sábado, 6 de abril de 2024

Bretaña y las Islas del Canal. Parte Una

Pues ya tocaba este viajecito por diversos motivos, pero principalmente porque teníamos ganas de visitar la Bretaña y Normandía desde hacía tiempo y por una cosa u otra siempre se acababa posponiendo. Así que un buen día, cenando con nuestros amigos Mayte y Enrique, viajeros impenitentes que han pisado los 195 países reconocidos por la ONU, se gestó esta pequeña aventura.

Las condiciones quedaron muy claras desde el primer momento y las establecieron como no podía ser de otra manera Pili y Enrique, aunque yo reconozco que puse una sin gran trascendencia: conducir lo menos posible, que al final fue nada.

Camino a Nantes
Pili, aparte de las zonas referidas puso como condición visitar Burdeos y Enrique las Islas del Canal (Jersey y Guernsey). Aprobado por unanimidad dejamos en manos de nuestro amigo la organización del viaje y en pocos días tuvimos en nuestras manos un folleto con toda la información y costos del viaje y casi sin darnos cuenta llegó el día del viaje en que debíamos estar en su casa en Manresa a la 07:00 horas para iniciar nuestro periplo.

Nantes

La primera parada del recorrido fue la ciudad de Nantes, donde pasamos la primera noche. Pero esto que parece sencillo dicho así tiene una pequeña complicación, nos separaban más de 900 kilómetros desde el punto de partida y aunque el conductor fue eficiente desde el minuto cero, yo empecé a colaborar como pude, llegando tarde a la hora de salida, pues tuve a bien equivocarme en la salida de Terrassa a Manresa. El otro pequeño retraso tiene que ver con la fisiología de alguno del grupo. Un buen inicio.

Sin más pausas empezamos el camino en el coche de nuestros amigos, primero por la autovía hasta pasar el túnel del Cadí y posteriormente desde Puigcerdá pasamos a Francia y enfilamos con varios navegadores a la vez nuestro primer día de viaje. El camino se hace corto y los kilómetros van pasando a buen ritmo, excelente diría yo, hasta que nuestros vacíos estómagos nos dan la señal de alerta para hacer una parada técnica (desayuno, estirar piernas, eliminación de líquidos y recarga de gasolina).

Catedral de Nantes
La opción es parar en la única área de servicio que está en obras en toda la autovía, con lo que cada una de las cosas que habíamos de hacer son en un barracón distinto, con el de la tienda bajo mínimos de suministros, los WC en otro barracón, estirar las piernas en un terreno lleno de obstáculos con piedras y elementos de construcción diversos. Menos mal que la gasolina está a solo 2 euros/litro (a lo largo de los días la llegamos a encontrar a 2,20 euros/litro) y eso nos consuela de cuando tengamos que llenar el depósito en nuestro país. A pesar de todo el optimismo se impone y seguimos viaje como si nada hubiese pasado: Nantes nos espera, a más kilómetros de los que en ese momento creíamos...

Como digo, con la mayoría de la necesidades fisiológicas cubiertas, incluidas las del vehículo, a un ritmo muy bueno seguimos la marcha con diversas conversaciones de todo tipo, hablando a veces con los GPS que disponemos (3 en total: el del coche, el de google y el de waze) lo que hace el viaje más entretenido. Casi sin darnos cuenta salimos de la autovía y pasamos a circular por lo que aquí sería una nacional, en buen estado y con poco tráfico hasta la hora de reponer fuerzas, ya en serio esta vez.

Decidimos parar en una especie de "borda", que se veía de lo más típica de la zona en que estábamos en ese momento de la ruta, con solamente cuatro turistas, o sea nosotros, pues el resto eran nativos, lo cual nos dio la oportunidad de comer como se come en la zona. Pues nada, ocasión desperdiciada, no sé si por el lío del idioma o por acabar rápido el proceso, nos metimos entre pecho y espalda un burguer con lechuga, tomate y patatas fritas, plato obviamente típico de la France. Estaba bueno, por cierto.

Galerías comerciales
Sin demasiadas concesiones a cafés y otras bebidas espirituosas reanudamos la marcha, con el mismo optimismo que a la mañana, pero ya con algo más de ganas de llegar a Nantes. Esta era la etapa más larga de coche que teníamos prevista en todo el recorrido. Se entiende perfectamente que tuviésemos ganas de llegar.

Con más o menos precisión se iban cumpliendo los planes establecidos por Enrique y en los últimos tramos diría que incluso mejorando la previsión, lo que nos permitió llegar a nuestro destino antes de lo que todos pensábamos.

Nos instalamos en el hotel seleccionado por el organizador con una magnífica visión del viaje: estaba justo en el centro de la ciudad, a escasos metros de la catedral y del castillo. Eso nos permitiría hacer un buen recorrido turístico de la ciudad a pie antes incluso de ir a cenar (y eso que en este país cenan temprano).

El paseo se inicia en el magnífico castillo de los Duques de Bretaña, palacio medieval del siglo XIII, habitado por los referidos duques hasta el siglo XV. Luego en 1840, fue clasificado como monumento histórico pasó a ser público y se integró en el conjunto cultural de "Castillos del Loira". Luego fuimos a la Place Royale, considerada centro de la ciudad con una monumental fuente el centro, bastante dañada en la segunda guerra mundial pero restaurada idénticamente a como era en los años 50 y 60 del siglo pasado. En la actualidad es una zona de paseo peatonal muy agradable.

Castillo de Nantes
Aprovechando la proximidad visitamos el Pasaje Pommeraye, reconocido como uno de los mas bellos de Europa, que fue impulsado por un joven notario del mismo nombre para galerías comerciales, pero que dicho éxito arquitectónico no se tradujo en el mismo éxito económico y el referido notario acabó endeudado hasta las cejas y finalmente arruinado. A continuación y antes de buscar un lugar para la cena, que la comida estaba ya en los pies..., visitamos la Catedral de San Pedro y San Pablo.

Por abreviar diremos que se trata de una catedral de estilo gótico que se empezó a construir en el siglo V y que no se acabó hasta el siglo XIX, con lo que tardó casi quinientos años en estar terminada su construcción. La catedral alberga en su interior una cripta románica del siglo XI y otra más grande del siglo XIX que tiene una exposición permanente sobre la historia de la catedral.

Ya por la zona peatonal y más céntrica encontramos para cenar un lugar muy agradable, donde con alguna ensalada y algo de carne de "cochon" en que el establecimiento era especialista, regados con una buena cerveza dimos por finalizada la visita y regresamos al hotel a descansar, pues el día siguiente prometía más actividades y visitas. Por cierto el hotel a tres minutos de donde cenamos...

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