Una vez acabada la aventura galaico-castellano-leonesa y tras resolver algunos asuntos laborales de última hora, nos instalamos en Villanueva de Sijena dispuestos a pasar los terribles calores del mes de agosto de la mejor manera posible. El programa suele ser simple: actividades de las fiestas (en este caso no-fiestas), escapadas solos o en grupo, vermuts, comidas y cenas según necesidades y gintónics nocturnos aparte de la imprescindible siesta diaria que ayuda a combatir las horas en que no se puede salir a la calle. Y a la hora que se puede salir, salimos todos, mosquitos incluidos.
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Engalanamiento de fachadas |
Una de las primeras actividades, que se celebró fue una exposición de las pinturas de Jesús Pomarol en la casa de Miguel Servet. Era el sobrino de Marta, nuestra compañera y la verdad es que desde su particular situación personal supo expresar a través de la pintura muchas de las cosas que le pasaban o que sentía. Al menos a mí, eso me pareció.
Entre otras actividades, aparte de recoger unas gorras que el consistorio regaló a todos los vecinos, la Peña siempre participativa acudió a una jornada gastronómica o algo similar en el hogar de los ancianos, acerca de la cocina "morada". Yo no fui, pero los que lo hicieron tampoco me supieron explicar con mucha concreción de qué se trataba. A la actividad que sí fui con la Peña fue a la presentación del libro de la vida y milagros del bandido Cucaracha en tierras monegrinas y otras más lejanas, a cargo de Celedonio García y José Antonio Adell, compañeros de estudios y profesión de María Luisa y José Ramón. Con Adell, yo coincidí en algún cross de la epoca de estudiante en Huesca. Él solía ganar, yo era más de relleno.
Las comidas, bueno más las cenas, se iban repitiendo unas veces en casa, otras en la Peña, la mayoría, y lo que no podía faltar fue el típico Salmorrejo que ya se ha convertido una especie de costumbre prácticamente imposible de erradicar. Y qué dure muchos años! Otro día empanadas y jamón con surtido de embutidos, un poco de ensalada y pan con tomate. En otro momento unas ensaladas, caracoles y longaniza. También un día unos huevos rotos con gambitas y pulpo a la brasa con cachelos. La penúltima, creo que fue con patatas de Casa Santos, tomate con bonito y ensalada. La participación fue variable, unas veces muchos y otras pocos. Lo que sí fue constante es que todas estuvieron acompañadas de alguna manera con ensaladas..., ¡cómo nos hemos de ver! Bueno también en todas hubo riego con el excelente vino Peza do Rei con el que Pancho colaboró con la fiesta.
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Cenas diversas |
Otro capítulo fue el de las celebraciones que también contaron con la invitación de los homenajeados a una u otra celebración. Fueron los cumples de Maria Luisa, ágape en la Peña y el de Lourdes, cena en Las Piscinas. Aunque días más tarde fue el de José Ramon con postres diversos y soplo de velas y también fue el de nuestro yerno Carlos, que lo celebramos más en familia, porque este año han pasado un buen periodo de tiempo con nosotros, o nosotros con ellos, Izarbe, el citado Carlos y nuestro nieto Roger. La celebración que nunca falló fue la de las noches: Pese a la ausencia del Barbero, hemos conseguido reunirnos casi cada noche en torno a una mesa con un gintónic, unos frutos secos o unas dulzainas.
Hay días que Marta una de las incombustibles en el tema, viene de Huesca y llega casi a la hora de recoger, pero llega. Y días en que incorporamos a Daniela y Jorge los nietos de Martín y de rebote a él mismo. Y luego José Ramón que cada vez los hace más flojos y Pili que casi cada noche nos hace "un maripili".
Me explico, maripili: Dícese de la acción repentina, sin aviso y de ejecución rápida que consiste en decir "me voy a dormir" y desaparecer antes que la mayoría se de cuenta de ello.
