el lugar de aparcamiento, pasando por unas calles conservadas como si de un pueblo medieval se tratase, después de las visitas programadas, accedimos a nuestro "carruaje" y pusimos rumbo a nuestra siguiente parada.

Vannes

Apenas media hora de viaje y nos plantamos en un céntrico parking de la ciudad de Vannes, en bretón Gwened (de aquí el lío con los navegadores y las señales de tráfico en el viaje), de unos 50.000 habitantes su núcleo principal, aunque con su área metropolitana llega a las 140.000 almas.

Aunque parece ser que el enclave es del siglo I antes de Cristo, no se desarrolla como auténtica ciudad hasta el siglo V de nuestra era, y sabemos ¿por qué?. Obviamente, en el momento en que se convirtió en sede episcopal.

Vannes. Ayuntamiento
Pues bien, una vez desembarcados empezamos a deliberar intensamente sin que el agua llegase al río sobre la dirección a tomar para la visita turística. Al final, mientras una aliviaba sus necesidades fisiológicas, la otra preguntó a un paisano que nos orientó adecuadamente. El uno y el otro, no entramos en debate y esperamos pacientemente la finalización de las actividades de las referidas.

El recorrido por las atracciones monumentales de la ciudad, aunque no necesariamente fuese en el orden que las explico en esta entrada fue el siguiente: La zona de las murallas medievales, magníficamente conservadas, con unos cuidados jardines que acompañan al río, perfectamente canalizado en todo su recorrido por el entorno urbano. Es de suponer que fuera de él irá a su bola, aunque no lo vimos.

La catedral de San Pedro es otro de los monumentos a visitar, en cuyo interior se encuentra la tumba de San Vicente Ferrer, valenciano de origen y que supongo que en su honor la ciudad tiene una plaza dedicada a Valencia, muy cerca de la casa de Vannes & wife (nos vamos entrenando para las islas), que parece ser fue una posada y en su fachada tiene una escultura del referido matrimonio.

También visitamos una famosa puerta, de San Vicente creo, que abre la ciudad al puerto de mar que fue muy importante en el desarrollo de la urbe, pero lo que más me sorprendió, fueron las casas con las estructuras de madera en forma de cruz de San Andrés en sus fachadas. Están por todo el casco antiguo, en las calles y plazas de la zona.

El apetito ya empezaba a hacer presencia en algún miembro de la expedición, pero decidimos que lo ideal sería esperar a Rennes para calmar tal instinto, porque total solo estábamos a poco más de una hora de camino y entre aparcar y unas cosas y otras igual lo encontrábamos todo cerrado. Esperamos pues como buenos caballer@s, quien va a decir que no a una buena aventura...

Rennes. Plaza típica
Rennes

Teniendo en cuenta que quisimos aparcar cerca del centro de la ciudad para tener a mano todas las visitas programadas, la hora se hizo algo más que larga. El objetivo de aparcar estaba conseguido, ahora bien el de comer se antojaba difícil, prácticamente todos los bares y establecimientos estaban o cerrando o con la cocina cerrada. 

Pero la suerte estaba de nuestra parte y después de solicitar mesa y esperar a ver si nos la daban conseguimos una en un lugar pintoresco, con una cocina muy elaborada y de aspecto muy moderno.

La ciudad es un conglomerado de unos 200.000 habitantes, a los que podemos sumar su área urbana que casi llega a los 700.000. Dispone de una área de desarrollo tecnológico importante que se multiplicó exponencialmente después de la segunda guerra mundial.

El primer monumento que pudimos disfrutar fue la catedral de San Pedro, estaba al lado del restaurante, de estilo neoclásico, que acabó de construirse a mediados del siglo XX, sobre templos de los siglos XII y XIV de diversos estilos.

Paseando con cierta tranquilidad, llegamos a una de las plazas más típicas por su forma de construcción que es la del Champ-Jacquet (en la foto). Pudimos apreciar algún pequeño resto de lo que fueron las murallas que rodearon a la ciudad y finalmente accedimos a la plaza del ayuntamiento, donde se encuentra el singular edificio que alberga las instituciones municipales y justo enfrente en la misma plaza el maravilloso edificio de la Ópera de Rennes.

Saint Malo. Catedral

Desde allí y pasando por el magnífico Palacio del Comercio, en la actualidad sede de Correos, fuimos a dar con el parking donde nos esperaba nuestro transporte para salir con destino a Saint Malo, última etapa del día de hoy.

Saint Malo I

En menos de una hora de camino estuvimos en el casco antiguo, dentro de las murallas en la puerta del hotel La Maison des Armateurs, que recomiendo para quien quiera visitar la ciudad, y no solo por lo céntrico y cómodo que es, sino por el servicio amable y eficiente que nos dieron no solo ahora sino tres días después cuando regresamos de la aventura de las Islas del Canal.

Había que cenar, pero teníamos tiempo suficiente, así que en un ejercicio previo al viaje del día siguiente nos fuimos caminando hasta la salida del ferry a Jersey para calcular el tiempo con el que habíamos de salir del hotel para no perder el enlace.  Tuvimos que hacer algunas correcciones puesto que el día siguiente iríamos arrastrando maletas y la previsión del tiempo era de lluvia. En cualquier caso nosotros a lo nuestro y con esa información nos fuimos a pasear.

Lo primero que vimos fue la catedral, estaba a pocos pasos del hotel, luego nos refugiamos en unos soportales de una bonita plaza cuyo nombre no recuerdo en este momento. Cuando amainó un poco la lluvia, la verdad es que no era mucha, paseando por diversas callejuelas llegamos a la muralla, con vistas al mar y que recorrimos disfrutando de un excelente arco iris doble sobre el Atlántico.

Seguimos por la zona llegando al Hotel casa natal de Chateaubriand y finalmente por la calle que va pegada a la muralla y zona de ocio y restauración importante decidimos cenar en la creperie La Duchesse Anne, antes de retirarnos a descansar.

Mañana viaje en Ferry con destino final en Guernsey y paso intermedio por Jersey.

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