Este viajecito en compañía de Marta, José Ramón y María Luisa, junto con Pili y un servidor fue cambiando de fechas de manera diversa y variada hasta el punto que tuvimos que modificar fechas de la escapada a la Costa Brava, y como colofón el último cambio en la hora de salida del vuelo desde Zaragoza a Cracovia. Esta variación hizo que nos juntásemos todos en Villanueva de Sijena, para desde allí y para evitar mayor problema en la huella de carbono en un solo coche nos dirigimos al aeropuerto de la capital maña para tomar como digo vuelo rumbo a Cracovia.
Cracovia
Cracovia. Plaza Mercado |
Como digo, no perdimos mucho tiempo en evaluar la oferta y en el primer lugar que vimos a nuestro parecer aceptable, nos sentamos y con unas cervezas, algo de pasta, alguna empanada de pollo con patatas fritas y un par de ensaladas César colmamos nuestras primeras necesidades en la ciudad. Sin salir de esta plaza que data del siglo XIII y tiene más de 42.000 metros cuadrados, podemos ver ya la torre del Ayuntamiento uno de sus monumentos más emblemáticos junto con la conocida como Lonja de los Paños, antiguamente centro de trueque y de comercio de la ciudad y en la actualidad más de comercio turístico.
Allí pudimos echar un primer vistazo a lo que son las tiendas para turistas de la ciudad, aunque como se trataba del primer día, decidimos volver al hotel, pues no muy tarde teníamos la cena ya concertada y después de los avatares del primer día de viaje estábamos algo cansados. No obstante nos dio tiempo de jugarnos la vida atravesando un puente sin semáforos, sin pasos de peatones y con vallas por las obras. El premio de conseguirlo fue un magnífico plato de sopa en la cena (sería el primero de muchos...).
Cracovia. Castillo |
Los previsores habían llevado paraguas y algunos una prenda textil que servía de chubasquero. La primera parada larga después de pasar por varias iglesias y monumentos de la ciudad, muchos de ellos con referencias como decía al principio al mito local, el Papa Juan Pablo II, fue el Castillo de Wawel, que así se llama por estar situado en la colina del mismo nombre. Fue mandado construir en el siglo XIV por Casimiro III el Grande.
Alrededor del edificio central del castillo se fueron construyendo numerosas estructuras destinadas a artesanos, militares, clérigos y en general para el personal que daba servicio al castillo. Fue residencia de los reyes de Polonia y símbolo del propio estado y en la actualidad dispone de un museo en el que pueden verse pinturas italianas del Renacimiento y algunos textiles de diverso valor, entre ellos la colección de tapices Segismundo II Augusto, de cuya existencia un servidor no tenía ni puñetera idea. Hoy es patrimonio de la Unesco con todo el centro de Cracovia.
Cracovia. Basílica Santa María |
La fachada se encuentra flanqueada por dos torres de diferentes alturas. La torre más alta está decorada con una corona dorada y en el pasado funcionaba para informar con una trompeta sobre la apertura y cierre de las puertas de la ciudad además de los incendios y en su caso de los ataques enemigos.
En su interior destaca un retablo de madera del siglo XV con más de 200 figuras talladas que, con 12 metros de longitud, es el más grande de toda Europa.
En la actualidad la trompeta suena cada hora desde la torre aunque la melodía interpretada se ve bruscamente interrumpida en recuerdo del trompetista que fue asesinado cuando trataba de alertar a los ciudadanos de la invasión de la ciudad.
Tras la visita fuimos a dar cuenta de una reparadora comida a cubierto, no había dejado de llover y pese a que algunos habían comprado paraguas se agradecía ponerse a cubierto. Por cierto que a alguno le reparó la magnífica sopa que nos sirvieron.
Esa misma tarde, nos dirigimos a las minas de sal de Wieliczka en la ciudad del mismo nombre en el área metropolitana de Cracovia. Se trata de unas minas explotadas desde el siglo XIII y parece ser que hoy día todavía siguen produciendo sal de mesa.
Cracovia. Minas de Sal |
A lo largo del recorrido se van pasando por diversos pasillos y espacios decorados con magníficas estatuas de sal, que van desde las puramente artísticas a las que van enseñando los oficios y las situaciones que se vivían en aquellas minas en los siglos pasados. Una de las zonas más espectaculares del recorrido es una especie de basílica decorada íntegramente con figuras de sal y que dada la superficie de la misma se presta para celebraciones religiosas, bodas principalmente, si dispones del suficiente poderío económico como para alquilarla. Barato no es. Ah! y por cierto la subida se hace en montacargas...
Después de un breve camino de regreso nos acercamos al hotel donde pudimos reponer fuerzas y disfrutar, como no, de un magnífico plato de sopa. Otra noche sin primer plato que me quedo...
Tras el reparador descanso y un desayuno bien aceptable, iniciamos la jornada en Cracovia con una visita guiada a una de las zonas que más fama le han proporcionado a la ciudad. Se trata del barrio donde se encontraba enclavada la fábrica de Schindler, empresario que a la postre consiguió salvar de una muerte más que segura a muchos de sus trabajadores judíos en la época del III Reich.
En las puertas del edificio principal se encuentran las fotografías y los nombres de todos los trabajadores de la fábrica que consiguieron escapar de aquel despropósito, como homenaje al empresario que lo hizo posible.
Después de un paseo no especialmente largo llegamos al barrio judío, completamente integrado en la ciudad y donde pudimos visitar la sinagoga, especialmente pequeña me pareció, en comparación con otras que he visitado.
Desde allí mismo pasamos también a visitar el cementerio judío también bien integrado en la ciudad y donde pudimos ver uno de los ritos ancestrales que celebran los creyentes ortodoxos, todos de negro con el famoso traje y sombrero y las barbas cortadas a su estilo. Creo que realmente era una ceremonia y que no se trataba de ningún atrezzo para turistas.
Después de la sopa pertinente en la comida, a estas horas del viaje aún me sorprende con el desconocimiento de que iba a ser así todo el recorrido, bueno al final le puse remedio. Como digo tras el ágape dispusimos de tiempo libre por la tarde, que nos dedicamos a revisitar algunas de las zona de los aledaños del castillo, que se quedaron fuera de la ruta guiada.
Tras alguna anécdota con el idioma que nos obligó a zamparnos un litro de cerveza a cada uno nos volvimos al hotel, donde había sopa para cenar (qué raro!) y a descansar que el próximo día de viaje promete emociones.
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