Como que en algunos días de agosto la peña quedó mermada a solo cuatro miembros, unos por trabajo, otros por asuntos médicos y otros por viajes programados, las escapadas fueron bastante limitadas de participación: Un día nos fuimos al fútbol José Ramón y un servidor a ver el inicio de la Liga entre el Huesca y el Eibar. Buen resultado para los nuestros y bastante sed que pasamos, a quien se le ocurre un estadio sin bar. Lástima que en los siguientes encuentros el Huesca no siguiese la senda del inicio.
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En el Alcoraz |
Otro día nos escapamos los mismos con Luisa y Pili a dar una vuelta por Zaragoza, a ver si seguía en su sitio, entre otras cosas, como fue la visita al museo Pablo Gargallo, que se encuentra en la plaza San Felipe en el antiguo palacio de Argillo, que fue casa de Francisco Sanz de Cortés. Lo cierto es que teníamos ganas de visitarlo pues en un par de ocasiones anteriores que lo habíamos intentado estaba cerrado. Lo allí expuesto no defrauda y en más de una ocasión sorprende. El talento de este hombre es impresionante y no sé si suficientemente divulgado y reconocido.
Y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, o sea que estábamos en la plaza San Felipe, reservamos hora para comer en Casa Montal, un establecimiento en el que aparte de comer funciona como tienda de "delicatessen" de alimentación. Así que una vez concluida la visita del museo con tan solo cruzar la plaza procedimos a reponer fuerzas, al tiempo que las chicas se dedicaron a comprar algunos de los excelentes productos que tenían con el fin de preparar una cena fría con los mismos, lo que a todos nos pareció una excelente idea.
Luego, con un cierto tono perezoso, el calor no perdona en Zaragoza ni a los visitantes ni a los turistas, y con los depósitos llenos de comida que invitan más a la siesta que al paseo, nos dirigimos sin perder mucho tiempo a otro de los objetivos el viaje: El museo del Origami o de la Papiroflexia. Como digo cansinamente llegamos a las puertas del mismo y para nuestro desconsuelo no había abierto todavía. Menos mal que la espera fue corta y nos refugiamos en una de las zonas de sombra de la plaza donde se encuentra.
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Museo Pablo Gargallo |
El museo, en el segundo piso del edificio multicultural, es pequeño, pero no por ello menos interesante. Se trata de uno de los pocos museos en el mundo dedicados a ello, si exceptuamos los de Japón, y que a la vez ejerce de escuela. Contiene así mismo algunas de las obras más importantes del mundo de esta disciplina y mantiene contacto permanente con los creadores mas reconocidos mundialmente de estas obras. La verdad es que son espectaculares las obras y los trabajos que allí se exponen y que obviamente desde estas líneas recomiendo a cualquier visitante de Zaragoza, que a poco que pueda no se vaya de la ciudad sin pasar por allí. Esta en la plaza San Agustín.
Con las tropas más reforzadas por la llegada de algunos elementos de la Peña que estaban fuera, Fina y Carlos, empezamos a preparar la ya famosa salida pirenaica de cada año, que no era otra que las nuevas, aunque conocidas Pasarelas de Panticosa, que una parte de la Peña había explorado este junio pasado, descubriendo a la vez un lugar adecuado de avituallamiento.
Al final fuimos siete los elementos que iniciamos la ruta en dos coches desde Villanueva. Sin excesivas dificultades y con el horario previsto cumplido llegamos a la zona donde debíamos validar las entradas pues por las características de la excursión van dando horas hasta completar los cupos. Aquí tuvimos un primer "handicap": Teníamos hora para las 10:20, cuando nosotros pensábamos que era a las 11:00, con lo cual ya llegábamos tarde. A paso ligero alcanzamos la entrada real de las pasarelas y toda la "angustia" inicial se disipó en segundos: No hay problema, pasen cuando quieran, nos comunicó uno de los encargados de la ruta. Donde le llegó la angustia a alguna fue a la hora de pasar el primer puente colgante, básicamente porque se movía, a pesar de que es arquitecta y debería saber que no todo lo que se mueve se cae. Luego todos más tranquilos continuamos el recorrido con una vistas espectaculares y sin ninguno de los peligros que pudiesen esperarse del tránsito por las pasarelas.
Llegado el momento de acabar la instalación metálica y continuar el camino, unos más aguerridos se dirigieron hacia Panticosa pasando por un terreno más abrupto y escarpado y por uno de los bunkers del recorrido y otros más conservadores, bordeamos por los prados la montaña para llegar al final al mismo destino.
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Las Pasarelas de Panticosa |
Como había un poco de reparo en si los platos del lugar elegido para comer en Tramacastilla de Tena eran poco contundentes, nos pasamos por Sallent de Gállego para visitar el pueblo, con su monumento al Gigante incluido y ya que íbamos con viento a favor y el tiempo no nos apretaba aprovechamos para hacer un vermut. Ligero por cierto, unas aceitunas, unas sardinas en salmuera, unos torreznos y unos choricillos a la sidra. ¡Que la Peña no pase hambre!
Llegamos a comer a la hora prevista al Meson Lavedán, un trocito de Donosti en medio del Pirineo de Huesca, al menos a mi parecer. Desde este día no he hecho más que recomendarlo a unos y otros de amigos y conocidos que tengo. La carta es extensa y a modo de resumen solo citaré algunos de los platos que comimos: Anchoas del Cantábrico con mermelada de piquillos, Garbanzos con bogavante, Pochas con alcahofas y langostinos, Huevos rotos con bogavante a la andaluza y ajetes tiernos, Migas de pastor, etc... Y sin entrar en todo lo que vi pasar a otras mesas: Cogote de merluza con almejas, entrecot a la plancha, chuletón a la brasa, etc. Bueno lo dejo, pero sobre todo si pasáis alguno cerca o no tan cerca de allí, haced un alto en el camino que vuestro cuerpo os lo agradecerá. Otra cosa es luego volver a casa a 150 Km más o menos.
Después de estos eventos, Pili y yo nos volvimos a casa para ejercer de "canguros" de nuestra nieta Claudia, pero una vez acabada la tarea, encantadora por cierto, aún nos quedó un fin de semana veraniego para organizar otro sarao. Resulta que María y Rafael llevaban casi 30 años sin venir al pueblo y Aurelia y Rafa no habían estado nunca. Así que quedamos con ellos y decidimos ir a pasar esos días al pueblo.
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En el Parque de Huesca |
El primer día o mejor noche, cenamos en Fraga, cosa que aprovechamos para vernos de nuevo con la Peña y hacerlo todos juntos. El restaurante "muy Abadías" totalmente recomendable para cualquier visitante o vecino. Al día siguiente programamos una excursión a Huesca ciudad, que alguno de los amigos solo conocía de paso. Allí, las visitas típicas, Catedral, San Pedro el Viejo, La Confianza no, que estaba cerrada, Museo Diocesano, Museo Provincial, Seminario, Coso, Parque, Porches de Galicia, callejeo, etc. La novedad estuvo en la comida: El Martín Viejo, totalmente recomendable también a cualquier visitante.
Volvimos al pueblo y todavía nos dio tiempo de hacer una cena frugal en el patio de casa, como previa a tomar unos gintónics, u otros combinados o bebercios de todo tipo. También pude fumarme con la tranquilidad que da estar en casa un buen puro y apurar un chupito de wodka Beluga. A la mañana siguiente viaje a Terrassa y comida a la brasa en Viladecavalls, en casa de María y Rafael, que tienen unos artilugios increíbles que hacen la brasa muy rápidamente.
Otro verano más en las espaldas con aventuras de todo tipo, que esperamos continuar en el otoño, si hace falta en el invierno y seguro en la primavera. A ver si ya empezamos a olvidar no la pandemia, que será difícil, pero sí las restricciones que trajo a nuestras vidas.